El cambio climático como problema complejo y los servicios climáticos
El cambio climático, entre otros problemas globales, ha puesto de manifiesto la necesidad
de integrar varias miradas en el análisis de sistemas complejos (García, 2006), lo cual ha permitido la elaboración de servicios climáticos con aplicaciones concretas
(por ejemplo, en el sector salud, energía, agropecuario). Sin embargo, la utilización
de información climática disponible no está de acuerdo con el ritmo con que es producida
ni con su expectativa de uso (Baethgen et al. 2009). Algunas razones que explican este hecho son: conflictos relacionados con la escala
temporal y espacial a las que son elaborados los productos climáticos y las necesidades
de los usuarios; la dificultad de los usuarios para procesar información de tipo probabilístico;
problemas de incertidumbre en las perspectivas climáticas; y la forma en que es concebida
la pertinencia social de la ciencia y las aplicaciones de la investigación científica
(Cruz 2015).
Dentro de las posibilidades actuales de la ciencia en general y de los grupos académicos
en particular, se encuentra apropiado contribuir a levantar cada una de las limitantes
mencionadas, en el sentido que dejen de ser obstáculos para la adopción y aplicación
exitosa de servicios y/o productos climáticos. Consideramos servicio climático al
proceso que incluye la generación, traducción, diseminación/transferencia y el uso/aplicación
de conocimiento climático en la toma de decisiones, la elaboración de políticas y
la planificación (CSP 2011).
El Centro Interdisciplinario de Respuesta al Cambio y a la Variabilidad Climática
(CIRCVC), creado en 2009 en el ámbito del Espacio Interdisciplinario de la Universidad
de la República, se ha propuesto abordar la problemática asociada con el cambio y
variabilidad climática desde el aporte de varias disciplinas. Está integrado por docentes
del área social (antropología, economía, gestión, normativa y relaciones internacionales),
docentes del área agraria (producción animal y vegetal, sistemas de producción, agrometeorología),
docentes del área tecnológica (ingeniería) y de las ciencias básicas (física, geografía,
biología). Los objetivos fundamentales del CIRCVC definidos por Picasso et al. (2013) son: i) aportar fundamentos académicos a la elaboración de una estrategia nacional
para responder al cambio y variabilidad climática en sistemas naturales, sociales
y productivos, y, ii) crear conocimiento interdisciplinario pertinente a la problemática
del cambio y variabilidad climática, con base en la articulación e integración de
las disciplinas que actualmente están representadas en el Centro y aquéllas que puedan
integrarse más adelante.
El trabajo realizado en estos años ha permitido avanzar en una visión integral de
los problemas abordados, intentando aumentar el alcance de nuestras interpretaciones
y explicaciones. El proceso de creación y aplicación de conocimientos requiere reflexión
individual y colectiva, y traducir ese proceso en productos concretos (recomendaciones,
cursos, publicaciones, etc.) ha implicado reunir las capacidades superando barreras
disciplinarias y restricciones de agenda; la creación de conocimiento interdisciplinario
requiere más tiempo que la del conocimiento disciplinario.
Vínculo con organismos gubernamentales y actores de la sociedad civil
Dada la complejidad de la temática que aborda el CIRCVC, ha resultado muy relevante
la articulación con actores tomadores de decisión, principalmente del ámbito público.
En este sentido se puede destacar el trabajo conjunto con el Sistema Nacional de Respuesta
al Cambio Climático (SRNCC) y con el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca
de Uruguay (MGAP) a través de la Unidad de Cambio Climático (UCC-MGAP), la Oficina
de Planeamiento de Políticas Públicas (OPYPA-MGAP) y el Sistema Nacional de Información
Agropecuaria (SNIA-MGAP).
El diálogo iniciado tempranamente con el SNRCC, que también estaba comenzando su propio
proceso de consolidación, ha sido fructífero y ha favorecido el crecimiento del CIRCVC:
en ese marco se concretó un acuerdo de trabajo destinado a poner a disposición y actualizar
la base de datos Proyectos, personas y publicaciones sobre cambio y variabilidad climática en Uruguay, realizado por tres jóvenes investigadores del Centro (García et al. 2013). El objetivo fue generar una base de datos nacional que centralice y sistematice
la información sobre variabilidad y cambio climático en Uruguay. También hemos participado
en diferentes grupos de trabajo del SRNCC, en particular el Grupo de Indicadores de
Vulnerabilidad Social a la Variabilidad y el Cambio Climático (SRNCC 2014), que produjo
un documento presentado con motivo de los 5 años del SRNCC.
Por otro lado, la UCC-MGAP, con el apoyo de FAO, implementó el proyecto “Nuevas políticas
para la adaptación del sector agropecuario al cambio climático en Uruguay” (noviembre
2010-marzo 2013) con el objetivo de contribuir a reducir la vulnerabilidad y construir
resiliencia de los agro-ecosistemas uruguayos a los efectos del cambio climático sin
comprometer el desarrollo potencial del país. El estudio “Sensibilidad y capacidad
adaptativa de agroecosistemas” fue coordinado por el CIRCVC y el equipo interdisciplinario
de trabajo estuvo integrado por investigadores de las Facultades de Agronomía, Ciencias
Sociales, Humanidades y Ciencias de la Educación, así como de otras organizaciones:
el Instituto Plan Agropecuario (IPA) y el Centro de Investigaciones Económicas (CINVE).
Se elaboró un informe final producto del trabajo de cada grupo, que incluyó, además,
mensajes clave que debían ir resaltados en el material a divulgar dirigido a los tomadores
de decisión (MGAP-FAO 2013). En los primeros meses del año 2013 se presentaron los resultados por rubro a técnicos
y productores, con el objetivo de dar a conocer el trabajo realizado y a su vez recibir
retroalimentación por parte de los propios actores (agricultura en el departamento
de Paysandú; lechería en el departamento de San José; ganadería en el departamento
de Tacuarembó, y, fruticultura en el departamento de Canelones).
EL CIRCVC se encuentra participando también en el Grupo Interinstitucional del SNIA-MGAP,
que trabaja en la construcción de un sistema de “Alerta climática temprana para la
ganadería”. Se han realizado varios seminarios con el objetivo de actualizar y socializar
los avances en el conocimiento sobre herramientas, indicadores y metodologías vinculadas
con el tema. Se parte de la base de que hay muchos productos/herramientas ya disponibles
y otras en procesos de desarrollo, así como avances importantes que pueden contribuir
en las medidas de alerta, sobre todo de sequías.
Todas estas instancias han conducido a una reflexión del CIRCVC sobre su propia práctica
en esta interacción con investigadores y tomadores de decisión a nivel de política
pública, que se tradujo en la publicación Centro Interdisciplinario de Respuesta al Cambio y a la Variabilidad Climática: vínculos
ciencia-política y ciencia-sociedad (2014).
En esta publicación, se describen los desafíos que enfrentan los investigadores relacionados
con temas de variabilidad y cambio climático, en el desarrollo de productos a partir
de datos científicos pertinentes para las decisiones y necesidades de política. Se
incluyen también reflexiones sobre la manera en que se puede desarrollar conocimiento
relevante sobre una problemática determinada, en nuestro caso la variabilidad y el
cambio climático, para contribuir con la toma de decisiones de responsables políticos
a distintos niveles de decisión (regionales, nacionales, internacionales). Los investigadores
pueden trabajar para proporcionar datos a diferentes escalas temporales y espaciales,
pero si no son conscientes de las necesidades de los responsables de tomar decisiones
o no entienden los desafíos que se enfrentan, es posible que estas acciones no sean
tan eficaces como podría esperarse.
El trabajo que se presenta a continuación sigue esta línea, compartiendo aprendizajes
y reflexiones que pueden mejorar la comunicación de dos vías entre los investigadores
y los tomadores de decisiones para construir un diálogo más eficaz, con énfasis en
la aplicación de conocimiento climático en el sector agropecuario.
La incorporación de conocimiento climático en la interfaz ciencia-política
Redes adaptativas y aprendizaje social multinivel
Como la producción de información climática no es suficiente para la toma de decisiones,
se requiere avanzar en la apropiación de la ciencia por parte de la sociedad. Resulta
importante, por lo tanto, la comunicación entre científicos, decisores y legos que
permita articulaciones y ajustes de los resultados, traducción de la información en
impactos y pautas de acción viables, así como la exploración de nuevas formas institucionales
(Hidalgo y Natenzon 2014). Estos aspectos se vinculan con la demanda de la participación pública en las decisiones
políticas de dos maneras: contribuir a las decisiones políticas en las que la ciencia
desempeña un papel contribuyente (por ejemplo, la gestión de los recursos naturales)
y en las decisiones sobre prioridades y agendas de investigación científica.
El “flujo” de conocimiento desde la academia se suele analizar como un modelo lineal
por el simple hecho de que el conocimiento, los recursos y la información científica
fluyen de una sola manera: de la investigación básica a la investigación aplicada
y finalmente a la sociedad (Pielke y Byerly 1998). El modelo lineal representa erróneamente la compleja e interconectada relación
entre ciencia y sociedad, no vincula adecuadamente la sociedad con la ciencia (Agrawala et al. 2001; Pielke y Byerly, 1998), no llega a informar sobre la toma de decisiones e ignora interacciones importantes
a través de escalas espaciales y temporales (Cash y Moser 2000). La formulación e implementación de políticas es una actividad que usualmente genera
controversia y se desarrolla también de forma no lineal, donde las instituciones,
subjetividades, valores, intereses, relaciones de poder, así como el conocimiento,
desempeñan un rol. La ciencia es solo un elemento en este amplio marco de referencia
(Cáceres et al. 2016).
La creciente comprensión de la complejidad de los problemas ambientales y del papel
del hombre en la conformación del entorno global (Clark et al. 2004) ha aumentado la conciencia de que los sistemas científicos, sociales, económicos
y políticos están vinculados. Además, los valores sociales deben desempeñar un papel
en la toma de decisiones (Beierle 2002, French y Geldermann 2005). Las convenciones internacionales han contribuido a esta condición, como la Declaración
de Río en 1992, que reconoció la importancia de la participación pública (Chuenpagdee et al. 2004).
Al reconocer los desafíos institucionales para adaptarse a las nuevas “realidades
basadas en el conocimiento”, De la Mothe (2003) sugiere la necesidad de prestar mayor atención al aprendizaje institucional, las
redes y la adaptación. El enfoque del aprendizaje social aplicado al manejo de recursos
naturales intenta captar lo esencial de los procesos de aprendizaje social que ocurren
a varios niveles (Pahl Wostl et al. 2007). Tippett et al. (2005), afirman que “promover el aprendizaje social implica énfasis en el proceso de desarrollo
de opciones e involucrar a diferentes grupos de interés” y se relaciona con la capacidad
de los actores para manejar eficazmente, por ejemplo, recursos naturales. Un hilo
común a través de gran parte de la literatura es el mantenimiento del capital social
(Bourdieu 1980) como un proceso dinámico.
Desde una perspectiva de la gestión adaptativa, las políticas pueden ser analizadas
como experimentos y los resultados de los experimentos constituyen oportunidades para
aprender y mejorar las decisiones subsiguientes (Lee 1999). La gestión adaptativa es iterativa paso a paso en su enfoque de la toma de decisiones,
las políticas no son características permanentes, sino que representan oportunidades
para aprender y adaptar las políticas a la nueva información. Lemos y Morehouse (2005) describen un modelo De la coproducción de la política científica en la que el concepto de iteratividad es central. En este contexto, la iteratividad
refiere a la capacidad de mantener flujos de información y participación entre la
ciencia y los tomadores de decisiones de los sectores público y privado.
Un estudio reciente dirigido a estudiar la interfaz ciencia-política desde el abordaje
de las sequías en el sector de la ganadería en Uruguay como un caso de estudio (artículo
en revisión, proyecto iai-crn3106) analiza la evolución en el tiempo de algunos factores
que, solos o en interacción, han generado reacciones y aprendizajes a nivel de política
pública. Los ajustes realizados a nivel de política pública para las sequías, desde
el siglo pasado (sequías 1988/89, 1999/2000) al presente (sequías 2008/2009, 2015),
reflejan un proceso de adaptación que le ha permitido al país transitar un nuevo paradigma,
es decir, pasar de la gestión de desastres a la gestión de riesgos en el caso de las
sequías agronómicas en Uruguay. De este análisis, surge como positivo que además de
las mejoras en el monitoreo agroclimático y los ajustes para la declaración de emergencia
por sequía, también han ocurrido cambios en otras áreas, como cambios en la institucionalidad
y la investigación interdisciplinaria, que fortalecen el proceso de adaptación. Como
lo plantean Adger et al. (2009), el clima es sólo uno de muchos procesos inciertos que influyen en la sociedad y
sus actividades, lo que sugiere que la predicción del clima no debe ser la herramienta
central para guiar la adaptación a la variabilidad y el cambio climático.
¿Cómo pueden las organizaciones y grupos que necesitan información útil, tomar decisiones
sobre la selección y la implementación de las diversas alternativas a nivel de política
pública? La comprensión de cómo un problema se evalúa y resuelve a través del proceso
de decisión ayuda a iluminar aspectos importantes del contexto del problema y también
sirve para identificar maneras en que la toma de decisiones, y por lo tanto la formulación
de políticas, puede ser mejorada para producir soluciones viables al problema. Sin
embargo, como se explicó anteriormente, el proceso de toma de decisiones no es lineal.
En el estudio mencionado de las sequías agronómicas, el trabajo fue abordado intencionalmente
de forma interdisciplinaria y de coproducción de conocimiento, incluyendo las miradas
desde las distintas instituciones (los participantes son investigadores UDELAR y de
distintas universidades de la región, integrantes del MGAP e institutos técnicos de
organizaciones de transferencia). En este sentido, la recolección de información tanto
a partir de documentos, experiencia personal de trabajo en una institución por un
largo periodo, así como a partir de datos de campo de entrevistas a productores ganaderos,
nos permitió nivelar el conocimiento de cada participante y tener una comprensión
más integrada del problema. Este análisis sobre las sequías, permitió poner de manifiesto
el aprendizaje social realizado en un periodo de 30 años sobre la gestión de un evento
de origen climático que ha afectado históricamente la producción pecuaria.
Las nuevas líneas políticas que incluyen mayor participación social, así como el compromiso
político y académico con la adaptación a la variabilidad y el cambio climático han
generado circuitos de diálogo e intercambio a varios niveles.
La creación de grupos de trabajo interinstitucionales a iniciativa del MGAP (2014)
fue una estrategia que fomentó la interacción de varios actores sociales con la política.
Concretamente, el Grupo para el ajuste de Alertas Tempranas en la Ganadería (ya mencionado
anteriormente) fue uno de lo que más activamente se involucró. Varias redes han surgido
de esas reuniones, en las cuales se intercambiaban novedades sobre acciones políticas,
resultados de investigación, así como preocupaciones respecto a asuntos sin resolver.
Incluso, algunas de estas reuniones fueron realizadas en el Espacio Interdisciplinario
de UDELAR.
Pahl Wostl (2009) considera el cambio como un fenómeno social, donde el aprendizaje colectivo evoluciona
de una manera gradual y las redes informales desempeñan un papel crucial en los procesos
de aprendizaje colectivos. Puede decirse que el equipo que desarrolla el estudio sobre
las sequías conforma una de estas redes calificadas como informales o redes adaptativas.
Las redes adaptativas son grupos de personas que interactúan, procedentes de diferentes
partes de la sociedad, y desarrollan ideas que influyen en estas partes, en beneficio
del conjunto (Nooteboom 2006). Las ideas en diferentes sectores de la sociedad pueden evolucionar por separado,
pero si hay conexiones pueden influirse entre sí.
Otra contribución significativa del trabajo en redes es la mejora de las relaciones
entre científicos y tomadores de decisiones creando mayor capital social, a saber,
la confianza, el respeto y la cooperación entre las partes interesadas (Guston et al. 2000). El aumento de la calidad de una relación de confianza puede producir interacciones
más eficaces entre los científicos y los encargados de formular políticas.
Redes para representar las interacciones ciencia-política-sociedad
Para continuar el diálogo interdisciplinario y promover el aprendizaje social multinivel,
es necesaria la inclusión de otros actores de la sociedad (como las organizaciones
rurales) y acordar visiones estratégicas a largo plazo.
El concepto y la utilización de redes es compartido por varias ciencias (sociología,
ecología, biología) (Newman 2010), por lo que su aplicación se justifica más allá de la pertinencia metodológica para
el logro de un resultado, también puede constituirse en un punto de acercamiento metodológico
interdisciplinario (Borgatti et al. 2009). El análisis de redes sociales constituye una herramienta de descripción y análisis
de las relaciones de una comunidad y puede ser entendido a partir de su relación con
las teorías de la complejidad y habilitar interconexiones entre lo “micro” y lo “macro”
(Reynoso 2011). En el análisis de redes sociales el foco está puesto en las relaciones entre los
actores (individuos, instituciones, organizaciones), más que en las características
individuales de cada actor.
Como la disponibilidad y eficacia de los servicios climáticos para informar la toma
de decisiones está fuertemente asociada a la capacidad de implementar medidas de gestión
de riesgo climático, la comunicación y vínculo con los agentes de conocimiento climático
resulta fundamental (WMO 2015). Desde el CIRCVC, en el marco del mencionado proyecto IAI crn3106, se han tratado
de identificar y estudiar algunas redes de conocimiento asociadas a la problemática
de las sequías agronómicas en Uruguay. Para este estudio, se representó y analizó
la red social configurada a partir de entrevistas a representantes de instituciones
públicas de Uruguay relacionadas con el problema de las sequías (del gobierno y de
la academia), y del ámbito privado (organizaciones de productores ganaderos y productores
individuales). Se realizaron 19 entrevistas en total, distribuidas como sigue: cinco
a investigadores relacionados con investigación climática, meteorológica o agrometeorológica
de las facultades de Agronomía, Ciencias, Ingeniería (todas pertenecientes a la Universidad
de la República, UDELAR) y al Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA),
las cuales constituyen instituciones académicas de referencia nacional. Se entrevistó
también a un investigador del International Institute for Climate and Society (IRI,
de la Universidad de Columbia, EUA) por los vínculos académicos que ha desarrollado
IRI con INIA, MGAP y UDELAR. Otras cinco entrevistas fueron realizadas a representantes
institucionales de política pública uruguaya vinculados directamente con el problema
de las sequías agronómicas: MGAP e IPA, o, al clima: INUMET. Por último, se entrevistó
a nueve productores ganaderos de la región sureste de Uruguay (departamentos de Maldonado
y Rocha), de los cuales cuatro productores son también representantes de Cooperativas
o Sociedades de Fomento Rural. La relación entre actores e instituciones se identificó
a partir de las respuestas a la pregunta: “Cuando usted necesita tomar decisiones
durante una sequía, ¿a quiénes de la siguiente lista consultaría para obtener información?”
Se proporcionó una lista con el nombre de instituciones o agentes, solicitando que
se marcara a quienes consultaría (el formulario de opciones para esta pregunta se
presenta en el Anexo). De acuerdo con los requerimientos de la metodología, se confeccionó una matriz
cuadrada e idéntica (19 filas y 19 columnas, correspondientes al número de actores
entrevistados), adjudicando el valor 1 cuando existía relación con el agente mencionado
(de acuerdo con lo marcado en el listado de la entrevista) y 0 cuando no existía dicha
relación. Para el análisis se utilizó el software Ucinet v. 6.610 (Borgatti et al. 2002). Para la visualización de la red, el programa utiliza las distancias geodésicas
(la menor distancia entre dos puntos) entre los actores, asignando las ubicaciones
dentro de la red.
En las entrevistas se incluyeron también preguntas sobre la percepción de las sequías
y las informaciones que resultan relevantes en ese contexto. En la Figura 1 se presenta el gráfico de red obtenido.
Figura 1
Red social y subgrupos identificados en el relevamiento realizado en el marco del
proyecto IAI-CRN3106. Cada nodo del mismo color pertenece al mismo subgrupo. Las líneas
rosadas representan flujo bidireccional (o reciprocidad).
Fuente: Elaboración propia.
Algunas dimensiones que describen la estructura de una red social son su densidad,
el grado de reciprocidad de los vínculos y la existencia de subgrupos. En cuanto a
los actores, el grado de centralidad y de intermediación son indicadores que permiten
conocer el grado de acceso a la información (en este caso climática y de otros tipos)
de todos los actores incluidos en la red (Newman 2010). Estas dimensiones se analizan a continuación.
La densidad representa el grado de conectividad de toda la red, es la proporción entre
las conexiones existentes y las conexiones posibles, alcanzando el valor de 24% en
nuestra red. A su vez, la reciprocidad, que indica patrones de interacción bidireccionales,
alcanzó el 23.9% de los vínculos (conectores rosados en la Figura 1). Si bien los valores que alcanzan los indicadores de una red se consideran generalmente
en forma relativa (al compararse en el tiempo o con otras redes), podría decirse que
en nuestra red existe alguna fluidez en los intercambios (un cuarto de las relaciones
que se establecen son recíprocas) y una densidad media a baja.
El grado de centralidad es el número de actores (nodos) al cual un actor está directamente
unido. Elevados valores en este indicador podrían representar coaliciones disfuncionales
y jerarquizadas. El grado de centralidad se divide en los grados de “entrada” (de
información) o de “salida”, dependiendo de la dirección del flujo del conector (representado
con punta de flecha en las líneas de la red). En nuestro caso los valores mayores
de flujo de entrada (es decir, centrales como proveedores de información), fueron
INUMET, INIA y el Técnico Asesor (79%, 63% y 53%, respectivamente). No aparecieron
actores centrales buscando información (flujo de salida), los valores más altos correspondieron
a MGAP (A Y C), SF A, PA A y PA C (alrededor de 40% de las conexiones). Actores periféricos
son algunos productores y los institutos internacionales de clima, este último se
incluyó a raíz de solicitudes de algunos entrevistados (por eso aparece en la red
solamente con flechas de “entrada” y no de “salida”) (Figura 1).
Intermediación es la posibilidad que tiene un actor (nodo) para intermediar las comunicaciones
entre pares de nodos. Indica el número de veces en que este agente aparece en los
caminos que conectan a todos los pares de nodos de la red, por esto es que también
son agentes “puente”. Agentes con gran peso de intermediación en una red pueden tener
importancia en cuanto al control de la comunicación. En nuestro caso, los valores
de intermediación encontrados fueron menores al 36%, aunque nuevamente INUMET, INIA
y el Técnico Asesor presentaron los mayores valores junto A MGAP A y C.
Los actores más relevantes en la red como proveedores de información son INUMET e
INIA pues presentaron los valores mayores de centralidad. La figura del Técnico ASESOR,
que alcanzó valores de cierta magnitud en los indicadores anteriores, aparece como
un actor relevante para conectar las instituciones centrales con los actores territoriales.
Además, se señala que este tipo de actores puede resultar clave en procesos de adopción
tecnológica (Aguilar et al. 2016).
Se evidenciaron cuatro subgrupos dentro de la red (función factions de Netdraw), representados en la Figura 1 con los nodos de igual color. Puede observarse un grupo ubicado en la zona superior
(nodos en azul), uno ubicado en el centro-izquierda de la red (nodos en rojo), uno
ubicado a la derecha (en gris), y, finalmente, uno ubicado en la parte inferior de
la red (nodos en negro) (Figura 1). Puede decirse que dentro de cada grupo existen mayores afinidades, las cuales llevaron
a un mayor número de vínculos dentro de cada grupo, que pudo ser calculado y representado.
En este sentido, el “grupo azul” está conformado únicamente por instituciones que
trabajan con información climática y/o meteorológica, tanto a nivel académico como
a nivel institucional (INUMET y MGAP B-SNIA). El “grupo rojo” es más heterogéneo,
está conformado por instituciones de investigación (Facultad de Agronomía e INIA),
de formulación de políticas (MGAP A- OPYPA), de transferencia (IPA, Sociedad de Fomento
Rural (SFA)) y a su vez, por dos productores agropecuarios (PA A y PA C). Por su integración,
este grupo se asocia más al mundo agronómico que al mundo climático. El “grupo negro”
y el “grupo gris” están conformados por actores territoriales, proveedores de servicios
y/o usuarios finales de la información.
Cabe destacar, que cuando se realizaron estas entrevistas, la región estaba transitando
un episodio de sequía, que se extendió desde el verano 2014 al otoño del 2015. Las
relaciones que aparecen en la red presentada en la Figura 1 pueden ser tomadas como parte de las relaciones e intercambios que se articularon
en este contexto en particular.
Dos grupos que aparecen claramente diferenciados en la red son: el grupo de los investigadores
del clima (en azul) que proveen información al sistema (por ejemplo, pronósticos estacionales,
monitoreo agrometeorológico), y los actores más vinculados con el diseño de medidas
de manejo a nivel de los sistemas productivos ganaderos, tendientes a la adaptación
a la sequía (en rojo). Esta participación en la red del grupo rojo, permite ajustes
en la información para transformarla en información relevante, creíble y legítima
a procesar/utilizar por los tomadores de decisiones: producir información más exacta
(como mejorar las predicciones climáticas), no necesariamente informará qué decisiones
deben tomarse (Rayner y Malone 1998). Como lo sugiere De la Mothe (2003) la necesidad de prestar mayor atención al “aprendizaje institucional, las redes y
la adaptación” fomenta estas interacciones.
A pesar de lo anterior y como también se puede ver en la Figura 1, los límites entre el grupo azul (investigadores del clima) y el grupo rojo (tomadores
de decisión/usuarios intermedios) está claramente definido, conforman dos grupos separados.
Los científicos y los encargados de tomar decisiones de política pública deben gestionar
activamente los límites de la interfaz entre las dos culturas. Los límites entre la
ciencia y la política están socialmente construidos y deben ser manejados activamente
tanto por científicos como por responsables políticos para producir información útil
y relevante para los tomadores de decisiones. Guston (2001) ha argumentado que el “manejo de límites” realmente incrementa la relevancia, credibilidad
y legitimidad de la información científica. La gestión de límites no solo alienta
un flujo bidireccional de información entre la ciencia y los tomadores de decisiones,
sino que también permite que la comunicación fluya en ambas direcciones a través de
las escalas (Cash y Moser 2000). La gestión de fronteras también constituye lo que Guston (2001) llama un nuevo contrato social para la ciencia, que se basa en “garantías colaborativas”
y no en el modelo lineal de política científica descrito por Bush (1945). La gestión de límites también disminuye la probabilidad de que la ciencia se politice
y, a su vez, disuada la “cientificación” de la política.
En el grupo rojo, puede identificarse la presencia de algunas instituciones que podríamos
calificar como “instituciones de borde” entre el mundo científico y el mundo político:
serían los casos de INIA (que presentó alto valor de centralidad), de IPA y de la
Facultad de Agronomía. Las organizaciones de borde actúan como intermediarios entre
los científicos que producen información climática y los tomadores de decisiones que
utilizan la información. Estas organizaciones operan en un ambiente dinámico, esencialmente
en el límite cambiante entre la política y la ciencia. Estas instituciones captan
la información climática y la traducen en resultados de medidas de adaptación que
puedan implementarse a nivel predial. Estas instituciones concentran sus esfuerzos
en tres funciones de gestión: traducir información, mediar activamente a través de
las fronteras de la ciencia y de la política, y comunicarse efectivamente con todos
los grupos de partes interesadas. Las organizaciones de borde tratan de fortalecer
los vínculos entre la ciencia y la política facilitando un flujo bidireccional de
información. Como Agrawala et al. (2001), quienes describen el proceso con respecto a la información climática, se trata de
un sistema “de extremo a extremo”: desde los científicos del clima hasta los consumidores
y viceversa, permitiendo así a los responsables de tomar decisiones aclarar sus necesidades
de información. Las organizaciones de borde producen resultados dirigidos a la difusión
y extensión, tales como informes, conferencias y actividades de campo. Cash et al. (2003) sostienen que el objetivo último de las organizaciones de borde es producir información
útil y relevante que los tomadores de decisiones (gobierno y privados) puedan utilizar.
Por otro lado, en la Figura 1 aparecen diferenciados los actores presentes en el territorio (grupo negro y grupo
gris): las instituciones más relacionadas a la provisión de servicios en la región
(MGAP-C, SF C) y los que implementan las propuestas a nivel de los predios (vía asesoramiento
o el propio productor ganadero).
Los sistemas de redes que se apoyan en la participación de investigadores del clima,
de tomadores de decisión a nivel de política pública y de los usuarios finales tienen
más posibilidades de ser eficaces. Pero deben además ser colaborativas, es decir,
para el éxito de estos sistemas es crucial que se incorpore la visión del usuario
final, que en este caso serían los productores ganaderos. Sin embargo, en la red presentada,
no parece pesar la visión final del productor agropecuario pues hay muy pocas flechas
que retroalimenten el sistema desde esta perspectiva (incluyendo las organizaciones
rurales), razón que explica el grado medio de conectividad de la red. Al comparar
entre los grupos la longitud promedio de los caminos geodésicos, obtuvimos valores
de 2.8 y 2.2 para los grupos representados en color gris y negro, respectivamente
(actores territoriales). En el grupo rojo (instituciones “de borde” y otros actores
de la producción agropecuaria) la longitud fue la menor con un valor de 2.0, mientras
que en el grupo representado en azul (científicos) fue de 2.4 y coincide con el valor
promedio de toda la red. El número de conexiones de cada grupo fue de 39, 36, 7 y
11 para el grupo rojo, azul, negro y gris, respectivamente, lo que refleja un menor
vínculo de los actores “territoriales” con el resto de la red.
Entendemos que el diseño de sistema de red para la gestión del riesgo climático en
la ganadería debería acercar la visión del productor ganadero. Además, la participación
de los usuarios también puede aumentar la probabilidad de adopción de medidas de gestión
del riesgo que puedan ser incorporadas a las opciones disponibles a nivel productivo,
pues hemos constatado que hay medidas de manejo instaladas en las prácticas cotidianas
de los productores frente a eventos de sequía.
De acuerdo con lo relevado en este trabajo, los productores generalmente quieren entender
qué medidas pueden implementar para adaptarse a la sequía, más que recibir amplia
información climática, lo cual coincide con lo reportado por Gommes et al. (2010). Podemos decir, de manera más general, que la información climática para la toma
de decisiones requiere algún tipo de adaptación o conversión antes de poder ser aplicada
por los usuarios. El cambio de paradigma hacia la gestión del riesgo demanda que se
establezcan mayores asociaciones con los usuarios.
Características de la información “útil” para la toma de decisiones
Para que la información sea considerada “útil” para la toma de decisiones debe satisfacer
diversas demandas de valor de los usuarios, en las que los “valores” están asociados
con la resolución de un problema concreto (contexto específico). En este contexto,
las demandas de valor por información útil se dividen en tres grandes categorías:
relevancia, credibilidad y legitimidad (Cash y Buizer 2005). Haas (2004) describe la información “utilizable” como aquella que no solo tiene un núcleo sustantivo
(es decir, es útil para los responsables de la formulación de políticas), sino también
una dimensión procesal que proporciona un mecanismo para transmitir el conocimiento
de la comunidad científica al mundo de la política y proporciona mecanismos más amplios
de aprendizaje social. Por lo tanto, la información útil puede considerarse no sólo
por su contenido, sino también por ser el producto de un proceso eficaz.
En primer lugar, la información útil debe ser relevante, es decir, destacada para
el contexto específico en el que se utilizará. Por ejemplo, es poco probable que los
responsables de la formulación de políticas para una región encuentren que los modelos
climáticos globales son relevantes para sus necesidades de toma de decisiones debido
al desajuste de la escala de información. Otro ejemplo de desajuste de escala se refiere
al tiempo. La información que requiere años para ser producida no va a ser útil para
un tomador de decisiones que necesita tomar una decisión en el corto plazo. La información
relevante también considera los valores y las creencias de las partes interesadas
(Lasswell 1971)
En segundo lugar, la información útil también debe ser creíble y confiable, ya que
es percibida por los usuarios como exacta, válida y de alta calidad (Cash y Buizer 2005). Si bien la revisión por pares es a menudo considerada la condición sine qua non de la información creíble, otros enfoques también satisfacen el criterio de credibilidad,
por ejemplo, los proyectos colaborativos entre varios actores.
Tercero, la información útil debe ser legítima en el sentido de que los que la producen
se deben percibir como libres de sesgo político o intereses corporativos, el sistema
debe tener los intereses del usuario en mente (Cash y Buizer 2005, McNie 2007). Otra característica de la legitimidad incluye la transparencia, ya que la información
fue producida y/o transmitida de manera abierta y comprobable, que la relación entre
el investigador y el usuario de la información se caractericen por la confianza mutua
y el respeto (Deelstra et al. 2003). En el proceso de legitimación es importante la manera como se comunica esta
información. Según Taddei (2008), la eficiencia de la comunicación depende de la atención dada al contexto en que
la información es recibida, y por esta razón es necesaria la cooperación entre quienes
elaboran la información climática y los especialistas en comunicación. Un aspecto
central de la comunicación en temas relacionados con la variabilidad y el cambio climático,
es entender cómo las personas incorporan o “ajustan” nuevas informaciones para integrarlas
a sus conocimientos previos.
La capacitación para la incorporación de conocimiento climático
Como ya hemos planteado en este artículo, la trayectoria actual de las sociedades
es hacia una mayor socialización e institucionalización de la gestión de riesgos,
lo cual tiene implicancias además de políticas, culturales. Un camino privilegiado
para inducir cambios culturales es la educación (McNie 2007).
La educación en temas ambientales, y en particular en temas de variabilidad y cambio
climático, promueve capacidades a nivel individual y a nivel social, para fomentar
una cultura sobre la gestión del riesgo en la sociedad. Se genera un lenguaje en común
y capacidades para manejar más eficazmente los temas vinculados con el clima y sus
impactos, promoviendo así un capital social a todo nivel (Bourdieu 1980). Por otro lado, muchos investigadores identifican un cierto fracaso en la comunicación
como la fuente del problema en la relación entre la política y la ciencia. En este
sentido, acciones dirigidas a mejorar la educación y capacitación en esta área podrían
facilitar el dialogo en el cual los científicos deben participar voluntariamente con
otras partes interesadas.
Adler y Shani (2001) denominan “conocimiento accionable” al conocimiento que resulta útil tanto a nivel
de la academia como de las comunidades extraacademia que estén involucradas. En este
marco, se plantea que la creación de “conocimiento accionable” requiere que las personas
puedan trabajar en la interfaz que propicie esta creación (Cash y Buizer 2005). Actualmente, un problema crítico es que las personas con capacitación y experiencia
para promover puentes entre los dos ámbitos son escasas. Es esencial crear capacidades
en este sentido, especialmente para la existencia a largo plazo de sistemas de creación
de conocimiento accionable.
Desde su creación, el CIRCVC ha desarrollado sus actividades en un marco de coproducción
interdisciplinaria para la creación de conocimiento accionable con los tomadores de
decisión de política pública, en coherencia con sus objetivos (Picasso et al. 2013). En 2013 se incorporó como una nueva línea la de educación para el cambio climático,
ya que había sido detectada como un área a profundizar por el equipo de trabajo. El
cambio climático como fenómeno tiene particularidades para su comprensión relacionadas
con la cantidad y complejidad de los ecosistemas, procesos afectados y las diversas
escalas en las que se manifiesta. También dificultades para la percepción individual
por su manifestación de largo plazo y la diversidad de impactos relacionados (Meira 2007). Asimismo, si bien cuenta con consenso en la comunidad científica, esto no ha sido
acompañado por los medios de comunicación los cuales han dado lugar a un debate público
sobre su existencia. Actualmente, desde la educación, el cambio climático es mayormente
abordado desde el enfoque constructivista que promueve el aprendizaje en la experiencia
(Hernández 2008). La mayoría de los autores proponen superar las dificultades para educar sobre este
fenómeno con aprendizajes que promuevan la asociación de nuevos conocimientos a otros
prexistentes. Esto desde un enfoque participativo con el educando como sujeto activo
de su aprendizaje, lo cual propicia la incorporación permanente de conocimientos y
generación de cambios (Villadiego et al 2017).
Es posible afirmar que las propuestas referidas destacan la necesidad y la urgencia
de propiciar el pensamiento crítico y el cambio hacia la sustentabilidad. Entendemos
que es desde este marco que se debe abordar la educación en cambio climático.
Desde el CIRCVC, se realizó un relevamiento para identificar el estado del arte en
la temática a nivel de país (Guevara 2015). Como resultado, se identificó un grado de incorporación débil de la temática ambiental
y del cambio climático en el sistema educativo en todos sus niveles, el predominio
de una visión parcial, con falta de un enfoque sistémico y de la complejidad de los
sistemas ambientales asociado a propuestas con predominio de enfoques disciplinarios
(García 2006). Asimismo, se identificó escasa formación docente en medio ambiente, relacionada
con falta de oferta de cursos de alto nivel y con algunas dificultades de generación
o acceso a la información científica sobre el tema. Si bien se identificó que la temática
ambiental avanzó significativamente en los últimos años, aún no se consolida como
un área del conocimiento incorporada en la oferta académica.
Actualmente, el CIRCVC viene desarrollando una propuesta de formación en el área del
cambio y variabilidad climática y la gestión del riesgo dirigida a técnicos y gestores.
El mismo es el producto de meses de trabajo con participación de docentes investigadores
del CIRCVC, e implicó un proceso de reflexión e intercambio profundos para lograr
una propuesta multidisciplinaria. Como resultado, se generó una base para la elaboración
de propuestas de capacitación para la Dirección Nacional de Medio Ambiente, la Intendencia
de Montevideo, la Agenda Metropolitana y el MGAP.
Por otro lado, en la línea de recursos educativos, en 2015 se ganó el proyecto Desmitificando conocimientos sobre cambio climático en la sociedad, del fondo CSIC “Divulgación pública de temas de interés general”. Este proyecto
propone la elaboración de un audiovisual sobre cambio y variabilidad climática en
Uruguay, el cual se encuentra en su fase final y será lanzado en la segunda mitad
del presente año. La propuesta pretende conformarse como un recurso educativo dirigido
a jóvenes y adultos, que pueda ser utilizado para promover la discusión sobre “mitos”
o creencias populares sobre cambio y variabilidad climática, ofreciendo información
científica general para el caso de Uruguay.
En este corto recorrido, la experiencia nos indica los beneficios de desarrollar educación
interdisciplinaria y contextualizada, basada en capacidades y recursos locales, adaptados
a la realidad territorial y ambiental de nuestro país.
Reflexiones finales
Lo presentado en este artículo refleja el trabajo de un equipo que ha desarrollado
investigación propia, pero en sintonía con las necesidades de tomadores de decisión
que utilizan conocimiento climático.
La producción de información científica “útil” sugiere que la información debe ser
relevante, creíble y legítima, lo cual está asociado no solo al producto en sí, sino
al proceso de producción de la misma. Las necesidades de información de los usuarios
deben ser identificadas y la investigación debe estar dirigida a esas necesidades.
Crear y mantener el capital social (Bourdieu 1980) y fomentar relaciones mutuamente respetuosas son también procesos necesarios para
forjar vínculos más fuertes entre la ciencia y los tomadores de decisiones.
Las actividades de capacitación en marcha reflejan la vocación de trabajo interdisciplinario
con actores extra academia, que habilitan la creación de conocimiento accionable.
A lo largo de estos años, hemos aprendido también a reflexionar sobre nuestras propias
prácticas, sobre el proceso de facilitar la comunicación de dos vías entre los investigadores
y los tomadores de decisiones para construir un diálogo más eficaz, en el entendido
de que una mejor comunicación contribuirá al mejor uso del conocimiento climático
en la toma de decisiones, la elaboración de políticas y la planificación a nivel del
país.