Cultivar pueblos y ciudades en la Tierra Caliente de Michoacán, 1947-19611
Cultivating towns and cities in the Tierra Caliente region of Michoacán, 1947-1961
Resumen
El presente artículo aborda la historia de la planificación de la Tierra Caliente, donde a mediados del siglo xx se desarrolló una importante experiencia de fundación y reforma de centros de población, en el marco de un proyecto de desarrollo hidroagrícola. Para ello se da cuenta del contexto institucional y espacial, empleando cartografía histórica para mostrar sus alcances. El presente artículo aporta a un tema poco tratado como lo es el trasplante y tropicalización de las ideas de la planeación moderna, como el modelo de ciudad jardín en las llamadas ciudades agrícolas del país que, en conjunto con otras intervenciones, transformaron en dos décadas este lugar.
Palabras clave: ciudades agrícolas, Tierra Caliente, Michoacán
Abstract
This article relates the history of planning in the Tierra Caliente region of Michoacán state, which boasts a wealth of important experience in
founding and reforming population centers, which were carried out in the mid-20th Century, within the framework of a hydro-agricultural development project. To this end, the institutional and spatial context is described, using historical cartography to present its scope. This article contributes to a subject that has been somewhat ignored, such as the transplantation and tropicalization of modern planning ideas, like the garden city model in the so-called agricultural cities Mexico, which, together with other interventions, transformed this region over a period of just two decades.
Keywords: agricultural cities, Tierra Caliente, Michoacán
La Tierra Caliente, en su zona dominada por el río Tepalcatepec en Michoacán, es una región de fuertes convulsiones sociales, que está lejos de ser identificada como referente de la moderna planeación que comenzó a implementarse en México las primeras décadas del siglo xx, el conjunto de saberes urbanos2 más vinculado a metrópolis y capitales. Por el contrario, este lugar fue una zona escasamente habitada y dedicada a actividades extensivas, con pueblos amenazados con desaparecer por pandemias y otras calamidades, aislados debido a una geografía marcada por profundas barrancas, rasgo que la hizo ideal para guarecerse de los conflictos como un sitio inexpugnable, fama que por diferentes motivos prevalece hasta el presente.3
No obstante su situación geográfica e historia, la región como pocos lugares fue escenario de las aspiraciones y alcances de la planeación de ciudades y regiones que comenzó en el México posrevolucionario y se extendió hasta las primeras décadas del desarrollismo,4 en una expresión poco atendida en la literatura sobre la planificación nacional en el siglo xx. Nos referimos a su relación con la expansión del riego agrícola, impulsado por los gobiernos federales para transformar al mundo rural y frecuentemente en relación con la reforma agraria, dos temas muy estudiados que, sin embargo, han desatendido un elemento fundamental de cambio en los paisajes rurales mexicanos como lo fueron la formación, fundación, reforma y expansión de pueblos y ciudades.
El norte del país fue en su momento uno de los escenarios de esta vertiginosa historia, que generó un campo fértil para la aplicación de saberes urbanos. La expansión del cultivo de fibras naturales está asociado al crecimiento y origen de “ciudades algodoneras” en expansión demográfica en los años cuarenta y cincuenta del siglo xx.5 Entre éstas están las ciudades agrícolas, un modelo de centro urbano que adaptó la propuesta de las ciudades jardín de origen inglés para incorporarla dentro de proyectos de gran irrigación. Asimismo, en estos años se volvió cada vez más frecuente la creación de planos reguladores, instrumentos que buscaron orientar y ordenar el crecimiento de lugares tanto nuevos como existentes, llegando a ser adoptados por los gobiernos federales de manera generalizada para poblaciones fronterizas y portuarias.6
En este artículo mostramos que la Tierra Caliente es un lugar donde podemos encontrar sintetizada una parte del trasplante y tropicalización de los saberes urbanos, así como la experiencia sobre planeación de centros de población en el contexto de los proyectos de irrigación posrevolucionarios, que se prolongaron hasta los primeros años de la industrialización nacional, entre 1940 y 1950. En este periodo se implementó un programa de obras para el desarrollo de una agricultura intensiva a través de un organismo denominado Comisión del Tepalcatepec (1947-1961), institución con amplias facultades cuyo desempeño es conocido por su impacto económico y demográfico en Michoacán, pero de la que paradójicamente sabemos poco.7
Esta experiencia regional aporta al conocimiento de un tema poco tratado: la planeación urbana de los organismos encargados de aprovechar y administrar los recursos hídricos, la cual, no obstante su relevancia y originalidad, ha sido poco abordada en la literatura académica.8 Los organismos gubernamentales como la Comisión Nacional de Irrigación (cni), convertida posteriormente en Secretaría de Recursos Hidráulicos (srh), así como las comisiones de cuencas hidrográficas entre las décadas de 1920 y 1970, recibieron grandes recursos con los que se dedicaron a transformar amplias zonas del país; sus aguas no sólo dieron vida a los cultivos, nutrieron cambios demográficos y espaciales que se reflejaron en los centros urbanos.9
Este artículo busca contribuir al conocimiento y compresión de la formación de la Tierra Caliente, un paisaje configurado por la acción gubernamental. En los últimos años se ha afirmado que la problemática social que experimenta se debe a la imposición de un modelo de desarrollo altamente excluyente; esto descalifica de forma demasiado rápida proyectos que en su momento se pensaron integrales como la Comisión del Tepalcatepec, sin dar espacio a una reflexión más documentada para que aprendamos de ella.10 Esto último se debe a nuestro poco conocimiento, ya que el archivo de la institución no ha sido localizado y la mayor parte de los trabajos han accedido a fuentes secundarias documentadas cuando la Comisión había desaparecido.11
Este trabajo se enmarca en la historia de la planificación, que ha contribuido al conocimiento de esta práctica, proporcionando información sobre los contextos institucionales y teóricos en los que se ha aplicado.12 Así como su papel histórico y alcance en el cambio de centros de población y regiones, dando cuenta de deficiencias o problemas.13 Sin embargo, hay muchas ausencias, lo que otros investigadores han llamado “modernidades ignoradas”, experiencias eclipsadas por la centralidad y visibilidad que hemos dado a las experiencias hegemónicas tanto en el ámbito internacional como en los órdenes nacionales.14
El trabajo se desarrolla en cuatro apartados, de los cuales el primero y el segundo buscan situar a la Tierra Caliente en el contexto de los cambios vinculados con las instancias federales de riego y la expansión de los transportes. El tercero aborda la relación entre los proyectos extranjeros y locales para centros urbanos agrícolas, y en el cuarto se expone el caso particular de la región. La cartografía histórica que acompaña al texto es parte de la investigación, tanto como representación como herramienta que permite sistematizar y analizar los datos de las fuentes históricas dentro del espacio regional, haciendo más evidente los alcances de los procesos y proyectos.
Un suelo fértil: el valle y su rápida transformación
por la acción estatal
Para comenzar a hablar de la transformación en el siglo xx de la Tierra Caliente, podemos partir de un recuerdo plasmado en las memorias de un testigo ocular. En 1949, luego de una breve ausencia, el
joven Vicente Morón regresó a Apatzingán, hasta ese momento
el pequeño centro geográfico y administrativo de esa región (Fig. 1). Había estado varios meses en Zamora, localidad agrícola del bajío michoacano, donde su madre salió a buscar trabajo; años después narraría que a su vuelta fue sorprendido por lo que encontró. El pueblo estaba irreconocible, los lugares que frecuentaba se hallaban en ruinas, la plaza en la que se reunía con sus amigos ya no existía y la calle Real se había convertido en una amplia vialidad. El joven buscó a su abuelo en la vecindad donde vivía. Al encontrarlo le preguntó qué había pasado. Este le respondió: “fue tu tío Lupe con un tractor para remodelar las calles y hacer avenidas pues el pueblo ya es ciudad”.15
Su narración retrata un momento en el que la vida de las personas en la Tierra Caliente se estaba modificando. En un corto periodo, sus espacios y ritmos vitales se transformarían al tiempo que ciudades y pueblos se formaban o cambiaban. El actor principal hacia mediados del siglo xx de este proceso no eran ya los empresarios extranjeros que en el Porfiriato fueron favorecidos por el régimen político,16 sino las instituciones federales que operaban en una arena reconfigurada por los cambios revolucionarios.
La Tierra Caliente, dominada por el río Tepalcatepec, es un valle semiárido de más de doscientos mil hectáreas aprisionadas entre
el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre del Sur, que la separa de la costa del Pacífico.17 Su patrón de asentamiento predominante hasta 1940 fueron pequeños ranchos que se autoabastecían. Alrededor de unas pocas viviendas construidas de materiales perecederos vivían una o varias familias extendidas dedicadas a la ganadería y practicando una agricultura de subsistencia.18
Debido a lo anterior es sorprendente saber que entre 1947 y 1961 fueron modificados y creados 21 centros de población. En sólo 15 años se abrieron, alinearon y adaptaron sus calles a las carreteras y caminos que por todo el valle se construían (Fig. 2). Y es que, en ese periodo, se crearon instituciones sui géneris en la administración pública nacional, como la Comisión del Tepalcatepec, un organismo con atribuciones extraordinarias sobre un territorio, que centró su interés en la Tierra Caliente para crear un distrito de riego. Con este propósito construyó númerosas obras complementarías igual de importantes que aquellas dedicadas a controlar y aprovechar el agua.
Las zonas de riego se abrían a la agricultura en una escala de intervención que no había sido conocida hasta ese momento localmente. En el proceso, los pueblos y las pequeñas localidades debían ser ordenados para introducir agua potable y energía eléctrica o distribuir sus servicios. Pero también centros de población debían fundarse para ser el hogar de productores y trabajadores; las ciudades debían prepararse y prever el crecimiento por la llegada de la industria, los servicios y los nuevos residentes que llegarían buscando oportunidades.
Los cambios sólo fueron posibles gracias a la excepcionalidad institucional de la Comisión del Tepalcatepec, que tenía facultades en áreas de competencia de múltiples secretarías, así como un presupuesto que le permitía hacerlas efectivas.19 Se ha comentado que el origen del modelo se basó en la Autoridad del Valle del Tennessee, sin embargo, tanto los proyectos como los contextos de ambas instituciones guardan diferencias importantes.20 La Comisión se benefició de la experiencia de la cni, convertida posteriormente en srh, en el norte de México. Fue así que se retomaron no únicamente soluciones de ingeniería y experiencia en la realización de proyectos de riego, sino también de planificación de centros urbanos. Su actividad condensaba conocimientos y propuestas externas con una nada despreciable experiencia nacional que, aún con sus particularidades demográficas y geográficas, podía aplicarse a este lugar.
Flujos: transporte y expansión hidroagrícola
El flujo no sólo del agua sino de las personas y mercancías es un elemento fundamental de los cambios en el periodo. Un mapa en relieve de Michoacán mostraría a la Tierra Caliente como una franja que se interpone entre dos accidentadas zonas geográficas formadas por volcanes y sierras, de las cuales estas últimas se extienden al sur obstruyendo su acceso al océano. La región formó parte de una más amplia zona que en el siglo xix acentuó su exclusión de las áreas más densamente pobladas del país al quedar fuera de las rutas del ferrocarril del Porfiriato.21 No obstante, la importante influencia de este transporte se alcanzó a percibir aquí cuando en 1899 arribó a la vecina ciudad de Uruapan, lo que fue suficiente para entusiasmar a empresarios locales, nacionales y extranjeros, que comenzaron a interesarse por invertir en la agricultura de riego.
El ferrocarril detonó el comienzo del programa constructivo del distrito de riego en este valle, pero fue mucho tiempo después, ya que tardaron cuatro décadas para construir los 127 km de vías que en 1942 finalmente comunicarían Apatzingán, en el corazón de la Tierra Caliente con Uruapan. Este fue de los últimos ramales en ser construidos, pues la revolución terminó con la expansión de las vías, que fueron desplazadas por la construcción de carreteras petrolizadas, actividad a la que se dedicó también la Comisión del Tepalcatepec.
El maridaje entre el riego, caminos y carreteras, comenzó años atrás como parte de las inquietudes por modernizar el sector agrícola del país.22 En las obras federales de riego del norte, el desarrollo de las carreteras fue una actividad que se asoció a las obras hidráulicas y al fomento de la agricultura, como lo fue en el río Mante en Tamaulipas.23 En este caso la Comisión del Tepalcatepec tuvo la ventaja de que concentraba atribuciones múltiples, lo que le permitía realizar obras de comunicación y de riego según lo demandaban
las necesidades de los proyectos; así, ambos sistemas, hidroagrícola
y transporte, avanzaron a la par.
En la legislación de 1940 había dos tipos de caminos bajo responsabilidad de los distritos de riego. Los primeros eran de operación,
servían para facilitar el acceso a las presas y canales del distrito, principalmente a las que requerían una supervisión continua; los
segundos, llamados de servicio público, comunicaban el interior
de la zona agrícola y las parcelas. En ocasiones, los dos tipos concurrían en un único camino, pero era frecuente que debido a las necesidades de conservación de las obras los de operación fueran restringidos.24 Hacia el exterior, la red de caminos se encontraba bajo la
jurisdicción de una dependencia federal distinta, pero la Comisión del Tepalcatepec, aprovechando sus amplias facultades, puso interés en complementar sus proyectos al construir vías de comunicación en la sierra y la costa.25
El programa de comunicaciones de la Comisión fue ambicioso en relación a otros similares que le precedieron. Las vías de comunicación tenían el doble propósito de facilitar la movilidad al interior del valle y conectarlo con el exterior, en un sistema que debía ser complementario al ferrocarril de carga y pasajeros (Fig. 2).26 En esos momentos, la mayoría las tierras del valle habían sido entregadas ya en forma de ejidos a habitantes y trabajadores locales, gentes de los pueblos cercanos o incluso de las ciudades, pues la promesa
de empleo y la posibilidad de ser beneficiario de la reforma agraria eran latentes en un lugar que contaba con pocos pobladores, al ser terrenos cubiertos por una vegetación espinosa impenetrable usados
para la ganadería extensiva durante siglos.
Trasplante y tropicalización: de la ciudad jardín a la ciudad agrícola
La Revolución mexicana generó un escenario propicio para la difusión de las ideas del urbanismo y la planificación en el contexto de un país que entraba en un proceso de reconstrucción no sólo política, sino también material y económica.27 La difusión de esas propuestas se manifestarían en la actividad profesional e intelectual de personajes, organizaciones e instituciones que buscaban contribuir a la modernización del país. Esto no se trató de un simple traslado de esas ideas, ya que éstas podían ser apropiadas y adaptadas a los propósitos locales. El ejemplo de ello fue la obra de Ebenezer Howard, quien propuso implementar un modelo urbano alternativo a las ciudades industriales, en el que confluyera lo mejor de la vida urbana y la vida en el campo.28
En México la influencia de la ciudad jardín tuvo dos vertientes. La primera representada por la ciudad agrícola, más próxima a algunas ideas de su creador, quien era un reformador social. Howard pretendía la descentralización de las grandes ciudades y la industria a través de este modelo, en el que pequeños centros urbanos se organizarían en torno a instituciones comunitarias y cooperativas. La segunda estuvo más influenciada por los continuadores de su trabajo; sus colaboradores y discípulos se encargaron de convertir sus ideas en un movimiento “respetable”, desplazando su proyecto
al área del reformismo burgués, teniendo como objetivo el mejoramiento de las condiciones y problemas de la vivienda en la ciudad, lo que se materializó en desarrollos inmobiliarios para las clases medias y altas.29 Esta última versión fue muy popular y diversamente retomada para la creación de suburbios ajardinados en diferentes lugares de América Latina.30
El interés por las propuestas de la ciudad jardín en México no es extraño si consideramos la importancia e influencia que tuvo en su época, generando un movimiento al alrededor del mundo. El contexto en el cual surgió pareciera ajeno a la realidad de nuestro país, sin embargo, hay algunas coincidencias que pueden contribuir a entender el interés de los ingenieros de la cni por crear una versión de sus propuestas. Howard vivía en una sociedad en donde llevaban décadas discutiendo las posibilidades de una reforma agraria en la que la propiedad de la tierra se nacionalizara. Él, sin embargo, se había inclinado por un proyecto basado en la autoayuda y la cooperación voluntaria.31 Esta sin duda fue una postura más cercana a los gobiernos federales de la década de 1920, que eran partidarios de la pequeña propiedad por sobre las formas colectivas.
No hay aun suficiente información del proceso de incorporación de estas ideas por parte de los ingenieros de la cni para generar la propuesta de la ciudad agrícola, pero el documento en donde se señala que ésta retoma elementos de la ciudad jardín fue firmado y presentado por el ingeniero Ignacio López Bancalari en el Primer Congreso Nacional de Planeación realizado en 1930. En esa presentación desarrolló tres dimensiones del proyecto: la primera referente a los habitantes, que aunque campesinos, en palabras del autor debían “tener todas las características del empresario”; la segunda, sobre sus problemas internos, preveía una organización por zonas de las diversas actividades; y en la tercera, referente a sus relaciones externas, enfatizaba que este sería un lugar abierto y bien comunicado interna y externamente.32
La ciudad agrícola se organizaría financieramente como una cooperativa que tendría un consejo directivo de manera similar a la ciudad jardín, según se reconocía en el texto de 1930, con una dinámica de acciones que pondría límites para que los beneficios quedaran al servicio de la comunidad y se aplicaran en mejoras comunes. El interés de la cni era atender las necesidades de los colonos de las extensas zonas de riego que la institución abría en diferentes lugares de la geografía nacional. Es una diferencia respecto a otros actores que en nuestro país, por las mismas fechas y partiendo también de las propuestas de la ciudad jardín, inclinaban su interés en mejorar las condiciones de vivienda de la clase obrera, aunque sus proyectos finalmente se destinaban a otros grupos sociales.33
El modelo de ciudad agrícola se mantendría y aplicaría con ajustes durante más de una década. En 1942 Adolfo Orive Alba firmaba en la revista Irrigación en México un texto titulado “Ciudades agrícolas”, resumen de su presentación ese año en la Segunda Conferencia Interamericana de Agricultura. En el texto, aunque breve, se muestran ajustes y continuidades con lo expuesto una década atrás, asimismo, introduce la distinción entre el poblado agrícola y la ciudad agrícola. El primero era habitado casi exclusivamente por campesinos, y la segunda era el principal centro de una comarca agrícola donde se asentaban la industria, los principales comercios y la burocracia.34
Un cambio que se percibe es sobre la financiación de los proyectos, pues se propuso que fueran las zonas comerciales, industriales y residenciales las que cargaran con la mayor parte de los costos de la urbanización a fin de beneficiar a las sectores obrero y campestre, los que tendrían sus propias zonas dentro de la ciudad. Se aspiraba también a crear instituciones públicas de crédito que otorgaran recursos para este fin, con lo que se dejaban ver las expectativas de una mayor intervención y participación estatal.
Los principales centros urbanos que se sabe se concibieron como ciudades agrícolas en este periodo fueron: el Pabellón de Arteaga, Villa Juárez, Ciudad Delicias y Ciudad Anáhuac. En las publicaciones de 1930 y 1942 se incluyeron planos de estos lugares, así como sus casos fueron usados como referencia en los textos. Sin embargo, es muy posible que estas fueran más, ya que hacia 1951 había ya 55 distritos de riego que comprendían poco más de un 1,300,000 ha, la mayoría de ellas en el norte del país.35
En muchas ocasiones el desarrollo de los grandes proyectos de riego se realizó en terrenos alejados con una densidad demográfica
muy baja. Su crecimiento más o menos espontáneo generaba a la larga conflictos y problemas, por ello se requería de implementar acciones que regularan el crecimiento y acomodo de la población, la cual comenzaba a arribar desde que estos estaban siendo construidos y aumentaba estando ya en operación.36
Las razones para concentrar a las personas en pueblos o ciudades obedecían a motivos prácticos, pero en buena medida también a dimensiones ideológicas del contexto posrevolucionario. No hay que olvidar que el urbanismo moderno surge en el seno del mundo industrial, por su interés en solucionar los problemas que de allí derivaron, pero también ello explica su búsqueda por aplicar a estos espacios la racionalidad y las formas de habitar afines a necesidades de producción y su política.37
De las diferentes visiones y propuestas surgidas de esta práctica, los ingenieros y funcionarios en el México posrevolucionario encontraron inspiración en las ciudades jardín. Aunque el modelo se pensó como una respuesta a problemas de salud y hacinamiento de las clases obreras de las urbes industriales, era una alternativa que a la vez frenaría la migración desde de las zonas rurales a las urbanas, ya que se proponía fundar nuevos sitios en lugar de continuar expandiendo los existentes.38
Los lugares donde se fundaron ciudades agrícolas estaban distantes de esas realidades, sirviendo más bien como espacios de colonización y conquista del amplio y a veces hostil territorio mexicano. La distribución de lotes en la propuesta de Bancalari se haría entregando por cada hectárea de riego una acción, misma que representaba el derecho a poseer algunos metros cuadrados.39 Su propósito no fue crear opulentas urbes, pues las casas serían modestas aunque rodeadas de prados y jardines, elementos considerados indispensables para la higiene, salubridad y comodidad de los habitantes; se asignarían espacios para los edificios públicos y de servicios; y la zona urbana se rodearían de granjas que servirían de transición entre el espacio urbano y el espacio agrícola. Esa
zonificación, que consistía en segmentar el espacio urbano según su actividad o vocación, fue un aspecto considerado al proyectar la planificación y aporte del modelo de ciudades jardín.
En tanto que instrumentos ideológicos, las ciudades agrícolas, según los ingenieros, debían ser más que dispositivos físicos para la residencia de los agricultores. En la ponencia antes referida de Orive Alva de 1942, el entonces director de la cni les confería objetivos como su integración cultural y cívica, ya que en sus propias palabras: “se debe procurar que los campesinos en vez de que habiten en sus parcelas, vivan en pequeños poblados o en ciudades agrícolas, pues así resulta más fácil elevar su nivel de vida material y culturalmente, tanto de ellos como de sus familiares, logrando así que lleguen a esa fundamental parte del pueblo en una forma efectiva y rápida las normas más altas del progreso y de la civilización actuales.”40
Los trabajos sobre las ciudades jardín y su implementación en México no han abordado todavía los alcances del modelo en la formación inicial de las ciudades agrícolas.41 Por ejemplo, en Ciudad Anáhuac perteneciente al sistema nacional de riego Núm. 4, se percibe la inspiración de un famoso diagrama propuesto a manera de ejemplo por Howard, en el que una ciudad de calles concéntricas y radiales se organiza en torno a un enorme jardín central (Fig. 3). El modelo pareciera tener una influencia variable en los proyectos de la ciudad campestre Pabellón, Villa Juárez, Ciudad Mante y Ciudad Delicias. Los planificadores de esos espacios optaron por proyectar plantas reticulares que eran cortadas por avenidas diagonales, existiendo una característica presencia de jardines o plazas circulares que se integraban a la estructura vial como rotondas.
En su obra sobre las ciudades algodoneras, Luis Aboites, sin mencionar a las ciudades jardín, presenta dos versiones adicionales de estos modelos, retomadas de actores del pasado y del presente: la primera es la influencia parisina de las plazas circulares en el caso de Anáhuac; y la segunda la posible referencia a la ciudad de Washington y su planta inspirada en las ciudades barrocas en el caso de Ciudad de Delicias.42 Sin duda, faltan investigaciones, pero estas pistas que pueden mostrar el cosmopolitismo de los técnicos mexicanos de la época, así como las vías muchas veces no directas ni únicas del trasplante y posterior tropicalización de los modelos urbanos.
Un aspecto que podemos afirmar para cerrar este apartado es que la planificación de ciudades y pueblos fue una práctica con más difusión de la que pensaríamos a nivel nacional ya para los años de 1950, esto principalmente por medio de la elaboración de planos reguladores. Las ideas modernas de la planificación, como las referentes a la ciudades jardín, habían llegado a través de diferentes medios; en otro trabajo propusimos agruparlos en tres vías: la circulación de obras escritas en Europa y Estados Unidos, esos textos circulaban en ediciones importadas o aparecían traducidos en medios nacionales; otra fue la labor de los ingenieros y arquitectos que se formaron fuera del país; y, por último, la presencia de extranjeros que realizaron este tipo de proyectos.43
Cultivar pueblos y ciudades en la Tierra Caliente
Hacia las décadas de 1940 y 1950 había experiencia en las instancias federales de riego en materia de planeación de centros urbanos. En 1947, cuando se creó la Comisión del Tepalcatepec, el país contaba con una trayectoria en la construcción de infraestructura de riego y el conocimiento de la intervención integral que los proyectos requerían. Lo que se exportó entonces fue el modelo institucional que, inspirado en lo que ocurría en Estados Unidos, otorgaba facultades extraordinarias sobre un territorio a una organización, que lo mismo podía levantar una presa que construir una escuela o promover la reforma completa de un pueblo o una ciudad. Facultades que, de otra manera, requerirían de la acción conjunta de múltiples Secretarías. El objetivo de esta institución, que existió hasta 1961, fue desarrollar de manera integral una
región comprendida dentro de una cuenca hidrográfica: el distrito de riego de la Tierra Caliente.44
La Comisión, haciendo uso de atribuciones excepcionales, transformó la región de muchas maneras, la que nos interesa aquí son los proyectos para ordenar tanto pueblos como ciudades. Con ello, buscaba dar orden a sus habitantes a través de intervenir sus espacios, partiendo de criterios nuevos a los de su formación histórica, en donde con frecuencia se había mediado entre las condiciones medioambientales y las diferentes formas desplegadas por las personas para subsistir. Por ejemplo, se abrieron calles o ampliaron las que ya existían, creando espacios de uso público y administrando la realización de múltiples actividades, restringiendo y asignándoles lugares específicos al comercio, la industria o los servicios.
La actividad tuvo tres variantes en distintas escalas: la primera fue la planificación de lugares existentes, es decir ciudades y pueblos; la segunda fueron proyectos de ciudades y poblados nuevos, como los casos las ciudades agrícolas o los Nuevos Centros de Población Ejidal (ncpe); y la tercera fue la reordenación de las zonas urbanas de núcleos agrarios existentes. En la Figura 4 se ejemplifican las tres variantes en la zona de Apatzingán, donde vemos el proyecto de esta ciudad, la Ciudad Agrícola de Antúnez, el ncpe Buenos Aires y el ejido de Coróndiro.
La planeación se realizó sobre las cabeceras municipales y localidades importantes, pero también en las ciudades agrícolas y
en asentamientos de menores dimensiones como los poblados
agrícolas. Los primeros en su mayoría habían sido fundados durante la Colonia y para ese momento desempeñaban funciones de organización política y territorial. En los casos restantes encontramos sitios existentes o apenas en proyecto. En palabras de la Comisión los planos reguladores, “cuidadosamente estudiados”, eran elaborados por su personal técnico en coordinación con otras dependencias “cuidando atender sus necesidades primordiales, presentes y futuras, en los aspectos urbanísticos, educacionales y de salubridad”.45
Recordemos la distinción de los poblados agrícolas de las ciudades agrícolas. Los primeros serían primordialmente campesinos, mientras que en la ciudad como centro de la zona agrícola predominarían otros sectores, pues habría industrias, comercios y oficinas para la burocracia hidroagrícola. En dichas ciudades, de la misma manera que en la ciudad jardín original, se distribuiría y organizaría el espacio en cinco sectores: residencial, obrero, campestre, comercial e industrial; mientras que en los poblados agrícolas estos se reducirían a dos: campestre y comercial.46
La ciudad de Apatzingán fue la primera en tener plano regulador, donde se propusieron grandes obras de rectificación de calles y la proyección de avenidas. Este era el corazón administrativo y geográfico del distrito de riego, el nodo central de las carreteras
y caminos que fueron construidos en esos años. El lugar debía ser símbolo de la modernización de toda la cuenca (Fig. 5). Su centro fue totalmente remodelado para ampliar la plaza y las calles que allí desembocan, se levantó un gran edificio sede de las administraciones municipal, estatal y federal, se construyó una penitenciaría, se amplió su hospital, se levantaron puentes, se introdujo el alcantarillado, etc.47 Por la investigación reciente de Catherine R. Ettinger ahora sabemos que parte de la infraestructura social y algunos de los edificios públicos y privados emblemáticos de este periodo son obra del arquitecto Alberto Le Duc.48 Este personaje además elaboró junto al arquitecto Enrique Cervantes Sánchez nuevos planes reguladores hacia finales de la década de 1950 para varias ciudades importantes de Michoacán.49
Esas reformas partieron del plano regulador elaborado por la Comisión (Fig. 5), la estructura vial propuesta en éste y otros proyectos fue uno de elementos que mayor alcance tuvieron a la larga (Fig. 6), al sentar las bases del futuro crecimiento de la ciudad; en su trazo se tomó en cuenta la cada vez más importante presencia de automóviles y camiones. Pero otros aspectos como la distribución y ordenamiento de los usos del suelo fueron menos exitosos, como por ejemplo la creación de una “ciudad obrera”.
La planeación más prolífica de la Comisión en este periodo fue la de las zonas urbanas de los numerosos núcleos agrarios del valle.
El geógrafo Dan Stanislawski diez años antes de que se creara
la institución había recorrido la zona y afirmaba que la mayoría de la
población “vive en más o menos grandes aglomeraciones que se esparcen de manera amorfa sobre la planicie”.50 En esos proyectos predominaron los planos ortogonales y su cumplimiento era más atendido, ya que de esto dependía el acceso y dotación de servicios básicos como el agua potable o la electricidad. Sus calles iban de los 20 a los 30 metros que ordenabas algunas pocas manzanas cuyos lados podían ir de los 80 a los 100 metros. Según su dimensión se disponía el espacio para una escuela y un jardín, como en el pueblo de Coróndiro (Fig. 7).51
En 1950 se crearon dos centros de población bajo el esquema de ciudades agrícolas: Felipe Carrillo Puerto, en Buenavista, y Antúnez, en Parácuaro. En esas zonas las tierras eran usadas para la ganadería hasta que los trabajos de la Comisión las transformaron en cientos de hectáreas de riego, en el centro de las cuales se establecieron ambas zonas urbanas. Estas fueron, además de ciudades agrícolas, ciudades ejidales pues sus fundadores fueron principalmente beneficiarios de la reforma agraria.
El plano regulador de Antúnez fue realizado aproximadamente hacia 1953, pero fue hasta 1956 que legalmente se creó el ejido del que sería su zona urbana. El proyecto fue proyectado para albergar más de 20,000 habitantes en una planta urbana ortogonal, compuesta por más de 200 manzanas y articulada por dos amplias avenidas (Fig. 8).52 En el centro de la ciudad se encontraba un jardín circular de más de 150 metros de diámetro, alrededor del cual debían ubicarse los edificios públicos y de servicios como mercado, comercios, hoteles, un centro de espectáculos y biblioteca. Se estimó la necesidad de contar con infraestructura social, entre la que se contaban cuatro escuelas primarias, una escuela de artes y oficios y una de agricultura, además de hospital, asilo de ancianos y orfanato.53
Antúnez sería una ciudad circundada por parques, huertas, establos y campos de hortalizas. Aquí establecerían sus hogares las familias campesinas con derechos sobre las parcelas conviviendo con otros residentes. El núcleo agrario se creó con más de 600 beneficiarios que fueron dotados de 13,606 ha. Eran en su mayoría personas que provenían de ejidos más o menos cercanos con problemas de sobrepoblación; esto último fue una situación habitual en algunos lugares, lo que con frecuencia creaba tensiones por la falta de acceso a la tierra u otras formas de empleo.
La segunda ciudad agrícola fue llamada Centro Ejidal Felipe Carrillo Puerto, lugar habitualmente conocido como La Ruana. Aquí se buscó concentrar en un solo lugar a los habitantes de los ejidos
de San José, Santa Rita y La Guadalupe.54 Estos fueron creados
sobre ranchos ganaderos, fundados por el deslizamiento demográfico proveniente de las sierras entre Michoacán y Jalisco. Un ingeniero que colaboraba en la Comisión en esos años explicaba que
el lugar para su fundación fue un corral que pertenecía a un ejido, el cual se componía apenas de algunas casas dispersas a las orillas del río Tepalcatepec.55
El proyecto consideraba 120 manzanas, calles de 20 metros ancho y 2 avenidas de 50 metros de norte a sur y de oriente a poniente. Una vez iniciados los trabajos se designaron los espacios para una plaza, una escuela, el campo deportivo, una sala de cine, el área de resguardo de un pozo profundo, espacio para un Banco Ejidal y las oficinas del personal del distrito de riego. El encargado de trazar el plano regulador, según se señala, fue un topógrafo de nombre Jesús Duarte Ruiz.56
Las dos ciudades agrícolas a los pocos años se convertirían en poblaciones de importancia en sus zonas, al punto que adquirieron mayor importancia económica y demográfica que sus cabeceras municipales, las cuales eran pueblos fundados en tiempos coloniales. Sin embargo, no estuvieron lo suficientemente apartados de otras poblaciones para llegar a desarrollar una dinámica económica interna que les permitiera no depender en lo comercial y servicios de otros lugares. En realidad, ninguna de de las dos logró cumplir las expectativas que sobre ellas había, pues Antúnez, a más de 60 años de su fundación, sigue sin alcanzar las dimensiones que le fueron proyectadas para albergar a 20,000 habitantes (Fig. 8).
Reflexiones finales
El trasplante y tropicalización de la planificación moderna de ciudades en la experiencia e historia de la Tierra Caliente tuvo un carácter desarrollista, ya que precede al crecimiento de los centros
de población y busca generarlo para materializar proyectos de
orden productivo y social, promovidos por los gobiernos federales en la primera mitad del siglo xx. Esto a diferencia de los contextos que dieron origen a las visiones y paradigmas de los saberes urbanos modernos de otros lugares. La región distaba de asemejarse a las condiciones de hacinamiento y contaminación de las ciudades industriales y comerciales. Aquí, las experiencias fueron en parte tentativas de utopías estatales, pues en su origen y proyección fue
el propio Estado posrevolucionario y sus agentes burocráticos
los que hicieron de reformistas y visionarios.
El auge de la intervención de los centros de población con la Comisión del Tepalcatepec en Michoacán está vinculado a importantes transformaciones económicas y sociales que no estuvieron exentas de tensiones y contradicciones. En este sentido, planear los espacios tenía un propósito claro de adaptación para la producción y de fomento de la organización social, haciendo más eficaz la acción del Estado. En la actualidad, aún son visible las marcas y vestigios de este proceso en muchos pueblos y ciudades del estado, pero sobre todo de la región. Estos se mantienen como proyectos latentes de un crecimiento que quedó en suspenso, como
el caso de la no terminada ciudad agrícola de Antúnez.
La Comisión y sus obras, si bien inspiradas en modelos externos, son parte de una experiencia más larga de aprendizaje y adaptación de los conocimientos de la planificación que circulaban por el mundo en este periodo. Documentar y profundizar su historia en campos aún no suficientemente observados nos permite ver cómo estas propuestas eran aplicadas en el marco de proyectos modernizadores locales y nacionales con fines propios. Aunque los proyectos gestados por las élites técnicas, burocráticas y políticas deben ser todavía contrastados con los procesos de su implementación. Ya que estos se aplicaron en un conjunto social heterogéneo que no he tratado aquí, una población que contaba con posibilidades específicas y poseían sus propias ideas sobre los usos del espacio.
Hay entonces diversos aspectos pendientes por abordar en esta historia regional de planificación. Dos me parecen importantes, el primero son los otros actores que intervienen en la materialización del fenómeno urbano como los ejidatarios, los empresarios y
los actores políticos y las organizaciones populares; el segundo, es
la relación de estos proyectos con el espacio construido, en qué
forma las ideas y los objetivos de estos planes influyeron en el
recimiento de estos lugares las siguientes décadas, sin duda, un tema necesario para terminar de dimensionar los alcances del periodo.
Referencias
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Luis Alejandro Pérez Ortiz
Laboratorio de Antropología Jurídica y del Estado
Escuela Nacional Estudios Superiores Unidad Morelia de la unam
luis.perez@enesmorelia.unam.mx
http://orcid.org/0000-0001-9244-7368
Es doctor en Ciencias Sociales especialidad Estudios Rurales por El Colegio de Michoacán, A. C. Actualmente es Profesor Asociado “C” de Tiemplo Completo en la Escuela Nacional Estudios Superiores Unidad Morelia de la unam, imparte cursos en la licenciatura en Estudios Sociales y Gestión Local, en la licenciatura en Archivos y Gestión Documental, así como en la maestría en Antropología.
Es parte del Sistema Nacional de Investigadores nivel I por el periodo 2023-2027. En sus líneas de investigación se encuentran los procesos agrarios y la participación del Estado en la formación de espacios locales y regionales durante el siglo xx y hasta la actualidad en el Occidente de México, así como la emergencia del autogobierno indígena en Michoacán, donde convergen enfoques tomados de la historia y la antropología.
1 Investigación realizada gracias al Programa unam-papiit IA303621, “Planear regiones y planear ciudades en Michoacán. El caso de la Tierra Caliente del Tepalcatepec y las comisiones de cuenca, 1947-1978”.
2 Retomo aquí la referencia de “saber” con la que abarcan el conjunto de paradigmas y visiones a la que se hace referencia en: Carmen Diez Medina y Javier Monclús (eds.), Visiones urbanas. De la cultura del plan al urbanismo paisajístico, Barcelona, Abada Editores, 2017.
3 Moisés Guzmán Pérez, “El itinerario del Supremo Congreso de Chilpancingo a Apatzingán”, La constitución de Apatzingán. Historia y legado, Morelia, iih-umsnh, agn, 2014, pp. 177-266.
4 Entendemos por desarrollismo la etapa entre 1950 y 1982 en la que la industrialización se erigió como principal objetivo económico en el país: Elsa M. Gracida, El desarrollismo, Ciudad de México, unam, Océano, 2004, p. 13.
5 Luis Aboites, El norte entre algodones, Ciudad de México, Colmex, 2013, p. 69.
6 Luis Macedo Ortiz, “La planificación territorial y urbana durante los últimos cincuenta años en México”, Revista Bitácora Urbano Territorial, núm. 011, enero-diciembre, 2007, pp. 116-126.
7 La Comisión es conocida regionalmente por haber estado encabezada por el general Lázaro Cárdenas. Sobre su figura no me detendré ya que nos interesa abordar aquí a la institución, pues nos permite ver otros vínculos, procesos y conexiones. Sobre esta entidad el trabajo más completo es: David Barkin y Timothy King, Desarrollo económico regional: enfoque por cuencas hidrológicas de México, Ciudad de México, Siglo XXI, 1970.
8 Excepciones son: Javier Delgado Aguilar y Alexandra Pita González, “Ingenieros y representación del entorno urbano. Las ciudades agrícolas en los Sistemas Nacionales de Riego (1930-1934)”, en Historia y representaciones sociales, Colima, Universidad de Colima, 2015, pp. 117-140; y el estudio introductorio de Alejandro Sifuentes Solís y Carlos Parga Ramírez a la edición facsimilar de Ignacio López Bancalari, La “ciudad agrícola” en los Sistemas Nacionales de Riego Pabellón Arteaga, Ags. 1930, Aguascalientes, uaa, 2007.
9 Sobre su importancia presupuestal entre 1940-1976: Luis Aboites, “Fin de un sueño. Notas sobre la extinción de la Secretaría de Recursos Hidráulicos”, Boletín del Archivo del Histórico del Agua, vol. 7, núm. 20, enero-abril, 2001, pp. 30-34.
10 Véase Enrique Guerra Manzo, “La violencia en Tierra Caliente, Michoacán, c. 1940-1980”, Estudios de historia moderna y contemporánea de México, México, iih, unam, 2017, núm. 53, pp. 59-75, https://doi.org/10.1016/j.ehmcm.2017.01.004.
11 V. gr. Juan Manuel Durán y Alain Bustin, Revolución agrícola en Tierra Caliente de Michoacán, Zamora, Colmich, 1983.
12 Al respecto, para el contexto anglosajón, puede verse a Carl Abbott y Sy Adler, “Historical Analysis as a Planning Tool”, Journal of the American Planning Association, vol. 55, núm. 4, 1989, pp. 467-473, https://doi.org/10.1080/01944368908975435.
13 Carola Hein (ed.), The Routledge handbook of planning history, Nueva York, Routledge, 2019, p. 5, https://doi.org/10.4324/9781315718996.
14 Roberto Goycoolea Prado, Modernidades ignoradas. Indagaciones sobre arquitectos y obras (casi) desconocidas de la arquitectura moderna, Puebla, rniu, 2014, p. 12.
15 Vicente Morón Arroyo, La aventura de una vida, La Mira, Michoacán, edición del autor, 2009, p. 38.
16 La historia de estos personajes y sus haciendas en la región puede consultarse en el excelente trabajo: Alfredo Pureco Ornelas, Empresarios lombardos en Michoacán. La familia Cusi entre el porfiriato y la posrevolución (1884-1938), Zamora, Colmich-Instituto Mora, 2010.
17 Alejandro Mendoza Manuel, Alejandro Velázquez, Alejandra Larrazábal, y Alejandro Toledo Ocampo, Atlas fisicogeográfico de la cuenca del Tepalcatepec, Ciudad de México, Semarnat, ine, ciga, unam, Colmich, 2010.
18 Dan Stanislawski, La anatomía de once pueblos de Michoacán, Morelia, unam-cidem-Colmich, 2007, p. 16, https://doi.org/10.22201/ciga.9707034548p.2007.
19 David Barkin y Timothy King, op. cit., p. 215.
20 Roberto Melville, “TVA y la Comisión del Tepalcatepec: una comparación tentativa”, en Sistemas hidráulicos, modernización de la agricultura y migración, Zinacantepec, El Colegio Mexiquense, uia, 1994, pp. 271-295.
21 José Alfredo Uribe Salas y Eduardo Miranda Arrieta, Las utopías del Balsas. Historias de una propuesta regional de comunicación interoceánica, Morelia, iih-umsnh, 1995, p. 11.
22 Bernardo García Martínez, “Cien años de carreteras en México (1891-1991), en Tiempo y lugares. Antología de estudios sobre poblamiento, pueblos, ganadería y geografía en México, Ciudad de México, Colmex, 2014, p. 410.
23 Diana Lizbeth Méndez Medina, Proyecto de irrigación en la ribera del río Mante, Tamaulipas. Cambio agrario y corrupción en México, 1900-1939, Ciudad de México, tesis de doctorado, Colmex, 2012, p. 210.
24 Jorge Tamayo, “Algunas ideas sobre la conservación de Distritos de Riego”, Irrigación en México, marzo-abril, 1942, vol. 23, núm. 2, Ciudad de México, cni, pp. 35 y 36.
25 agn, Presidentes, mav, 495.3/32.
26 “Vías de comunicación”, en: Boletín mensual, Comisión del Tepalcatepec, Uruapan, abril de 1951. Consultado en el Archivo Personal del Ing. Anastasio Pérez Alfaro.
27 Gerardo Sánchez Ruiz, Planificación y Urbanismo de la Revolución Mexicana. Los sustentos de una nueva modernidad en la Ciudad de México 1917-1940, uam-a, Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Ciudad de México, 2002.
28 Robert Beevers, The garden city utopia: A critical biography of Ebenezer Howard, Springer, 1988.
29 Stephen Ward, Planning and Urban Change, sage, Londres, 2004, https://doi.org/10.4135/9781446215586. Cfr. Benoît d’Almeida. “¿La Garden City: una “utopía” de esperanza para las ciudades latinoamericanas?”, La Brújula. El Blog de la metrópoli, <https://labrujula.nexos.com.mx/tag/benoit-dalmeida/> , consultado el 30 de marzo 2024.
30 Arturo Almandoz, Modernización urbana en América Latina: de las grandes aldeas a las metrópolis masificadas, Santiago, puc, 2013, pp. 155-165.
31 Cfr. Stephen Ward, Planning…, op. cit.
32 Ignacio López Bancalari, La “ciudad agrícola”…, op. cit. pp. 49-55.
33 Cfr. José Luis Cuevas, “La ciudad jardín”, Revista Planificación, Ciudad de México,
t. II, núm. 4, 1934, p. 30.
34 Adolfo Orive Alba, “Ciudades agrícolas”, Irrigación en México, julio-agosto, 1942,
vol. 23, núm. 4, Ciudad de México, cni, pp. 86-92.
35 Luis Aboites, El agua de la nación. Una historia política de México, 1888-1949, Ciudad de México, ciesas, 1998, p. 117.
36 Sobre la experiencia en uno de los primeros sistemas de riego en el norte se decía: “Todas las poblaciones creadas al amparo de la necesidad de momento, adolece desde el punto de vista de la urbanización y salubridad pública de inconvenientes muy graves, que en la mayoría de los casos es imposible corregir con posterioridad debido principalmente a que a la sombra de ellas se han creado intereses más o menos legítimos, pero que es muy difícil eliminar o modificar.” En: Alfredo Becerril Colin, “Estudio económico sobre la Ciudad Anáhuac”, Irrigación en México, febrero 1933, vol. 6, núm. 2, Ciudad de México, cni, pp. 126-133.
37 François Choay, El urbanismo, utopías y realidades, Barcelona, Lumen, 1970.
38 Gerardo Sánchez Ruiz, Planeación moderna de ciudades, Ciudad de México, uam-Trillas, 2008, pp. 86-93.
39 Ignacio López Bancalari, “La ciudad agrícola”, op. cit., p. 26. Así como: Gerardo Sánchez Ruiz, Planificación y urbanismo de la Revolución…, op. cit., pp. 218-220. Sobre Ciudad Anáhuac véase: Alfredo Becerril Colin, “Estudio económico sobre la Ciudad Anáhuac”, pp. 126-133.
40 Adolfo Orive Alba, “Ciudades agrícolas”…, op. cit., pp. 86-92.
41 Cfr. Fernando Winfield y Daniel Martí, “Urbanismo y modernidad: La influencia de las ciudades jardín en México: 1921-1930” (sic), en: Arquitecturas del sur, Universidad del Bío-Bío, diciembre, 2013, vol. 31, núm. 44.
42 Luis Aboites, El norte entre algodones, Ciudad de México, Colmex, 2013, p. 277.
43 Luis Alejandro Pérez Ortiz, Historia de la planificación urbana de Morelia, 1958-1998, Morelia, iih-umsnh, 2014, pp. 60-61.
44 David Barkin y Timothy King, op. cit.
45 Comisión del Tepalcatepec, Boletín mensual, Comisión del Tepalcatepec, Uruapan, septiembre de 1951, s/p.
46 Adolfo Orive Alba, “Ciudades agrícolas”…, op. cit., p. 86.
47 Comisión del Tepalcatepec “Urbanismo. Nuevas construcciones en Apatzingán”, en: Boletín mensual, Comisión del Tepalcatepec, Uruapan, agosto de 1951.
48 Catherine R. Ettinger Mc Enulty, “Autoría, invisibilidad y fuentes en la historiografía de la arquitectura. Tras las huellas del arquitecto Alberto Le Duc”, Academia XXII, núm. 24, 2021, p. 181, https://doi.org/10.22201/fa.2007252Xp.2021.24.81584.
49 Entrevista realizada por el autor al arquitecto Enrique Cervantes Sánchez, 25 de octubre de 2007.
50 Dan Stanislawsky, Anatomía…, op. cit., p. 16.
51 Ejemplos de estos planos reguladores pueden verse en: Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1961…, op. cit.
52 Secretaría de Recursos Hidráulicos, Informe de labores de la srh, septiembre de 1952-agosto de 1953, Ciudad de México, Talleres Gráficos de la Nación, 1953, p. 533.
53 Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1961..., op. cit., s/p.
54 Secretaría de Recursos Hidráulicos, Informe de labores de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, 01 de septiembre de 1958-01 de agosto de 1959, Ciudad de México, Talleres Gráficos de la Nación, 1959, p. 530.
55 Rafael Béjar Ruiz, Vivencias, Morelia, edición del autor, 2013, p. 69.
56 Ibidem, pp. 65 y 66.
Luis Alejandro Pérez Ortiz
Escuela Nacional Estudios Superiores, Unidad Morelia, unam
Fecha de recepción:
30 de marzo de 2024
Fecha de aceptación:
22 de abril de 2024
Este trabajo está amparado por una licencia Creative Commons Atribución-No Comercial, 4.0
dossier
Figura 1. Apatzingán, Michoacán: fotografía de 1948.
Fuente: Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1952, srh, Uruapan, 1952.
Figura 2. Sitios con Planos Reguladores en la Tierra Caliente del Tepalcatepec durante la década de 1950.
Fuente: elaboración propia, con información de Comisión del Tepalcatepec, 1952, op.cit., y Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1961, srh, 1961.
Figura 3. Ciudad Agrícola Anáhuac: perspectiva de conjunto.
Fuente: Irrigación en México, julio-agosto, 1942, vol. 23, núm. 4, Ciudad de México, cni, pp. 86-92.
Figura. 4. Principales sitios con planos reguladores en la zona de Apatzingán en la década de 1950: Ciudad de Apatzingán; Ciudad Agrícola de Antúnez; ncpe Buenos Aires; y Corondiro, Capire y Pando.
Fuente: elaboración propia, con información de Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1952…, op. cit., y Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1961…, op. cit.
Figura 5. Comparativo: Plano Regulador de Apatzingán publicado en 1952 y zona urbana actual.
Fuente: Elaboración propia, con información de Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1952..., op.
Figura 6. Apatzingán, Michoacán, fotografía de 2021.
Fuente: elaboración propia.
Figura 7. Capire, Pando y Coróndiro, en la actualidad y su plano regulador, publicado en 1955.
Fuente: elaboración propia, con información de: Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1961…, op. cit
Figura 8. Comparativo: Plano Regulador de la nueva ciudad agrícola de Antúnez (ca. 1953)
vs. Antúnez en la actualidad.
Fuente: elaboración propia, con información de: Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados 1947-1961…, op. cit.