ÉTICA E INSTITUCIONES

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Macario Schettino

Resumen

Abro mi ponencia con la cita kantiana que nos recuerda Adela
Cortina, incluso como título de su libro (Cortina, 1998). Kant,
en una frase, resuelve el problema que nos convoca al coloquio:
la ética y el poder público, con una solución que, desde entonces, está en la base del pensamiento moderno: la racionalidad. Esta racionalidad sostiene nuestra interpretación (moderna) de la sociedad, aunque no tengamos una definición consensual para ella. En cierta medida, la disputa filosófica de mediados del siglo XX, entre analíticos y continentales parte de este problema de definición, aunque no sea ése el único punto en discusión. (Para una revisión de dicha disputa, D'Agostini (1999).
Los conceptos tienen una vida breve, puesto que su significado depende del contexto en que se interpretan. El entendimiento que Kant pide como punto de partida para el establecimiento del Estado, se transforma en racionalidad con Weber y se bifurca en racionalidad discursiva y racionalidad instrumental a mediados del siglo. La interpretación de
Marx y Weber que realiza primero la escuela de Frankfurt y después Jürgen Habermas establece al discurso como base de la racionalidad, mientras que la recuperación de Kant (y el desprecio por la filosofía alemana del siglo xix) llevan a los filósofos analí ticos a la concepción de la racionalidad como elección instrumental entre opciones.
Este problema de definición responde, en realidad, a la dificultad inherente a la racionalidad humana. Para el camino discursivo, la racionalidad es una con el lenguaje, y por lo mismo no es algo fácilmente modelable. Para el camino analítico, la racionalidad es la selección de alternativas frente a las restricciones del contexto, de acuerdo con alguna definición de lo preferible para el individuo.

Para la ética pública, este problema no es menor. Cortina recuerda tres fuentes de la corrupción: 1). Las fuentes económicas-políticas-jurídicas, 2). Las fuentes culturales y 3). Las fuentes políticas. El primer punto ha sido analizado abundantemente por la escuela de la elección pública (para una revisión, McNuff (1996). El tercero tiene que ver con los mecanismos institucionales que se establecen alrededor de las decisiones para facilitar o entorpecer la corrupción.
Claramente, los puntos uno y tres son en realidad uno sólo: se trata del establecimiento de reglas que pueden favorecer o no la corrupción, sea a través de incentivos (rentas burocráticas) o de instituciones formales (mecanismos políticos). En cambio, el segundo punto es difuso: la corrupción como una cuestión cultural es algo difícil de definir y de aceptar.
En este trabajo me propongo establecer que tanto las dos versiones de la racionalidad como las dos fuentes de la corrupción son en realidad dos visiones de un mismo fenómeno. Se trata de la contraposición de los dos extremos de un continuo: discurso-racionalidad, cultura-institucionalidad.
Para ello, recurriré al trabajo de los economistas, puesto que es en esa área en donde se ha trabajado con más detalle la racionalidad.

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Cómo citar
Schettino, M. (2017). ÉTICA E INSTITUCIONES. Revista De La Facultad De Derecho De México, 53(239), 193–205. https://doi.org/10.22201/fder.24488933e.2003.239.61340