Introducción
¿Cómo se Construye un campo de abordaje interdisciplinario? ¿Es el objeto de estudio
en sí mismo el que hace necesario este tipo de abordaje o es la propia evolución de
las disciplinas lo que hace llegar a la convicción de la necesidad de tender puentes
de diálogo para analizar un problema? El problema de investigación, ¿tiene una entidad
objetiva o una esencia que prexiste al abordaje que se realice?, o, ¿es construido
en el propio acto de conocerlo e intervenir? Probablemente estas preguntas no se puedan
responder de forma unívoca y la clásica interrogante respecto a qué “se instaló” primero
tenga que ver con ambas cuestiones: la de la evolución del campo de problemas -que
en nuestro caso es el envejecimiento y la vejez- junto con la evolución de las perspectivas
disciplinarias y la emergencia de los diálogos interdisciplinarios en el camino constante
de construcción de la ciencia, que a su vez construyen y moldean continuamente el
problema.
Hay múltiples caminos por los cuales la interdisciplina se constituye como forma de
abordaje de una problemática. Muchas veces esta necesidad de comprender un tema viene
dada por la complejidad que el mismo impone o requiere a quienes lo analizan, lo viven,
lo experimentan. El proceso de envejecimiento de las personas mayores como campo de
estudio puede ser un buen ejemplo de eso, pues constituye una problemática que ha
ido aumentando su protagonismo en la agenda mundial, regional y nacional, en función
de su avance en las sociedades modernas. Es este hecho empírico -dado por el incremento
de personas en edad avanzada- el que se impone de manera progresiva y desafiante a
los distintos procesos sociales, en función de una nueva estructura de edades de la
población del planeta, que adquiere perfiles específicos y diferenciales según el
contexto geográfico.
La extensión de la vida de las personas ha llevado a que el envejecimiento haya adquirido
niveles inéditos en la historia de la humanidad (Lasslett 1995), con la reconfiguración
que esto supone debido al peso creciente que adquieren las personas mayores en las
poblaciones. Los desafíos no implican solamente dirigir la mirada hacia las personas
“viejas” sino adquirir un enfoque dinámico por el cual se comprende el devenir de
sucesivas generaciones que van llegando a esta etapa de la vida y la necesidad de
replantearse la configuración social, económica, política y cultural que supone contemplar
de manera equitativa a todas las personas que integran las distintas sociedades.
El envejecimiento es temática interdisciplinaria por constituir su estudio un campo
de distintas disciplinas: las derivadas de las ciencias de la salud, de las ciencias
sociales, de las ciencias naturales y también las de áreas tecnológicas. Requiere,
múltiples miradas pero, desde nuestra perspectiva, es necesario considerar dos planos
de análisis: 1) el envejecimiento de las poblaciones referido al aumento del peso
proporcional de personas mayores en relación con personas de otras edades en una sociedad,
y, 2) el envejecimiento como proceso singular que supone, no sólo una nueva concepción
de la vida en su transcurrir, sino también la consideración de necesidades y derechos
propios de la vejez como etapa.
Hoy en día, es bastante aceptada la idea de que abordar los temas de investigación
de manera interdisciplinaria, convierte el quehacer de los investigadores en un camino
sin retorno. En primer lugar, porque el reconocimiento de la “insuficiencia” disciplinar
apela muchas veces a la disminución de la “arrogancia científica”, característica
de los ámbitos académicos y de las jerarquías investigadoras provenientes de la tradición
positivista de la ciencia. La propia complejidad que ha adquirido el mundo moderno
y los nuevos temas emergentes de las sociedades contemporáneas han ido demandando
una noción mucho más compleja de naturaleza y sociedad que requieren la colaboración
entre ciencias sociales y naturales (National Academy of Sciences 2005).
En segundo lugar, porque la riqueza que proporciona el abordaje interdisciplinario
nos sumerge en un vaivén de múltiples dimensiones que requiere, ante todo, una postura
de flexibilidad y escucha en el proceso de investigación colectivo. La apertura, en
este sentido, se vincula también con el involucramiento de los propios actores protagonistas
de la temática que se investiga (Martínez 2014). Tanto el derrumbe de las fronteras disciplinarias como el involucramiento de distintos
actores en los problemas complejos requiere una mirada múltiple y plural. No se puede
trabajar de otra manera en el camino de la investigación interdisciplinaria.
Abordaremos, en este artículo, el tránsito por el que hemos atravesado en el ámbito
académico con la temática del envejecimiento y las características que este proceso
ha tenido en Uruguay, en lo que hoy se configura como el Centro Interdisciplinario
de Envejecimiento de la Universidad de la República (Cien). Asumimos desde este lugar
una postura epistemológica acerca del abordaje del envejecimiento y la vejez como
procesos que es necesario construir con la participación de las propias personas mayores.
Pero este no resulta un tránsito fácil y ha supuesto -en el caso del Cien- atravesar
por una historia de más de 20 años, marcada por distintas etapas en la construcción
de interdisciplinariedad. Tres dimensiones convergen en este problema: la construcción
de la agenda política y social en el campo del envejecimiento en Uruguay; el reconocimiento
de la “insuficiencia” del abordaje disciplinario para la temática del envejecimiento,
y, la articulación de distintos métodos y por lo tanto de supuestos epistemológicos
distintos en el análisis de la vejez.
Para finalizar desarrollaremos en las conclusiones la cuestión de la construcción
de un lenguaje común acerca del fenómeno que se estudia y por lo tanto la elaboración
de algunos conceptos centrales, así como los principales obstáculos y desafíos del
trabajo interdisciplinario en los temas de vejez.
La construcción de agenda política y social en el campo del envejecimiento y la vejez
en Uruguay
Uruguay constituye actualmente uno de los países más envejecidos de América Latina.
Si bien todos los países del continente alcanzarán niveles de envejecimiento avanzados
en el corto plazo, el ritmo que este proceso ha seguido en Uruguay es más lento y
se corresponde con el proceso de transición demográfica temprana por el que empezó
a atravesar el país a comienzos del siglo XX.
La tradición de políticas sociales en Uruguay se enraiza en la consolidación del Estado
social de principios del siglo XX, época en que aún no era un país envejecido ni mucho
menos; recién estaba iniciando el proceso de transición demográfica y era un país
claramente joven, con tasas de mortalidad que habían comenzado a descender y tasas
de fecundidad aún en niveles elevados, así como grandes contingentes de inmigrantes
que poblaron en sucesivas oleadas Uruguay. En ese momento, las políticas sociales
en materia de vejez eran prácticamente inexistentes tanto como la proporción de personas
en estas edades. Sin embargo, en este contexto, asoman ya algunas iniciativas de protección
social y las primeras políticas en relación con el retiro y las prestaciones a la
vejez que se desarrollan en un contexto de consolidación del Estado social y el régimen
democrático de las primeras décadas del siglo (Filgueira 1994; Caetano 2011).
En la segunda mitad del siglo XX la agenda política se caracterizó por los abordajes
fragmentados del tema vejez, sin mayor coordinación entre los diferentes organismos
públicos, y marcada por dos temas centrales: la seguridad social, con especial énfasis
en cómo financiar el sistema de jubilación, y la salud, centrado principalmente en
los cambios que traería el envejecimiento poblacional en términos de asistencia sanitaria.
Hoy en día, en las primeras décadas del siglo XXI, podemos afirmar que el panorama
social y político en relación con los temas de vejez se ha consolidado en el marco
de la transición hacia nuevos paradigmas en las políticas sociales -basados en enfoques
de derechos- y que consolidan la participación de las organizaciones de la sociedad
civil en los procesos de políticas públicas. Asistimos por primera vez en la historia
a la creación de una Ley de Protección Integral del Adulto Mayor (2004), un Instituto
Nacional de las Personas Mayores (2009-2011)2 y tiempo después se ratifica la Convención de protección de los Derechos Humanos
de las personas mayores por parte de Uruguay en la OEA (2016).
A lo largo de este periodo se han planteado en el país varias iniciativas y políticas
de cara a la protección integral de las personas mayores, así como del proceso de
envejecimiento cristalizadas en dos Planes Nacionales de Vejez: 2013-2015 y 2016-2019.
El primer plan ha resultado bastante ambicioso y abarcador de varias temáticas delineadas
por las Conferencias Mundiales y Regionales respecto al tema.3 Tiene un marco básico de protección de derechos de las personas mayores, pero incorpora,
además, la propia participación de la sociedad civil en su elaboración y en la evaluación
y monitoreo de políticas públicas de vejez. A su vez, define una agenda de investigación
en el tema. Varias de las acciones se promueven en relación con otros organismos estatales,
con el ámbito académico, con los gobiernos locales y con la sociedad civil, lo cual
refleja el inicio del camino de la intersectorialidad y la integralidad en la definición
de políticas públicas.
Sin embargo, no contamos aún con instrumentos de evaluación de cumplimiento de este
plan ni con insumos para evaluar y valorar su ejecución. No se cuenta tampoco con
especificaciones acerca de la asignación presupuestal que ha recibido para su ejecución.
Aun así, ha sido diseñado un Segundo Plan de Vejez que abarca el periodo 2016-2019
y que no necesariamente continúa la base paradigmática del enfoque de derechos del
plan anterior. Más allá de que este nuevo plan tiene la intención de operar en ejes
estratégicos los principales conceptos de la Convención Interamericana de Protección
de los Derechos Humanos de las personas mayores (OEA 2016), en su formulación presenta
una serie de contradicciones teóricas y epistemológicas en la visión de la vejez que
se expresan, por un lado, en el enfoque desde la perspectiva de derechos humanos y,
por otro, en una concepción sanitaria y asistencialista que soporta varias de las
estrategias y acciones del plan. A modo de ejemplo, el eje estratégico sobre salud
es abordado principalmente desde la perspectiva de la geriatría, con un claro enfoque
sanitarista, en el que no aparece prácticamente la participación de las personas mayores
en los temas que las involucran.
Esta tensión entre diferentes modelos del envejecimiento y la vejez no es nueva y
en Uruguay ha sido una constante de los últimos años. Por una parte, existe una delimitación
del campo de la vejez y el envejecimiento que atiende principalmente los aspectos
de enfermedades y salud desde una perspectiva biomédica principalmente. Por otra,
existe una perspectiva del campo del envejecimiento y vejez como una construcción
social e histórica, cuyo énfasis está en la participación de las propias personas
mayores en las decisiones que las involucran, con un enfoque social y de derechos
humanos. En el primer enfoque el campo de problemas es diagramado principalmente desde
la geriatría, recibiendo aportes de la gerontología clásica desde disciplinas que
ofician como satélites de la medicina. En la segunda, el campo es orientado desde
la gerontología crítica, recibiendo aportes de otros campos de problemas como el feminismo,
postcolonialismo, la salud mental comunitaria, la demografía crítica, la epidemiología
crítica, etcétera.
En Uruguay, esta tensión entre los enfoques sanitarios y sociohistórico se ha plasmado
a lo largo de toda la agenda académica y política, siendo una de las principales claves
para entender la misma. Más adelante desarrollaremos la expresión de esta situación
en la academia. Por ahora, en aras de una mayor coherencia narrativa, sólo queremos
señalar dos actores que -en el marco de estos procesos vinculados a las políticas
sociales implementadas desde el gobierno- han sido claves en la instalación de la
problemática de la vejez: las organizaciones de la sociedad civil y la agenda internacional
marcada por las conferencias y compromisos de organizaciones como Naciones Unidas
y la Organización de Estados Americanos.
La sociedad civil: tradición e innovación en la participación de las personas adultas
mayores en los organismos políticos
En este tema, podemos ubicar a nuestro país en un proceso de aggiornamiento en la habilitación de espacios para participación de los actores políticos desde
la sociedad civil que se instaló ya a fines del siglo XX. La apertura democrática
post dictadura cívico-militar (1973-1985), deja un saldo de acumulación sociopolítica
que habilita y sostiene los procesos democráticos, así como la lucha por los derechos
humanos y la resistencia a los avances neoliberales. En el marco de esos procesos
se desarrolla la reforma en la seguridad social que restructura el ente regulador
de la misma en el año 1996. Cabe resaltar, la restructura en la conformación del directorio
del Banco de Previsión Social, que pasará a estar integrado por representantes de
los trabajadores, empresarios y jubilados junto con los representantes técnicopolíticos
del Estado. Este hito en la reforma de las políticas públicas en seguridad social
ubica un espacio político de diálogo entre actores que recoge la trayectoria de luchas
sociales, con sus reivindicaciones.
En el primer gobierno de izquierda de Uruguay (año 2005), el Estado busca revitalizar
la política y la democracia en un movimiento de transformación que se da en América
Latina en pro de la participación ciudadana a través de la perspectiva de derechos
que adoptan las políticas públicas (Pintos y Flisfisch 2011). En ese marco se crea el inmayores en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social
(MIDES) que desde esa perspectiva promoverá la participación de las organizaciones
de adultos mayores para desarrollar una serie de acciones en distintos organismos
de acción nacional como el Parlamento y de acción regional como el Mercosur. Así,
a partir de este espacio de diálogo abierto por el mides, este impulsa la nueva Red
Nacional de Adultos Mayores (REDAM), integrada por organizaciones de la sociedad civil4 de características heterogéneas que van desde clubes de abuelos hasta asociaciones
de jubilados pasando por hogares de ancianos y universidad para la tercera edad (Uni-3).
En este proceso de empoderamiento de la sociedad civil es que se retoma en el parlamento
la discusión de la ley Nº 18,617 de creación del inmayores.5 Una ley que se hace cargo de un querido planteo de unificar las políticas sobre envejecimiento
que fortaleciera los derechos de los mayores por encima de la fragmentada propuesta
estatal que se multiplicaba y reorganizaba en cada gobierno. La ley está plagada de
buenas intenciones pero también de errores y contradicciones con la propia perspectiva
de derechos que pretende desarrollar el mides (Berriel, Pica y Zunino 2017). Se expresa en ella claramente la tensión antes señalada entre una perspectiva sanitaria
de asistencia y una social-histórica de derechos humanos.
En este proceso la academia no queda afuera. Desde la Red Temática de Envejecimiento6 y desde el Núcleo Interdisciplinario de Estudios sobre Vejez y Envejecimiento (nieve)
de la udelar7 se apoya, a través de distintos abordajes, los procesos de participación que inaugura
el Estado para repensar las políticas públicas y fortalecer las organizaciones sociales.
Desde el nieve, el papel de la academia en este período se centró por un lado en la
capacitación y asesoramiento técnico sobre un paradigma de envejecimiento que fuera
coherente con la perspectiva de derechos.
En este proceso confluyen una trayectoria de negociaciones sociales en pro de los
derechos de los jubilados respecto a la seguridad social (y la incorporación de otras
demandas: turismo social, vivienda, fortalecimiento de las organizaciones sociales,
etc.) relacionada con una institucionalidad participativa como la que se presenta
en el directorio del BPS,8 con un proceso de empoderamiento de las organizaciones de personas mayores vinculadas
con una nueva institucionalidad que promueve el desarrollo de políticas públicas haciendo
énfasis en la perspectiva de derechos.
Estos procesos de un colectivo de mayores que es heterogéneo y traza trayectorias
diferenciales, confluyen en esta nueva institucionalidad que inaugura el inmayores
y la REDAM. Pero confluyen con importantes inconsistencias originadas ya en las propuestas
presentadas desde el programa de gobierno (Luna y Alegre 2005), en la medida que genera institucionalidad pero luego no puede producir las condiciones
para la implementación de las políticas en esa nueva institucionalidad. Esto mismo
pasa de alguna manera con las organizaciones sociales que quedan legitimadas en trayectorias
diferentes en estas institucionalidades y a la vez cautivas protectoras de estos espacios
políticos legitimados por el Estado asfixiando las buenas intenciones de coherencia
del Estado en relación con sus políticas públicas sobre mayores.
Cuando se constituye el Consejo Consultivo del inmayores, se genera la primera inconsistencia:
organizaciones sociales - nueva institucionalidad. Dado que el Estado ya había reconocido
a la Organización Nacional de Jubilados y Pensionistas (ONAJPU), organización de segundo
grado que agrupa a más de 150 asociaciones filiales. La REDAM estaba integrada por
muchas de esas asociaciones que componen la ONAJPU. Pero los acumulados, modalidades,
espacios ganados, luchas políticas, reivindicaciones entran en conflicto por momentos.
Tanto desde los propios actores sociales que exigen reconocimientos al Estado, como
desde el propio Estado que opera en planos distintos. Lo positivo de esto es que el
Estado reconoce otros actores que quedaban por fuera de la ONAJPU, lo cual habilita
la potencia de un movimiento de mayores más amplio en su composición y más amplio
en su agenda de derechos. Por otro lado, este nuevo espacio que abre el mides generará
tensiones tanto a la interna de los dos agrupamientos, como a la interna de los diferentes
organismos públicos. Que dejan en evidencia las contradicciones del programa de izquierda
que ha generado institucionalidades participativas de los actores sociales (BPS) y
dentro de las que también conviven producciones de sentido sobre el envejecimiento
y las políticas públicas que no dialogan, ni articulan.
La nueva institucionalidad de las políticas públicas para adultos mayores también
afecta la interna de la academia ya que la ley de creación del inmayores reconoce
solo una disciplina para asesorar en términos de políticas públicas sobre envejecimiento
y vejez lo que coloca una nueva contradicción9, en la medida que reduce el problema del envejecimiento y las políticas públicas
a un problema sanitario (Berriel et al. 2017). En definitiva esta ley es un reflejo de las contradicciones y tensiones antes descritas.
Damos cuenta de este relato parcial para ilustrar cómo en Uruguay se fue configurando
el campo de las políticas públicas sobre envejecimiento y el papel que juega la articulación
academia-políticas públicas. ¿Cómo se saldan estas tensiones? Desde nuestra perspectiva
parece claro la necesidad de construir puentes de diálogo que permitan discutir perspectivas
y llegar a acuerdos respetuosos, que impliquen la construcción de un nuevo campo y
objeto de estudio más complejo. Esto supone reconocer la necesidad de producir conocimiento
desde un enfoque inter y transdisciplinario que incorpore los diferentes actores (Bunders et al. 2015).
El planteo transdisciplinario, en el marco de las pujas de poder que instala el Estado
con sus nuevas institucionalidades producto de negociaciones políticas parciales y
los corporativismos de todo tipo queda constreñido a lo disponible. En este marco,
el CIEN lleva adelante una posible forma de hacer transdisciplina que apela a la producción
de conocimiento con los diferentes actores trabajando en capacitación, difusión, extensión
o investigación a través de iniciativas propias financiadas por la Universidad de
la República en sus llamados a programas específicos así como a través de convenios
bilaterales con algunos de los distintos actores en juego.10
De esta forma, el CIEN busca producir conocimiento que sea pertinente en el campo
de tensiones que conforman las políticas públicas sobre envejecimiento. En este sentido
venimos trabajando con las organizaciones sociales en un proceso de discernimiento
de la agenda propia que ha sufrido dificultades en su construcción y su diferenciación
de las agendas políticas estatales. Se considera un largo proceso de construcción
de demanda que por momentos da sus frutos, aunque no es fácil operar en un camino
accidentado. Queremos dejar en evidencia que en este mapa entran en juego estrategias,
y se implementan dispositivos desde diferentes actores para encontrarse y “desencontrarse”,
recordando que las políticas públicas son el resultado de una trama en la que se tensan
posiciones y se anudan contradicciones. Por ende, la trama requiere observación por
parte de los diferentes actores, y en este sentido aún hay mucho que trabajar por
parte de todos los actores incluyendo la academia, para la producción de datos e instrumentación
en herramientas para el control social. Si bien la producción de datos no es patrimonio
de la academia, es su mandato social. Este involucramiento para entender e instrumentarse
supone un papel protagónico del Estado que deberá profundizar la reforma que garantice
la amplitud de la trama y la profundización de las garantías de los derechos de los
mayores que somos y llegaremos a ser.
La agenda internacional y su incidencia
El enfoque de derechos humanos de las personas adultas mayores incorpora los propósitos
y desafíos definidos en distintas instancias a nivel internacional: Observación general
Nº 6 sobre los derechos económicos, sociales y culturales de las personas mayores
aprobadas por el Comité DESC de Naciones Unidas, Segunda Asamblea Mundial de Envejecimiento
realizada en Madrid (ONU, 2002), Conferencias Intergubernamentales sobre Envejecimiento (Santiago, 2003; Brasilia,
2007, y, Costa Rica, 2012) y la Recomendación Nº 27 realizada por el Comité para la
Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas en el 2010.
Este enfoque implica un cambio paradigmático en la construcción de políticas públicas
para la vejez y promueve a las personas mayores como sujetos de derecho, con garantías
y responsabilidades. Se sale así de la antigua concepción de personas beneficiarias
bajo el marco de políticas asistencialistas para una etapa de la vida visualizada
como de carencias físicas, económicas y sociales (Huenchuan 2011). Mientras el enfoque sanitario-asistencial trata de compensar con asistencia y políticas
focalizadas las carencias que pueden existir ante la vulneración de los derechos,
pero sin señalar este hecho, la perspectiva de derechos humanos busca garantizar que
las personas puedan usufructuar sus derechos. Conceptos como autonomía para la toma
de decisiones, participación real y dignidad, son básicos para generar una perspectiva
de derechos. Así, la elaboración de políticas y normativas para la vejez cambia radicalmente,
ya que este enfoque parte de la existencia de sujetos de derecho que obligan al Estado
y al resto de la sociedad. Las personas mayores pasan a ser el sujeto central con
garantías en el marco del régimen universal de protección de derechos humanos como
marco conceptual.
Sin embargo, el reconocimiento de los derechos de las personas mayores en el marco
de instrumentos jurídicos no ha sido un camino fácil y de amplio reconocimiento. Un
hito importante se da en el año 2015, al aprobarse la Convención Interamericana sobre
la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores en el marco de la Organización
de Estados Americanos. Este se constituye en el primer instrumento vinculante de derechos
humanos para personas mayores a nivel mundial, siendo Uruguay el primer país en ratificar
esta Convención en agosto del 2016. Se define aquí la vejez como una “construcción
social de la última etapa del curso de vida” (OEA 2015, art. 2). Esa noción de construcción social implica una actualización conceptual del término,
acorde con las más recientes definiciones de políticas de derechos y responsabilidad
colectiva, intentando superar anteriores conceptos orientados desde políticas sanitaristas
que, en general, han tenido un desliz hacia un enfoque individual y adaptacionista.
No obstante, como señalamos antes, existe una demora y desfasaje entre las propuestas
internacionales y la elaboración de políticas acorde con las mismas. Las contradicciones
del Segundo Plan Nacional de Envejecimiento 2016-2019 que realiza el inmayores es
un ejemplo de cómo coexiste en las políticas una perspectiva anterior asistencial,
presentada como perspectiva de derechos.
La construcción académica en el Espacio Interdisciplinario
El Espacio Interdisciplinario (EI) es un servicio creado en 2007 para albergar y promover
las actividades interdisciplinarias en la Universidad de la República.11 El CIEN fue aprobado en este Espacio en el año 2015. Este hito si bien constituye
un camino de llegada también lo fue de comienzo. El inicio del trabajo interdisciplinario
en el ámbito de la vejez y el envejecimiento -principalmente los antecedentes de colaboración
académica- se produce diez años antes entre investigadores provenientes de la psicología
y de la ciencia social.
Desde el año 2005 integrantes del Programa de Población de la Facultad de Ciencias
Sociales y el Servicio de Psicología de la Vejez de la Facultad de Psicología fueron
convocados a trabajar en el marco de las primeras iniciativas del Fondo de Población
de Naciones Unidas en Uruguay.12 Este proyecto era de carácter interinstitucional y convocaba actores de la sociedad
civil, organismos del Estado y la academia. Desde allí surgió un primer interés en
abordar los temas de envejecimiento y vejez desde el ámbito académico y es a partir
de ahí que los docentes de ambos servicios empiezan a trabajar en una publicación
conjunta. En este momento inicial las disciplinas que comienzan a dialogar sobre la
vejez son la sociología, la demografía y la psicología.
El Espacio Interdisciplinario realiza sus primeros llamados en el año 2008 y aprueba
la integración del nieve a partir del año 2009 con docentes del Programa de Población
y del Servicio de Psicología de la Vejez. En este contexto, los abordajes disciplinarios
en diálogo se mantienen desde el enfoque sociodemográfico y psicológico. La creación
del Observatorio de Envejecimiento y Vejez, en el marco del nieve, proporcionó un
formato de sistematización de información en el área de indicadores demográficos,
de políticas públicas y de representaciones sociales del envejecimiento y la vejez
así como permitió la financiación de proyectos sucesivos de investigación y desarrollo.13
En el marco de este proceso ya asistimos a un cambio en las formas de construir interdisciplina.
Si bien no se puede hablar de un abordaje estrictamente interdisciplinario sí nos
aproximamos a varios elementos que empiezan a definir el camino: 1) la construcción
de un campo de problemas vinculado con la acción social y la política pública; 2)
el diálogo acerca de los métodos propios de las disciplinas conteniendo aprendizaje,
crítica y comprensión, y, 3) la convicción de la necesidad de interdisciplina para
abordar la problemática de la vejez en la investigación, en la docencia y en la extensión
universitaria.
Mientras tanto, asistimos a una transformación institucional de la Facultad de Psicología
que permite consolidar al nieve como estructura interna de dicha Facultad. Se constituye
así un equipo docente de base integrado por psicólogos, sociólogos y demógrafos, que
articulará la interdisciplina como premisa esencial en los estudios de envejecimiento.
Entre tanto cabe mencionar que, en el marco del Programa de Población de la Facultad
de Ciencias Sociales, las resistencias a la incorporación de estos temas desde una
perspectiva interdisciplinaria fueron muchas. Quizás por la propia necesidad de la
demografía para consolidar su campo académico en Uruguay o por la estrecha asociación
entre demografía y economía que se ha dado en el marco del Programa de Población,
o bien con la afirmación del fortalecimiento de metodologías cuantitativas como esencia
de constitución de los estudios de población, se fueron generando sucesivos obstáculos
para la integración y la apertura al diálogo interdisciplinario sobre la vejez y el
envejecimiento. Cabe mencionar además que en el campo de los estudios demográficos
-a nivel regional y mundial- la problemática del envejecimiento se considera uno de
los principales temas del presente siglo, así como lo fue el descenso de la natalidad
en el siglo pasado.
Promover propuestas interdisciplinarias sin el apoyo del EI queda claro que resulta
muy difícil; si bien se pueden aprovechar algunas coyunturas, la integración de recursos
especializados sigue siendo un gran esfuerzo que cae sobre el cuerpo de cada docente.
Recordamos que al referirnos a docentes en la UDELAR hablamos de docentes que cumplen
funciones de enseñanza de grado y posgrado, investigación y extensión. Por lo que
si bien el NIEVE articula sus objetivos con todas estas funciones no quita que sus
docentes deban cumplir con funciones propias de cada disciplina en la formación de
psicólogos y de cientistas sociales.
En el año 2014 realizamos la presentación en el Espacio Interdisciplinario del Centro
de Estudios de Envejecimiento (CIEn) en el marco del llamado institucional concursable.
Dicho Centro se propone continuar y ampliar el abordaje de la temática de la vejez
y el envejecimiento en Uruguay desde la Universidad de la República, instrumentando
actividades de docencia, investigación y extensión que aporten conocimiento científico
y técnico para la innovación, la práctica profesional y académica, el desarrollo informado
de la acción de la sociedad civil y la elaboración de políticas públicas.
En el CIEN confluyen las perspectivas de psicología, ciencias sociales, medicina,
derecho, la arquitectura y el diseño industrial, y, ciencias de la comunicación, para
construir un abordaje interdisciplinario en torno a siete ejes: 1) demencias y salud
mental comunitaria; 2) dependencia y cuidados; 3) transición a la jubilación; 4) adultos
mayores y tecnologías de la comunicación; 5) diseño y usabilidad en los entornos cotidianos;
6) derechos humanos, y, 7) observatorio de envejecimiento y vejez.
El CIEN propone un abordaje de la vejez y el envejecimiento desde un enfoque de derechos
humanos donde las personas mayores se constituyen como actores clave en estrecha interacción
con el ámbito académico y político. De este modo, propone el desarrollo de actividades
de investigación, extensión y enseñanza en continuo diálogo, tanto con actores académicos
del país, la región y el mundo, como con actores no universitarios, elaboradores y
ejecutores de políticas y organizaciones de la sociedad civil.
La estrategia integral que se promovió en los centros interdisciplinarios de la UDELAR
permite al CIEN desarrollar sus ejes de acción considerando los desarrollos y carencias
de los diferentes enfoques disciplinares, permitiendo fortalecer los desarrollos disciplinares
así como habilitar la emergencia de nuevos campos de estudio que articulen lo disponible
con las necesidades de la agenda social del país.
Este camino no estuvo exento de dificultades y exigió, antes que nada, el reconocimiento
de la insuficiencia del abordaje disciplinario, lo cual desarrollaremos a continuación.
La “insuficiencia” disciplinaria y la construcción de un camino interdisciplinario
en el campo del envejecimiento y la vejez en Uruguay
Tradicional e históricamente, en occidente, las personas mayores han ocupado un lugar
social poco valorado. En todo caso, el mismo ha estado vinculado principalmente con
las posibilidades de poder e influencia política y económica que pueda haber tenido
alguna persona mayor en determinada época y de forma más individual que colectiva
(De Beauvoir 1970; Lehr 1988; De la Torre 2015). Temáticas como el poder económico, las herencias, la política, o simplemente las
relaciones de poder establecidas a lo largo de la vida dan cuenta de alguna de las
dimensiones del problema de envejecimiento y vejez como campo de estudio.
A nivel mundial, los primeros estudios sistemáticos sobre la vejez y el envejecimiento
son realizados desde la medicina, disciplina que ha marcado todo un camino de investigación
en estos temas y los ha difundido a otras disciplinas con enfoques tipo satélite,
tales como la psicología experimental (estudios sobre rendimiento cognitivo comparando
poblaciones de viejos y jóvenes), la antropología (mediciones antropométricas), derecho
(discapacidad, curatela), entre otras (Lehr 1988; Pérez 2011). Los significados populares del envejecimiento como desgaste o déficit -intelectual,
funcional, etc.- son desarrollados rápidamente desde el medio científico, impregnado
por su perspectiva de la primera mitad del siglo XX (Berrios 2011 y 2013). Se produce así un enfoque adaptacionista centrado en aspectos individuales, o en
su relación con la finitud de la vida y la muerte. Desde esta perspectiva, el envejecimiento
y la vejez ha sido durante muchos años concebido como un objeto de estudio de tipo
discreto, esencial, no contradictorio y unívoco. Se construye así un campo que, al
decir de Ana M. Fernández (1986), responde a la lógica de “Lo Uno”, lo que implica una lógica de objetivación. Desde
esta lógica, la vejez y el envejecimiento pasan a tener un estatuto de Verdad objetiva,
que trasciende las posibles lógicas de producción y creación del fenómeno, por lo
que no podrá ir más allá de las diferentes aproximaciones disciplinarias que se puedan
realizar. A lo sumo, las mismas permitirían conocer alguna de las múltiples facetas
de esa Verdad, pero sin cuestionar su estatuto.
Se deberá esperar hasta la segunda mitad del siglo XX para comenzar a asistir a una
transformación cualitativa en la forma de concebir la vejez y el envejecimiento. En
un contexto de importantes cambios sociales, demográficos y científicos que se dieron
en esa época, comienzan a surgir con mucha fuerza otra línea de estudios vinculados
con la investigación social del envejecimiento (Lehr 1988). Disciplinas como la sociología, la psicología social y la economía, comienzan a
ver el envejecimiento y la vejez como un nuevo campo de producción de conocimientos
desde una perspectiva social e histórica.
En Uruguay, el estudio de las problemáticas el envejecimiento y vejez comienzan con
un importante rezago en relación con otros países, aunque reproduciendo un esquema
muy similar de desarrollo, que va desde el abordaje y estudio de forma disciplinar,
hacia un enfoque cada vez más interdisciplinario, que a su vez comienza a cambiar
el propio objeto de estudio. Aquí, los primeros trabajos profesionales y académicos
en el campo del envejecimiento y la vejez surgen de la geriatría y en el ámbito del
hospital. Así, durante más de medio siglo, la medicina será la única disciplina que
abordará el tema. También será la primera que creará un posgrado específico en la
órbita de la Universidad. Efectivamente, en el año 1978 se crea el actual Departamento
de Geriatría de la Facultad de Medicina, en el Hospital de Clínicas, dando inicio
a un nuevo campo de estudio en la Universidad de la República. El concebir esta formación
específica como un posgrado del médico, tiene el efecto inmediato de marcar una impronta
académica y profesional, la cual, a la vez que construye el único discurso académico
disponible en ese momento, fácilmente se transforma en conocimiento y discurso social.
Así, en la academia el estudio sobre el envejecimiento y la vejez se introduce desde
una concepción geriátrica gerontológica orientada exclusivamente desde la medicina,
que convoca a otras disciplinas que pasan a oficiar de satélites, creándose diferentes
equipos multiprofesionales (medicina, enfermería, trabajo social, psicología experimental,
etc.). Hablamos aquí de equipos multiprofesionales y no multidisciplinarios, pues
el objeto de estudio es unívoco, todos trabajan desde una perspectiva sanitaria y
biomédica (Pérez 2004).
En este punto, nos resulta interesante la propuesta de Esther Díaz, cuando señala:
[…] la aplicación real de la interdisciplina (en educación superior, en empresas,
en programas de investigación, en institutos de salud, entre otros) choca con obstáculos
para instrumentarse de manera solidaria, con respeto mutuo entre disciplinas y sin
subordinarse unas a otras, es decir, con horizontalidad entre los poderes epistemológicos
y los poderes de gestión. (2017, s/p).
Se deberá esperar hasta la década de los años 90 para que en la Universidad se creen
otras unidades académicas que aborden las problemáticas del envejecimiento y la vejez.
Luego de la dictadura cívico militar que gobernó el país de 1973 a 1985, retoman las
autoridades democráticas en el gobierno y en la Universidad y se inicia un periodo
de reconstrucción de las instituciones y la sociedad toda. Como uno de nosotros ha
planteado:
Toda la década del 80 fueron años muy fermentales desde el punto de vista sociopolítico.
Esto tiene su repercusión en el ámbito académico, donde hay una gran apertura a nuevas
formas de construir la realidad [...]. En medio de este contexto, en la primer mitad
de la década de los años 90 asistimos a un salto cualitativo respecto al tema envejecimiento,
pues, junto con la puesta en marcha de nuevos planes de estudios en diferentes servicios
universitarios, se crean varias unidades académicas que permiten un importante desarrollo
del tema: en 1992 el Programa APEX-Cerro, con su Sub Programa de Atención Integral
al Adulto Mayor; en 1993, el Departamento de Salud del Adulto y Anciano en la órbita
del Instituto Nacional de Enfermería; en 1994 el Servicio de Psicología de la Vejez
(SPV) de la Facultad de Psicología. (Pérez 2004, 5)
La apertura de servicios como el SPV y el APEX, que vienen de tradiciones de trabajo
en la comunidad por fuera del campo hospitalario, abre una nueva perspectiva de investigación
e intervención en el campo del envejecimiento y vejez. Desde el trabajo de investigación
y extensión universitaria, comienzan a construirse nuevos discursos y perspectivas.
A su vez, el trabajo con estudiantes de grado permite difundir en poco tiempo estas
ideas al medio profesional. En simultáneo, los docentes de estos equipos comienzan
su formación de posgrado y pasantías en centros gerontológicos del exterior (España,
Israel, entre otros países) lo que permite incluir nuevas miradas y perspectivas en
el campo del envejecimiento (Pérez 2004). La aprobación y financiación de algunos proyectos de investigación del SPV por
parte de la Universidad de la República, permite comenzar a aportar nuevas conceptualizaciones
en el tema, en este caso desde la psicología social. Comienza aquí a construirse una
nueva perspectiva del envejecimiento y la vejez -al menos nueva para Uruguay- radicalmente
crítica con las posturas esencialistas e individuales, con las perspectivas asistencialistas.
Temas de estudio tales como la imagen corporal, las demencias o la participación de
las personas mayores comienzan a ser abordados desde una perspectiva de construcción
social e histórica. El trabajo de extensión de esos años permite comenzar a desarrollar
actividades de investigación y docencia en contacto con la comunidad (Pérez 2004).
A medida que se va avanzando en estas conceptualizaciones, más claros van quedando
los límites del trabajo disciplinar. Esta toma de conciencia de los límites disciplinares
nos ubica en la puerta de lo que Ana María Fernández (1986) nombra como el tercer momento epistémico, el cual emerge como consecuencia de:
[…] las dificultades que presentan las disciplinas de objeto discreto para abordar
ciertas realidades disciplinarias sin caer en algún reduccionismo (sociologismo, psicologismo,
psicoanalismo). Si las lógicas de objeto discreto fueron necesarias para poder realizar
las demarcaciones básicas de las disciplinas más formalizadas de las ciencias humanas,
hoy muchas de ellas se encuentran preocupadas por encontrar otros instrumentos metodológicos
que permitan dar cuenta de aquellas áreas que resisten abordajes unidisciplinarios.
(p. 18).
En simultáneo se empieza a dar una curiosa situación: docentes de diferentes equipos
comenzamos a coincidir en congresos en el exterior, conociendo en esos espacios las
producciones de los otros. Esto da cuenta, por un lado, de la atomización del conocimiento
existente en esos años en la Universidad y en el país. Por otro, permite visualizar
el potencial de comenzar a construir líneas de trabajo que reformulen el campo y objeto
de estudio. Se crea así, en el año 2000, la Red Temática de Envejecimiento y Vejez
de la Universidad de la República, un primer paso en la construcción de un trabajo
interdisciplinario.
El resto de la historia de estos equipos ya lo señalamos antes en este trabajo: el
encuentro del SPV con Ciencias Sociales y Demografía, la construcción del nieve y
la fundación del Cien. En este recorrido, no ha sido, ni es tarea sencilla, superar
el trabajo multiprofesional de objeto discreto, para pasar a un abordaje interdisciplinario
donde se construye un objeto de conocimiento complejo y cambiante. Ese tránsito produce
una serie de tensiones y malestares en el plano epistémico e institucional, pero principalmente
en el plano de las relaciones de poder-saber, pues como plantea Esther Díaz, construir
un abordaje interdisciplinario, “además de acuerdos teóricos y técnicos, requiere
de acuerdos estratégicos consensuados desde poderes horizontales, reticulares, con
autoridad pero sin autoritarismos” (2017, s/p).
Posiblemente estas relaciones de poder-saber, con sus tensiones epistemológicas, teóricas
y técnicas se encuentren en la base de las dos perspectivas de la vejez y el envejecimiento
que coexisten hoy en Uruguay y que continuamente generan contradicciones en las políticas
públicas y la academia. Es que la interdisciplina requiere una reflexión crítica constante
respecto a los aspectos mencionados, como forma de no reproducir esquemas disciplinares
sobre lo conocido, para ubicarse a la intemperie de las interrogantes sobre lo que
no se conoce. Implica, como dice Ana María Fernández, “el abandono de cuerpos nocionales
hegemónicos de disciplinas reinas, a cuyos postulados, códigos y orden de determinaciones se subordinan las disciplinas satelizadas. Implica en definitiva, un desdisciplinar las disciplinas” (1987, 138).
Ese camino es el que hemos trazado desde el CIEn, y que nos está permitiendo incluir
nuevos problemas de estudio y diferentes disciplinas: arquitectura y diseño, derecho,
medicina nuclear y neurociencias, además de las clásicas psicología social, sociología
y ciencias sociales. A su vez, nos está permitiendo construir nuevas perspectivas
sobre el envejecimiento y la vejez como una construcción social en la que se expresan
múltiples problemáticas: género, pobreza, imaginarios sociales, estigmas, entre otras
muchas.
De la misma manera hemos atravesado también por un proceso de articulación de enfoques
metodológicos enmarcados nuevamente en debates que se generan a lo largo del siglo
XX en las ciencias sociales y que se conectan con este recorrido de caminos teóricos.
La articulación de distintos métodos en el trabajo interdisciplinario
Los problemas de articulación metodológica en las ciencias sociales se empiezan a
desarrollar casi desde el inicio de su conformación como tales en su intento de diferenciarse
de las ciencias naturales. Aluden muchas veces a los paradigmas epistemológicos que
están en juego en la construcción del propio objeto de investigación y en la postura
y relación entre el investigador y el investigado.
En su origen, los impulsores de la ciencia social intentan emular la ciencia natural
buscando regularidades de los fenómenos sociales y se adscriben a la lógica de verificación
estadística y de búsqueda de leyes causales de los fenómenos. Los conflictos se presentan
[…] en el momento en que los estudios sobre la sociedad y el ser humano se definen
como ciencia estableciendo los límites y alcances de las diversas disciplinas […]
Desde un principio dentro de una misma disciplina hubo comunidades que se comprometieron
con los paradigmas de las ciencias naturales, postulando así un modelo único de ciencia
y otros que imaginaron modelos distintos, argumentando la dificultad de identificar
al ser humano o a la sociedad con la naturaleza. (Tarrés 2008, 42).
A lo largo del siglo XX, las ciencias sociales atraviesan un debate que suele dividirse
entre la tradición positivista, deductivista, empírica, cuantitativista y la tradición
interpretativa, vinculada con la comprensión de los comportamientos y centrada en
el sujeto bajo una lógica inductiva de investigación. Ambas suelen asociarse a dos
autores considerados clásicos en la sociología: Durkheim y Weber. Bajo la premisa
de si es la estructura social la que determina la acción y los mecanismos de integración
fundado en lo normativo, Durkheim propone abordar los hechos sociales como “cosas”,
formas de actuar, pensar y sentir, exteriores al individuo y dotados de un poder de
coerción a través de la fuerza normativa de las leyes.14 Por otra parte, la perspectiva weberiana enfatiza más el protagonismo del sujeto,
sus motivaciones y sus decisiones individuales y la posibilidad de construir el mundo
de lo social a partir de la interacción. Enfatiza también el papel del investigador
social y su diferenciación en relación con los valores morales o políticos.15
La pluralidad paradigmática ha encontrado cierta capacidad de síntesis en las ciencias
sociales de fin de siglo en versiones de triangulación metodológica, articulación
de técnicas mostrando la dificultad de adoptar un modelo universal. Ya entrados el
siglo XXI, también se generaliza la utilización de métodos mixtos, los cuales adoptan
eventualmente el lugar de un tercer paradigma de investigación (Johnson et al. 2007). Aún así se puede caer en el peligro de una nueva “moda” en este sentido, y correr
riesgos en la generalización de esta práctica sin tener en cuenta la reflexión crítica
que debe acompañar a todo proceso de conocimiento y a los supuestos epistemológicos
allí involucrados (Marradi et al. 2007).
En el entendido de que el abordaje interdisciplinario supone un sistema complejo,
nuestra comprensión del envejecimiento y la vejez supone epistemológicamente la asunción
de que las partes que componen el problema de investigación se determinan mutuamente
y no pueden ser estudiadas de manera aislada (Rodriguez Zoya 2014). De esta manera y en base a la conceptualización de Piaget el autor sostiene:
La conceptualización piagetiana brinda un sustento epistemológico para afirmar que
un problema complejo es aquel cuyos elementos y procesos constitutivos pertenecen
al dominio material de distintas disciplinas; razón por la cual es necesario e imprescindible
articular las teorías y conceptos de distintas ciencias para construir y delimitar
el estudio de un problema complejo. (p. 3).
Estamos de acuerdo con el autor en la idea de que la metodología de trabajo compartida
por los miembros de un equipo multidisciplinario supone construir, diagnosticar e
intervenir sobre un problema complejo y que la metodología interdisciplinaria requiere
de ciertas condiciones político-ideológicas en su concepción, organización y desarrollo.
Como ya ha quedado planteado, las condiciones político-ideológicas fueron parte de
la posición epistémica respecto al proceso de envejecimiento desde su origen. De esta
forma la trayectoria de los distintos investigadores que ya venían trabajando hace
más tiempo en el CIEN fue más fácil de articular interdisciplinariamente que la de
los nuevos investigadores incorporados recientemente. El reconocimiento de la insuficiencia
interdisciplinaria y los puentes hacia el diálogo interdisciplinario estaban ya tendidos
entre psicólogos sociales, sociólogos y demógrafos, lo cual incluye a un equipo original
de seis a ocho investigadores. Muchos actualmente desarrollan prácticas de investigación
en conjunto.
El desafío actual de trabajar con la problemática del envejecimiento y la vejez refiere
no tanto a la formación disciplinar de los investigadores sino más bien a determinados
temas que resultan más aplicados que otros, a saber: las temáticas de incorporación
de tecnologías de la información por parte de las personas mayores, las temáticas
de diseño de objetos y su aplicación a las necesidades de las personas mayores, la
temática de jubilación. Los tres temas suponen fenómenos emergentes y aplicados a
realidades concretas que demandan métodos de estudio distintos. En general han sido
abordados en instrumentos aplicados (formación en talleres, prácticas de cursos) cuya
elaboración requiere una reflexividad más compleja en relación con la articulación
interdisciplinaria.
Otros aspectos vinculados con las metodologías utilizadas refieren a la articulación
de técnicas: se han utilizado técnicas cuantitativas clásicas en los trabajos de psicología
(escalas actitudinales, comportamentales, etc.) y también enfoques desde la demografía
para sistematizar, a través de distintos indicadores, la situación del envejecimiento
de manera comparativa. Aun así se han realizado críticas en la propia forma de concebir
la medición de estos fenómenos y los supuestos epistemológicos que se ubican detrás
de la propia construcción del indicador. Mediciones como la relación de dependencia
demográfica, el índice de envejecimiento y la relación de apoyo a la vejez están teñidas
de una perspectiva economicista que divide a la población por tramos etáreos clásicos
según su distribución en la denominada “población económicamente activa”. Aun cuando
se han construido indicadores en estas líneas para facilitar la comparación regional
no están carentes de espíritu crítico tanto en su construcción como en las fuentes
de datos disponibles para su elaboración (Paredes et al. 2013).
En la línea de demencias y salud mental comunitaria se han desarrollado estudios clínicos,
tanto en su vertiente cuantitativa (ensayos clínicos con grupo de control o pre experimentos)
desde una tradición próxima a la medicina basada en evidencia, aunque teniendo siempre
presentes los límites de esta, tal como lo ha planteado Ioannidis (2005). También se han realizado estudios clínicos cualitativos, a los efectos de comprender
determinados fenómenos en su singularidad y condiciones de producción (Berriel y Pérez 2007; Pérez 2014).16 Con los resultados y aportes de estos estudios, desde la trabajo de extensión y con
una metodología participativa, se ha construido en conjunto con los familiares de
personas con demencias un dispositivo clínico de intervención en salud mental en estas
problemáticas (Pérez, Acosta y Valdez 2015).
Al mismo tiempo hemos trabajado en varias investigaciones también desde enfoques cualitativos,
utilizando técnicas de entrevistas en profundidad y grupos de discusión en las distintas
investigaciones desarrolladas.17
Tal vez merezca un comentario particular el trabajo realizado a partir de la metodología
de investigación acción participativa (IAP), pues ha supuesto una forma específica
de trabajar con las organizaciones de personas mayores y un posicionamiento epistemológico
distinto que apunta a la construcción de conocimiento en forma conjunta entre el sujeto
investigador y el sujeto investigado.
Inauguramos hace años una forma de trabajar con las organizaciones de personas mayores
desde el paradigma de la IAP y en la integralidad universitaria. Desde esta perspectiva,
pretendemos generar un espacio de encuentro de investigación-enseñanza y extensión
que promueva la transformación en el encuentro entre generaciones. Estos espacios
de encuentro se realizan en el marco de pasantías con estudiantes en convenios o acuerdos
de trabajo con las organizaciones de personas mayores, por lo que se llevan adelante
objetivos de formación, a través de proyectos de investigación acción sobre problemas
identificados en conjunto con estas agrupaciones de mayores.
El CIEN es heredero de una trayectoria de trabajo con las organizaciones que se materializa
en diferentes proyectos de investigación acción y el apoyo en la organización de Encuentros
Nacionales de las organizaciones de personas mayores (los últimos convocados ya desde
el INMAYORES) conformando hitos de encuentro para producir plataformas reivindicativas
y promover acciones para desarrollar una agenda en pro de los derechos de las personas
mayores.
Como tarea principal nos propusimos desestigmatizar los prejuicios sobre la vejez
y los viejos que sostenemos en nuestras prácticas y por otra parte demostrar que es
posible otra forma de envejecer que no reproduzca esos estereotipos. Ya desde 2008
cuando convocamos a trabajar en talleres de investigación acción participativa para
abordar en dos ámbitos la imagen del adulto mayor: en la prensa escrita uruguaya y
en el uso del espacio público (concretamente en las plazas) por parte de las personas
mayores y sus significaciones.
La metodología que elegimos supone un nivel de horizontalidad de todos los actores
involucrados, en nuestro caso los investigadores participantes fueron: integrantes
de las asociaciones de mayores, estudiantes y docentes (de psicología fundamentalmente
al incluir estudiantes, aunque en este periodo estamos trabajando la inclusión de
estudiantes de diseño industrial). La modalidad de trabajo supone diseñar conjuntamente
lo que queríamos investigar y cómo, promoviendo la participación horizontal y las
decisiones colectivas durante todo el proceso. El proceso de investigar aprendiendo
a hacerlo supone la capacitación sobre el método, sistematización y rigurosidad pero
sobre todo un proceso reflexivo de cómo nos impactan los prejuicios que estudiamos,
así como reconocernos parte de la sociedad que produce estereotipos sobre la vejez.
Por lo que este proceso requiere un alto nivel de exigencia tanto en el compromiso
de trabajo colectivo como en la valentía de la autocrítica y reflexión de las construcciones
más íntimas sobre nuestro proceso de envejecer al investigar sobre los estereotipos
de nuestra propia vejez. Por otra parte, supuso enfrentar el desafío de que estos
estereotipos y formas de envejecer son muy distintas para un mayor de 60 o de 80 y
para un joven de 20 o de 30 o para los adultos que atraviesan sus 40. En este sentido
sostenemos que se hizo un trabajo de integración intergeneracional a partir del encuentro
y la colaboración necesarios para llevar adelante la tarea de investigar.
Es así que formar en y desde la interdisciplina se vuelve fundamental para el desarrollo
de la misma. Implementar un diseño de investigación supone la reflexividad de los
investigadores-actores, en un doble proceso transformador. Por un lado la posibilidad
de transformarse en el proceso, o sea de desnaturalizar desde uno mismo los prejuicios
y estereotipos que reproducimos sobre el envejecimiento y, a su vez, habilitar en
el proceso de indagación los múltiples discursos que se producen en la discusión a
la interna del equipo de investigación (equipo intergeneracional e interdisciplinario)
y las múltiples lecturas de los datos que allí se procesan (Paredes et al. 2013).
Sin lugar a dudas, estos procesos son arduos, pero alegres, en los que se construye
a base de confianza y compañerismo. Se dan en un juego de tensiones en las que se
debe habilitar la producción de nuevas formas de pensar las cuestiones sociales y
por ende, políticas del envejecimiento, la trama de procesos de los diferentes actores
sociales y el proceso de la propia trama.
Hemos trazado hasta aquí los caminos institucionales, académicos, políticos y de la
sociedad civil en la construcción del campo de envejecimiento y vejez en Uruguay así
como los derroteros teóricos y metodológicos que ha tenido la construcción del objeto
problema de investigación hacia el abordaje interdisciplinario.
Conclusiones
La construcción del campo de estudio sobre envejecimiento y vejez en Uruguay ha estado
marcada por varios factores que transitan desde los acontecimientos empíricos hasta
las abstracciones teorico-epistemológicas, y desde viejos paradigmas que coexisten
con nuevas concepciones acerca de la forma de envejecer y de nombrar la vejez.
Las transiciones suponen dificultades, pero también implican acercarse a consensos.
Estos consensos deben contemplarse tanto en el campo de las políticas de vejez como
en los espacios académicos y en las propias personas mayores que protagonizan el cambio
paradigmático.
Si bien se ha configurado en Uruguay actualmente un campo interdisciplinario para
abordar los temas de vejez y envejecimiento este enfrenta aún múltiples resistencias:
desde la propia academia para flexibilizar la visión esencialista, unilineal y sanitarista
del envejecimiento desde las ciencias básicas y de la salud, hasta las políticas que
intentan transitar hacia un paradigma de derechos de las personas mayores, pero que
aún se tiñen de iniciativas asistencialistas.
El recorrido no es fácil, pero es bueno reconocer que ya no estamos al inicio del
camino. La propia existencia del Centro Interdisciplinario de Envejecimiento plantea
desafíos en varios aspectos: por un lado, la demanda constante de apoyos y de integración
a otras líneas y disciplinas que no estaban planteadas en la constitución del Cien:
desde la robótica hasta la genética humana pasando por la integración de la línea
de género. El abordaje de la vejez es claramente dinámico y debe sustentarse en esta
idea. Instalarse en una lógica estática de análisis supondría perder la visión de
apertura interdisciplinaria. Sin embargo, muchas veces esta apertura hace olvidar
los caminos de afirmación del campo de estudio y a veces impide, en función de la
diversificación, llegar a ciertos acuerdos básicos. Uno de ellos refiere a la forma
de nombrar la vejez y el envejecimiento. Aun hoy, en el CIEN encontramos investigadores
que denominan “tercera edad”, “adulto mayor” (en masculino y singular), mientras otros
se van apropiando de un enfoque más dinámico y de sujeto en las formas de nombrar
a las personas como viejos o como personas mayores.
La articulación supone estar atentos a la consolidación de la interdisciplina de manera
interna en el espacio académico que instituye el CIEN pero también a lo que se percibe
en la sociedad desde las políticas, la legislación, las organizaciones, la prensa,
que instituyen formas de actuar y de analizar el envejecimiento.
No debemos olvidar en esta interacción dos premisas básicas en los abordajes de la
vejez: el envejecimiento es un proceso dinámico tanto a nivel singular como colectivo
y esto supone a la vez una sociedad basada en la equidad intergeneracional para lograr
la integración de las personas mayores a la vida social. La construcción interdisciplinaria
del envejecimiento y la vejez es imprescindible para seguir caminando sobre estas
premisas.