Introducción
La comunidad internacional reconoce el imperativo del desarrollo humano y social en
numerosos instrumentos normativos. En la mayoría de los países de la región se ha
progresado en el marco legal y en la adopción de sistemas integrales de protección
de la infancia.
En las últimas décadas, los países de la región implementaron programas de transferencia
de ingresos con una particular orientación a las familias y las infancias.
Igualmente se avanzó en la construcción de subsistemas de protección integrales focalizados
en la primera infancia. A través de estos sistemas, los Estados asumen responsabilidades
en la provisión de cuidado infantil y reconocen al niño1 como sujeto de derechos.
Una pieza clave de los procesos de construcción de las políticas, programas y sistemas
de protección es el acceso a información, evaluación y monitoreo. Sobre este aspecto
también las situaciones de los países son diferentes. Justamente, en los últimos años
se han desarrollado propuestas específicas de medición de la pobreza infantil desde
un enfoque de derechos como la de CEPAL/UNICEF (2012) que representa una importante contribución en términos de interpelar sobre la necesidad
de construir datos que permitan una aproximación al estado de situación de poblaciones
especialmente vulnerables como la infancia.
En este contexto se inscribe la propuesta de desarrollo de un Sistema Nacional Informatizado
de Desarrollo Integral y Bienestar de la Infancia (SINADIBI) en el marco del Centro
Interdisciplinario de Infancia y pobreza (CIIP) del Espacio Interdisciplinario-UDELAR,
de Uruguay. La misma pretende ser un aporte para la evaluación y seguimiento del desarrollo
de la infancia entre 0 y 7 años,2 residente en el país.
Medir el bienestar de los niños es una tarea compleja. Existe mucha discusión acerca
de qué se incluye en esta noción, cuáles son sus dimensiones y cómo operacionalizarlas,
por lo que se requiere contar con definiciones y modelos integrales consensuados a
partir de la discusión interdisciplinaria, tarea que emprendió el CIIP desde sus inicios.
Este trabajo intenta resumir el proceso de construcción interdisciplinario de una
herramienta multidimensional destinada a medir el crecimiento, desarrollo integral
y bienestar infantil, SINADIBI, y presentar algunos resultados preliminares de su
aplicación, ilustrando cómo la investigación académica puede contribuir en la construcción
de estadísticas públicas, confiables, y sostenidas en el tiempo, y propiciar el debate
sobre cómo definir los problemas de integración social de las nuevas generaciones
y avanzar en el efectivo ejercicio de derechos. Para ilustrar los alcances del instrumento
se exponen resultados parciales de un estudio que compara población infantil pobre
residente en barrios de diferentes niveles de fragmentación territorial, seleccionando
algunos de los indicadores del instrumento: condiciones de la vivienda y equipamiento
del hogar no incluido en las medidas de necesidades básicas (NB), condiciones ambientales
del barrio de residencia, accesibilidad a servicios, nivel de satisfacción con el
lugar de residencia, indicadores de cohesión social (percepción de movilidad social)
y niveles de seguridad/inseguridad alimentaria.
Sobre el Centro Interdisciplinario de Infancia y Pobreza (CIIP) y su punto de partida
El CIIP comienza a funcionar a comienzos de 2010, y está integrado por diversas disciplinas
que convergen en torno a un objeto de estudio e intervención compartido: los niños
en su crecimiento, desarrollo integral, en aspectos del bienestar y privaciones, sus
familias, el contexto micro y macro en el que viven y crecen, y los equipos e instituciones
que trabajan en la implementación de políticas de infancia
Sus integrantes, con antecedentes de larga trayectoria en líneas de enseñanza e investigación
vinculados con esta temática, provienen de distintas dependencias de la Universidad
de la República: Depto. de Psicología Médica y Unidad de Salud Mental en Comunidad
de la Facultad de Medicina (nucleados en torno al Grupo Interdisciplinario de Estudios
Psicosociales -GIEP-, Banco de Datos y Depto. de Trabajo Social de la Facultad de
Ciencias Sociales, Depto. de Nutrición Básica de la Escuela de Nutrición y Área de
Salud de la Facultad de Psicología.
Se partía del diagnóstico, en 2009, de que si bien las políticas hacia la infancia
en el país habían sido progresivamente jerarquizadas en la agenda pública uruguaya
(cobertura casi total en salud y un incremento de la cobertura de programas socioeducativos
para la primera infancia, entre otros), era necesario medir el impacto de esos esfuerzos
y analizar en qué medida estos se traducían en mejoras del bienestar infantil. En
ese momento no se disponía de un sistema de protección a la infancia integral e integrado,
estatuido como política de Estado, sostenido en un soporte jurídico e institucional
y con recursos de alta calidad y suficientemente estimulados como para asegurar su
permanencia. Tampoco se contaba con medidas integrales de uso sistemático para evaluar
la situación de los niños, y las existentes no permitían visualizar aspectos centrales
vinculados con el desarrollo y bienestar infantil y con las características microsociales
del entorno social, familiar y barrial. Menos aún los indicadores empleados tomaban
en consideración la participación infantil.
Apoyados en dicha evidencia, uno de los propósitos del CIIP fue avanzar en la construcción
de un sistema de medición integral de la situación de los niños, de aplicación sistemática,
que a la vez que permitiera conocer la situación global de bienestar de la infancia,
identificara la brecha de desigualdad y diferencias entre los niños. Este proceso
contó con la asesoría de algunos expertos de la región.
Acerca del bienestar infantil y su medición
Siguiendo a autores como Main y Bradshaw (2012), es posible afirmar de modo genérico y desde una perspectiva de derechos, que bienestar
y privación son dos caras de la misma moneda. Mientras el bienestar se vincula estrechamente
con la satisfacción de los derechos, su contracara, la privación, se relaciona con
la negación de los derechos, lo que está claramente asociado al actual concepto de
pobreza infantil multidimensional. Como subrayan algunos expertos (Bradshaw et al. 2007), la discusión sobre los conceptos de bienestar de los niños ha sido útil para ampliar
el debate sobre la pobreza infantil, desde una perspectiva centrada principalmente
en los ingresos a una comprensión más completa de los múltiples factores que influyen
en la vida de los niños.
Si bien aún débil como constructo teórico, en general se acepta que la noción de bienestar
infantil debe ser multidimensional, es decir, debe: incluir aspectos físicos, emocionales
y sociales; tomar en cuenta aspectos que se vinculen con la situación actual de los
niños pero también con aspectos de los que dependa su desarrollo futuro; considerar
medidas objetivas y también la percepción subjetiva, incluida la de los propios niños
y aludir a diversos contextos en los que el niño está directamente involucrado, como
el personal, familiar, amigos, escuela y comunidad o vecindario, además de los macrocontextos.
(Statham, Chase 2010; CIIP 2013; Canetti et al. 2012; UNICEF 2007, 2012).
Para avanzar en la definición y operacionalización de una medida de desarrollo integral
y bienestar infantil, el CIIP delimitó y desplegó cuatro grandes líneas de análisis
(Figura 1): i) la identificación de indicadores psicosociales robustos del desarrollo infantil,
creencias y prácticas de crianza, a partir de una revisión de los instrumentos que
el propio grupo había creado y que son conocidos como instrumentos GIEP (Cerutti et al. 2014), aplicados en diversos estudios de carácter nacional; ii) la búsqueda de dimensiones
e indicadores de la situación nutricional, con énfasis no sólo en los componentes
de la alimentación y en medidas antropométricas sino en la disponibilidad y acceso
a los alimentos así como en las creencias y prácticas alimentarias, siguiendo el paradigma
de “alimentación perceptiva” (OPS, 2007); iii) la identificación de indicadores de
género, entre los que se destacan aquellos vinculados con el trabajo doméstico, el
trabajo infantil asociado al género y las funciones de parentalidad, especialmente
la función paterna, y, iv) una línea de trabajo centrada en la medida de las desigualdades,
las privaciones o pobreza infantil, desde un marco multidimensional.
Figura 1
Ejes de análisis en el proceso de construcción del SINADIBI.
Fuente: Adaptado de (CIIP 2013, 69; Roba et al. 2013, 162).
Algunos de los marcos teóricos discutidos incluyeron el marco normativo de los derechos
del niño (ONU 1989), el marco sociológico que concibe la infancia como un sector particular de la sociedad
(Qvortrup 1999, 2012; Alanen 2001; Olk 2006) y el marco del desarrollo infantil, que considera los aspectos evolutivos, concibiendo
la niñez como etapa del ciclo vital y que es trabajado fundamentalmente desde la psicología,
las ciencias del comportamiento y las llamadas neurociencias (Lippman 2004; Olk 2004; Stevens et al. 2005; Mustard 2005; Phillips y Shonkoff 2000; Knudsen 2004).
Igualmente, se revisaron instrumentos de uso regional e internacional para consensuar
qué dimensiones incluir en la definición y medición e identificar formas concretas
de operacionalizar los constructos teóricos. Se revisaron, por ejemplo, los modelos
de medida de pobreza y bienestar infantil de la Universidad de Bristol (Alkire et al. 2011), del CONEVAL de México (2010) empleada en Uruguay (Zacheo 2013, Informe Económico Financiero 2011), del Ministerio de Pensiones del Reino Unido
(HM Government 2012), la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS) de UNICEF (2005),
también aplicada recientemente en el país (Colacce y Tennenbaum 2015) o los instrumentos
que emplea el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (ODSA 2010; Tuñón 2015, 2016).
El resultado es una herramienta que incluye un conjunto de dimensiones, componentes
e indicadores multidimensionales sostenidos en los aspectos teóricos mencionados (Cuadro 1).
Cuadro 1
Dimensiones e indicadores del SINADIBI.
Dimensiones
|
Indicadores
|
Unidad de registro: Adulto de referencia del niño
|
1. Socioeconómica
|
Ingresos, trabajo, educación, acceso a servicios.
|
2. Vivienda y condiciones materiales
|
Tenencia y condiciones de la vivienda, equipamiento.
|
3. Sistemas de cuidado
|
Identificación cuidadores. Percepción de la calidad educativa.
|
4. Familia
|
Composición, clima familiar, estimulación cognitiva, emocional y social. Autonomía,
límites, tiempo libre, identidad. Género. Trabajo infantil.
|
5. Salud
|
Percepción del estado de salud, controles, vacunas, problemas identificados, discapacidad.
|
6. Alimentación
|
Seguridad alimentaria, tipo de alimentación, prácticas de crianza-alimentación perceptiva.
|
7. Recursos barriales y medio ambiente
|
Percepción de satisfacción y seguridad, recursos y accesibilidad, medio ambiente,
participación.
|
8. Cohesión social y participación
|
Percepción sobre funcionamiento de la democracia, seguridad laboral, confianza social,
posición social percibida.
|
Unidad de registro: el niño entre 3 y 7 años
|
1. Educación
|
Percepción de la calidad de la institución educativa.
|
2. Seguridad
|
Percepción de seguridad/inseguridad en el hogar, en el barrio, en la ciudad. Conformidad
con el barrio.
|
3. Participación
|
Actividades en las que participa, grado de satisfacción.
|
4. Salud
|
Percepción del estado de salud.
|
|
Medidas directas o indirectas (Carné de salud) del crecimiento.
|
Medidas directas (niño) o indirectas (preguntas a adultos) del desarrollo infantil.
|
El cuestionario se complementa con la medición del crecimiento infantil a través de
datos antropométricos del niño (peso/edad, longitud-talla/edad y relación peso/talla)
y la medición directa (a través de cuestionarios a adultos referentes) o indirecta
(a través de la observación del niño) del desarrollo infantil.
Dentro de las características y alcances del SINADIBI destacamos que, además de abarcar
dimensiones que tradicionalmente no han sido abordadas integradamente, está diseñado
para niños de 0 a 7 años, con la intención de ampliarse hasta la adolescencia, es
de bajo costo, accesible y puede ser empleado por técnicos no especializados pero
sí entrenados en su uso. Uno de sus aspectos innovadores es el incluir la perspectiva
y opinión de los propios niños en algunas de las dimensiones analizadas, a partir
de los 3 años.
Permite realizar análisis comparado en la medida que incluye indicadores contenidos
en otros instrumentos nacionales e internacionales. Por ejemplo, es posible construir,
a partir del SINADIBI indicadores de privación infantil siguiendo los lineamientos
del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Tuñon 2015) o de Cohesión Social siguiendo criterios de la CEPAL (CEPAL 2007).
Asimismo, la medición integral del fenómeno del desarrollo humano en la infancia temprana
no solo permite una aproximación a indicadores de resultados y de procesos, sino que
de modo adicional se pueden estimar y analizar las desigualdades sociales, sociorresidenciales
y sociodemográficas. Ello no suele ser posible cuando se apela a registros administrativos
e incluso a otras grandes encuestas o censos nacionales.
Un grupo de indicadores de interés en este instrumento, que tradicionalmente se ha
manejado de manera separada del conjunto de indicadores del bienestar infantil, es
el de la percepción de cohesión social (CS) por parte de las familias a las que pertenecen
los niños, es decir, el grado en que las personas experimentan un sentido de pertenencia social (en diversas
escalas), confían en los demás (confianza horizontal), reconocen la legitimidad de
la sociedad y confían en sus instituciones (Barba Solano 2011, 71). La cs habla entonces de los distintos principios que permiten la integración social;
en términos metafóricos podría decirse que la cohesión adjetiva a la integración social (Alpert 1986, 217, citado pot Barba Solano 2011, 71). Dentro de los indicadores de cohesión social incluidos en esta herramienta, se
encuentra la percepción del posicionamiento y de la capacidad de movilidad social
por parte de las familias a las que pertenecen los niños así como la configuración
de procesos de integración y exclusión social medidos en términos de discriminación
o aceptación de distintos sectores de la sociedad por parte de las familias de los
niños, lo que permite identificar cuál es la población aceptada o estigmatizada por
el grupo estudiado. Este conjunto de factores, sin duda, también condicionan e influyen
en la calidad de vida actual y futura de los niños y en su posición social y cultural,
tanto como lo hacen su acceso a la educación, a la salud, entre otras cuestiones.
Es decir que, a partir de SINADIBI, no solo se puede realizar un análisis en términos
de desigualdades sociales sobre la base de atributos de los hogares que son extensibles
a todos sus miembros (clima educativo, acceso a bienes y servicios, lugar de residencia,
entre otros), sino que de modo adicional se cuenta con la posibilidad de realizar
análisis de desigualdad en términos de aspectos subjetivos de los adultos de referencia
del niño, y en relación con aspectos de tipo estructurales y objetivos.
Algunas cuestiones sobre la inclusión de la opinión de los niños
Recientemente se ha incorporado en la medición del bienestar de la infancia el denominado
“bienestar subjetivo infantil”, entendido como el conjunto de percepciones, evaluaciones
y aspiraciones de los niños y las niñas acerca de sus propias vidas (UNICEF España 2012). Esta noción, que ha sido eje de investigaciones internacionales, se ha relacionado
con la percepción de “sentirse bien”, “disfrutar”, “estar contento”, “sentirse seguro”
y se ha asociado a constructos como la felicidad, la satisfacción con la vida, la
satisfacción con distintos ámbitos de la vida.
La Convención de Derechos de Infancia (ONU 1989) establece, como uno de sus principios fundamentales, que la opinión de los niños
debe ser tomada en cuenta en todos aquellos aspectos que les atañen, lo que ha sido
concebido en términos de participación infantil. Sin duda, los niños pueden y deben
ser informantes clave a la hora de analizar su bienestar y de informar y orientar
las políticas públicas sobre aquello que les afecta directa o indirectamente. A pesar
de ello, la mayoría de las medidas de bienestar infantil se apoyan en opiniones y
percepciones de los adultos pero no incorporan la perspectiva de los niños, bajo el
argumento de problemas en la confiabilidad y validez de los datos.
Si bien en el campo de la psicología la consideración directa de los niños es una
práctica de larga data, empleada por ejemplo para evaluar su desarrollo, su uso en
el campo de las ciencias sociales ha sido polémico y debatido. De hecho, la elaboración
de indicadores sociales e índices de bienestar que contemplen su opinión es muy reciente,
con la limitación, además, de que estos generalmente incluyen solo a población escolar
o adolescente (Torney y Brice 1979; Melton 1980, 1983; Melton y Limber 1992; Ochaita, Espinosa y Grediaga 1994, Bradshaw et al. 2006; UNICEF-Innocenti 2007, Biggeri et al. 2006), dejando de lado por ahora a los más pequeños por las propias dificultades que implica
la operacionalización de una medida de este tipo. Sin embargo, tal como lo señala
Lansdown (2005), la capacidad de expresión de los niños existe desde el nacimiento aunque las formas
en que lo hacen varían según la edad y momentos del desarrollo, de modo que el desafío
es cómo capturar de manera objetiva dichas expresiones.
Diversos investigadores señalan que la incorporación de la opinión de los niños ha
permitido mostrar los sesgos que puede tener la visión de los adultos sobre determinada
situación que los afecta, por lo que promueven su inclusión en las medidas de bienestar
infantil. Igualmente han señalado la importancia de analizar los datos cuidadosamente
y de tomar en consideración el denominado sesgo del optimismo vital, que hace que en general los niveles de satisfacción percibida tiendan a ser altos,
por lo cual su distribución no suele seguir una curva de normalidad estadística (campana
de Gauss), independientemente de las condiciones sociodemográficas (UNICEF 2010; UNICEF España 2012).
Entre las recomendaciones sobre esta cuestión (Casas 2012) se destaca la inclusión de determinados indicadores psicosociales (indicadores subjetivos),
como, por ejemplo: a) opiniones infantiles sobre temas que les afectan de su vida
ciudadana; b) evaluaciones con ámbitos de sus vidas; c) satisfacción con los servicios
que reciben; d) percepciones sobre sus derechos; e) valores que priorizan; f) actitudes
y confianza hacia los adultos y las instituciones sociales.
Contemplando estas consideraciones, el SINADIBI incorpora la perspectiva de los propios
niños en varias dimensiones de análisis a través de recursos gráficos y preguntas
de fácil comprensión, adaptadas a las edades a las que va dirigido el cuestionario.
Algunos resultados de la aplicación del SINADIBI en el estudio del impacto de la fragmentación
territorial y social en el crecimiento, desarrollo y bienestar infantil
En 2015 se realizó un testeo de la herramienta en la ciudad de Maldonado, en un trabajo
conjunto del CIIP con Facultad de Psicología y el Centro Universitario de la Región
Este (cure), de la Universidad de la República, con una muestra originalmente aleatoria
de niños de 0 a 7 años que asistían a centros educativos de gestión privada de esa
ciudad. Al mismo tiempo se inició un trabajo de elaboración de un sistema de información
integral de la infancia con base en la Facultad de Ciencias Sociales.
En 2016 se diseñó y ejecutó el proyecto “Explorando el vínculo entre pobreza, fragmentación
social y bienestar infantil en la ciudad de Montevideo”,3 que permitió aplicar el instrumento como recurso metodológico para la recolección
de información relacionada con el bienestar infantil.
El proyecto parte de la constatación que los cambios en los modelos productivos y
de desarrollo, además de producir grandes desigualdades socioeconómicas, han impactado
en los procesos de urbanización latinoamericana, generando segmentación social y una
distribución territorial diferenciada y desigual en los niveles de vida, calidad ambiental
y accesibilidad a los servicios. (Veiga 2010; Albagli 2008; Santos 1996). En el caso de Uruguay, estos señalamientos se evidencian claramente cuando se analiza,
por ejemplo, el Mapa de Montevideo y la distribución de su población según niveles de pobreza o de necesidades
básicas insatisfechas (NBI), observándose cómo algunas zonas periféricas tienen alta
concentración de población con NBI mientras en la costa de la capital los niveles
de pobreza o NBI se reducen a sus valores mínimos (Veiga y otros 2008, 2010; Bervejillo y Lombardi 1999; MVOTMA 2007). De acuerdo con los trabajos de Veiga y otros (2008, 2010) la desigualdad social entre los dos extremos de la población urbana no se produce
de manera dual, sino fragmentada; mientras las clases bajas continúan emigrando a
la periferia de la ciudad, los sectores medios se han distribuido en todas las zonas
urbanas en tanto los sectores más aventajados se concentran en la Costa este, llegando
a representar el 51% de la población en dichos barrios en el 2009.
Esta segmentación y fragmentación social y territorial trae consecuencias que afectan
especialmente a los sectores más pobres, quienes se ven sometidos a mecanismos y formas
de exclusión que implican una reducción de la interacción entre grupos o estratos
socioeconómicos distintos y una disminución de sus oportunidades para incorporar y
movilizar activos que les permitan superar la pobreza y elevar su bienestar y calidad
de vida (CEPAL 2003, Prieto 2008, Ballester Brage y Vecina Merchante 2011; Veiga 2010).
Dentro de los sectores más afectados por la pobreza, la segmentación y la fragmentación
social, se encuentran los niños, quienes sufren el impacto de estos procesos con particular
fuerza, en un momento de alta relevancia para su crecimiento y desarrollo. Al igual
que ocurre en la región, este escenario urbano afecta especialmente a la infancia,
por el impacto combinado de desigualdades determinadas por la pertenencia a determinados
grupos de edad, la situación de ingresos de los hogares, acceso a servicios básicos,
ubicación territorial, pertenencia étnica, el sistema sexo-género, entre otros factores
que pueden interactuar impidiendo el ejercicio de sus derechos económicos, sociales
y culturales (CEPAL, 2009). Analizado por barrios montevideanos, se observa claramente cómo los barrios con
más concentración de pobreza (medida por NBI de los hogares) son los que tienen mayor
concentración de niños pobres (según NBI). De esta manera, la concentración de niños
con NBI podría ser empleado como un indicador proxy del grado de fragmentación territorial,
concebido en términos de niveles de homogeneidad-heterogeneidad en la composición
social de las zonas de residencia.
Algunos datos de este fenómeno en Montevideo muestran claramente cómo los niños más
pobres se concentran en la periferia de la ciudad y cómo la estructura y los resultados
escolares cambian también según las zonas de la capital que se analicen (Tablas 1 y 2). Igualmente se han encontrado diferencias territoriales claras en relación a otros
indicadores como la mortalidad infantil.
Tabla 1
Hogares según clima educativo.
Zonas
|
Bajo %
|
Medio %
|
Alto %
|
Total
|
Total hogares particulares
|
Total personas
|
CCZ 1
|
10.1
|
24.9
|
64.9
|
100.0
|
22,064
|
46,361
|
CCZ 2
|
4.9
|
24.6
|
70.4
|
100.0
|
47,645
|
101,225
|
CCZ 3
|
12.0
|
35.6
|
52.3
|
100.0
|
33,043
|
82,244
|
CCZ 4
|
6.5
|
19.9
|
73.6
|
100.0
|
16,002
|
37,643
|
CCZ 5
|
3.7
|
15.6
|
80.7
|
100.0
|
54,194
|
121,876
|
CCZ 6
|
21.9
|
39.1
|
39.0
|
100.0
|
22,455
|
59,030
|
CCZ 7
|
3.7
|
19.5
|
76.8
|
100.0
|
20,441
|
51,016
|
CCZ 8
|
14.3
|
26.2
|
59.5
|
100.0
|
14,222
|
43,349
|
CCZ 9
|
48.2
|
39.9
|
11.8
|
100.0
|
54,301
|
168,877
|
CCZ 10
|
53.3
|
8.0
|
8.3
|
100.0
|
14,678
|
45,944
|
CCZ 11
|
44.2
|
38.3
|
17.6
|
100.0
|
45,042
|
135,269
|
CCZ 12
|
39.7
|
36.4
|
23.9
|
100.0
|
18,519
|
57,975
|
CCZ 13
|
35.2
|
40.6
|
24.2
|
100.0
|
32,102
|
93,327
|
CCZ 14
|
35.7
|
44.5
|
18.0
|
100.0
|
28,800
|
83,112
|
CCZ 15
|
10.3
|
35.9
|
53.8
|
100.0
|
11,087
|
29.091
|
CCZ 16
|
10.1
|
32.2
|
57.7
|
100.0
|
14,372
|
37,617
|
CCZ 17
|
54.3
|
36.3
|
9.4
|
100.0
|
25,634
|
83,131
|
CCZ 18
|
45.9
|
42.3
|
11.8
|
100.0
|
12,497
|
41,668
|
Montevideo
|
28.8
|
33.6
|
37.6
|
100.0
|
487,098
|
1,318,755
|
Tabla 2
Años promedio de educación y rezago escolar.
Zonas
|
Rezago escolar
|
Años promedio de educación
|
CCZ 1
|
1.8
|
13.4
|
CCZ 2
|
4.6
|
14.0
|
CCZ 3
|
3.5
|
12.7
|
CCZ 4
|
0.9
|
14.2
|
CCZ 5
|
1.9
|
15.0
|
CCZ 6
|
11.2
|
11.8
|
CCZ 7
|
2.8
|
14.5
|
CCZ 8
|
7.6
|
13.0
|
CCZ 9
|
17.7
|
9.1
|
CCZ 10
|
16.7
|
8.9
|
CCZ 11
|
19.2
|
9.8
|
CCZ 12
|
18.1
|
10.0
|
CCZ 13
|
15.9
|
10.3
|
CCZ 14
|
16.8
|
9.9
|
CCZ 15
|
6.2
|
12.6
|
CCZ 16
|
9.8
|
13.2
|
CCZ 17
|
22.5
|
8.9
|
CCZ 18
|
17.8
|
9.2
|
Montevideo
|
13.7
|
11.5
|
La literatura internacional hace referencia al beneficio que vivir en áreas de mayor
intercambio social supone para el desarrollo y bienestar infantil de niños de familias
pobres (Coleman 1966; Rama 1990; Maurin 2004, 48; Rich Harris 2003). En este sentido, si bien existen estudios nacionales sobre diferencias territoriales
de necesidades básicas insatisfechas en la infancia (Calvo 2013), no se encuentran trabajos que analicen específicamente cuál es el impacto del grado
de segmentación y fragmentación territorial en el bienestar integral de niños de hogares
económicamente pobres. El presente estudio intenta aproximarse a este fenómeno comparando
el crecimiento, desarrollo y bienestar infantil de niños pobres que viven en zonas
con diferentes niveles de fragmentación social.
A partir de estos fenómenos cabe preguntarse:
A ¿Es lo mismo ser niño de un hogar económicamente pobre en el contexto de espacios
sociorresidenciales socialmente heterogéneos que en el marco de espacios homogéneos
en términos de su vulnerabilidad social y privaciones?
B ¿Qué diferencias genera la integración territorial con otros estratos sociales en
el acceso a los derechos de educación, desarrollo y bienestar integral, en la percepción
del cuidador en relación con los sistemas de apoyo sanitarios y educativos, en las
prácticas de crianza, recursos barriales y ambientales y cohesión social?
Metodología: Se empleó un diseño observacional, transversal con un muestreo estratificado, con
selección de las unidades por conveniencia. La estratificación se hizo con base en
los datos disponibles sobre distribución de NBI según barrios, adaptada para niños
menores de 6 años, lo que obligó a restringir la unidad de análisis a esta franja
etaria. La selección de los estratos se justifica por el criterio de “división” de
la ciudad de Montevideo a través del índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI)
elaborado a partir de los resultados del Censo 2011 (Calvo; 2013 ) y adaptado para niños de 0 a 5 años. Así se obtiene que la ciudad de Montevideo
se encuentra fuertemente segmentada en términos geográfico-económicos tanto para población
general como para menores de 6 años. En este sentido se puede justificar la selección
de los estratos a partir de la selección geográfica de barrios a través de criterios
de NBI. Como se señaló antes, en el análisis de Montevideo se observa que mientras
que un conjunto de barrios ubicados en su mayoría en la periferia montevideana presentan
altos valores de población con carencias críticas (entre 40% y 60% del total de su
población), todos los barrios de la costa este del departamento presentan valores
muy bajos (inferiores a 14%), lo cual evidencia una distribución territorial polarizada
de las NBI.
La selección de las unidades se realizó de forma aleatoria (a través de un muestreo
aleatorio simple (MAS)) dentro de los estratos.
Empleando como variable proxy de fragmentación territorial el porcentaje de niños con NBI por zonas de Montevideo,
la muestra estuvo compuesta de 60 niños de hogares pobres procedentes de barrios con
60 a 70% de niños con NBI (grupo Barrio 2) y 60 niños de hogares pobres de barrios
con 30 a 40% de niños con NBI (grupo Barrio 1). Los niños se distribuyeron en cuotas
equivalentes por edades de 20 cada una. Se seleccionó un niño por hogar. Para medir
el nivel de pobreza de los hogares se empleó una estimación del ingreso familiar,
siendo seleccionados aquellos niños cuyo ingreso familiar se encontrara por debajo
de la línea de pobreza y por encima de la línea de indigencia. Ambas líneas se estimaron
siguiendo los criterios recomendados por el Instituto Nacional de Estadística, tomando
en cuenta el número de integrantes del hogar, el valor de la canasta básica alimentaria
per cápita y un coeficiente asimilable al gasto per cápita no alimentario (INE 2016, 17 y 18).
Para medir el crecimiento infantil se emplearon medidas antropométricas relevadas
del carné de salud del niño y para su análisis se usaron las curvas de crecimiento
según patrón de referencia de la OMS (2006); para el desarrollo infantil se utilizó un método de observación indirecta, el DIEH4 (Bedregal 2015) que interroga a los padres o cuidadores principales, y para el bienestar
psicosocial el SINADIBI, que fue aplicado a alguno de los padres o cuidador principal
y al niño. Se entiende por cuidador principal a la persona que habitualmente está
a cargo del cuidado del niño, que decide y realiza las acciones en relación con el
desarrollo, salud y educación de los niños dentro del hogar.
Algunos resultados preliminares
En este trabajo se presentan los resultados preliminares de algunos indicadores incluidos
en la encuesta. Si bien los dos grupos estudiados pertenecen a sectores de pobreza
medida por ingresos y no hay diferencias estadísticamente significativas desde el
punto de vista de los ingresos familiares, los resultados muestran, tal como ilustra
la Tabla 3, que los niños procedentes de hogares que residen en barrios con mayor fragmentación
territorial (Barrio 2) presentan mayores privaciones en términos de acceso a condiciones
de vida y a servicios asociados. Con respecto a indicadores de equipamiento de la
casa no incluidos en la medición de NBI (menor disponibilidad de secarropas, horno
microoondas, aire acondicionado y acceso a internet funcionando), la situación resulta
más deficitaria en el grupo que reside en barrios de mayor concentración de pobreza.
También son mayores en este grupo los problemas ambientales a nivel barrial como inundación
de terrenos y calles, contaminación y quemas de basurales, pastizales y gomas.
Tabla 3
Características del acceso a bienes y servicios y satisfacción con el lugar de residencia
según barrios.
Indicadores
|
Categorías
|
Barrios agrupados
|
p |
Barrio 1
|
Barrio 2
|
n |
%
|
n |
%
|
Condiciones vivienda no incluidas en NBI
|
Escasa ventilación
|
No
|
53
|
22.3
|
46
|
76.7
|
0.093
|
Sí
|
7
|
11.7
|
14
|
23.3
|
Se inunda con la lluvia
|
No
|
52
|
86.7
|
44
|
73.3
|
0.068
|
Sí
|
8
|
13.3
|
16
|
26.7
|
Equipamiento no básico de la vivienda
|
Secarropas
|
Sí
|
8
|
13.3
|
7
|
5
|
NS
|
No
|
52
|
86.7
|
53
|
95
|
Horno de microondas
|
Sí
|
46
|
76.7
|
30
|
50
|
0,004
|
No
|
14
|
23.3
|
30
|
50
|
Aire acondicionado
|
Sí
|
19
|
31.7
|
12
|
20
|
NS
|
No
|
41
|
68.3
|
48
|
80
|
Acceso a Internet
|
Sí
|
51
|
85
|
34
|
56.7
|
0,001
|
No
|
9
|
15
|
26
|
43.3
|
Condiciones ambientales de zona residencia
|
Terrenos y calles inundadas
|
Sí
|
5
|
8.3
|
23
|
38.3
|
0.000
|
No
|
55
|
91.7
|
37
|
61.7
|
Terreno contaminado
|
Sí
|
4
|
6.7
|
11
|
18.3
|
0.050
|
No
|
56
|
93.3
|
49
|
81.7
|
Quema de basura, paztizales, gomas
|
Sí
|
6
|
10
|
23
|
38.3
|
0.000
|
No
|
54
|
90
|
37
|
61.7
|
Al menos un corte de luz en los últimos 6 meses
|
Sí
|
23
|
38.3
|
37
|
61.7
|
0.017
|
No
|
37
|
61.7
|
23
|
38.3
|
Acceso a servicios
|
Acceso a Comisaría
|
Menos de cinco
|
14
|
23.7
|
0
|
0
|
0,000
|
5 a 10
|
14
|
23.7
|
7
|
11.7
|
10
|
27
|
45.8
|
43
|
71.7
|
No hay
|
4
|
6.8
|
10
|
16.7
|
Acceso a jardín para menores de 3 años
|
Menos de cinco
|
33
|
57.9
|
14
|
24.7
|
0,000
|
5 a 10
|
19
|
33.3
|
19
|
32.8
|
10
|
3
|
5.3
|
17
|
29.3
|
No hay
|
2
|
3.5
|
8
|
13.8
|
Acceso a cajero automático (en cuadras)
|
Menos de cinco
|
17
|
28.8
|
8
|
13.3
|
0,000
|
5 a 10
|
14
|
23.7
|
26
|
43.3
|
10
|
23
|
39
|
24
|
40
|
No hay
|
5
|
8.5
|
2
|
3.3
|
Satisfacción con el ligar de residencia
|
Percepción sobre el barrio
|
Satisfecho
|
56
|
97
|
46
|
79
|
0,004
|
Insatisfecho
|
2
|
3
|
12
|
21
|
Igualmente se observa menor accesibilidad a servicios de seguridad (comisarías) o
educativos para primera infancia (0 a 3 años). Si bien la asistencia a servicios educativos
es similar en ambos grupos, la accesibilidad a los mismos es diferente según la zona
de residencia. Cerca del 43% de los hogares que viven en zonas de mayor homogeneidad
social en desventaja disponen de estos servicios a más de 10 cuadras o no los tienen
mientras que esto solo ocurre en el 9% de los hogares que residen en barrios con menor
fragmentación socioterritorial.
En cuanto a la percepción de conformidad con el barrio de residencia, los adultos
referentes difieren en los dos grupos estudiados, siendo mayor la insatisfacción entre
los hogares de los niños de zonas de mayor fragmentación social (Tabla 3).
No se encontraron diferencias significativas en varios indicadores de cohesión social.
Los adultos referentes o cuidadores principales en ambos grupos comparten la percepción
sobre su movilidad social ascendente o descendente con respecto a sus propios padres
y a la que tendrán sus hijos en el futuro con respecto a ellos (“Imagínese una escala
de 10 lugares, en que en el 1 se ubican las personas más pobres y en el 10 se ubican
las más ricas… ¿Dónde se ubicaría Ud., dónde ubicaría a sus padres y dónde a sus hijos
en el futuro?”). Es interesante que ninguno de los niños conviva con adultos referentes
que se perciban a sí mismos en una mejor posición económica que sus propios padres
(abuelos del niño) y cerca de un tercio en ambos grupos percibe estar peor. En cambio
más de la mitad de los padres o adultos referentes entrevistados en ambos grupos aspira
a que sus hijos estén mejor que ellos y ninguno se imagina que sus hijos estarán en
una peor condición (lo que es probablemente una expresión de deseo respecto al futuro
social de sus hijos) (Figura 2).
Figura 2
Percepción de movilidad social de los padres/cuidador principal con respecto a sus
propios padres y a sus hijos (% hogares)
Fuente: Elaboración propia, 2017.
Uruguay tiene poca experiencia en el uso de la medición de la seguridad alimentaria
y nutricional (san) de los hogares a través de la Escala Latinoamericana y Caribeña
de Seguridad Alimentaria (ELCSA) (Comité Científico de la ELCSA-FAO 2012), la cual mide la percepción de los hogares sobre su situación de san. En el caso
de la Encuesta Alimentación y Bienestar realizada por el Núcleo Interdisciplinario
Alimentación y Bienestar de la UDELAR-INDA en 2014 (UDELAR, INDA 2015), aplicada a hogares de Montevideo y área metropolitana, se observó que para el total
de hogares, el 60.9 % presentó seguridad alimentaria, el resto se distribuyó entre
un 24.7% para INSAN leve, 7.3% para INSAN moderada y 7.1% para INSAN grave. Se destacó
en este estudio que la prevalencia de inseguridad alimentaria fue mayor en los hogares
integrados por adultos y menores de 18 años, lo que mostraba que la INSAN era mucho
más prevalente en hogares con menores a su cargo.
El otro estudio corresponde a la Primera Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil
y Salud (ENDIS), relevada en los años 2012 y 2013, la cual mostró que el 57% de los
hogares con niños menores de 4 años se encontraba en situación de seguridad alimentaria,
mientras que el 28% presenta inseguridad leve, el 9% inseguridad moderada y el 4.3%
inseguridad grave.5 (UDELAR, INE, UCC-MIDES 2015).
El presente estudio muestra con datos más actualizados, que los niños que viven en
barrios de mayor fragmentación territorial pertenecen a hogares con mayor niveles
de inseguridad alimentaria, alcanzando cifras de 63.7%, mientras que en los hogares
de territorios con menor fragmentación social la INSAN alcanza al 38.3 % (similar
a la observada en población general en los dos estudios anteriores). Para ambos grupos
la INSAN está concentrada en la categoría leve, pero al observar la categoría más
grave de inseguridad, la prevalencia en los hogares de niños que residen en zonas
de mayor fragmentación es el doble que en el otro grupo (Tabla 4)
Tabla 4
Niveles de seguridad alimentaria según barrios.
Indicadores
|
Categorías
|
Barrios agrupados
|
p |
Barrio 1
|
Barrio 2
|
n |
% |
n |
% |
Seguridad alimentaria según ELCSA
|
Seguro
|
37
|
61.7
|
21
|
36.2
|
0.04
|
Inseguridad leve
|
17
|
28.3
|
25
|
43.1
|
Inseguridad moderada
|
5
|
8.3
|
10
|
17.2
|
Inseguridad severa
|
1
|
1.7
|
2
|
3.4
|
Si bien los estudios no son comparables, las cifras obtenidas por el CIIP muestran
que el problema del hambre no ha sido aún resuelto, se agudiza en la pobreza y se
convierte en un gran desafío para Uruguay de cara a los próximos años.
Los datos preliminares de este estudio analizados hasta el momento confirman la hipótesis
acerca de que, aún en las mismas condiciones de pobreza medida por ingresos, el grado
de fragmentación territorial afecta diversos aspectos relacionados con los niveles
de vida, calidad ambiental y accesibilidad a los servicios por parte de los niños
y sus familias, reduciendo las oportunidades para incorporar y movilizar activos que
contribuyan a superar la pobreza y elevar el bienestar y calidad de vida.
A modo de cierre
Existe amplio consenso en la necesidad de promover el bienestar de la infancia, con
suficiente evidencia de los costos individuales y sociales atribuibles a su postergación.
Uruguay ha hecho esfuerzos para profundizar en políticas públicas especialmente orientadas
a la población infantil, lo que a su vez plantea la urgente necesidad de medir su
impacto y analizar en qué medida estos se traducen en avances en la protección y promoción
del bienestar de dicha población. La medición del bienestar infantil es un área de
estudio relativamente nueva, de gran complejidad, con muchas definiciones sobre cuáles
son sus principales dimensiones y sus formas de operacionalizarlas. La propuesta de
desarrollo de una herramienta de medición multidimensional del crecimiento, desarrollo
y bienestar de la infancia realizada por el Centro Interdisciplinario de Infancia
y Pobreza aspira contribuir a cubrir un “vacío” que tienen los Estados de la región
en términos de garantizar el seguimiento, monitoreo y evaluación de las políticas
públicas destinadas a la protección de los derechos de las niñas y los niños. Al mismo
tiempo se trata de aportar, desde la investigación académica, a la construcción de
estadísticas públicas, confiables, y sostenidas en el tiempo, que sirvan para rendición
de cuentas a la ciudadanía y para orientar hacia un uso efectivo de la inversión pública.
El desafío es que esta herramienta se integre a un sistema único nacional de evaluación
del estado de la infancia en Uruguay, aplicado de manera periódica y continua y que
pueda ser ampliado progresivamente a otros grupos etarios, integrando siempre la opinión
de los niños como fuente de información. Por otra parte, se aspira a aplicarlo en
el marco de propuestas colaborativas a nivel regional, ofreciendo una mirada más amplia
y comparada de la situación de la infancia en América Latina.