El presente número de Academia XXII figura como el primero en que participo como editor en jefe. Quisiéramos agradecer al director de la Facultad de Arquitectura de la unam, Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes, por la confianza vertida en nosotros para llevar a cabo este encargo; también, a la anterior editora en jefe de la revista, Alejandra Contreras Padilla, por su apoyo en la transición, así como a todo el equipo de la Coordinación Editorial, al Consejo asesor y en especial Xavier Guzmán Urbiola.
Asimismo, agradezco a Louise Noelle Gras, Horacio Torrent Schneider y Josep Muntañola Thornberg por formar parte del Consejo asesor; igualmente que hayan aceptado formar parte del Comité Editorial de la revista Yúmari Pérez Ramos, Rebeca Hernández Fuentes, Alberto Muciño Vélez, Sofia Riojas Paz, Lorenzo Rocha Cito, Elisa María Teresa Drago Quaglia, Amaya Larrucea Garritz, y Bruno Cruz Petit.
En este número se agrega una nueva sección denominada Documenta. La cual es elaborada desde la propia revista con la intención de publicar documentos inéditos relevantes provenientes de los diferentes archivos de la Facultad de Arquitectura de la unam.
Nuevos campus, nuevos universitarios: arquitectura,
urbanismo, diseño y comunidad hacia el entendimiento
de la construcción de un patrimonio inmaterial
El siglo xx representó un pivote histórico en múltiples aspectos de
la vida humana, uno de ellos, ligado al crecimiento poblacional, fue la
expansión sin precedentes de la educación superior a nivel mundial. En el caso americano, la construcción de nuevas universidades y, sobre todo, nuevos campus para las universidades, definió una época y un modelo muy particular de desarrollo ligado a la profesionalización de la población y a la trasformación de las sociedades en su conjunto.
El uso del latinismo campus se generalizó a principios del siglo xx por la creciente influencia que ejercieron los centros de educación superior de Estados Unidos como resultado de la transición de ese país a potencia mundial. La definición del término en inglés refiere a la idea de un espacio de amplias dimensiones en el cual se disponen diversas construcciones en torno a un gran área central que todas pueden disfrutar.1 En cambio, en español aún para mediados del siglo xx se comprendia de forma oficial como latinismo de la palabra campo; teniendo como primera definición: “Terreno extenso fuera del poblado”.2
Es decir, el empleo anglosajón del vocablo definió un modelo de urbanización producto de las trasformaciones socioeconómicas que impuso el siglo xx, pero también a la implementación de una organización administrativa de las instituciones de educación superior como parte primordial de un modelo pedagógico específico. En donde la condición periférica, el aislamiento, la espaciosidad, las áreas verdes y espacios de prácticas deportivas tuvieron un papel decisivo bajo el lema “Mens sana in corpore sano.”3
Más aun, de forma específica, el cambio de escala que representa el uso de la palabra campus se verifica en contraposición al concepto de court o patio en español. Si las antiguas instituciones de educación superior anglosajonas se habían organizado en courts, en el siglo xx las circunstancias impondrían un nuevo enfoque de mucha mayor envergadura, que requeriría de un concepto para describirlo, el citado campus.
Paralelamente en América Latina, más allá del modelo institucional y pedagógico que ofreció el concepto de campus, se optó por el termino Ciudad Universitaria, el cual entró en uso desde principios de
la década de 1920 por la influencia que tuvo la Cité Universitaire
de París. Esta urbanización compartía muchos de los principios del
campus pero estaba inserta en la ciudad y sólo se circunscribía
al tema habitacional y deportivo y no incluía las demás partes de la vida universitaria (Figura 2). De ahí que, aunque se adoptara el termino traducido al español, realmente la primera verdadera Ciudad
Universitaria con el sentido integral que éste tendría fue la Ciudad Universitaria de Madrid de 1928.4
En América Latina su uso devino común conforme los diferentes países de la región promovieron la construcción de sus propias Ciudades Universitarias, inclusive, en México, se usó como sinónimo de Universidad y de Barrio Universitario previo a la construcción de la Ciudad Universitaria de México en el Pedregal de San Ángel.5
Las Ciudades Universitarias en América Latina materializaron en un
solo gesto integrador, lo que en efecto representó un entorno propicio para un renacer moral de la sociedad, un espacio para la gestación
de una comunidad universitaria que desarrollaría su vida al interior, no
sólo el estudio. Además, marcaron un fructífero periodo de intercambios panamericanos6 y el primer y más claro ejemplo de un urbanismo moderno, entendido como instrumento trasformador de la región y no solamente como una novedosa forma de planificación. De ahí que la palabra entrara al diccionario como acepción del vocablo ciudad en 1956.7
Por tal motivo, hoy en día, se valoran como patrimonio tangible al encarnar unas de las aportaciones más relevantes de la región a la historia de la arquitectura mundial y a la arquitectura del siglo xx. Pero también de forma más velada como patrimonio intangible al ser las creadoras de auténticas comunidades universitarias que siguen vigentes hasta nuestro días.
Alejandro Leal Menegus
Editor en jefe de Academia xxii
Centro de Investigaciones en Arquitectura Urbanismo y Paisaje
Diciembre de 2022
Figura 1. Estudiantes universitarios.
Fuente:
Alfonso García Robles,
La Sorbona ayer y hoy, Mexico, unam, 1943, p. 133.
EDITORIAL
1 James Stevens Curl, Oxford dictionary of architecture and landscape architecture, Oxford, Oxford University Press, 1999, 2a edición 2006, p. 145.
2 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1956, p. 242.
3 Alfonso García Robles, La Sorbona ayer y hoy, México, unam, 1943, p. 142.
4 Valeria Sánchez Michel, “Construcción de una utopía: Ciudad Universitaria, 1928-1952”, tesis de doctorado, El Colegio de México, 2014, pp. 24-39.
5 Vicente T. Mendoza, Vida y costumbres de la Universidad de México, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, unam, 1951, p. 5.
6 Ramón Gutiérrez, Jorge Tartarini, Rubens Stagno, Congresos Panamericanos de Arquitectos, 1920-2000. Aportes para su historia, Buenos Aires, Cenodal, 2007, p. 24.
7 “Conjunto de edificios situados en terreno acotado al efecto, destinados a la enseñanza superior y más especialmente la que es propia de las universidades.” Ver Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1956, p. 311.
Figura 2. Plano de la Ciudad
Universitaria de París.
Fuente:
Alfonso García Robles,
La Sorbona ayer y hoy, México, unam, 1943, p. 137.
T
his issue is the first that I coordinate as editor in chief. I would like to thank the dean of the unam Facultad de Arquitectura, Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes, for all his trust in us; the previous Editor-in-Chief, Alejandra Contreras Padilla, for all her support in this transitional period; as well as the entire Coordinación Editorial, Advisory board and especially Xavier Guzmán Urbiola.
I would like to express my thanks to Louise Noelle Gras, Horacio Torrent Schneider and Josep Muntañola Thornberg for being on the Advisory Board; likewise, those who have agreed to form part of the Journal Editorial Board: Yúmari Pérez Ramos, Rebeca Hernández Fuentes, Alberto Muciño Vélez, Sofia Riojas Paz, Lorenzo Rocha Cito, Elisa María Teresa Drago Quaglia, Amaya Larrucea Garritz and Bruno Cruz Petit.
This issue includes a new section called Documenta. It is elaborated by the journal itself with the intention of making visible relevant unreleased documents from the different archives of the School of Architecture of the unam.
New Campuses, New Students: Architecture,
Urbanism, Design and Community towards an Understanding
of an Intangible Heritage
The twentieth century represented a historical pivot in many aspects of human life. One of them, connected to population growth, was the unprecedented expansion of higher education around the world. In the Americas, the construction of new universities and, above all, new university campuses defined an era and a very specific model of development that involved the professionalization of the population and the transformation of many societies.
The use of the latinate campus was popularized in the early twentieth century by the growing influence of U.S. higher education institutions as a product of that country’s rising status as a world power. The definition of the term in English refers to the idea of a large open space with several buildings arranged around a central area that all can enjoy.1 On the other hand, in Spanish, even by the middle of the 20th century it was officially understood as a latinate form of the word campo (field); its primary definition is a “vast terrain outside populated areas.”2
The Anglo-Saxon use of the word defined a model of urbanization that was the product of the socioeconomic transformations of the twentieth century, but also of the implementation of an administrative model for higher education institutions as a essencial part of a specific pedagogical model. Here, their peripheral location, isolation, spaciousness, green areas and athletic spaces played a decisive role, under the phrase mens sana in corpore sano.3
More specifically, the change in scale represented by the use of the word campus can be seen in contrast with the concept of court. If prior Anglo-Saxon higher education institutions had been organized in courts, the circumstances of the twentieth century would impose a new focus with a much greater scope, which would require a new concept to describe it, the alonesaid campus.
Beyond the institutional and pedagogical model offered by the concept of the campus, the term Ciudad Universitaria began to be utilized in Latin America in the 1920s, due to the influence of Paris Cité Universitaire, a development that shared many of the principles of the campus but was part of the city itself and limited to residential and athletic accommodations and did not include other aspects of university life (Figura 2). Although the term was adopted in Spanish, the first true Ciudad Universitaria in a comprehensive sense was built in Madrid in 1928.4
In Latin America, its use became common as different countries in the region built their own Ciudades Universitarias. In Mexico, it was even used as a synonym for the university and the University District prior to the construction of Mexico City Ciudad Universitaria in Pedregal de San Ángel.5
Ciudades Universitarias in Latin America were materialized in a single gesture of integration, which represented an environment for the moral rebirth of society, a space for the gestation of a university community, not simply a space for study. They also marked a fruitful period of Pan-American exchanges6 and the first and clearest example of a modern urbanism understood as a tool for transformation in the region, not just as an innovative form of planning. The term even entered the dictionary under the entry for the word city in 1956.7
We now value them as tangible heritage, as they incarnate one of the region’s most important contributions to the history of world architecture and the architecture of the twentieth century. But more indirectly, they are also a form of intangible heritage, as they have created authentic university communities that continue to be influential in the present.
Alejandro Leal Menegus
Editor-in-Chief, Academia xxii
Centro de Investigaciones en Arquitectura Urbanismo y Paisaje
December 2022