Este artículo busca establecer un vínculo transdisciplinario entre arquitectura y filosofía a través de la casa construida por el filósofo analítico Ludwig Wittgenstein. Tras un análisis morfológico y fenomenológico, la casa puede entenderse como objeto arquitectónico y estructura conceptual. El objetivo es leerla como un motivo fundamental en el devenir filosófico de Wittgenstein, en vez de simplemente una etapa anecdótica en su vida fugaz.
This paper seeks to establish a transdisciplinary link between Architecture and Philosophy though the house built by analytic philosopher Ludwig Wittgenstein. After a morphological and phenomenological analysis of said house, it can be understood as both architectural an object and a conceptual structure. The objective is to read it as a fundamental motif in Wittgenstein’s philosophical trajectory rather than being merely an anecdotal moment in his fleeting life.
De la primera mitad del siglo XX surgieron varias mentes brillantes, pocas tan inquietas y abarcadoras como la de Ludwig Wittgenstein (Viena 1889-Cambridge 1951). Fue el octavo y último hijo de una familia de la más alta burguesía de la Viena de los Habsburgo. La Viena de finales de siglo XIX era una ciudad repleta de decadencia moral y estética, y al mismo tiempo, con una producción cultural y artística sin precedentes, con la que buscaba contrarrestar su deterioro. En palabras de Karl Kraus, Viena era el “laboratorio de investigación para la destrucción del mundo”. Kafka, Freud, Schönberg, Loos y Klimt, entre otros muchos, fueron parte de esta proliferante ágora, en la cual podemos introducir indiscutiblemente el nombre de Wittgenstein.
Los frívolos críticos de las nuevas pasiones modernas maldecían los movimientos culturales que allí se desarrollaban, y los juzgaban como una mayor atrofia de los supuestos valores establecidos. Dentro de toda esta tensión ideológica, el padre de Wittgenstein -un estricto y severo hombre de negocios- quería que sus hijos fuesen educados en casa. Las piezas musicales de compositores como Johannes Brahms y Gustav Mahler resonaban en las salas de música del hogar de los Wittgenstein, tocadas por sus autores durante sus frecuentes visitas, además la familia estaba a la cabeza de un mecenazgo de arte importante. Todo el estímulo intelectual necesario para el cultivo de la mente era accesible a Wittgenstein desde temprana edad.
A los catorce años, tras el suicidio de tres de sus hermanos, su padre cedió en mandarlo a la escuela después de haber manifestado su deseo. Se le adjudica haber estudiado en la misma escuela secundaria que Adolf Hitler en Linz, aunque no es probable que se hayan conocido a pesar de haber tenido la misma edad, pues a Hitler lo retrasaron un año mientras que al joven Wittgenstein lo ascendieron otro.
Los siguientes años de Wittgenstein fueron arduos y agitados. Tras la muerte de su padre recibió una herencia abundante, pero el dinero parecía pesarle más de lo que lo liberaba. Por ello decidió regalarlo, primero a diferentes artistas en pequeñas dosis, y después, de un sólo golpe, entre sus hermanos. En busca de algún reto que validara su existencia, decidió ser voluntario en la Primera Guerra Mundial con el emblema del ejercito austrohúngaro, hazaña traumática y primordial para su desarrollo. Fue en esta etapa coyuntural donde comenzó a escribir lo que después depuraría en el
El
Después de la publicación
Wittgenstein se incorporó a la producción de la casa de manera paulatina en un momento clave del diseño, pues el concepto general ya estaba, aunque la construcción no había comenzado. El arquitecto al mando a la llegada de Wittgenstein era Paul Engelmann, estimado por la familia, amigo de Wittgenstein y aprendiz de Loos. Éste los presentó en 1916, cuando todavía era su discípulo. El arquitecto Engelmann ya tenía un diseño preliminar de disposición espacial que hizo en conjunto con Margaret, en el cual es evidente la influencia del Loos. El diseño inicial de Engelmann sería la piedra bruta que Wittgenstein puliría hasta hacerla brillar. Wittgenstein nunca rechazó los planos preliminares de Engelmann y el anteproyecto fue sometido a relativamente pocos (aunque importantes) cambios, pero fueron su fuerte carácter e intensa personalidad lo que apartó gradualmente a Engelmann. Los planos finales de la casa sólo fueron firmados por Wittgenstein, con el título de arquitecto antes de su nombre.
Wittgenstein se comprometió afanosamente con el proyecto arquitectónico, como si hubiese algo más que la simple construcción de una casa (¿lo habría?). Su entusiasmo alcanzó niveles obsesivos. Se tomó un año para diseñar y manufacturar las puertas y ventanas esbeltas y sus respectivos marcos, perillas, manijas, etcétera; dedicó otro año completo a elaborar los radiadores de calefacción. Su hermana Hermine escribe:
Recuerdo, por ejemplo, dos pequeños, radiadores de hierro fundido negro, que están en dos esquinas correspondientes de un pequeño cuarto. ¡La simple simetría de estos dos objetos obscuros en el cuarto luminoso me dio una sensación de bienestar! Los radiadores eran perfectos por sus proporciones y por su precisa y esbelta forma, que pasaban desapercibidos cuando Margaret los usaba al pasar la temporada de frio como base para sus hermosos objetos de arte.
Al decidir que en la casa no habría lugar para cortinas, instaló un sistema de persianas metálicas -con un peso de 150 kg- en el exterior de las ventanas, cada una con un mecanismo para controlar su graduación, todo diseñado por él. Asimismo, gran parte de la construcción estuvo bajo su supervisión. Su obsesión alcanzó su punto cumbre al momento de limpiar la casa para ser entregada, se dio cuenta que una losa estaba 3 cm por debajo de lo proyectado. Exigió que se derrumbara y volviera a colar. El dinero y el tiempo podrían ser despilfarrados, pero la perfección y las proporciones exactas que él había diseñado jamás podrían ser comprometidas. La casa se concluyó y comenzó a ser habitada en 1928.
A simple vista, se puede apreciar que la casa no está ligada de ninguna forma particular a su contexto citadino vienés. Tampoco es legible su función desde el exterior, no hay nada que la delate como hogar para una familia. Desde afuera resulta una unión de cuerpos geométricos intersecados; muros de carga y columnas delimitan sus espacios interiores. Podría ser fácilmente confundida con una construcción de Loos; haría falta entrar para darse cuenta que es de la autoría de un hombre con ambiciones diferentes, que tal vez estén más allá de la arquitectura. Carece del afamado
La casa es blanca por fuera; por dentro, los muros y techos están aplanados en un grisáceo claro y con un color ocre extremadamente pálido. Contrastantemente, los pisos son de piedra negra reflejante. Las puertas y ventanas son de metal y vidrio, y en el centro exacto de cada cuarto hay un foco descubierto de 200 w en el techo. En general, el uso de materiales es austero y sobrio, aunque elegante.
Los materiales de la casa constituyen una fracción del manifiesto arquitectónico de la casa; la otra parte está dada por su composición geométrica, de simetría y de proporción. Las proporciones de los espacios, muros, puertas, ventanas, columnas y pilastras están proyectadas con precisión milimétrica. La altura de la sala es de 3.84 m y la manivela de la puerta está a 1.43 m del piso, las manivelas de los otros cuartos están a 1.54 m de altura. No hay curvas ni diagonales, todas las superficies de la casa se encuentran a 90 grados. En la planta general, la asimetría es intencional (posiblemente influencia de Loos), pero la simetría en las puertas y muros divisorios la compensa. Para lograr efectos simétricos, algunos muros tuvieron que ser ensanchados y las juntas de piedra artificial en los pisos están perfectamente alineadas con las puertas de los cuartos. Es una casa única en su composición minuciosa, independientemente de cualquier juicio estético. Está apartada de la existencia de aquél que la perciba, está en un estado de perpetua neutralidad y pone a prueba el sentido de precepción. Hermine Wittgenstein escribió sobre la casa: “parece un hogar para los dioses”
No me interesa erigir un edificio, sino… presentar ante mí mismo los fundamentos de toda edificación posible
A partir de esta última cita de Wittgenstein se puede afirmar que el proyecto arquitectónico no era la casa en sí misma, sino que tenía un trasfondo filosófico. La casa se concibe deliberadamente como extensión de la filosofía de Wittgenstein, particularmente la del
El proyecto es analógicamente un teorema, con todas sus características -invariable e inmóvil, no sujeto a experiencias propias, repetible y ajeno a todo valor.
Ante estas preguntas surge la necesidad de un nuevo vínculo entre las disciplinas arquitectura y filosofía, una idea que atañe a las dos de forma horizontal, sin que ninguna sea sometida por la otra. Hablo del concepto de habitar, específicamente, del habitar doméstico, pues el tema en cuestión es, a final de cuentas, una casa. Wittgenstein no parece haber diseñado una casa para una familia, un niño no puede alcanzar una manivela que está a 1.54 metros del piso, y ha de ser difícil sembrar valores familiares en un lugar tan poco hospitalario. Tampoco resulta una casa para él mismo. Lo que él proyectó fue una casa para una tercera persona, un individuo hipotético que entiende las doctrinas del
¿Cómo vive este individuo? Ante todo, es una persona -si es que así se le puede llamar- que, por un lado, vive en armonía consigo mismo, pues conoce bien los límites de su lenguaje, o por lo menos sabe que existen. Si retomamos la analogía anteriormente mencionada del lenguaje representado por un par de lentes, sus lentes están bien puestos y no frunce el ceño para alcanzar lo que escapa a su rango de visibilidad; sabe que el límite de su visión llega hasta cierta distancia y no podrá ver más allá. La casa Wittgenstein, con sus características ya mencionadas, le permite a su morador habitar en paz; estar vaciada de ornato y pretensión también la hace fácilmente descriptible y habitable para quien vive aquí. No tiene que arremeter contra los límites de su lenguaje para estar en la casa, no tiene que convencerse a sí mismo de valores estéticos impuestos porque en esta casa no los hay. Por otro lado, a este individuo le molesta salir, vive con cierta discrepancia con el mundo y con su limitada capacidad para describirlo. Su santuario es su casa, mundana y simple en su apariencia y composición, y más importante todavía, fácil de habitar para él. En su casa habría muy pocos muebles, pues entre más cosas hubiera desalineadas con las dimensiones y simetría de la casa, más se trastocaría su habitar.
A pesar de que en este espacio tremendamente racionalista se siente más en tranquilidad consigo mismo, nuestro morador nunca está completamente satisfecho, puede llegar a sentirse frustrado: éste no es su hogar. No porque le parezca un lugar incómodo, sino porque se niega a aceptar el concepto metafísico “hogar”. Se opone a la idea de sentirse en casa, porque no puede describir esa sensación de hogar que el resto de las personas busca tener. Para él, cualquier lugar puede ser su hogar, pero al mismo tiempo, ninguno lo es. Debido a esta anomalía, el individuo puede habitar la sala de la misma forma que un cuarto; todos son espacios indistintos para él. Todos los cuartos de la casa tienen proporciones matemáticas similares en su precisión y falta de expresión para que pueda habitarlos indistintamente. Tal vez un día duerma en la sala, otro en un cuarto y el siguiente en uno distinto; se decidirá por lo que le quede más a la mano según su situación, pues el individuo es pragmático, como la casa, como el
Es tentador imaginar que este individuo se pasea por los pasillos silenciosos y blancos con ropa clara, como los muros de la casa, para igualar la estética del lugar donde vive. El habitante de esta casa se cubre con ropa del color y estilo que sea en tanto que no comunique ningún mensaje, pues si siente la necesidad de decir algo sabe que su lenguaje le alcanza, y no quiere ser propenso a malentendidos por parte de otras personas que interpreten su ropa de manera errónea. Es consciente de que ni su casa, ni su ropa pueden transmitir un mensaje con la misma lógica de su lenguaje.
En estas líneas he construido una interpretación del habitar en la casa de Wittgenstein. En este breve análisis de la habitabilidad de la casa a través del individuo hipotético hay problemas latentes. Evidentemente, tal individuo nunca podría existir, pues escapa totalmente de la condición humana. Toda persona se preocupa de asuntos éticos, estéticos o abstractos en general; todos nos hemos encontrado enredados en lo más difuso de nuestra aprehensión.
El problema al analizar el habitar de esta casa radica en que el concepto “habitar” se quiebra ante el racionalismo del
Los sentimientos que nos estremecen suelen salirse del lenguaje, nos perturban o liberan desde lo más profundo y no logramos explicarnos a nosotros mismos por qué; son éstos en realidad llamados para la creación y no sujetos de lenguaje. Tal puede ser un motivo por el cual Wittgenstein construye la casa, para salirse del lenguaje y hacer una proposición desde la arquitectura. Él mismo generó algo abstracto al buscar relacionar su arquitectura con su obra filosófica.
La casa fue habitada por Margaret durante un tiempo considerable. Todas sus pertenencias, mobiliario antiguo, esculturas clásicas, biombos y pergaminos chinos inundaron la casa, despojándola de su carácter intencional de simplicidad y perfección. Wittgenstein pasaría a ser el principal crítico del
El biógrafo más aclamado de Wittgenstein, Ray Monk, afirma que no hay ninguna evidencia de que Hitler y Wittgenstein se hayan conocido. Dan Colman, “Wittgenstein and Hitler attended the Same School in Austria, at the Same Time”, Openculture [web], consultado en enero de 2016 en
De esta forma lo describe Hermine Wittgenstein en los extractos de “Family Recollections” incluidos en Bernhard Leitner,
Hermine Wittgenstein, “Family Recollections”.
El
“Soy consciente, aquí, de no haber profundizado todo lo posible. Simplemente por esto, porque mis fuerzas son insuficientes para lograr esta tarea. Puedan otros emprenderla y hacerlo mejor. Por otra parte, la verdad de los pensamientos aquí comunicados me parece intocable y definitiva. Soy, pues, de la opinión de que los problemas han sido, en lo esencial, finalmente resueltos. Y si no estoy equivocado en esto, el valor de este trabajo consiste, en segundo lugar, en el hecho de que muestra cuán poco se ha hecho cuando se han resuelto estos problemas”. Ludwig Wittgenstein, “Prólogo”,
“3.031. Se ha dicho alguna vez que Dios pudo crear todo salvo lo que fuese contrario a las leyes de la lógica. La verdad es que nosotros no somos capaces de decir qué aspecto tendría un mundo ilógico.
“4.015. La posibilidad de todos nuestros trasuntos, de toda la figuratividad de
nuestros medios de expresión, descansa en la lógica de la figuración”. Ludwig
Wittgenstein,
“6.42. Por lo tanto, puede haber proposiciones de ética. Las proposiciones no pueden expresar nada más alto.
“6.421. Es claro que la ética no se puede expresar. La ética es trascendental.
(Ética y estética son lo mismo)”. Ludwig Wittgenstein,
“5.5571. Si yo no puedo indicar las proposiciones elementales
“5.6. Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.
“5.67. La lógica llena el mundo; los límites del mundo son también sus límites.
Nosotros no podemos, pues, decir en lógica: en el mundo hay esto y lo de más
allá; aquello y lo otro, no. Esto parece, aparentemente, presuponer que
excluimos ciertas posibilidades, lo que no puede ser, pues, de lo contrario, la
lógica saldría de los límites del mundo; esto es, siempre que pudiese considerar
igualmente estos límites también desde el otro lado. Lo que no podemos pensar no
podemos pensarlo. Tampoco, pues, podemos decir lo que no podemos pensar”. Ludwig
Wittgenstein,
Nana Last,
En 1919, Wittgenstein le escribe una carta a Paul Englemann con lo siguiente: “Hace uno días vi a Loos. Fue horrible y nauseabundo. ¡Él ha quedado infectado con el más virulento fingido intelectualismo! […] Yo andaba un poco deprimido cuando me encontré con Loos, pero esto fue la última gota que colmó el vaso”. Carlos Muñoz, "Wittgenstein arquitecto: el pensamiento como edificio”, A Parte Rei 16. Consultado en enero de 2016 en
Hermine Wittgenstein,"Family Recollections”.
La casa fue habitada por Margaret Wittgenstein y su familia desde 1928 a 1939, cuando Hermine se trasladó a Estados Unidos durante la guerra. En este periodo el ejército ruso utilizó la casa como caballeriza y bodega. Margaret regresó a Viena en 1948 y volvió a habitar la casa de 1948 a 1958, cuando murió. La heredó a su hijo, quien estuvo a cargo de la casa hasta 1968, cuando la vendió a una inmobiliaria para ser demolida. Fue rescatada por iniciativa de Bernhard Leitner y se declaró monumento austriaco en 1971. Desde 1975 ha sido sede del departamento cultural de la embajada búlgara en Austria. Stuart Jeffries, “A Dwelling for the Gods”, The Guardian, enero, 2005 [versión digital], consultado en enero de 2016 en
Hermine Wittgenstein, “Family Recollections”. Irónicamente, durante su estancia en Cambridge, Ludwig Wittgenstein tuvo el apodo de “Dios”. John Maynard Keynes le escribió una carta a su esposa donde hablaba acerca de Wittgenstein, “parece ser que Dios ha llegado, me lo encontré en el tren de las cinco y cuarto”. Ray Monk,
Frase extraída de un prólogo manuscrito de Wittgenstein de 1930.
Varios de los autores aquí citados hacen esta afirmación en las obras ya referidas, como Last, Monk y Muñoz, entre otros.
Massimo Cacciari, “The Oikos of Wittgenstein”, en
Último aforismo del