Esta revista es un instrumento de poder. Representa los valores e intereses de la cultura occidental contemporánea en cuanto a investigación, educación y divulgación. Aunque cubiertas por un velo de honestidad, objetividad e imparcialidad científica, las publicaciones universitarias, como cualquier otra, son mercancía: su formato físico y la estructura de sus contenidos son el resultado de un proceso largo de adaptación al mercado editorial del capitalismo contemporáneo, del cual forma parte, por supuesto, el capital del conocimiento producido en las universidades públicas. Como todas las instituciones de nuestra sociedad, las universidades tienen una agenda clara cuyo primer objetivo es el crecimiento ininterrumpido de la productividad y el consumo. 

 

Foucault nos enseñóque todo –o casi todo– es expresión de dominación. La arquitectura, como todas las expresiones de nuestras sociedades y de nuestras culturas, expresa también las relaciones de poder en las que estamos sumergidos, inevitablemente. Incluso se podría decir que, por su propia naturaleza, la arquitectura expresa estabilidad, fuerza y permanencia de la acción del hombre sobre el territorio, por lo que intrínsecamente, ante la sociedad, la arquitectura es una expresión de poder sobre el mundo material. 

 

En la modernidad, desde Haussmann y sus transformaciones del París del siglo XIX hasta Brasilia y nuestra Ciudad Universitaria, los Estados-nación (de la mano de grandes compañías) han utilizado a la arquitectura y la ciudad para dejarles muy claro a las sociedades que gobiernan (y controlan) la forma en que deben mirarse a símismas y cómo deben ser comprendidas por los otros. Estos discursos del poder se expresan y reproducen en los medios impresos y electrónicos, sofisticados dispositivos tecnológicos de expresión y divulgación de una forma particular de ver y controlar el mundo a través de interpretaciones particulares que satisfacen a intereses muchas veces ajenos a lo disciplinario. 

  

Sin embargo, si esta es nuestra realidad también hay que comprender que como no todo es blanco o negro, a pesar de ser representaciones del poder, existen cualidades positivas en las ciudades creadas bajo la lógica del control y del poder. París, Brasilia y la Ciudad Universitaria de la Ciudad de México no son lugares inhóspitos donde la vida cotidiana no pueda desarrollarse a plenitud. En el caso de la última, incluso se ha consolidado como un espacio de libertad en el que la sociedad se puede expresar abiertamente. 

 

Los arquitectos, urbanistas, diseñadores industriales e, incluso, los arquitectos de paisaje necesariamente expresan una visión del mundo, sus valores, mentalidades y principios, los cuales, en la actualidad, representan los objetivos del capitalismo y los medios contemporáneos. De acuerdo otra vez con Foucault, ninguno de nosotros puede escapar de ellos. Pero, al menos en teoría, desde las universidades se pueden reconocer las pequeñas fisuras del poder, desde las cuales se pueden plantear propuestas para resistir al poder, para modificar los rumbos que define. En esos rumbos, efectivamente, los intereses de la mayoría no son contemplados (no somos contemplados), más que para perpetuar el sistema de consumo en el que tenemos que producir y comprar mercancías de forma permanente. Sin embargo, cabría preguntarse si las críticas posibles desde la academia y todo lo que surge de nuestras disciplinas no son también productos y mercancías necesarios para el capital. O incluso si detrás de los discursos moralmente correctos de –por ejemplo– la recuperación del espacio público, participación ciudadana y sostenibilidad que empiezan a inundar los medios contemporáneos (incluido éste) no estaráoperando la maquinaria del capital y el poder. Todos estos cuestionamientos contribuyen a la estimulante y desconcertante atmósfera de incertidumbre y confusión en la que vivimos en la modernidad.

DOI: https://doi.org/10.22201/fa.14058901p.2018.38

Publicado: 2018-03-08

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