El Centro de las Artes en la Universidad

de Sonora en las postrimerías del siglo xx

Resumen

El presente trabajo ensaya una crítica arquitectónica interpretativa sobre la concepción y el desarrollo del Centro de las Artes en el campus central de la Universidad de Sonora, en Hermosillo. Edificado en la frontera temporal entre el siglo pasado y el presente, en el contexto de un cambio de ley orgánica institucional, con significativas consecuencias de orden administrativo y académico, además de intentar resolver las necesidades espaciales crónicas de la comunidad artística existente y emergente, el conjunto en cuestión presentó características espaciales y formales que evidenciaron una voluntad de significar tanto la reorganización como las expectativas de transformación institucional.

Palabras clave: Arquitectura, Centro de las artes, Unison, Hermosillo, Década 1990, Década 2000.

Abstract

This article suggests an interpretive architectonic critique of the conception and development of the Centro de las Artes at the central campus of the Universidad de Sonora in Hermosillo. Built at the temporal frontier between the last century and this one, in the context of a reform of its institutional legal framework that had major administrative and academic consequences, this complex, besides attempting to resolve the chronic spatial needs of the existing and emerging artistic community, presented spatial and formal characteristics that revealed a will to signify both the reorganization itself as well as expectations of institutional transformation.

Keywords: Architecture, Centro de las Artes, Unison, Hermosillo, 1990s, 2000s.

The Universidad de Sonora Centro de las Artes at the Close of the Twentieth Century

Alejandro Duarte Aguilar

Universidad de Sonora

Fecha de recepción:

31 de agosto de 2022

Fecha de aceptación:

3 de octubre de 2022

https://doi.org/10.22201/fa.2007252Xp.2022.26.84147

dossier

Al ser un campo naturalmente transdisciplinar, enfocado en potenciar soluciones para los problemas de las muy complejas manifestaciones de la habitabilidad humana, la arquitectura tiende a trascender las funciones programáticas o de utilidad práctica, para devenir en un producto cultural que permite la identificación y lectura —tanto en el sentido lato como en el alegórico del término— de representaciones de significación que pueden llegar incluso a ser más sustanciales para comprender el sentido y/o la justificación por las que se edifica un determinado objeto arquitectónico.

Un género fértil para explorar el aserto anterior es el de los equipamientos educativos, principalmente los pertenecientes a los sistemas de instrucción pública, en todos sus niveles. Pocos ejemplos como el de la arquitectura educativa son tan ricos en complejidades de contexto histórico, político, social, económico, etcétera, y que puedan tener tanto impacto en la formación de una ciudadanía comprometida con la construcción de sociedades armónicas y resilientes; pero, y buenas intenciones aparte, esa misma arquitectura puede indicar y connotar la presencia de otras representaciones no necesariamente manifestadas a voluntad.

Se propone el caso del Centro de las Artes (ca) en la Universidad de Sonora (Unison) como una oportunidad para considerar el-antes-y-el-después de un proceso de cambios institucionales, desencadenando con ello el desarrollo de objetos arquitectónicos que tuvieron un fuerte impacto en la imagen urbana del campus central de la institución pública de educación superior más importante en la entidad. ¿Cuáles significaciones se pueden identificar e interpretar con base en la situación antes descrita?

Para responder a tal cuestión, de inicio, se hace una exposición de antecedentes históricos sobre la relación entre diversas etapas institucionales y sus productos urbano-arquitectónicos, con el objetivo de ofrecer un contexto suficiente para explicar la emergencia del plan maestro del cual se derivó el objeto de estudio y su relación con otras intervenciones urbanísticas del momento; seguido, se pre-
senta un descripción sintética de las condiciones institucionales, programáticas y arquitectónicas del conjunto, así como también se apuntan algunas consecuencias relevantes inmediatas y mediatas de su puesta en funcionamiento; luego, y con base en el utillaje teórico alrededor de la codificación sintáctica y semántica arquitectónica propuestas por Eco, se proponen interpretaciones puntuales sobre las características materiales y simbólicas de los objetos arquitectónicos; y, al final, a manera de conclusiones, se apuntan algunas reflexiones a propósito de la experiencia arquitectónica en relación con las interpretaciones propuestas.

Antecedentes de planificación universitaria, 1942-1970

La Unison fue fundada en un contexto de redefiniciones políticas y
económicas en el estado, de cara a la adopción de los discursos
y políticas de modernización institucional posrevolucionaria. El edificio de rectoría, el actual Departamento de Letras y Lingüística (1942), ambos proyectos de Leopoldo Palafox, y quizás el más notorio, el Museo y Biblioteca (1948)
1 (Figuras 1 y 2), colaboración proyectual entre los hermanos Salvador y Felipe Ortega, inauguraron un periodo de intenso trabajo arquitectónico, tanto en la institución como en la ciudad, bajo los principios funcionales, formales y constructivos de una interpretación regional del Estilo Internacional. Así, se ha afirmado que la institución y su campus pueden considerarse como el epicentro de la modernidad arquitectónica en la entidad.2
Luego de la conclusión de las edificaciones fundacionales, con el desarrollo de nuevos programas educativos de nivel medio superior y superior, se consolidó el equipamiento de servicios y deporte, y se adquirió más superficie contigua a las construcciones fundacionales, se hizo clara la necesidad de un plan rector que diera mayor coherencia e integración a las instalaciones existentes al tiempo que se proyectaron otras nuevas; sin embargo, lo anterior tuvo que ser aplazado por diferentes razones, principalmente políticas y administrativas.

La inauguración de la Ciudad Universitaria de la Universidad Na-
cional Autónoma de México en 1952 supuso un muy poderoso
parteaguas en la percepción y popularización de la arquitectura del Movimiento Moderno,
3 al mismo tiempo que para las autoridades universitarias en provincia potenció la posibilidad de emprender proyectos similares. Para el caso de la Unison, se ensayaron, por lo menos proyectualmente, dos propuestas que pretendían dotar al campus hermosillense con las características de una ciudad universitaria. La primera tuvo lugar hacia los años finales de la década de 1950 y los primeros de la de 1960, cuando se manifestó el gradual cambio de la orientación económica del estado, dominada por actividades agrícolas y ganaderas, hacia la industrialización y los servicios, y con ello la demanda de cuadros profesionales en diversas ingenierías, especialmente industrial y química; lo anterior, aunado a la implementación de políticas federales para aumentar los apoyos económicos a la universidades de provincia, supuso la coyuntura apropiada para la reorganización espacial. Se propuso entonces una zonificación encaminada a diferenciar diversas actividades: deportivas, cívico-administrativas, escuelas de ingeniería, escuelas de ciencias de la salud, y los campos de experimentación agrícola (Figura 3). Firmado por Leopoldo Palafox en 1958, el anteproyecto concibió formas y organización espacial distinguibles como modernas, si bien de carácter más ilustrativo que proyectual. De éste se concretaron solamente el estadio deportivo, las canchas de basquetbol contiguas a la secundaria, y el trazo de las vialidades interiores; y no menos importante, se definió la extensión territorial definitiva del campus.

La segunda propuesta fue el producto de un contexto más complejo, tanto en lo institucional como en el ambiente político de la entidad, hacia finales de la década de 1960 e inicios de la de 1970. En 1968, la Unison emprendió acciones de reformas administrativas y académicas de la mano de un Plan Institucional de Desarrollo,4 que espacialmente recomendó en lo general retomar los trabajos de zonificación y la inclusión de mejoras y/o ampliación de los equipamientos e infraestructuras de apoyo. Se acudió a una firma arquitectónica de la capital del país —arqcon, con Roberto Rojas e Isaac Sheimberg a la cabeza— para tal efecto.5 La propuesta fue radical en sus alcances (Figura 4), y fue notoria la influencia, con las debidas distancias, de las experiencias arquitectónicas y urbanísticas de la Ciudad Universitaria de la unam, destacando la inclusión de espacios habitacionales para estudiantes. Pero el plan maestro afectó incluso a los campus externos en ciudades como Caborca, Magdalena, Santa Ana y Navojoa, y con ello ofreció la posibilidad de ensayar un imagen urbana e institucional propia.

Si bien consistente y en correspondencia con las aspiraciones reformistas de la institución, el Plan no alcanzó a concretarse, en parte por los crecientes conflictos políticos entre la administración y los intereses de diversos grupos de poder, al tiempo que se evidenció un distanciamiento entre la universidad y el gobierno estatal, que se profundizó en las décadas siguientes. Quedó de la propuesta la conveniencia de destinar los predios más norteños del campus como instalaciones deportivas, primordialmente; las construcciones luego de la fallida experiencia no fueron ya obras de autor, sino la anónima impronta burocrática —no por ello menos útil, si bien carente de las respuestas de adaptación climática al medio local— de los organismos federales y estatales encargados de construir infraestructuras educativas. Permaneció así el entorno universitario hasta la década de 1990, cuando de nueva cuenta, debido a coyunturas administrativas y políticas, tanto al interior como fuera de la institución, se iniciaron procesos de reforma que tuvieron un impacto directo sobre la arquitectura del campus.

Universidad y ciudad, 1991-1994

Ante la inminente entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), el gobierno federal implementó, hacia 1992, el Programa de 100 Ciudades: Estrategia de Desarrollo Urbano, Regional Sustentable y Concertado, que, para muchas ciudades con potencial como focos de atracción de capitales internacionales de inversión, significó la oportunidad para emprender ambiciosos proyectos de intervención urbanística: los megaproyectos.6

El caso hermosillense, el Proyecto Río Sonora Hermosillo xxi,7 se inscribió en consonancia con los respectivos de otras ciudades del noroeste, como Tijuana y Culiacán, ya que implicaron principalmente la urbanización de causes rivereños y terrenos ejidales que las modificaciones al artículo 27 constitucional permitieron rentabilizar a través de intervenciones viales, equipamiento —tanto público como privado—, e infraestructura comercial, recreacional y de servicios (Figura 5). Con una afectación calculada en 3,120,000 mts2, el plan contempló —además de consolidar espacios culturales y de servicios ya existentes— un centro para dependencias de los tres niveles de gobierno, un centro de convenciones, malls comerciales, hoteles, comercios varios, un centro financiero y un centro médico internacional; coronó el proyecto un parque recreativo y ecológico, recuperando zonas de humedales y paseos tradicionales aledaños, que pretendía aprovechar su proximidad con el vaso de la presa Abelardo Rodríguez y explotar los recursos hídricos, para dotar a la ciudad de un paseo acuático a lo largo del lecho urbanizado del río Sonora.8

Casi al mismo tiempo que el megaproyecto rivereño tomaba forma, los añejos conflictos al interior de la Unison llevaron al gobierno estatal a emprender en 1991 la tarea de conformar una nueva ley orgánica para la reorganización administrativa y académica,9 sustituyendo el modelo de gobierno tripartito —estudiantes, docentes y rectoría— por el de una junta de gobierno conformada por representantes de la sociedad civil y por el rector como presidente, y por un colegio académico con representación estudiantil y académica limitada. Superados o controlados los movimientos de resistencia y rechazo al nuevo orden institucional, que provocaron la renuncia del rector tan solo dos años después de la implementación, se negoció la llegada de una figura externa a la institución y con ello mostrar el ánimo de imparcialidad por parte del gobierno estatal para con los grupos en pugna; hacia 1993, Jorge Luis Ibarra Mendívil, antes rector de El Colegio de Sonora,10 fue el encargado de reacomodar las instancias internas y permitió la emergencia de nuevos grupos mientras que los antiguos eran desplazados,11 al tiempo que impulsó una agenda de trabajo que entre otros objetivos buscó darle legitimidad a los nuevos órganos de gobierno.12

Especial atención se puso en el estado de los espacios físicos institucionales; en 1994 se formuló el Plan Maestro de Espacios Físicos y Renovación del Campus de la Universidad de Sonora en la Ciudad de Hermosillo (pmef), con dos alcances definidos: primero, un estudio diagnóstico del estado y las necesidades espaciales y de infraestructura; y segundo, con base en lo anterior, un plan maestro que, además de servir de guía para acciones de mejoramiento, crecimiento y preservación, enfatizó los beneficios de una mejora cualitativa del paisaje y la relación del campus con la ciudad (Figura 6). Esto último respondió a un sentido y crónico reclamo sobre la inhospitalidad del campus, con escasos espacios para la socialización y el esparcimiento; y, más importante aún, un resultado no esperado —o por lo menos no explicitado en las justificaciones del pmef— que redundó en el impacto positivo y potenciador del aprendizaje desde el currículum oculto, es decir “[…] la influencia de la actividad y organización escolar, (pudiendo ser) una determinada manera de estructurar el espacio didáctico, una red de relaciones asentada en la autoridad, una prácticas reiteradas y apoyadas por la tradición y la
presión del entorno”.
13

Otra consecuencia del pmef fue el regreso de los arquitectos —y también paisajistas, estos últimos extranjeros— a la Unison. Los múltiples proyectos propuestos, resultado de los estudios diagnóstico, propiciaron la emergencia de generar una muy dinámica red de relaciones socio-profesionales entre la administración central y el colegio de arquitectos local;14 en palabras del exrector Ibarra:

El concepto de Plan Maestro también obedece a una inserción mucho más armónica de la Universidad con el espacio de la ciudad. Sin duda, el objetivo central era convertir el campus universitario en un espacio de la ciudad pero visto no como uno para automóviles, sino como un espacio para que los ciudadanos, los habitantes de la ciudad de Hermosillo pudieran entrar y salir y encontraran en el campus universitario un posible lugar de paseo, de visita y con una inserción mucho más armónica, sobre todo considerando que en Hermosillo, una de las grandes carencias es precisamente espacios urbanos para la convivencia, espacios que den calidad de vida, espacios adecuados más allá de los que se han venido construyendo que son en una proporción mucho menor.15

En este contexto, se visibilizó la posibilidad de empatar ciertas intenciones arquitectónicas y de paisaje del pmef con las de los proyectos de la urbanización ribereña. Sin embargo, como se expone a continuación, fue muy difícil —cuando no imposible— armonizar las diversas y complejas necesidades espaciales de la comunidad universitaria con los tiempos administrativo-políticos de la administración institucional; y no menos importante, con los procesos de diseño de las firmas arquitectónicas participantes.

Centro de las Artes, 1994-2001

Desde sus inicios, las actividades institucionales para la promoción artística y los talleres libres —música, teatro, danza y artes plásticas— formaron parte de las actividades de difusión de la Unison. Con el paso de las décadas, estas actividades fueron encontrando lugar en diversos espacios institucionales, principalmente en el museo y biblioteca; pero, eran soluciones improvisadas, por lo que la comunidad artística universitaria tuvo siempre presente el reclamo de la necesidad de estudios, talleres, foros, etcétera, exprofeso, que cumplieran con los requerimientos espaciales propios de cada disciplina. La inclusión en el pmef de un Centro Cultural Universitario —luego ca— en el extremo suroriente del campus sobre uno de los cruces viales más transitados de la ciudad, presentó la dificultad de reunir en un sólo conjunto a tantas y diversas disciplinas, pero abrió un horizonte de expectativas para los artistas: contar por primera vez con un espacio propio e independiente para potenciar al máximo la producción y la difusión de las artes; o por lo menos, ese era el discurso:

La recuperación de la actividad de difusión cultural ha sido notable en los últimos años. La formación de nuevos grupos culturales y la atracción de distinguidos maestros, particularmente en música, danza y teatro, así como la dignificación de los espacios tradicionales de la enseñanza del arte, se han visto coronados con el proyecto de Licenciatura en Artes, el Centro de las Artes y una trascendente labor musical.16


La puesta en marcha del Programa de Arquitectura en 1995 complejizó las expectativas programáticas del ca —adscrito entonces del Departamento de Bellas Artes—, ya que se trataba de la población estudiantil y docente más grande de la División de Humanidades y Bellas Artes, ocupando espacios temporales, encontrando asilo en diversos programas o instalaciones en desuso, pero contando con la promesa de un edificio propio que compartirían con los artistas plásticos, con los que salvo el hecho de pertenecer al mismo departamento no compartían actividades o intereses académicos; en más de un sentido se prospectaba una vecindad forzada, con base, principalmente, en el discurso de la rectoría. Iniciando 1996, quedó en claro que el intento de establecer un programa mínimo de necesidades dialogando con los artistas rebasó a los proyectistas, a su vez presionados por los tiempos de la planificación institucional.

El proyecto del ca, a cargo de la firma local Puebla Arquitectos, se presentó públicamente en marzo de 1996 (Figura 7).17
Aprovechando la estructura del antiguo gimnasio universitario y eliminando un foso de clavados y alberca en desuso, la propuesta final tomó literalmente el concepto de centro, configurando una organización espacial radial alrededor de un foro para actividades escénicas al aire libre. Constructivamente, se programaron dos etapas cuyos alcances quedaron como sigue:

Etapa 1: Escuela de Danza, Escuela de Teatro, administración del Departamento de Bellas Artes, Centro de Exposiciones, galerías, espacios escultóricos y de convivencia, auditorios, instalaciones de Educadis,18 librería, cafetería, comercios y andadores perimetrales cubiertos.

Etapa 2: Escuelas de Arquitectura y Artes Plásticas, Escuela de Música, Radio y Televisión universitarias, y la administración y la biblioteca de la División de Humanidades y Bellas Artes.

Inmediatamente se manifestaron las protestas; los artistas escénicos reclamaron que el foro central no se correspondía con la didáctica teatral o dancística —por no mencionar que carecía de cubierta, algo desconcertante en una ciudad con el asoleamiento y las inclemencias climáticas como Hermosillo— y que otros espacios de entrenamiento como salones, camerinos, aulas, etcétera, no respondían a las necesidades manifestadas en diversas entrevistas, entre otros señalamientos.19 Pero quizás el caso más sentido fue el de la propia escuela de Arquitectura y Artes Plásticas; por un lado, la coordinación señalaba la escasa atención que los proyectistas habían tenido para con la comunidad estudiantil y docente, apuntando que los conceptos de diseño se basaban en premisas que no consideraban las particularidades didácticas de la arquitectura, ni de los espacios orientados a la investigación y vinculación, las tres actividades sustantivas del quehacer universitario. Afirmó entonces el responsable del proyecto:

[…] en primer lugar, la convivencia fue un factor determinante para el proyecto, todo se genera a través de este patio central, este claustro. Segundo punto, el recordatorio de que arquitectura es un arte, no solamente parte de la ciencia; cómo Arquitectura en la Universidad tiene su contenido social, artístico. Entonces lo que hice para enfatizar ese arte, fue el recordar los salones de dibujo artístico de desnudo, alrededor de una modelo que pudiese trabajar. […] El tercer punto que definió el concepto fue que Arquitectura quedaba en el centro. Y ese centro desde la calle Sonora, pega y remata… o sea, si tú te pones en el centro podrías ver el escudo de la Universidad de Sonora integrado un eje que se trazó, muy interesante, para poder definir el Centro de las Artes.20

Otra característica polémica fue la aparente subordinación de las artes plásticas a la arquitectura, pues la escuela de las primeras figuraba como fondo del edificio compartido, enfatizando espacialmente la ya referida convivencia forzada. Con todo, el contexto de la crisis económica que inició a finales de 1994 alcanzó a los planes institucionales, forzando a hacer fuertes modificaciones a los proyectos de la segunda etapa del ca; la más dramática fue la virtual desaparición de la escuela de Artes Plásticas, obligando ahora a su comunidad académica a cohabitar con los arquitectos en único edificio. Las solicitudes de modificación o mejora al proyecto de plano fueron pasadas por alto.

La primera etapa del ca concluyó en abril de 1997, mientras se hizo evidente que el rector Ibarra tendría un segundo periodo, 1997-2001; entonces, el compromiso de entregar el ca y otras obras en curso21 a la conclusión de su segunda gestión aumentaron las presiones en el transcurso de los siguientes tres años. Tras continuos ajustes a los proyectos ejecutivos del conjunto y más reducciones presupuestales con sus correspondientes repercusiones en obra,
se entregó el edificio de la Música en marzo de 2000, en agosto de ese
mismo año se completó el ala sur del edificio de Arquitectura y Artes Plásticas; a marchas forzadas y con múltiples detalles de acabados aún por ejecutar en el ala norte, el edificio completo se inauguró finalmente en marzo de 2001
22 (Figura 8). Los espacios restantes de la segunda etapa del ca fueron paulatinamente completados durante el resto de la década de 2000 que, al igual que sus antecesores, sufrieron cambios programáticos cuando no desaparecieron del conjunto, fuera esto debido a restricciones presupuestales, cambios en las prioridades de la planificación institucional o mera obsolescencia para con el Zeitgeist educativo.23

Interpretación crítica

Configurado el trasfondo histórico e institucional que explica la emergencia y la relevancia del pmef y, en particular, del ca como la materialización de un reorganización académico-administrativa en la Unison, se propone ahora un ejercicio de interpretación crítica con base en la estructuración semiótica de Umberto Eco, partiendo de la premisa de que todo objeto arquitectónico-urbano presenta cualidades comunicables hacia los usuarios o habitantes, si bien codificadas. Por código se considera al conjunto de elementos que se combinan siguiendo ciertas reglas y que son semánticamente interpretables, lo cual permite intercambiar información, que pueden ser denotativos cuando una afirmación se interpreta literalmente, o connotativos cuando se detecta un subcódigo dentro de una misma afirmación.24

En ese orden de ideas, para Eco el código correlaciona el plano de la expresión en el lenguaje con el plano del contenido, y con ello propone dos niveles de codificación arquitectónica:

  1. Códigos sintácticos: Formas significantes o códigos elaborados por inferencia de su uso y propuestos como modelos estructurales de relaciones comunicativas, por ejemplo, la articulación de la lógica estructural para la denotación de espacios: Estructura portante, sistemas de instalaciones, maquinaria y equipos de apoyo, jardinería y paisaje, mobiliario, entre otros; y
  2. Códigos semánticos: Significados denotativos o connotativos que se aplican a significantes basados en la articulación de elementos arquitectónicos: Elementos que denotan funciones utilitarias, elementos que connotan funciones simbólicas, y elementos que denotan carácter distributivo y connotan ideologías morales o de habitabilidad.25

Atendiendo a lo anterior, se propone hacer una identificación de la codificación arquitectónica en cada categoría, y con ello establecer una base argumental para la interpretación crítica, adelantando la hipótesis de que, en el caso del ca, los códigos arquitectónicos se formularon principalmente para significar una renovación o refundación institucional.

Códigos sintácticos: Materiales y entorno

La arquitectura del ca, si bien en apariencia fue consecuente con las
tendencias emergentes que manifestaron la necesidad de utilizar materiales considerados como tradicionales, y recurrió a la con-
formación de espacios de solaz interiores, no llevó la apuesta de innovación más allá. Con relación a las características más notorias de la sintaxis material-constructiva de los edificios del conjunto,
se pueden señalar las siguientes:

• Esquema compositivo general de organización radial, dando como resultado algunos espacios cuyo desarrollo conformó, en planta, trapezoides o secciones semicirculares; destacan las geometrías cilíndricas en Arquitectura y Artes Plásticas;

• Ladrillo de barro cocido de Querobabi26 aparente en las envolventes de los edificios de Arquitectura y Artes Plásticas y Música, sin responsabilidades estructurales, con acabados en yeso en interiores; los muros envolventes con acabado se forjaron con ladrillo de barro cocido común de 7 x 14 x 28 cms, mientras que los divisorios interiores en su mayoría fueron elaborados con laminados de yeso;

• Estructura portante de concreto armado aparente al interior de los espacios;

• Acabados exteriores con superficies texturizadas en patrones verticales, con un orden modular rectangular;

• Especial atención tuvieron los acabados en pisos, donde se utilizó un variado catálogo de patrones geométricos, combinando superficies antiderrapantes acabadas con gravilla lavada y otras lisas tratadas con colores al ácido; y

• Vegetación, ornamental con base en especies xerófilas, y de sombra destacando las del orden de las fabales, como el mezquite y el paloverde.

Fue evidente la intensión de generar objetos arquitectónicos que se distinguieran de las construcciones fundacionales y, especialmente, de aquellas con la impronta “capfciana” correspondiente a las décadas de 1970 y 1980. Esta operación, si bien puede considerarse natural en el ethos arquitectónico, pone de manifiesto una de las más notorias inconsistencias de diseño del conjunto: la orientación con respecto al asoleamiento de los edificios de mayor escala, Arquitectura y Artes Plásticas, y el área de exposiciones-convenciones, otrora el gimnasio universitario.

En ambos casos, el primero como manifiesto eje rector del conjunto en sentido este-oeste, y el segundo siguiendo la alineación de la avenida Luis Donaldo Colosio en el mismo sentido, se presentaron ventanales que suponen problemas de iluminación para ciertos recursos didácticos y constantes ganancias de calor en los meses más tórridos del año, incluso cuando, dada la localización hermosillense —29° 04′ 30″ N, 110° 57′ 30″ O— las fachadas al norte reciben sol poniente. Caso similar presenta el andador cubierto que, con base en el reiterado uso de la simetría, tendría una correspondencia al frente de Música y del malogrado edificio de Radio y Televisión universitarias: inexplicablemente se interrumpió a lo largo de los aproximadamente 42 metros de la fachada principal de Arquitectura y Artes Plásticas. Llama la atención que los diseñadores evitaron recurrir a protecciones como aleros, parteluces o remetimientos en ventanas en las fachadas críticas; más aún cuando el ca es vecino próximo del Museo y Biblioteca que, con más de medio siglo de erigido, ejemplificó una eficiente adecuación pasiva al medio ambiente local.

Considerando lo hasta aquí expuesto y retomando los conceptos de diseño puntualizados por el responsable del proyecto del ca, sintácticamente se denota un claro interés por enfatizar aspectos de impacto u orden estético por sobre otras disposiciones funcionales y ambientales, que suponían una mucho mayor relevancia para con la habitabilidad de la comunidad académica.

Códigos semánticos: Emblemas

La complejidad semántica o polisemia implícita en todo ejercicio de construcción de imágenes o mensajes no lingüísticos para el consumo colectivo, hace imperativo considerar estrategias donde las representaciones sintéticas de aquellos elementos morales, ideológicos, telúricos o celestes incluso, culturalmente validados o legitimados, devengan en símbolos que ofrezcan tanto iconicidades reconocibles, como también símbolos accesibles preferentemente para aquellos que cuentan con el derecho de pertenencia o identidad específica. En tal sentido, se acude a la analogía del emblema27 para ensayar la denotación, o interpretación simbólica, de los objetos arquitectónicos, así como de otros elementos del paisaje del ca.

En las décadas de 1980 y 1990, la producción de equipamientos públicos para el poder estatal —palacios de gobierno, complejos deportivos, intervenciones urbanas mayores, etcétera— potenció el uso de envolventes y diversos motivos formales de improbable legitimidad histórica, o evocando determinados iconos o representaciones del imaginario de identidad regional. En el periodo finisecular referido, las referencias espaciales asociadas al poder, principalmente desde las estrategias orientadas a la construcción de la imagen institucional, fueron una constante de los gobiernos estatales.28 En un entorno donde, a falta de otros referentes, el Estado tiende a verse a sí mismo como la mayor obra artística, no es infrecuente que se configure un corpus arquitectónico reconocible, donde el objetivo es conseguir “[…] un modelo cultural de la “armonía forzada”, de la violenta armonización de los ámbitos vitales. Hay una estetización de la política […] ya que lo estético es la apariencia de la totalidad lograda. El Estado mismo es la obra de arte total ya que él ha realizado (o al menos lo afirma) aquella totalidad que el arte expone, y por tanto, no puede menos que ser representativo, monumental, realista y clásico”.29

En el caso del ca de la Unison, se reconocen intenciones de conformación espacial y tratamiento de envolventes similares a las otras obras gubernamentales como el Centro de Gobierno (Figura 9), proyecto del mismo despacho responsable del conjunto universitario, o del cercano edificio de la actual Fiscalía General de Justicia del estado de Sonora (Figura 10), todos contemporáneos; además, estos objetos arquitectónicos se encuentran sobre el mismo sistema de corredores viales, que sirve como entrada y salida de la ciudad. No resulta difícil, sea para el visitante o para el habitante local, reconocer su correspondencia como arquitecturas representativas de una estética asociada al poder, incluso en relación con el ca, dando por sentado el carácter de autonomía política de la universidad: la intensión de lo monumental, los estampados, los colores encarnados —un código cromático nada sutil para representar al partido de la revolución institucionalizada, entonces en el poder— y los acabados en pisos y otras superficies, etcétera, reiteraciones de la máxima posmoderna de la imagen como concentración del todo, esto es, emblemática.

Se utilizaron también las representaciones abstractas del Sol, como el referente dominante del territorio, junto con sus asociaciones inmediatas: calor, aridez, cielos despejados y luz cegadora, que apelan igualmente a la identidad regional; la ya mencionada organización radial centrífuga del conjunto o el diseño de andadores del patio de Arquitectura y Artes Plásticas son dos ejemplos elocuentes. La presencia de plantas xerófilas, además de un recurso paisajístico
de bajo consumo de recursos hídricos y mínimo mantenimiento, es
otra referente ambiental que se tomó en cuenta para ajardinar
espacios de áreas verdes (Figura 11). Pero la lectura puede ir incluso más allá:

El sahuaro [planta desértica por antonomasia] es gigante, grueso, aguantador, con raíces profundas que se aferran desesperadamente a la tierra (madre), es majestuoso y arrogante, altivo y erecto como el sonorense […] La tenacidad del sonorense es capaz de convertir el desierto en un oasis repleto […] y al igual que los sahuaros se enfrentan a una triple problemática para poder subsistir: captar, almacenar y conservar agua […] El sahuaro, representa la magia y el poder de una región que lo ha seleccionado, como un verdadero tótem de los valores sagrados de la región de Sonora.”30

Si la región puede condicionar el universo simbólico inmediato del sonorense en general, éste no puede menos que representarlo constantemente en sus constructos e instituciones: un jardín que se impone como emblema ante el acceso del edificio pretendidamente más importante del conjunto.

Y es con base en este último apunte que se hace pertinente señalar una consecuencia no explicitada o deseada del concepto de organización espacial del ca la exclusión. El emplazamiento propio que un espacio de tales dimensiones brindó a los objetos arquitectónicos contiguos relazó su individualidad, que irónicamente pareciera rechazar la idea de conjunto. El resultado final se cerró sobre sí mismo, al igual que los edificios periféricos, que a su vez se desarrollan alrededor de patios centrales de socialización: es un centro-dentro-de-un-centro-dentro-de-un-centro. Y acompañado de lo anterior, no resultó ajeno que, para el resto de la comunidad universitaria en su momento, el ca fuese percibido como un espacio asociado la exclusividad y el privilegio:

El edificio de Arquitectura da imagen pública. Es EL edificio de Arquitectura, es EL edificio de Bellas Artes, que desentonan con toda la dinámica del conjunto universitario. Y en ese sentido el alumnado se considera alumnado especial, es como un alumnado de elite. Yo no dudo que los estudiantes de Arquitectura sean altamente competentes, pero el problema aquí es que podemos empezar a establecer carreras de primera y carreras de segunda. O sea, carreras donde hay una alta demanda y carreras donde los alumnos son la rezaga que va quedando de los estudiantes de nivel universitario. De hecho, a mí me da la impresión de que el alumnado de esos edificios no se siente vinculado a la comunidad universitaria. El edificio de Arquitectura es una isla totalmente… una isla comunitaria, o sea, es una comunidad fuera de la Universidad: tiene su biblioteca, tiene sus espacios, tiene todo e impactan poco fuera de la comunidad universitaria porque se sienten estudiantes de elite, ¿verdad? El problema es que después pueden sentirse con todos los derechos y todas las prerrogativas a las que tienen acceso una comunidad de elite.31

Con base en lo anterior, pareciera que no se trata de un acto fortuito que el edificio de Arquitectura manifestó semejanzas espaciales y constructivas con la concepción espacial de los presidios fundacionales del septentrión novohispano (Figuras 12 y 13), estructuras fortificadas que precedían a las empresas de colonización. Esta es la arquitectura oficial sonorense: una arquitectura atrapada entre el enfrentamiento de los referentes externos y la configuración de una identidad fragmentaria e incompleta, al tiempo insustancial, pero con el aparente respaldo de un proyecto político e ideológico, y que deja en segundo plano —o ignora por completo— las necesidades de habitabilidad de aquellos a los que pretende servir.

Se propone aquí la “lógica del presidio” como figura representativa del emblema total, el modelo espacial que define consistentemente la condición cultural de “lo sonorense”, aproximando la arquitectura del ca a un estadio refundacional implícito con la implementación del nuevo marco normativo institucional que permitió superar discursivamente la “época de oscuridad”32 cultural y política de las décadas de 1970 y 1980, al mismo tiempo que relacionó a la universidad con edificaciones puntuales del megaproyecto rivereño y sus asociaciones simbólico-formales con la arquitectura de poder circunstancial.

El ca, la intervención arquitectónica de mayor escala emprendida en el campus a finales del siglo xx e inicios del xxi, fue el ejemplo más representativo del ánimo institucional por hacer manifiesta, ante la comunidad universitaria y la población en general, la valía de la arquitectura en dos ámbitos: primero, el que compete a las necesidades espaciales evidentes de las actividades de docencia, investigación y difusión; y segundo, como generadora códigos de representación de orden simbólico de la identidad sonorense del esfuerzo y el trabajo en un entorno árido, que no se “arredra ante el porvenir” como reza el himno universitario.

Consideraciones finales

No obstante, es necesario apuntar que luego de casi treinta años de puesto en marcha, el pmef sigue vigente; primero, porque hasta la fecha, no ha habido otro documento de planificación —incluso considerando la evidente saturación de la superficie disponible del campus—. Y segundo, porque aún están aplicándose las estrategias de paisaje, ahora más necesarias que nunca si bien retomando criterios de sustentabilidad y aprovechamiento de recursos hídricos (Figura 14). En este mismo orden de ideas, se hace necesario rescatar el ánimo de peatonalizar al máximo el campus y reducir las áreas destinadas a estacionamiento, especialmente aquellas que resultaron de depredar áreas verdes o ajardinadas (Figura 15). Se han implementado también normativas que buscan la movilidad universal en todo el campus, aunque en la mayoría de los casos, tratándose de edificaciones de dos niveles o más, se hacen necesarios los apoyos mecánicos.

Los espacios de convivencia han demostrado ser un acierto (Figura 16) que, gracias al paulatino crecimiento de los árboles y diversas especies vegetales, generan microclimas que contrarrestan las inclemencias de los meses más tórridos. Queda pendiente la adopción de una paleta vegetal que privilegie el uso de especies endémicas, sobre todo cuando las instancias municipales de planificación urbana ya han publicado documentos guía a este respecto.

De lograr naturalizar un entorno universitario más hospitalario y que permita el uso y disfrute de los espacios exteriores, y reduciendo la dependencia de los apoyos mecánicos o de climatización artificial, apostando seriamente por el acondicionamiento pasivo de las construcciones existentes, se antoja posible que sea ahora la Unison la que pueda mostrarse como un ensayo de ciudad posible, siempre y cuando pueda superarse la siempre latente tentación de edificar emblemas.

Referencias

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Unison

1998 Plan de Desarrollo Institucional 1997-2001, Hermosillo, Unison.

Alejandro Duarte Aguilar

Departamento de Arquitectura y Diseño

Universidad de Sonora

alejandro.duarte@unison.mx

https://orcid.org/0000-0003-3633-1728

Arquitecto y maestro en Ciencias Sociales. Profesor investigador titular del Departamento de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Sonora; miembro de la Academia de Arquitectura y responsable de vinculación en el Laboratorio Nacional de Vivienda y Comunidades Sustentables de conacyt. Miembro del capítulo mexicano de Docomomo. Especialista en temas de crítica y significación arquitectónica, contando con diversas publicaciones y participaciones en congresos académicos sobre estos temas.

1 Es necesario apuntar que este espacio fue proyectado originalmente como un equipamiento del gobierno estatal, pero fue cedido a la institución en 1953.

2 Eloy Méndez, Alejandro Duarte, “Universidad de Sonora: Un emblema arquitectónico de la modernidad regional”, en Catherine Ettinger, Jesús López, Luis Alberto Mendoza (coords.), Otras modernidades. Arquitectura en el interior de México, 1920-1960, México, Miguel Ángel Porrua-uaa-umsnh-ucol, 2013, pp. 206 y 207.

Figura 1. (izq.) Leopoldo Palafox. Edificio de rectoría, Unison, 1942 (2022).

Fuente: Colección del autor.

Figura 2. (der.) Salvador y Felipe Ortega. Museo y Biblioteca, Unison, 1948 (2022).

Fuente: Colección del autor.

3 Eric Cuevas, “Arquitectura moderna mexicana en los años cincuenta”, tesis doctoral, etsab, Universidad Politécnica de Cataluña, 2002, p. 240.

4 Conocido también como el Plan Latapí, pues fue el reconocido especialista e investigador en temas de gestión y administración educativa, Dr. Pablo Latapí Sarre (1927-2009) a quien se le encomendó el proceso y documento final.

5 Para la concreción el plan maestro de Rojas y Sheimberg, y en sintonía con las recomendaciones de Latapí de establecer estrategias para la obtención de recursos propios, la administración instituyó los sorteos universitarios como fuente de financiamiento hacia 1970.

Figura 3. Leopoldo Palafox. Anteproyecto de Ciudad Universitaria, Unison, 1958. Fuente: Archivo Histórico Unison.

SOFTBOL

VOLIBOL

ESTACIONAMIENTO

FUTBOL

COMERCIO

SOFTBOL

BEISBOL

FRONTENIS

BASQUETBOL

TENIS

AUDITORIO

VESTIDORES GENERALES

ECONOMIA

ALBERCA

GIMNASIO

ALMACENES GENERALES

MANTENIMIENTO

ESTADIO

OLIMPICO

HOSPITAL

MEDICINA Y

ENFERMERIA

ARQUITECTURA

CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES

LEYES

LABORATORIO

INSTITUTO

DE LETRAS

CIENCIAS QUÍMICAS

COMERCIOS

CAFETERIA

INSTITUTO

DE CIENCAS

PREPARATORIA

DORMITORIOS HOMBRES Y MUJERES

Figura 4. arqcon. Planta de Conjunto proyecto Ciudad Universitaria, Unison, 1970. Fuente: Archivo Histórico Unison.

TEATRO

RECTORIA

ALBERCA

BIBLIOTECA

INSTITUTO DE

BELLAS ARTES

EDIFICIOS DE PRODUCTOS

CENTRO

UNIVERSITARIO

AGRICULTURA

Y GANADERIA

E L E M E N T O S P R O P U E S T O S

remodelación

creación

andadores a cubierto

vías perimetrales y

estacionamientos

espacios jardinados –verdes–

Puntos de acceso principales

6 Omar Rodríguez, “Megaproyecto Río Sonora. Hermosillo Siglo xxi. Alcances y repercusiones”, en Eloy Méndez Sáinz, coord., Ensambles modernos. Rutas urbanas de la modernización hermosillense a fin de siglo, primera parte, Hermosillo, El Colegio de Sonora, 1997.

7 El gobierno del estado fundó el fideicomiso de promoción urbana Progreso, cuya meta era “[…] penetrar los grandes mercados internacionales, de saber ubicarse en el contexto mundial, y de establecer alianzas estratégicas que le permitan tener [a Hermosillo] una mejor posición e imagen ante el mercado”, según se afirma en el desplegado promocional “Proyecto Río Sonora Hermosillo xxi. En el cauce del futuro”, Hermosillo, mayo de 1994.

8 Este cuerpo de agua, que junto con el río San Miguel conforman los afluentes de la presa hermosillense, presenta un torrente estacional estival, por lo que las expectativas de flujos continuos por excedentes de almacenamiento que permitieran las evocaciones románticas de un paseo acuático eran exageradas, por decir lo menos.

9 Esta última con base en la estructura divisiones-departamentos-programas académicos.

10 Organismo público descentralizado orientado a la investigación de posgrado en ciencias sociales, fundado en 1982.

11 Adrián Acosta, Estado, políticas y universidades en un periodo de transición, México, Fondo de Cultura Económica-UdeG, 2000.

Figura 5. Fideicomiso Río Sonora. Plegable publicitario del Proyecto Río Sonora Hermosillo XXI. Diseño urbano: elias+elias, rtkl International,Ltd., 1994.

Fuente: Colección del autor.

12 Juan Pablo Durand, “Poder, gobernabilidad y cambio institucional en la Universidad de Sonora 1991-2001”, tesis de maestría, Universidad de Sonora, 2005.

13 Beatriz Carrillo, “Importancia del currículum oculto en el proceso de enseñanza-aprendizaje”, Innovación y experiencias educativas, núm. 14, 2009, p. 4. https://archivos.csif.es/archivos/andalucia/ensenanza/revistas/csicsif/revista/pdf/Numero_14/BEATRIZ_CARRILLO_2.pdf (10 de agosto de 2022).

14 Las principales intervenciones en el campus como el Centro de las Artes, el Departamento de Derecho, la ampliación del Departamento de Economía y Contabilidad, el Departamento de Geología, la ampliación del Departamento de Letras y Lingüística, entre otras, fueron proyectos que se asignaron preferentemente a expresidentes, e incluso, en este mismo contexto se logró el acuerdo con la institución para la elaboración del plan de estudios de la licenciatura en Arquitectura, misma que inició funciones en septiembre de 1995.

15 Entrevista con el exrector Jorge Luis Ibarra Mendívil, Ciudad de México, marzo de 2004.

Figura 6. Unison. Plan Maestro de Espacios Físicos y Renovación del Campus, Arquitectura de paisaje, 1994. nuvis-Bob Cardoza Landscape.

Fuente: Colección del autor.

16 Unison, Plan de Desarrollo Institucional 1997-2001, Hermosillo, Unison, 1998, p. 45.

17 Según datos de la Dirección de Planeación de la Unison, tal superficie representaba más de la cuarta parte de la construida existente en el campus.

18 Acrónimo de Educación a Distancia, el programa institucional que ofrecía con base en la tecnología de comunicación digital de la época, los espacios para organizar actividades formativas y divulgativas sincrónicas remotas, lo mismo que para la edición y socialización de éstas a través del canal universitario de televisión.

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Figura 7. Puebla Arquitectos. Planta de conjunto proyecto Centro de las Artes Unison, 1996.

1. Centro de convenciones y exposiciones, Artes escénicas, oficinas Departamento de Bellas Artes, galería y cafetería; 2. Educadis y auditorio; 3. Librería y comercios; 4. Arquitectura; 5. Artes Plásticas; 6. Música; 7. Radio y televisión universitarias; 8. Dirección divisional de Humanidades y Bellas Artes, biblioteca divisional; 9. Foro escénico; 10. Estacionamiento multinivel (356 cajones).

Fuente: Cortesía Subdirección de Obras y Proyectos Unison.

Figura 6. Unison. Plan Maestro de Espacios Físicos y Renovación del Campus, Arquitectura de paisaje, 1994. nuvis-Bob Cardoza Landscape.

Archivo Alejandro Duarte.

19 Oficio No. dhba 1-022, 10 de abril 1996, División de Humanidades y Bellas Artes, Unison.

20 Entrevista con el arquitecto Alejandro Puebla Gutiérrez, Hermosillo, noviembre de 2003.

21 Por ejemplo, los edificios del Departamento de Derecho y el de Contabilidad y Administración; pero ni su significación ni su ubicación al interior del campus eran comprables en el contexto del discurso refundacional ibarrista como lo era el ca.

22 Gaceta Unison, no. 131, 31 de marzo 2001, p. 3.

23 Los dos cambios más evidentes fueron, primero, la cancelación del edificio destinado a radio y televisión universitarias, cuya antena de transmisión habría dominado visualmente el conjunto, en obvio detrimento de la cuidada atención que los diseñadores habían considerado para Arquitectura; en su lugar, luego de varias propuestas para espacios de vocación artística, se edificó un espacio compartido por las oficinas de la División de Humanidades y Bellas Artes, la biblioteca divisional y la Escuela de Bellas Artes; segundo, el polémico foro central dio lugar a un estacionamiento, luego de que el edificio multinivel originalmente proyectado contiguo a Arquitectura fuera cancelado.

Figura 8. Puebla Arquitectos. Vista aérea del Centro de las Artes, Unison, ca. 2004. En el sentido de las manecillas del reloj: Oficinas de Foros escénicos, Departamento de Bellas Artes, Centro de exposiciones y convenciones, Auditorio-Educadis, Arquitectura y Artes Plásticas, Música. Fuente: Cortesía del Arq. Oscar Preciado.

24 Umberto Eco, La estructura ausente. Introducción a la semiótica, México, Random House Mondadori, 2005, p. 308.

25 Ibid., pp. 311-314.

26 Querobabi está localizada a 112 kilómetros al norte de Hermosillo y formó parte de las poblaciones que seguían la ruta de las diligencias entre el puerto de Guaymas y Tucson, Arizona; fundada en 1832, es conocida por las factorías artesanales del ladrillo homónimo, con dimensiones 10 x 20 x 40 cms.

27 Emblema, del griego ἔμβλημα (émblēma), compuesto del prefijo ἐν (en) y βάλλω (poner), que significa "lo que está puesto dentro o encerrado". Se compone por lo general de una imagen enigmática provista de una frase o leyenda que ayudaba a descifrar un oculto sentido moral que se recogía en verso o prosa.

28 Eloy Méndez, Hermosillo en el siglo XX. Arquitecturas emblemáticas y urbanismos incompletos, Hermosillo, El Colegio de Sonora, 2000.

29 José Molinuevo, El espacio político del arte. Arte e historia en Heidegger, Madrid, Editorial Tecnos, 1998, pp. 71 y 72.

Figura 9 (izq). Puebla Arquitectos. Detalle del Edificio Sonora, Centro de Gobierno, Hermosillo, 1994.

Fuente: Wiki Commons, 2022.

Figura 10 (der). Francisco Ibarra. Edificio de la Procuraduría General de Justicia del Estado (hoy Fiscalía General de Justicia del estado de Sonora), 1998 (2022).

Fuente: Colección del autor.

30 Víctor Estupiñán, Los sonorenses y su identidad cultural, Hermosillo, Sonora Marketing y Asociados, 1999, pp. 52 y ss.

Figura 11. Uso de vegetación xerófila como elemento de jardinería y paisaje en el edificio del Departamento de Arquitectura y Diseño, Centro de las Artes, Unison (2022).

Fuente: Colección del autor.

31 Entrevista con el especialista en psicología ambiental Francisco Zaragoza Ortega, Hermosillo, noviembre de 2003.

Figura 12. Axonometría del Real Presidio de San Miguel de Horcasitas, Sonora, S. xviii. Fuente: Cortesía del

Arq. Juan Luis Loredo.

Figura 13. Puebla Arquitectos. Planta de azoteas del edificio del Programa de Arquitectura

y Artes Plásticas

(hoy Departamento de Arquitectura y Diseño), Centro de las Artes, Unison, 1998.

Fuente: Cortesía de la Subdirección de Obras y Proyectos.

32 Carlos Moncada, Sonora bronco y culto. Crónica de la cultura en Sonora de 1831 a 1997, Hermosillo, Instituto Sonorense de Cultura, 1997, pp. 115-124.

Figura 14 (izq.). Implementación de estrategias de infraestructura verde para el aprovechamiento del agua pluvial, Centro de las Artes, Unison (2022).

Fuente: Colección del autor.

Figura 15 (der.). Área de estacionamiento (antes jardín de naranjos) contiguo al edificio del Departamento de Arquitectura y Diseño, Centro de las Artes, Unison (2022).

Fuente: Colección del autor.

Figura 16. Imativa Arquitectos. Áreas de convivencia y descanso contiguas al Departamento de Letras y Lingüística, Unison (2022).

Fuente: Colección del autor.