Los alumnos de arquitectura que logran terminar la carrera se enfrentan con un ámbito laboral en el que las capacidades profesionales para las que les habilita su título no corresponden con las aptitudes y conocimientos que han trabajado durante al menos cinco años. Frente a esta desesperante y grotesca situación, el presente artículo denuncia ciertas prácticas pedagógicas vigentes y propone un “Decálogo de buenas prácticas para los profesores de arquitectura.”
Mi verdadera vocación era ser delincuente,
pero me hice profesor, que para el caso es lo mismo.
Ángel González
Los alumnos de arquitectura que logran terminar la carrera se enfrentan con un ámbito laboral en el que las capacidades profesionales para las que les habilita su título no corresponden con las aptitudes y conocimientos que han trabajado durante al menos cinco años. Frente a esta desesperante y grotesca situación, el presente artículo denuncia ciertas prácticas pedagógicas vigentes y propone un “Decálogo de buenas prácticas para los profesores de arquitectura.”
Si es usted profesor en una escuela de arquitectura únicamente tiene dos opciones. La primera es sucumbir a la ideología del arquitecto creativo y no preocuparse por más. Diógenes por bandera, no prepare usted las clases. Optimice. No insista en enseñar cómo se calculan las cosas. Las cosas ya las calcularán otros, más tarde, subcontratando. La arquitectura tiende a no caerse y las catedrales góticas no se calcularon con Revit Structure. Limítese a hacer críticas de proyecto. Hable del carácter arquitectónico del espacio. Asuma que lo importante es el plano. No la realidad. Que lo importante es el aspecto final y jamás el proceso de construcción del edificio. No utilice nunca escalímetros ni pregunte por la escala de los planos o maquetas, lo importante son las relaciones entre las piezas y que las maquetas sean grandes. Aplauda las maquetas-espectáculo. No las realistas, sino las escultóricas. Cuanto más exótico el material, mejor la maqueta: metacrilato, acero, aluminio, madera africana, seda o sangre humana. Todo vale pero que sea grande y que se pueda exponer. ¿Dónde? No importa. Lo único que cuenta al final son las fotos que les saquen sus profesores para las publicaciones de la escuela.
No busque tampoco razonamientos teóricos ni justificaciones racionales de los proyectos. Lo importante no es que sus alumnos sean capaces de argumentar las elecciones realizadas en sus procesos de diseño. No obligue a sus alumnos a razonar. La arquitectura, hoy, no es racional. Dedique el tiempo a inculcarles una actitud de arquitecto. Enséñeles que deben vestir de negro o con ropa diseñada por ellos mismos, acorde con su estilo arquitectónico. Que jamás digan las cosas de forma precisa o concreta. Deben aprender a ser capaces de expresarse con términos lo suficientemente mediáticos y políticamente correctos como para poder improvisar en cualquier momento durante 15, 30 o 60 minutos sin decir absolutamente nada. Que aprendan a sentarse, caminar y despreciar con la mirada, como sólo un arquitecto sabe hacerlo. Oblígueles a practicar una sonrisa que sea capaz de decir “sí, ya, lo sé, llevo sabiéndolo desde hace mucho tiempo,” aunque en realidad no tengan ni la más mínima idea de lo que les están hablando.
Jamás haga críticas técnicas sobre los aspectos constructivos, ni se le ocurra preguntar por el estado actual de las obras. Estas terminan con su publicación en las revistas (nunca con el fin de la responsabilidad civil y penal de quien las asuma). Asienta, como uno más, cuando todos hagan creer que el premio que le han dado a un profesor se debe a la calidad arquitectónica de la obra y no a las relaciones personales de este, o de su familia, con los miembros del jurado.
No les pregunte nunca por su carrera académica. Lo importante no es ser doctor o estar acreditado; eso es burocracia propia de abogados. Los abogados son malas personas. Les demandan porque sus edificios están llenos de goteras y defectos constructivos a los cinco años. Lo importante es ganar concursos y construir mucho. Consienta, sonría, aplauda o descanse, pero jamás se le ocurra dedicar ni un instante a pensar en el futuro laboral que les espera a sus estudiantes tras cinco años de carrera.
Considere usted que ellos ya aprenderán lo que tengan que aprender haciendo prácticas como becarios en los despachos de arquitectura, que es donde de verdad se aprende a trabajar a base de hacer horas extras de madrugada la semana antes de la entrega de un proyecto. Piense que no son cuestiones ilegales ni abusivas, sino acciones heroicas de los despachos ante la hazaña de lograr ganar un concurso de arquitectura más para el profesor en turno. Acéptelo. Si usted elige esta opción no trabajará y tendrá tiempo libre, pero está absolutamente prohibido decir lo que se piensa. Será usted una foca y habrá sido aceptado en la comunidad de los arquitectos-foca. Aplauda usted, y coma pescado.
Si por el contrario elige usted la segunda opción, tendrá que presentar oposición y abrir más frentes que Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. No espere poder mantenerse al margen o ser neutral a menos que, al igual que Suiza, sea el tesorero de toda la corrupción que hay por debajo de las diversas batallas. Si no es ese el caso, deberá prepararse para enfrentarse a una infinidad de archienemigos obsesionados con frustrar y desprestigiar cualquier proyecto que usted emprenda (arquitectónico o no), mediante una eterna lucha de retórica vacua en los principales fórums públicos de la disciplina. Nunca en privado. No se preocupe. Ellos no querrán hablar con usted, ni les interesa la realidad o las razones por las que usted hace lo que hace. Lo único que cuenta es que usted no les aplaude.
Céntrese en sus alumnos y muéstreles los problemas que provocan los edificios de los arquitectos-foca. Lléveles a que hablen con sus usuarios. Recomiéndeles libros en función de sus intereses. Hágales ver la necesidad de adquirir ciertos conocimientos técnicos que nadie les enseñará en una escuela de arquitectura. Que lean lo que los Reales Decretos obligan a que se imparta en una asignatura de proyectos y el material técnico que es necesario para poder visar un proyecto. Enséñeles cómo se hace un presupuesto. Cuál es la normativa de incendios. Cuál la utilidad estructural de los voladizos. Ridiculice los sinsentidos arquitectónicos de los arquitectos-estrella. Sea cínico. Motive su sagacidad intelectual. No les eduque. Ridiculice a los que lo intenten. Lea con ellos el Código Penal. La Ley del suelo. Explíqueles cómo se financia un edificio público, cómo una urbanización. Explíqueles que los edificios tienen que construirse, que no nacen construidos, y que deben ser previstas las necesidades mínimas para que aquellos que tienen que construirlo lo puedan hacer con las condiciones de seguridad necesarias.
Explíqueles que también deben ser mantenidos. Que los cristales tienen que limpiarse. Dígales que llueve. Que el sol sale por el Este y va hacia el Oeste a través del Sur. Créanos. No lo saben. Nunca nadie se los ha dicho. Explíqueles que el concreto armado es poroso. Muéstreles ciento y una metodologías y recursos para iniciar el proceso de proyecto:
1 Adecúe el contenido impartido en las materias a las capacidades profesionales para las que habilita un título de arquitecto. No se conforme ni mucho menos se centre en la concepción gráfica, volumétrica, espacial o simplemente estética del proyecto. Haga todo lo posible para erradicar la visión propia del artista plástico de un ámbito politécnico como es la arquitectura y concentre todos sus esfuerzos por erradicar la ideología del artista místico del imaginario colectivo de sus estudiantes. Prohíba a sus alumnos hacer planos bonitos y coloridos que les distraigan del objetivo final que es hacer un edificio y no un plano. Oblígueles a trabajar siempre con una escala y a que sus principales herramientas gráficas sean plantas o secciones. Nunca infografías. Recuérdeles constantemente que sus diseños no son para ellos, sino para los futuros habitantes. Que son ellos los que deben ser los protagonistas del edificio. Que la arquitectura no es una disciplina de autor, sino una realidad social orientada a ser habitada, no a ser exhibida.
2 Olvídese de sus inseguridades académico-laborales por un momento y deje de competir por mantener un elevado número de créditos en las asignaturas que imparte, especialmente si es usted un profesor del área de proyectos. Rechace abiertamente que las asignaturas de proyectos deban ser el eje vertebrador de la pedagogía arquitectónica. El mercado laboral para el que deben preparar a sus alumnos no requiere especialistas en proyectos. Requiere técnicos. Los despachos de arquitectura que ustedes mismos lideran requieren técnicos. La asignatura de proyectos debe limitarse a una tarea de coordinación de los conflictos generados por distintas lógicas (estructural, constructiva, jurídico-urbanística) a la hora de la toma de decisiones. La asignación de créditos debe reducirse al mínimo necesario para poder desarrollar tareas de gestión y de coordinación.
3 Mantenga siempre una actitud crítica respecto al
4 Rehúse a promocionar una y otra vez a Kenneth Frampton
5 Sin tener que renunciar a los talleres verticales, deberían primarse los horizontales. La única forma de que un alumno de arquitectura del siglo XXI pueda comenzar a adquirir un hábito de trabajo crítico y realista radica ineludiblemente en la confrontación simultánea de distintos especialistas en un mismo proyecto. Reconozca que por muchos proyectos que haya liderado en su vida profesional usted no ha adquirido todos los conocimientos necesarios para la construcción de un edificio. Conocimiento este que implica la necesaria colaboración de un sinfín de especialistas. Renuncie a verse a sí mismo como aquel soberano que decide el estado de excepción por encima del resto de especialistas y empiece a transmitir a sus alumnos cómo se debe proyectar un edificio desde la colaboración politécnica. No tenga miedo a que un especialista le muestre delante de sus alumnos que sus conocimientos en la materia se han quedado obsoletos. La técnica avanza a tal velocidad que es imposible estar completamente actualizado. Es mucho más importante educar a sus alumnos en un correcto hábito de trabajo que lo asuma, a querer ser idolatrado por un rebaño de heroicos ignorantes camino de los juzgados.
6 Reconozca, le guste o no, que la tecnología digital ha llegado para quedarse y renuncie a la fetichista obsesión por las maquetas. Si es necesario utilizarlas en los primeros cursos como medio para que los alumnos adquieran el manejo de la escala, utilícense únicamente como herramienta de trabajo. Jamás como presentación final. Enséñeles en cambio un empleo adecuado de las herramientas digitales de modelado basadas en la sinceridad y la investigación. De poco sirve enseñar a los alumnos desde las escuelas de arquitectura a trucar los
7 Prohíba el uso del cad y haga que se formen progresivamente en el BIM y/o el GIS. Indíqueles que el cad es un mero intento de trasladar a una pantalla las leyes de la geometría euclidiana. Que no es más que simple papel digitalizado y que únicamente los arquitectos trabajan todavía con esos programas. Asegúrese de que adquieran conciencia de que el sector profesional por completo lleva años instaurando las metodologías de trabajo basadas en BIM o GIS. Que con ellas podrán trabajar en red con geógrafos, sociólogos o ingenieros del más diverso tipo. No se limite a organizar cursos de formación adicionales al grado. Exija en sus asignaturas los formatos de entrega que les obliguen a aprender el manejo de esos programas.
8 En el caso de las asignaturas de urbanismo renuncie a limitarlas al mero diseño urbano. Hágales ver que hace ya mucho tiempo que la ciudad no se diseña. La ciudad se planifica. Que en todos los ámbitos académicos salvo el mediterráneo y parte del latinoamericano, el urbanismo es una disciplina autónoma e independiente de las escuelas de arquitectura, en la que se enseñan conocimientos propios de geografía, derecho, economía, sociología o ciencias políticas. Reconozca que el dibujo es una técnica completamente incapaz de enfrentarse a las escalas propias de la ordenación del territorio. Convénzales de que si quieren dedicarse a esta disciplina no es ni mucho menos suficiente con los conocimientos que han adquirido durante la carrera. Anímeles a realizar una formación de posgrado en el ámbito internacional y, a su vuelta, realizar los cursos de gestión urbanística en algún instituto nacional. Siga el ejemplo de Van Eesteren y trabaje siempre desde la interdisciplinariedad científica, antes siquiera de ponerse a hacer una sola línea sobre el papel.
9 Fomente siempre la relación con otras disciplinas, siempre que sea posible. La arquitectura es una disciplina interdisciplinar por naturaleza. Aprovéchelo. Pese a que le pueda parecer que está perdiendo el tiempo, no es así. Lo importante no es transmitir conocimientos sino generar hábitos útiles. No confunda la profesionalidad con una hiperespecialización opaca al mundo que le impedirá poder trabajar en equipo de modo eficiente en un contexto científico-técnico cada vez más orientado a la transversalidad y cooperación interdisciplinar.
10 Pero, ante todo y con absoluta prioridad sobre cualquiera de los nueve puntos anteriores, inculque siempre a sus alumnos la certeza de que son unos absolutos ignorantes con respecto a la ciclópea tarea que es proyectar un edificio o planificar el desarrollo de una ciudad al igual que lo somos tanto usted como yo; pues esa es la única forma de evitar que se dediquen a dictar unilateralmente a la sociedad lo que ésta necesita en realidad. Pues tal y como afirmaba Baudrillard hace ya más de 50 años “arquitectos, publicitarios, urbanistas, diseñadores, todos pretenden ser demiurgos o, más exactamente, taumaturgos de la relación social y del ambiente […] ‘La sociedad está enferma’: ése es el
Citado por sus alumnos en:
Rafael Moneo,
Rafael Moneo, “On Typology,”
Robert Venturi, Denis Scott Brown y Steven Izenour,
Colin Rowe,
Sergei Eisenstein,
Colin Rowe,
Rem Koolhaas,
Bernard Tschumi,
Tomás Villasante, Manuel Montañés y Joel Martí (eds.),
Lily Chi, “Design as Research,”
Henri Lefebvre, “La producción del espacio,”
Kenneth Frampton,
Panayotis Tournikiotis,
Jean Baudrillard,