Asimilando la tradición:
Miguel Fisac y la ermita de San Pedro

Assimilating Tradition:
Miguel Fisac and the Hermitage of San Pedro

Ramón V. Díaz del Campo Martín-Mantero

Universidad de Castilla-La Mancha

ramonvicente.diaz@uclm.es

Resumen

Miguel Fisac Serna (Daimiel 1913 - Madrid 2006) fue una de las figuras más destacadas del panorama artístico español del siglo xx. Su trayectoria ha sido ampliamente estudiada como corresponde a una figura tan relevante, pero algunos aspectos de su obra han despertado más interés que otros. En el presente texto se tiene como objetivo poner en valor uno de sus proyectos más desconocidos, pero a la vez más sugerentes: una pequeña ermita construida en Almagro (Ciudad Real), edificio realizado en la década de los ochenta donde un arquitecto de renombre internacional construyó una antigua ermita con un marcado carácter popular. Los lenguajes vernáculos se mezclan con soluciones modernas en una ermita levantada casi sin medios económicos y con una fuerte involucración de la comunidad vecinal.

Palabras clave: Fisac, ermita, Almagro, arquitectura popular, hormigón

Abstract

Miguel Fisac Serna (Daimiel 1913- Madrid 2006) was one of the most important figures on the Spanish art in the 20th century. His career has been extensively studied, as befits such an important figure, but some aspects of his work have aroused more interest than others. We intend to highlight one of his most unknown but at the same time most suggestive projects: a small chapel built in Almagro (Ciudad Real) a building constructed in the 1980s where an internationally renowned architect built an old chapel with a markedly popular character. The vernacular languages are mixed with modern solutions in a hermitage built with almost no financial means and with a strong involvement of the neighbourhood community.

Keywords: Fisac, Hermitage, Almagro, Popular Architecture, Concrete

Miguel Fisac y la renovación de la arquitectura religiosa
española

Un trozo de aire sagrado, un trozo de aire en donde el hombre

se incline por el ambiente material, sensorial que le rodea a

ponerse en contacto con lo sobrenatural.

—Miguel Fisac1

Miguel Fisac representó, mejor que otros autores de su tiempo —los duros años de la posguerra—, la figura del arquitecto moderno. Su actividad pública fue más allá del medio arquitectónico, convirtiéndose en un personaje de gran popularidad durante los cincuenta y sesenta del siglo xx. Su personalidad y carácter polémico hicieron que fuera requerido en periódicos, coloquios y conferencias, gozando de una fama que trascendía el ámbito profesional. Cuenta en su haber con una amplia trayectoria que abarca más de 60 años de profesión y 400 proyectos y es uno de los arquitectos más longevos y fecundos de su generación.2

Una buena y destacada parte de su producción se centró en el ámbito religioso, abarcando media centena de proyectos, desde pequeños oratorios hasta conjuntos conventuales, con los que logró un notable prestigio; es, de hecho, considerado un referente en el terreno de la arquitectura sacra. Sus obras se han convertido en iconos de la historia de la arquitectura española del siglo xx como el Colegio Apostólico de Arcas Reales, el Teologado de San Pedro Mártir y la Parroquia de Santa Ana en Moratalaz. En todos demostró tener una forma muy personal de entender la arquitectura que le hizo destacar del resto de arquitectos que se dedicaron a este campo.

Después de solventar algunas dificultades durante sus años de estudio, que compaginó con colaboraciones con Fernández Vallespín y Muguruza, y una vez superado el paréntesis de la Guerra Civil, obtuvo el título de arquitecto en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1942, consiguiendo el Premio Fin de Carrera de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Inició ese mismo año su trayectoria laboral que inauguró con la trasformación en capilla de los restos de un auditorio de Carlos Arniches y Martín Domínguez en la Colina de los Chopos en Madrid. Este proyecto pudo llevarse a cabo gracias a la iniciativa de José María Albareda, entonces secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic).3 Fisac comenzó su andadura profesional en los complicados tiempos de la Autarquía, realizando varios proyectos para el Ministerio Nacional de Educación y una serie de pequeñas obras para el Opus Dei.4 Estas creaciones se caracterizaron por ser un intento de actualización del lenguaje clasicista vigente en España y fueron consideradas rabiosamente modernas, aunque una vez concluidas consideró que esa vía estaba agotada.5

Con la llegada de los años cincuenta y tras el aislamiento internacional se vivió un periodo de entusiasmo entre un grupo de jóvenes arquitectos; algunos de ellos realizaron viajes al extranjero después de un paréntesis de casi 15 años, solamente roto por algunas revistas de arquitectura que llegaban al país.6 Dentro de este contexto, Fisac hizo tres viajes que marcaron su futuro. En 1949 visitó distintas ciudades europeas con la finalidad de documentar un proyecto para un centro de investigación del csic. En 1952, se trasladó a Granada para participar en una de las sesiones de Crítica de Arquitectura que organizaba la Revista Nacional de Arquitectura junto con otros homólogos en lo que posteriormente fue conoció como el Manifiesto de la Alhambra. Finalmente, durante 1953, viajó por varios países de Oriente donde descubrió de primera mano la cultura japonesa, conociendo su estética, arquitectura popular y jardinería que aportaron múltiples referencias a sus posteriores obras.7

Gracias a las influencias recogidas, la década de los cincuenta fue de las más productivas de su carrera, no solo en cuanto al número de obra construida, sino a su singularidad. En ellas incorporó lenguajes modernos como se puede ver en la Librería Científica del csic (1950), el Instituto Laboral de Daimiel (1950) y el Instituto Cajal y Centro de Investigaciones Biológicas en Madrid (1951). Dentro del ámbito religioso realizó importantes proyectos como el Colegio Apostólico de Arcas Reales para la orden de los dominicos (1952) cuya capilla le valió la Medalla de Oro en la Exposición de Arte Sacro de Viena de 1954, que significó para la arquitectura española uno de los primeros reconocimientos internacionales tras la guerra y confirmó a Fisac como una de sus figuras más firmes.8 Su prestigio como arquitecto especializado en temas sacros creció, extendiéndose fuera de las fronteras españolas. Fue nombrado supervisor de las obras de restauración de la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén e invitado por la Universidad de Santo Tomás de Manila para impartir una serie de conferencias sobre construcciones religiosas.

En sus posteriores proyectos continuó con la introducción de lenguajes modernos, apostando por la sobriedad en las formas arquitectónicas, la reducción del número de imágenes devocionales, una mejor comunicación entre fieles y oficiantes o la colaboración con diferentes artistas plásticos, consiguiendo adelantar algunas propuestas que posteriormente se sistematizaron tras el Concilio Vaticano ii.9 Varias de estas soluciones estaban ya presentes en el conjunto del Teologado de los Padres Dominicos en Madrid (1955), una de sus obras más famosas y divulgadas. La arquitectura religiosa del arquitecto despertó el interés de revistas de la época en las que sus edificios e ideas fueron ampliamente difundidos.

A finales de la década de los cincuenta se produjo un cambio significativo en su obra. Fisac inició un camino que destacó por un excesivo formalismo abstracto; sus edificios partían de una arquitectura adintelada y en ellos investigaba las nuevas posibilidades que le brindaba el campo de la prefabricación. Comenzó a desarrollar una investigación sobre estructuras adinteladas de gran luz fabricadas en hormigón10 a las que denominó “huesos”. El origen de estas piezas lo encontramos en las necesidades planteadas por el encargo del Centro de Estudios Hidrográficos, en Madrid (1960).

Los años sesenta permitieron a Miguel Fisac desarrollar una interesante línea de trabajo dentro de lo que supone una interpretación personal de la nueva liturgia surgida tras el concilio. Esta apuesta incluyó la reflexión sobre el concepto del espacio en el templo, la utilización del hormigón como principal material y la colaboración con artistas para la realización de imágenes, vidrieras y objetos litúrgicos. Por la trascendencia de su figura, las obras del autor se convirtieron en referentes en el aquel momento de cierta incertidumbre entre los arquitectos. Fisac fue uno de los que señalaron el camino a seguir con la construcción de una parroquia dedicada a Santa Ana en el barrio madrileño de Moratalaz.

El descenso de proyectos durante los años sesenta motivó el cierre de su estudio en Madrid; a partir de entonces solo realizó algunos encargos esporádicos, principalmente obras de restauración en La Mancha y algunas intervenciones en anteriores edificios suyos. La falta de trabajo hizo que centrara parte de su tiempo en su faceta de colaborador de periódicos y publicaciones. Su firma aparecía de forma recurrente en abc o Blanco y Negro, donde plasmaba sus inquietudes, reflexiones y denuncias que contribuyeron a potenciar una imagen polémica que fue magníficamente sintetizada por Francisco Umbral: “El viejo arquitecto Miguel Fisac tiene algo de intelectual cabreado y algo de aldeano manchego”.11 Su último periodo fue el más incomprendido, porque sus investigaciones, producto de su peculiar interés por el hormigón, no encontraron eco entre sus colegas y se vio relegado a una oscuridad profesional, más notoria aún por décadas de éxito. Su particular búsqueda de una cualidad exclusiva y característica del hormigón la encontró en una propuesta sobre la que experimentó y que bautizó como “encofrados flexibles”.12 Al utilizar esta técnica, consiguió unos muros flácidos que aplicó en sus últimas obras como el Centro de Rehabilitación Mupag, la Parroquia de Nuestra Señora de Altamira o el Centro Social de las Hermanas Hospitalarias, además de su propio estudio en el Cerro del Aire o su casa en Almagro.

En 1977 se trasladó a La Mancha, su tierra natal, pasando largas temporadas en Almagro (Ciudad Real). Allí adquirió una casa que estaba formada por varios pabellones casi derruidos; anteriormente fue un molino de aceite y cuadras para ganado. Sobre la estructura de esa vieja construcción tradicional realizó su vivienda.13 Fue en 1980 cuando los miembros de la Hermandad de Santiago decidieron visitar en su domicilio al arquitecto que se había trasladado a su localidad para plantearles sus planes de futuro: reconstruir la antigua ermita de San Pedro.

La ermita de San Pedro. Un proyecto singular

Yo he sido siempre albañil, y sigo siéndolo incluso ahora.14

La hermandad de Santiago, al igual que otras de la zona, tenía su origen en el tránsito entre la Edad Media y la moderna, ya que aparece referenciada por primera vez en las visitas de la Orden de Calatrava de 1491. Sabemos que se encontraba formada mayoritariamente por gente humilde y que contaba con una soldadesca (se trataba de una cofradía religiosa de carácter militar). Entre sus actividades, se encontraba la organización de los festejos en torno a Santiago, que incluían una celebración de toros el 26 de julio y una colación a costa del concejo. Su sede estaba en una pequeña ermita a las afueras de la localidad, de la que documentalmente solo disponemos de algunas menciones en los libros de acuerdos, como en 1510 cuando se habla de un “barrio nuevo que dicen de Santiago” y la existencia de santera en la ermita el año 1577. Desconocemos cómo era la construcción porque a finales del siglo xix, ignorándose los motivos, se trasladó el culto al apóstol Santiago a la cercana ermita de San Pedro.15 La hermandad desapareció; lo mismo ocurrió con la ermita, debido a los importantes daños sufridos durante el terremoto de Lisboa (1755), que hicieron que fuera definitivamente destruida en la Guerra Civil.

Años después, en 1953, por iniciativa del párroco de la localidad se volvió a constituir la Hermandad de Santiago, comenzando la reconstrucción de la antigua ermita de San Pedro. Su construcción se llevó a cabo bajo las órdenes de un maestro albañil local: José Parras Blanco. Se puso la primera piedra en febrero de 1954 y concluyeron nueve meses más tarde. No obstante, esta segunda ermita apenas perduraría en el tiempo, ya que se derrumbó poco después de ser finalizada. Tuvieron que pasar varias décadas, hasta que en los años setenta, desde la hermandad, surgieron una serie de intentos para volver a construir el templo. Fue entonces cuando algunos de sus miembros empezaron a ejecutar una serie de trámites para llevar a buen puerto su ilusionante proyecto. En 1980 se puso contacto con la parroquia Madre Dios, con el obispado y el ayuntamiento para realizar las gestiones necesarias, iniciándose paralelamente una recogida de fondos para financiar las obras.16

Fue en aquel momento cuando los caminos de la Hermandad de Santiago y Miguel Fisac se encontraron. El arquitecto aceptó la solicitud para la construcción de la ermita que se iba a volver a levantar en el sitio donde estuvieron las dos anteriores; en un terreno junto
a las últimas casas de la localidad en contacto directo con la inmensa llanura manchega. Se trataba de un programa de una pequeña iglesia rural, que además de templo contaría con una sacristía y un lugar de reunión para la hermandad. El día 25 de julio de 1982 comenzaron las obras cuyos costes ascendieron a tres y medio millones de pesetas y de los que apenas contaba con algo más de seiscientas mil, por lo que se recogieron donativos y se organizaron rifas para completar la financiación. El propio arquitecto no cobró nada por la realización del proyecto y dirección de obras y fueron los propios vecinos del barrio y miembros de la hermandad los que se encargaron prácticamente de su edificación.17

El carácter popular de la ermita hizo que la obra se realizara sin una documentación completa, es decir, no existió ni se conserva un proyecto arquitectónico con memorias, planos o presupuestos. Se iba trabajando día a día y solventando los problemas según iban surgiendo.18 Lo que sí se ha conservado en el archivo personal del arquitecto es una interesante colección de alrededor de cincuenta fotografías que sirven para documentar todo el proceso de construcción. En la parte posterior de ellas aparecen una serie de anotaciones del propio Fisac que nos permiten acercarnos a los pormenores de la singular historia del edificio.19

Un año después, el 23 de julio de 1983, fue inaugurada la ermita por el obispo de Ciudad Real. El acto fue recogido en varios periódicos de índole local e incluso trascendió a escala nacional. El padre Martín Delgado publicó un artículo en el abc que tenía por título “Milagro en Almagro”, donde se narraba el trabajo comunitario que se había realizado para poder lograr la construcción de la nueva ermita:

La vieja ermita se cayó varias veces, pero sus tercos cofrades no se resignaban a perderla. Así que, aunque en el pueblo tenían ya nada menos que 24 iglesias, decidieron poner manos a la obra. Pero no uso esta última frase en tono metafórico, porque se trató literalmente de las manos de todos: carpinteros, albañiles, herreros, marmolistas, empedradores, picapedreros, pintores, tapiceros, encajeras, todos aportaron su arte y todos sin cobrar ni un duro. Y todos en horas extraordinarias, después de concluidos sus trabajos.20

La reinterpretación de los popular: en un lugar de La Mancha

¡Y la arquitectura está como un árbol clavado en un paisaje!

No se puede prescindir de lo que forma su entorno.21

Miguel Fisac se enfrentó en este singular proyecto a la construcción de una ermita, un tipo de pieza arquitectónica humilde de las que existen numerosos ejemplos en el riquísimo mapa patrimonial de las ciudades españolas. Almagro no era una excepción,22 al igual que otras localidades castellanas se habían organizado en varios barrios y en cada uno existió una edificación religiosa que normalmente era mantenida y cuidada por los propios vecinos.23 Es de especial interés analizar cómo estos pequeños edificios fueron durante siglos de considerable importancia como elementos dinamizadores de los recintos urbanos. Muchas de ellas se edificaron próximas a las murallas, en un arrabal o barrio extramuros que comenzaba a desarrollarse, creando nuevos espacios debido a la atracción ejercida por el edificio hasta que quedaban unidas a la villa. Vivieron su momento de gran apogeo vinculadas al auge del culto a las imágenes y a las reliquias, en la edad moderna, con el resurgir de la religiosidad popular en el periodo de la Contrarreforma.24 Desde el punto de vista formal solían ser inmuebles de sencillez estructural, sobriedad de volúmenes y escasas piezas decorativas. Al tratarse de edificaciones pertenecientes al ámbito de la devoción popular, se construyeron en buena medida gracias a las limosnas de los habitantes de los barrios, por lo que habitualmente utilizaban materiales económicos como tapial o ladrillo, mientras que la piedra se reservaba para la cimentación, portadas y pilares.25

El proyecto que desarrolló Miguel Fisac en la nueva ermita de San Pedro tomó como punto de partida esa tradición de las ermitas en la zona. Para el arquitecto las construcciones tradicionales poseían unos valores constructivos y estéticos que eran válidos para una arquitectura actual y moderna:

La casita que se construye en un lugar sigue siempre no sólo ligada al paisaje por vínculos de clima, de color y de ambiente físico, sino también a otros morales, etnológicos, de idiosincrasia de los habitantes de esa región. Esa idiosincrasia ha creado espontáneamente una arquitectura popular riquísima en España; copiarla alegremente acarrea los tristes resultados que tan abundantemente conocemos, pero desconocerla y olvidarla es privarse de un gran medio, si queremos que la nueva arquitectura sea humana, para hombres que tiene unas necesidades físicas que satisfacer, pero, además y, sobre todo, que tiene alma.26

El arquitecto redactó los planos para levantar la nueva ermita que dio como resultado un edificio sencillo, de planta rectangular con un ensanchamiento en el altar que permitía la ubicación de un ventanal lateral que se prolongaba en la cubierta, ligeramente más alta en el presbiterio.27 Con este recurso buscaba fijar la atención del fiel en la zona del altar, uno de los elementos más característicos de su arquitectura religiosa. En varias de sus iglesias buscó crear un dinamismo utilizando muros limpios que obligaban a la mirada del creyente a centrar su interés hacia la cabecera donde se diseñaba una sobreexposición lumínica conseguida por ventanales ocultos en los laterales que no eran visibles.28

En el exterior se emplearon recursos de la arquitectura manchega obteniendo un edificio de volúmenes muy sencillos con pocos vanos configurados por grandes muros encalados; para la cubierta se dispusieron cerchas metálicas que se apoyaron en los hastiales y sobre ellas se colocaron tablones y tejas. El arquitecto buscó enlazar la ermita con la identidad del lugar buscando un diálogo con él. Para conseguirlo se usó como punto de partida recursos de la arquitectura popular, pero evitando una interpretación trivial. Lo vernáculo era un planteamiento mental y no un repertorio de soluciones arquitectónicas. Varias de sus obras, construidas principalmente durante la década de los cincuenta, estaban basadas en elementos extraídos de lenguajes populares manchegos como en el Instituto Laboral de Daimiel (1950-1953), el Mercado de Abastos de Daimiel (1955), la Casa de Cultura de Ciudad Real (1957) y la Vivienda para la familia Pozuelo en Daimiel (1958), entre otras. Fisac conocía bien la arquitectura popular de la zona, ya que fue la tierra en la que nació y creció.29 El único elemento llamativo en la fachada de la ermita de San Pedro fue un cuerpo saliente situado en el acceso al edificio donde se dispuso un pequeño pórtico sustentado por un pilar y una ménsula. En esa pequeña pieza aplicó una de sus últimas invenciones: los “hormigones flexibles” en los que el Fisac estaba trabajando desde 1969. Se trataba de la solución resultado de una profunda investigación que buscaba encontrar una característica única y exclusiva del hormigón:

Pensé, al fin, después de estudiarlo detenidamente que, tal vez la característica más peculiar, más exclusiva del hormigón era la de ser el único material que llega a obra, o a su previa fabricación, en estado pastoso, que después, se solidifica. Y comprendí que posiblemente su más genuina expresividad plástica pudiera ser ésta: la de recordar (como huella genética) que había sido un material blando vertido en un molde. Y como característica de ese estado pastoso y blando, debería carecer de aristas vivas y presentar un aspecto redondeado, típico de todo material blando [...]30

El sistema consistía en formar encofrados de sencillas estructuras que daban al material un aspecto totalmente nuevo al tradicional. Sobre unos esqueletos de madera y alambres se colocaba una lámina de un elemento flexible (principalmente polietileno u otro plástico con similares características) que conformaban distintos huecos y formas en el encofrado. En ese molde se vertía el hormigón permitiendo moldear las superficies y obteniendo un paramento que buscaba reproducir la huella genética de su estado pastoso original.31 Con este procedimiento, se conseguía una pieza de hormigón que presentaba abombamientos, pliegues, arrugas e irregularidades que ofrecían un efecto novedoso. Además, para su elaboración no era necesaria una mano de obra cualificada y se obtenía de manera económica debido a los bajos costes de los elementos que formaban los moldes. Si analizamos las fotografías que se custodian en el archivo del arquitecto encontramos algunas donde vemos al propio Fisac subido en un andamio trabajando en la realización de los hormigones flexibles de la ermita. En ellas se puede observar los bastidores del armazón, realizados con tablas, que contenían en su interior el polietileno para dar forma al hormigón del pilar.

Para completar la vinculación con el lugar, Fisac diseñó el entorno del edificio. El uso de lo vernáculo en el proyecto no se limitó a la utilización de materiales tradicionales, en ella lo popular impregnó todo, consiguiendo que ocupase un puesto primordial en el proceso creativo que se expresó en varios ámbitos como la jardinería. El arquitecto mostró en sus proyectos una gran sensibilidad hacia el jardín y los elementos que los configuran, influencia del citado viaje a Europa, del redescubrimiento de La Alhambra y que se intensificó posteriormente tras visitar Japón en 1953. Para la configuración del exterior se utilizaron especies arbóreas de la zona, un banco de piedra, empedrado, una pila y un brocal de un pozo.

Una obra de arte total

Venero las imágenes y respeto la ornamentación religiosa

en tanto son un vehículo para acercarnos a Dios; pero las detesto

en cuanto se las pone al servicio de un decorativismo impropio

de una iglesia.32

Las obras de Fisac pueden ser consideradas poliédricas, configuradas por la suma de diversos recursos a los que el arquitecto prestó gran atención: materia, espacio, jardín, mobiliario, iluminación, entre otras cosas. Su manera de concebir la arquitectura le hizo estudiar hasta los más mínimos detalles. El arquitecto diseñó buena parte de los elementos del edificio y para ello recurrió a la colaboración de vecinos que aportaron sus conocimientos como carpinteros, herreros, encajeras, etcétera. Un sencillo viacrucis, una cruz del altar, la puerta de acceso, la cruz de hierro de la espadaña, todo fue diseño original del arquitecto. Algunos de los muebles fueron reutilizados y para la zona del presbiterio se fabricaron mesa, pilastras y un ambón elaborado en piedra bajo las directrices del arquitecto. Todas las piezas del altar se complementaron con encajes, siguiendo las indicaciones de Fisac; este fue un recurso que vinculaba con una de las más conocidas tradiciones de Almagro. En una de las fotografías se ven a varias vecinas del barrio realizando la labor de los encajes de bolillos junto a la ermita durante su construcción.

Estas instantáneas registran las aportaciones de una comunidad en el proyecto según sus conocimientos y posibilidades. Un trabajo común que, efectuado entre todos, se convirtió en propiedad conjunta.33 El recuerdo al pasado y las alusiones al entorno son característicos de su obra y aquí cobraron un relevante protagonismo al tratarse de la tercera construcción religiosa que se levantó sobre el mismo lugar. Hay referencias a tiempos pretéritos en la pequeña pila de piedra situada junto a la puerta de entrada, reutilizada de un edificio anterior, a modo de metáfora. Su faceta de diseñador es uno de los aspectos menos conocidos de su trayectoria, pero Fisac siempre prestó una especial atención al ámbito del diseño de muebles, incluso en proyectos sencillos y con poco presupuesto como este. Algunas de sus creaciones son consideradas representativas de la historia de la arquitectura interior y del mobiliario español del siglo xx.34

Fisac solía disponer pocas imágenes en sus templos, de hecho, animaba en sus textos a la colocación de las mínimas posibles tomando de referencia la limpieza ornamental de la cultura japonesa. En sus diseños buscó utilizar soluciones similares al “tokonoma” que respondía al gusto por espacios limpios, tan contrario de la costumbre occidental. Las iglesias de Fisac solían estar presididas por un crucificado acompañado por una imagen de María entre el ambón y la sede. En ocasiones incluía algunas más como los titulares del templo en el acceso.35 Esta propuesta es seguida en la ermita almagreña colocando una sencilla cruz de madera en el altar acompañada de la Virgen y de Santiago en el presbiterio y una de San Pedro frente a la entrada.

A partir de la década de los cincuenta, varios arquitectos españoles colaboraron con artistas buscando un cambio en la mentalidad en la sociedad a través de la incorporación de piezas de arte contemporáneo en edificios de carácter público. Consideraban que era necesario actuar en los centros de reunión de las personas, especialmente en iglesias. Arquitectos como Fernández del Amo, Carvajal y Fisac, entre otros, empezaron a tener colaboraciones con numerosos artistas. Existieron distintos planteamientos; mientras que Fernández del Amo tenía una visión integradora e igualitaria de las diferentes artes, la perspectiva de Fisac estuvo más cercana a la posición dominadora de la arquitectura.36 Una amplia nómina de creadores trabajó con el arquitecto manchego introduciendo obras de lenguajes renovadores en sus propuestas.37 En el caso que nos atañe, la falta de presupuesto hizo que se utilizasen imágenes que poseía la hermandad o donaciones como Virgen de la Candelaria que fue realizada por los estudiantes de arquitectura de la Academia Artaquio. El conjunto se completó con pinturas murales en el altar ejecutadas por el propio Fisac, como se puede observar en varias de fotografías donde aparece el arquitecto subido a una escalera durante su realización. En ellas se muestran tres escenas relativas a la vida del apóstol Santiago: un grupo que recuerda su oficio de pescador cuando fue reclutado por Cristo, una representación de Santiago Matamoros (que se vincula con la importancia que ha tenido para Almagro la Orden de Calatrava) y al apóstol trasladándose a Occidente para predicar la nueva fe. Unas figuras creadas en tonos ocres que destacaron por un diseño basado en líneas rectas y planos lisos, así como la ausencia de cualquier elemento superfluo.

Aunque la mayoría de la población celebró la construcción del nuevo edificio, la estética popular fue fríamente acogida en ciertos sectores y, con el paso del tiempo, algunos elementos han sido modificados. Se ha cambiado por completo la techumbre del inmueble al colocar una armadura de madera que cubre las cerchas metálicas y se ha alterado la disposición del altar al ubicar nuevas imágenes que la hermandad ha ido adquiriendo como una nueva Virgen de la Candelaria, Cristo en Agonía y Santiago Apóstol del escultor Antonio Borrego.38

Conclusiones

Miguel Fisac fue una de las personalidades más destacadas dentro del campo de la arquitectura religiosa española debido al gran número de trabajos realizados y a la profusa difusión que tuvieron sus edificios.
De la media centena de proyectos sacros del arquitecto aún existen algunas obras poco conocidas como es el caso de la ermita de San Pedro. De hecho, en las pocas ocasiones en las que aparece alguna referencia a la construcción lo hace erróneamente denominada como ermita de San Agustín o del Santísimo Cristo Salvador del Mundo en Calzada de Calatrava. Detrás de este pequeño inmueble se esconde una peculiar historia de cómo se fraguó por parte de los miembros de la hermandad el proyecto de reconstrucción de una antigua ermita y de cómo un arquitecto famoso aceptó la propuesta de sus vecinos.

Como conclusión a lo expuesto, podemos decir que en esta obra Miguel Fisac creó un trozo de paisaje de La Mancha gracias a la combinación de elementos de su propia gramática constructiva integrados con la tradición vernácula, con la finalidad de activar la memoria del entorno. Uno de los principales méritos conseguidos en este proyecto es que se logró, con escasos recursos, replantear y actualizar los modelos arquitectónicos de las ermitas tradicionales. El resultado fue una arquitectura en absoluta armonía con el espacio y la historia del lugar donde se construyó.

Según el Diccionario de la Real Académica Española, popular es “lo perteneciente o relativo al pueblo”. En la ermita de San Pedro de Almagro vemos cómo el término adquiere gran relevancia, ya que fueron los propios miembros de la hermandad los que lograron conseguir los recursos necesarios y se pusieron manos a la obra. La historia de esta construcción destaca por su carácter comunitario porque sin ellos no podía haber sido posible. Si en las iglesias posconciliares de Miguel Fisac se buscaba la participación de los fieles, aquí se consiguió gracias a su autoconstrucción. Una experiencia muy similar la encontramos en la parroquia en la población de Pumarejo de Tera (Zamora) construida por los vecinos del pueblo dos años después del proyecto manchego.39 Ambas obras poseen características similares, pero a la vez muy diferentes debido a la utilización de elementos vernáculos de cada lugar. Fisac siempre guardó un cariñoso recuerdo de la iglesia zamorana porque fue “el fenómeno sociológico más bonito que he vivido en mi dilatada vida profesional”.40


Referencias

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Ramón V. Díaz del Campo Martín-Mantero

Universidad de Castilla-La Mancha

ramonvicente.diaz@uclm.es

Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Castilla-La Mancha. Ha participado en varios proyectos sobre producción artística y patrimonio en España durante la segunda mitad del siglo xx. Imparte docencia en el grado de Historia del Arte y máster en Investigación en Letras y Humanidades de la Universidad de Castilla-La Mancha. Actualmente es miembro de los grupos Estudios Históricos Contemporáneos y turicom (La experiencia turística: Imagen, Cuerpo y Muerte en la cultura del ocio). Ha realizado estancias en las universidades de La Habana (Cuba), de Buenos Aires (Argentina), Iberoamericana (México) y de Messina (Italia). Sus principales líneas de investigación giran en torno al arte español durante el franquismo.

1 Miguel Fisac, “Problema de la arquitectura religiosa actual”, Arquitectura (4) (1959): 6.

2 Francisco Arques, “Miguel Fisac (1913-2006). Un propósito experimental”, Informes de la Construcción 58 (503) (2006): 6.

3 Antón González Capitel, “La construcción de la Colina de los Chopos en Madrid (de Antonio Flórez a Miguel Fisac)”, Arquitectura (241) (1983): 18-21.

4 Miguel Fisac fue uno de los primeros miembros de organización religiosa hasta que la abandonara definitivamente en 1955.

5 Miguel Fisac, “Asplund en el recuerdo”, Quaderns d´Arquitectura i urbanimo (147) (1981): 33.

6 Iñaki Berguera, “Maletas vacías: cuando viajar pudo no ser imprescindible”, en: José Manuel Pozo y Héctor García-Diego (eds.), Viajes en la transición de la arquitectura española hacia la modernidad (Pamplona: T6 ediciones, 2010), 119.

7 Óscar Lorente Ayala, “Hacia la esencia de la arquitectura: el papel de Oriente en los años experimentales de Fisac”, Espacio, tiempo y forma (25) (2012): 396.

8 Eduardo Delgado Orusco, “Las iglesias de Miguel Fisac”, Actas de Arquitectura Religiosa Contemporánea (1) (2007): 137.

9 Esteban Fernández Cobián, El Espacio Sagrado en la arquitectura española contemporánea (tesis doctoral, Universidad de A Coruña, 2000), 437.

10 El hormigón es la forma en que en España se refieren al concreto. En el presente texto se respetó la voz del autor, de origen hispano. N. del E.

11 Francisco Umbral, “Miguel Fisac. Los Placeres y los días”, El Mundo, 15 de mayo de 2006.

12 Miguel Fisac, Sistema de encofrados flexibles para hormigón. Memoria de Patente ES0382096 (1972). Oficina Española de Patentes y Marcas.

13 Proyecto de Casa Fisac en Almagro (1978), Archivo de la Fundación Miguel Fisac. aff 317.

14 Esteban Fernández Cobián, El Espacio Sagrado en la arquitectura española contemporánea (tesis doctoral, Universidad de A Coruña, 2000), 493.

15 Alicia Mellado, “Santiago”, Mirador (94) (1993): 12-14.

16 “Datos de la Hermandad de Santiago”, Mirador (4) (1985): 38-39.

17 “Datos de la Hermandad de Santiago”, Mirador (4) (1985): 38-39.

18 Una situación similar se vivió en el proyecto de la Iglesia de Pumerajo de Tera (Zamora), que ha sido estudiada y documentada por Fermín González Blanco.

19 Proyecto de ermita de San Pedro en Almagro (1983), Archivo de la Fundación Miguel Fisac. aff 348B.

20 José Luis Martín Delgado, “Milagro en Almagro”, abc, 22 de julio de 1983.

21 Paloma de la Roda, Miguel Fisac, apuntes y viajes (Madrid: Editorial Scriptum, 2007), 130.

22 En Almagro existía numerosas ermitas. Por citar algunas de las más destacadas, intramuros estaban las de Santa Ana, San Benito y San Salvador. Extramuros se encontraban las de la Magdalena, San Pedro y San Pablo, Santiago, San Jorge, San Ildefonso, San Lázaro y San Juan. Más alejados del núcleo urbano se ubicaban Nuestra Señora de Zuqueca, Nuestra Señora del Monte, San Andrés, Nuestra Señora de Mirabuenos y Santa María de las Nieves.

23 Miguel Fernando Gómez Vozmediano, “Devociones religiosas colectivas y conversos en Almagro: la cofradía de Santa María de Mirabuenos (s. xv-xvii)", Hispania Sacra 50 (101) (1998): 70.

24 Cristina Gutiérrez-Cortines y María Griñán Montealegre, “La devoción en el espacio: las ermitas en los territorios de las Órdenes Militares”, Inmafronte (10) (1996): 51.

25 Cristina Gutiérrez-Cortines y María Griñán Montealegre, “La devoción en el espacio: las ermitas en los territorios de las Órdenes Militares”: 56-58.

26 Miguel Fisac, “Las tendencias estéticas actuales”, Boletín Dirección General de Arquitectura (9) (1948): 23.

27 Diego Peris, “La ermita de san Pedro en Almagro”, Lanza, 27 de septiembre de 2019.

28 Jaime Aparicio Fraga, “El hálito de la tierra. Identidad y paisaje en la iglesia de Canfranc de Miguel Fisac”, en: Teresa Couceiro Nuñez (dir.), Actas del iii Congreso Nacional Pioneros de la Arquitectura Moderna Española (Madrid: Ed. Fundación Alejandro de la Sota y Ministerio de Fomento, 2016), 45.

29 Jaime Aparicio Fraga, Memoria, Aprendizaje y Experimento. La invención del paisaje de Miguel Fisac (tesis doctoral, Universidad Politécnica de Madrid, 2016), 84.

30 Miguel Fisac, Carta a mis sobrinos: estudiantes de arquitectura (Ciudad Real: Fundación Fisac, 2007), 43-45.

31 Miguel Fisac, Sistema de encofrados flexibles para hormigón. Memoria de Patente ES0382096 (1972). Oficina Española de Patentes y Marcas.

32 “Sesión de Crítica de Arquitectura dedicada a la iglesia de los PP. Dominicos de Valladolid”, Revista Nacional de Arquitectura (157) (1955): 18.

33 Diego Peris, “La ermita de san Pedro en Almagro”, Lanza, 27 de septiembre de 2019.

34 María Paz Aguiló, “Espacios interiores y mobiliario de Miguel Fisac para el csic”, Informes de la Construcción (503) (2006): 58.

35 Esteban Fernández Cobián, El espacio sagrado en la arquitectura española contemporánea (Santiago de Compostela: Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia, 2005), 276.

36 Jesús García Herrero, “José Luis Sánchez y Luis Cubillo: entre el Románico y la Vanguardia”, Arte y Ciudad (3) (2013): 837.

37 Prácticamente ninguna de las propuestas resultó polémica a pesar de la utilización de lenguajes renovadores. Tan solo en una propuesta de Ángeles de Oteiza para el conjunto de Arcas Reales que no se realizó por la ausencia de alas en su representación y un crucificado de Pablo Serrano realizado para una capilla diseñada por Fisac en la catedral de Manila.

38 Alicia Mellado, “Santiago”, Mirador (94) (1993): 12-14.

39 Fermín González Blanco, “Arquitectura en Tera. La iglesia de Pumarejo de Tera”, en: Teresa Couceiro Núñez (dir.), Actas del iii Congreso Nacional Pioneros de la Arquitectura Moderna Española (Madrid: Ed. Fundación Alejandro de la Sota y Ministerio de Fomento; 2016), 419-431.

40 Francisco Arques Soler, Miguel Fisac (Madrid: Pronaos, 1996), 281-282.

Fecha de recepción: 3 de febrero de 2022

Fecha de aceptación: 4 de mayo de 2022

DOI: 10.22201/fa.2007252Xp.2022.25.83150

dossier

Ermita de San Pedro en Almagro (2019). Fotografía: Ramón V. Díaz del Campo Martín-
Mantero (rdcmm).

Miembros de la Hermandad de Santiago trabajando en la construcción de la ermita (1983). Fuente: Archivo de la Fundación Miguel Fisac.

Vista exterior (izquierda) y pórtico de entrada (derecha) a la ermita (1983). Fuente: Archivo de la Fundación Miguel Fisac.

Miguel Fisac en el andamio durante la realización de los encofrados (1983). Fuente: Archivo de la Fundación Miguel Fisac.

Vecinas realizando encajes para la ermita (1983). Fuente: Archivo de la Fundación Miguel Fisac.

Miguel Fisac durante la realización de las pinturas murales (1983). Fuente: Archivo de la Fundación Miguel Fisac.

Detalle de las pinturas murales (2019).
Fotografía: rdcmm.