Introducción
En Argentina existen 94,079 partos anuales de mamás adolescentes menores de 19 años
(Ministerio de Salud y Desarrollo Social y UNICEF 2017). En la Provincia de Buenos Aires la tasa de fecundidad ha aumentado en los últimos
cinco años y en la ciudad de Bahía Blanca el 20% de los partos registrados durante
el año 2019 en el Hospital Penna -única maternidad pública de la región- corresponden
a mamás de entre 13 y 19 años (Palazzani 2019). Estos datos no son meros porcentajes, reflejan crudamente la realidad de las y
los niños y adolescentes en Argentina. Esta población está expuesta a situaciones
críticas de salud física y psicosocial. El riesgo de muerte materna es muy elevado
y, además, los abortos ponen en riesgo la fertilidad para embarazos futuros que sí
sean planificados. También, el embarazo no intencional interfiere en las trayectorias
de vida de las y los adolescentes; no hay que perder de vista que de cada diez adolescentes
embarazadas seis abandonan la escuela (Plan ENIA 2020), lo que incrementa la desigualdad de oportunidades entre las mujeres que son madres
en la adolescencia y aquellas que retrasan el acceso a la maternidad para la vida
adulta. Desigualdad que se refleja en la falta de proyectos personales, en las malas
relaciones familiares, en la exposición a situaciones de violencia sexual, física
y psíquica; en la falta de acceso a información adecuada sobre sexualidad y métodos
anticonceptivos, etc., lo que perpetúa la ausencia del reconocimiento sobre el derecho
a decidir, el bajo nivel educativo y las condiciones socioculturales que dan lugar
a muchos falsos conceptos.
En sintonía con el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable1 y el Programa Nacional de Educación Sexual Integral2 (ESI), entendemos que una educación sexual y reproductiva integral promueve el mejoramiento
de la calidad de vida en adolescentes.
La sexualidad es parte fundamental de la salud sexual y reproductiva, involucra sensaciones,
emociones, sentimientos del mundo subjetivo desde los cuales se toman decisiones y
se condicionan los comportamientos. El desarrollo de estas capacidades es de suma
relevancia para asumir la vida sexual y reproductiva de manera saludable y responsable,
siendo preponderante en la niñez y la adolescencia. Estas son etapas de la vida en
las cuales se configuran y reproducen, por un lado, creencias, valores y símbolos
presupuestos (no problematizados) en nuestras relaciones con los otros y/o con el
entorno y, por otro, es cuando cobran relevancia esos espacios de sociabilidad como
la escuela, en los cuales se desarrolla el mundo de las relaciones interpersonales.
No hay que olvidar que, tal como afirma el Plan Nacional de Embarazo No Intencional
en la Adolescencia,3 la categoría adolescencia es el resultado de diversos procesos vinculados a las transformaciones
sociales, culturales, históricas y políticas. Construcción social que, al ir cambiando
conforme al contexto, nos invita a pensar que existen distintas adolescencias atravesadas
por factores sociales, económicos, culturales, de género, religiosos, entre otros,
incluso en un mismo momento histórico. Comprender esto es sustancial para enmarcar
y entender las políticas sociales vinculadas a estos sujetos, así como sus propias
experiencias vitales en un tiempo y un espacio determinado.
El cuidado de la fertilidad en la adolescencia es un problema de salud pública que
afecta la salud y el bienestar de las y los adolescentes, lo cual nos lleva a considerar
que es necesario diseñar políticas públicas con un enfoque basado en el cuidado de la fertilidad en lugar de un enfoque de control de la fertilidad (Peláez Robayo y Moreno Rodríguez 2018) de cara a la planificación de un proyecto de vida en las y los adolescentes; sin
perder de vista que “la construcción progresiva de los conceptos de Salud Reproductiva
y Salud Sexual, así como de los derechos que respaldan su realización, han generado
importantes cambios en la provisión de los servicios de salud materno-infantil y de
planificación familiar” (Lugones Botell 2014, 301).
Las mujeres, ricas o pobres, deben tener acceso en edad temprana a educación sexual
y reproductiva, no solo con fines de anticoncepción, sino también para que conozcan
su ciclo de fertilidad y sepan cuál es la edad biológica más adecuada para embarazarse.
La educación en general de la mujer es un vehículo para promover la equidad de género
y es un factor determinante para su proyecto de vida y las decisiones reproductivas.
Una mujer informada y educada sexualmente retrasará su maternidad y tendrá mayores
oportunidades sociales y económicas (Trevizo 2018). Asimismo, nuestra experiencia clínica y en el ámbito educativo con adolescentes
nos ha demostrado que la información propicia un aumento en la autoestima y la convivencia
pacífica para el desarrollo de habilidades sociales que lleven a tomar decisiones
fundadas sobre la posibilidad, entre otras cosas, de ser padres y madres favoreciendo
el libre ejercicio de la autonomía reproductiva.
Cabe destacar que, pese a que en el ámbito educativo se pretende enseñar educación
sexual con un abordaje integral de la salud sexual y reproductiva, los contenidos
transmitidos hacen foco en la prevención de embarazo no intencional en la adolescencia
y dejan de lado, entre otras temáticas, el cuidado de la fertilidad. Incluir el cuidado
de la fertilidad en la educación sexual no solo evitaría los embarazos a temprana
edad sino que también empoderaría a la mujer para ejercer prácticas de cuidado de
su salud sexual y reproductiva, y les otorgaría recursos para transmitir información
idónea a sus hijos, construyendo la base de una sexualidad segura y, así, la decisión
de tener hijos no dependería de que el método falle o del olvido de este, sino de
un deseo consciente y responsable (Peláez Robayo y Moreno Rodríguez 2018).
En este contexto sociopolítico y cultural nos preguntamos, tomando como eje la Educación
Sexual Integral (ESI) y el diseño curricular para la Educación Secundaria de la Provincia
de Buenos Aires:4 ¿qué saben los y las adolescentes de Bahía Blanca que se encontraban cursando el
4° año en las escuelas secundarias públicas durante el año 2020 acerca del cuidado
de la fertilidad?, ¿cómo llega la información sobre salud sexual y reproductiva a
los y las adolescentes?, ¿esta información es diferente según el género y el nivel
educativo del hogar?
Al intentar dar respuesta a estos interrogantes nos encontramos con una ausencia de
investigaciones que indaguen, en nuestro país, la relación entre los contenidos de
la educación sexual integral y el cuidado de la fertilidad, así como sobre el grado
de conocimiento que los y las adolescentes poseen sobre el cuidado y la preservación
de la fertilidad tanto por motivos sociales como de salud. Solo una investigación
realizada en AMBA (territorio compuesto por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el
primer cordón del conurbano bonaerense) indaga sobre la concientización del cuidado
de la fertilidad en estudiantes universitarios (Jurkowski, Rossi, Manubens y Olivera Ryberg 2019). Otras investigaciones indagaron sobre el conocimiento de la fertilidad (Soriano-Ortega, Carballo-Mondragón, Roque-Sánchez, Durán-Monterrosas, Kably-Ambe 2017; Bunting, Tsibulsky, Boivin 2013; Bunting, Boivin 2008), pero no en adolescentes de entre 14 y 18 años de edad. Esta búsqueda bibliográfica
se llevó a cabo a partir de la siguiente hipótesis: a pesar de que los y las adolescentes
tuvieron/tienen ESI en la escuela, carecen de información suficiente sobre el cuidado
de la fertilidad. Las representaciones de género que tienen las y los adolescentes
y el nivel educativo del hogar condicionan las prácticas sobre su cuidado.
En este contexto, nos propusimos analizar las representaciones sociales y las prácticas
de las y los adolescentes de 4º año de las escuelas secundarias públicas de gestión
estatal de la ciudad de Bahía Blanca sobre el cuidado de la fertilidad. Nuestros objetivos
específicos fueron:
-
Indagar el grado de conocimiento de las y los adolescentes acerca de los cuidados
necesarios para la preservar la fertilidad.
-
Conocer las prácticas de los adolescentes sobre el cuidado de la fertilidad.
-
Analizar la relación que establecen las y los adolescentes entre los saberes acerca
de la preservación de la fertilidad y las prácticas.
Sobre la fertilidad y la importancia de sus cuidados
La fertilidad y sus cuidados se han convertido en una preocupación mundial. Algunos
expertos ponen el foco en el descenso de la fecundidad y el envejecimiento poblacional
como punto nodal de los grandes problemas demográficos contemporáneos de los países
desarrollados, que pueden deberse al estilo de vida, el desarrollo profesional, la
participación de la mujer en el mundo, el aumento en su expectativa de vida y en el
libre ejercicio de la autonomía reproductiva (Trevizo 2018). Asimismo, en un estudio español, se identificaron cinco razones por las cuales
cada vez son más las mujeres que no tienen hijos: Primero, las razones biológicas
(infertilidad primaria). Segundo, las que a pesar de ser fértiles no desean tener
hijos, deseo que sostienen a lo largo de su vida (infecundidad deseada). Tercero,
las mujeres que desean tener hijos pero que consideran que son jóvenes para serlo
(infecundidad normativa). Cuarto, las mujeres que están en edad de ser madres y quieren
serlo, pero que eligen postergar la decisión hasta reunir las condiciones óptimas
(infecundidad transitoria) y, por último, aquellas mujeres que deciden tener hijos
y no quedan embarazadas (baja fertilidad o infertilidad sobrevenida con la edad que
aumenta a partir de los 35 años) (Esteve, Devolder y Domingo 2016). Lo que empieza como razones sociales por las que las mujeres retrasan su proyecto
reproductivo (infecundidad voluntaria), acaba transformándose en razones biomédicas (infecundidad involuntaria), de modo que los múltiples factores que intervienen en la infertilidad (sociales,
culturales, biológicos y médicos), terminan reduciéndose a la dimensión orgánica-fisiológica
y a la intervención médica. Atendiendo los factores causantes del retraso de la maternidad
(sociales, económicos, políticos) deberíamos hablar también de infecundidad involuntaria de tipo estructural, no reduciendo el término a determinantes derivados exclusivamente de los cuerpos
individuales sexualizados, sino también de los cuerpos sociales «generizados» que
inducen a las mujeres, en tanto que seres sociales condicionados por su ubicación
social, a adoptar medidas contrarias a su voluntad (Rivas 2017, 293-294).
En el polo opuesto se encuentran los países en desarrollo, donde la problemática se
centra en la maternidad temprana y, por lo tanto, en la tasa de embarazo adolescente;
siendo los sectores en los que la falta de educación y de oportunidades de desarrollo
se ven más perjudicados con esta problemática que pone en evidencia la carencia de
las condiciones mínimas para que el embarazo responda a un ejercicio de autonomía
reproductiva. “Estas mujeres no tienen acceso adecuado a educación sexual y reproductiva,
a los servicios básicos en salud y la esperanza de vida está muy por debajo de la
de sus coetáneas en los países desarrollados” (Trevizo 2018, 51). Para cambiar esta situación es imprescindible concientizar a la población en edad
reproductiva sobre la importancia del cuidado de la salud sexual y reproductiva, ampliando
la concepción de la salud incluyendo el reconocimiento, la promoción y el respeto
por los derechos humanos en los ámbitos de la sexualidad y la reproducción (Lugones Botell 2014) para que los procesos reproductivos como la anticoncepción, la interrupción del
embarazo, el tratamiento reproductivo, la preservación de óvulos, la donación de los
mismos, la formación de embriones y sus destinos finales sean decisiones libres y
conscientes que afirmen los derechos reproductivos en sentido amplio sin depender
de mitos culturales, de no haber podido acceder a la educación sexual y reproductiva,
ni ser signos de coerción, violencia, presión o manipulación (Trevizo 2018).
Finalmente, pareciera que el mundo se enfrenta a una encerrona. Por un lado, se encuentran
los países más pobres y superpoblados, por el otro, los países ricos que deben lidiar
con el envejecimiento reproductivo que va de la mano del envejecimiento poblacional.
Dicotomía que solo podrá superarse con un adecuado acceso a la educación sexual integral,
desde edades tempranas, que promueva la comprensión de que la fertilidad es un aspecto
de la salud que debe difundirse y comunicarse correctamente para echar por tierra
los mitos y las creencias que legitiman prácticas erróneas sobre el cuidado y la prevención
de embarazos no intencionales y de enfermedades de transmisión sexual, así como el
desarrollo de políticas públicas adecuadas con perspectiva de género para que todos
y todas puedan tomar decisiones reproductivas viables y saludables (Navés, Lerner, Gallo 2021; Navés, Abelaira, Musante, Bacigalipo, Tiecher, Boggon, Delfino, Lerner y Gallo 2021; Trevizo 2018; Peláez Robayo y Moreno Rodríguez 2018; Soriano-Ortega, Carballo-Mondragón, Roque-Sánchez, Durán-Monterrosas, Kably-Ambe 2017; Lugones Botell 2014; Bunting, Tsibulsky, Boivin 2013).
Educación sexual integral y representaciones sociales
La teoría de las representaciones sociales, construida por Serge Moscovici, describe
un corpus particular de conocimiento y, a su vez, una actividad psíquica por medio de la cual
el individuo se orienta en la realidad, se integra en un grupo, se comunica y elabora
sus comportamientos. Este conjunto de conceptos, enunciados y explicaciones provee
a los individuos un entendimiento de sentido común (Moscovici 1979 y 1981). Sentido común que guía la vida cotidiana de los sujetos, desarrollando sistemas
ideológicos de creencias socialmente compartidos por los actores sociales que integran
una determinada comunidad y que orientan y regulan, de manera implícita, la conducta
de los sujetos.
Estas creencias socialmente compartidas dejan en evidencia que el cuidado de la fertilidad
adquiere diversos matices de importancia en cada sector social e influyen en la planificación
de los proyectos de vida de los jóvenes. En este sentido, existen imágenes de género
tradicionales que tienden a identificar de una manera muy estrecha mujer y maternidad (Climent y Arias 1996). Comprender las prácticas populares permite dilucidar el modo en que las creencias
y las pautas culturales guían las acciones de las y los adolescentes, y constituyen
el mapa de realidad en la que se desenvuelven. Creencias y pautas culturales -costumbres,
normas y tradiciones propias de determinados sectores- que refuerzan el valor positivo
de la maternidad induciendo a muchas adolescentes a construir su feminidad a partir
de la ecuación mujer = madre más allá del deseo que las habita y en los varones adolescentes fortalecen la creencia
de que “ser macho” es sinónimo de tener muchas novias e hijos (Malcolm Suárez 2020). Es por esta razón que vale la pena concentrar esfuerzos en generar políticas públicas
con perspectiva de género que favorezcan la inclusión de niñas, adolescentes y personas
gestantes en el sistema educativo para disminuir la desigualdad de género, las barreras
de acceso a la información en materia de salud sexual, a la anticoncepción y a la
autonomía sobre el propio cuerpo.
No se puede perder de vista que las diferencias por género, a través de los soportes
narrativos -entendidos como el conjunto articulado de significaciones imaginarias
instituidas- inventan lo que es “La Mujer” en una época determinada y explican las
desigualdades sociales como diferencias esenciales y, por lo tanto, condiciones inherentes, fijas, a cada sexo. Además, una vez establecidas
las diferencias entre géneros, es necesario considerar las diferencias dentro de un
mismo género: hay diversos modos de objetivación-subjetivación entre mujeres de distintas
clases sociales, etnias, comunidades religiosas, grupos etarios, regiones, etc. Prácticas,
instituciones y significaciones generan configuraciones diversas (Fernández 2014). Es por esta razón que se vuelve crucial el concepto de autonomía, tal como lo entiende
Ana María Fernández:
La idea de autonomía se desmarca de cualquier psicología del yo. Es, aquí, un término político; en el caso de la autonomía de género, estamos hablando
del grado de libertad que una mujer tiene para actuar de acuerdo a su elección y no
a la de los otros; comprende la capacidad de instituir proyectos propios, la producción
de acciones deliberadas (voluntad) para lograrlos y la responsabilidad de las propias
prácticas necesarias para tales fines; es decir, implica un doble movimiento de subjetivarse-objetivarse como sujetos de derecho. Autonomía es el control de las propias condiciones de existencia. [... ] Como puede
inferirse, hay una estrecha relación entre la adquisición de autonomías de las mujeres
y los espacios de poder que puedan instituir. (Fernández 2014, 69)
Asimismo, la categoría “adolescencia” es el resultado de diversos procesos vinculados
a las transformaciones sociales, culturales, históricas y políticas. Construcción
social que, al ir cambiando conforme al contexto, nos invita a pensar que existen
distintas adolescencias atravesadas por factores sociales, económicos, culturales,
de género, religiosos, entre otros, incluso en un mismo momento histórico. Comprender
esto es sustancial para enmarcar y entender las políticas sociales vinculadas a estos
sujetos, así como sus propias experiencias vitales en un tiempo y un espacio determinado.
Cabe destacar que, aunque Argentina cuenta con un andamiaje jurídico y legal que
amplía los derechos de las y los adolescentes, para los sectores más vulnerables sigue
siendo insuficiente el alcance de las políticas públicas y sociales que pretenden
articular educación y sexualidad, situación que se ve reflejada en la mayor parte
de las adolescentes embarazadas que pertenecen a las regiones más pobres; la situación
de precariedad material en la que viven, las pocas posibilidades de realización laboral
y el medio familiar en el que estas adolescentes socializan construyen su subjetividad
de tal forma que muchas de ellas no se plantean otra manera de afirmación y realización
personal que no sea el ser madre (Perrotta 2005, 2006, 2010). Como dice Morgade (2011) la dimensión de la sexualidad es un fenómeno social, histórico, dinámico que forma
parte constitutiva de las sujetas y los sujetos sexuados y no puede ser escindida
de las prácticas e instituciones sociales. Por eso, el embarazo y el cuidado de la
fertilidad en la adolescencia son un problema de salud pública que afecta la salud
y el bienestar de las y los adolescentes desestimulando la productividad y el crecimiento
económico de una sociedad (ICBF 2015).
Dentro del ámbito educativo, el discurso sobre la sexualidad ha estado siempre presente
a través del currículum oculto -aprendizajes y mensajes transmitidos por la institución
de manera cotidiana sin que sean reconocidos por los distintos actores sociales que
forman parte de la institución- lo que pone en evidencia que más allá de la construcción
de políticas públicas en materia de sexualidad humana, el discurso escolar en torno
a la misma depende, principalmente, de “los modos particulares en que la pedagogía
escolar ha ido dando respuesta a las necesidades y demandas sociales a través del
currículum” (Morgade 2011). Estas significaciones, afirma Zelarrallán (2019) han estado históricamente ligadas a sostener visiones y prácticas hegemónicas sobre
las sexualidades y las identidades de género ligadas a una concepción de masculinidad
y femineidad “normal” que solo profundiza las desigualdades sociales en sus diferentes
expresiones. Representaciones que influyen y se manifiestan al interior de los diferentes
organismos, programas, dispositivos e instituciones escolares, así como también en
las y los docentes que imparten los contenidos de la ESI, preferentemente, haciendo
foco en la prevención del embarazo no intencional en la adolescencia y dejando de
lado el cuidado de la fertilidad, en especial de las mujeres (Peláez Robayo y Moreno Rodríguez 2018). Afirman estas autoras que incluir el cuidado de la fertilidad en la educación sexual
evitaría los embarazos a temprana edad. Al mismo tiempo, una mujer empoderada sobre
el cuidado de su salud sexual y reproductiva -incluyendo el cuidado de la fertilidad-
tiene la capacidad de transmitir información idónea a sus hijos, construyendo la base
de una sexualidad segura y, así, la decisión de tener hijos no dependerá de que el
método falle o del olvido de este, sino de un deseo consciente y responsable.
Wainerman, Di Virgilio y Chami (2008) se preguntan quién debe impartir el saber de la sexualidad, a qué edad debe iniciarse
su educación y cuáles deben ser sus contenidos. En cuanto a la primer interrogante
observamos que, si bien la Ley de ESI legitima al Estado y, por ende, a las instituciones
educativas de gestión estatal y/o privada para enseñar educación sexual integral,
su implementación produjo posiciones encontradas dentro de la sociedad. La tensión
se ubica entre quienes consideran que el Estado debe ser el garante de la enseñanza
de la ESI y los sectores religiosos y conservadores que consideran que la misma es
una competencia exclusiva de las familias. En cuanto a la edad adecuada para implementar
la educación sexual es importante contemplar que la Ley Nacional 26.061 de Protección
Integral de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, sancionada en septiembre del
año 2005, produjo el viraje de una mirada tutelar de la niñez y la adolescencia a
una perspectiva de sujetos de derecho garantizando el acceso integral a la salud física
y mental de esta población. Esto nos invita a considerar que la educación sexual integral
va más allá del mero ejercicio de ofrecer información ponderando ciertos temas y omitiendo
otros como, por ejemplo, el cuidado de la fertilidad. Es en este punto que el tercer
interrogante adquiere relevancia, ¿qué contenidos son los adecuados?, y nos ubica
nuevamente en la tensión original, ¿a quién le corresponde implementar este saber?
Según el modelo de competencias para la enseñanza de la educación sexual de la UNESCO (2014) le corresponde a los diferentes ambientes de aprendizaje (escuela, familia, etc.)
fortalecer la capacidad de las personas para entender, analizar, elegir y actuar satisfaciendo
sus necesidades cognitivas, afectivas, físicas y sociales relacionadas con la sexualidad
según su etapa de vida, así como también enfrentar situaciones que involucren una
actividad sexual prematura, no deseada o coercitiva y la práctica de sexo más seguro,
incluyendo el uso correcto y sistemático de preservativos y anticonceptivos (60).
Metodología
De acuerdo con los objetivos y preguntas de investigación, se realizó un estudio exploratorio
y descriptivo, orientado a analizar los conocimientos sobre el cuidado de la fertilidad
de adolescentes de escuelas públicas en Bahía Blanca.
Para la recolección de datos se implementó un abordaje cuantitativo de investigación,
que permitió conocer el grado de conocimiento y algunas prácticas sobre la preservación
de la fertilidad en la población consultada.
El relevamiento cuantitativo se realizó a través de una encuesta virtual en la plataforma
de Google Forms. La encuesta se implementó entre octubre y diciembre -inclusive- del
2020 a un total de 449 alumnxs de 49 (cuarenta y nueve) escuelas secundarias públicas
de Bahía Blanca (sobre un total de 2,752 alumnos que concluyeron el 4º año en 2020).5 El contacto con los y las alumnas fue avalado por la Inspectora Distrital de Educación
de la ciudad de Bahía Blanca de la Provincia de Buenos Aires y demás autoridades pertinentes.
El contacto se realizó a través de directivos y docentes de las escuelas. En todos
los casos se trató de un cuestionario autoadministrado, donde cada encuestado recibió,
en su casilla de correo electrónico, una invitación a responder las preguntas. El
envío contó con las indicaciones necesarias para el correcto llenado de las respuestas.
Definición operacional de las variables y categorías
Se utilizaron las siguientes categorías de análisis:
-
Representaciones y conocimientos: conjunto de conceptos, enunciados y explicaciones
sobre un determinado tema -en este caso la preservación de la fertilidad-, por medio
del cual los y las adolescentes se orientan en la realidad, se integran en un grupo,
se comunican y elaboran sus comportamientos de sexualidad.
-
Prácticas: son acciones concretas y observables tomadas por un individuo en respuesta
a un estímulo. En este contexto, el estudio pretende identificar las acciones realmente
realizadas relativas a la preservación de la fertilidad.
Se indagó sobre estas dos categorías según una serie de variables independientes que
permiten caracterizar la situación demográfica y socioeducativa de los/as adolescentes:
-
Género: identificación de la población en torno a ser mujer /varón /otro
-
Edad: edad cronológica al momento de la encuesta
-
Ser madre/padre: tener hijos nacidos vivos al momento de la encuesta
-
Nivel educativo del hogar: se consideró el máximo nivel educativo de madre, padre
o persona responsable.
-
Hacinamiento: indicador de hogar que relaciona la cantidad de cuartos disponibles
y cantidad de habitantes del hogar.
-
Formación sobre Educación Sexual Integral: refiere a haber tenido acceso a contenidos
sobre ESI en la escuela.
Universo y ámbito de estudio
El universo está compuesto por los 2,7526 adolescentes que cursan 4º año de la secundaria pública de gestión estatal de la
ciudad de Bahía Blanca.
El ámbito de estudio son escuelas secundarias públicas de gestión estatal de la ciudad
de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires.
Criterios de inclusión y exclusión
Adolescentes que cursan el 4º año de la escuela secundaria pública de gestión estatal
de la ciudad de Bahía Blanca.
Criterios de inclusión:
-
Los alumnos de 4º año de las escuelas secundarias públicas de la ciudad de Bahía Blanca
en la Provincia de Buenos Aires que cursan la materia Salud y Adolescencia la cual
es de carácter obligatorio.
-
Tener entre 14 y 20 años.
Criterios de exclusión:
-
Los y las jóvenes que transitan su trayectoria educativa en las escuelas secundarias
de turno vespertino y/o nocturno, donde se presume que la población no es exclusivamente
adolescente.
-
Adolescentes de escuelas secundarias privadas.
-
Adolescentes que no se encuentran escolarizados.
Sobre el universo y la muestra. Selección y tamaño de la muestra. Análisis de sesgos
Se empleó una técnica de muestreo no probabilístico. Esto implica que la muestra no es un producto de un proceso de selección aleatoria,
sino que los sujetos son seleccionados en función de su accesibilidad o a criterio
personal e intencional del investigador. La desventaja del método de muestreo no probabilístico
es que no se toman pruebas de una porción desconocida de la población. Esto implica
que la muestra puede representar a toda la población con precisión o no. Por lo tanto,
los resultados de la investigación no pueden ser utilizados en generalizaciones respecto
de toda la población.
Se utilizó el muestreo por conveniencia, en función de la accesibilidad a las escuelas
secundarias de Bahía Blanca. Asimismo, el tipo de muestreo es voluntario dado que
la encuesta se envió a través de un correo electrónico a la totalidad del universo
de escuelas, es decir, el encuestado no es previamente seleccionado y, por lo tanto,
las encuestas recogidas son de quienes voluntariamente las contestan. Por ello, los
análisis -muchos de los cuales aluden a proporciones o porcentajes del total- deben
tomarse apenas como indicativos de tendencias.
Cuestionario
Se elaboró un cuestionario especialmente diseñado para este estudio, con una instancia
de prueba piloto y ajustes antes de su versión definitiva. El mismo contó con las
siguientes secciones: 1. Características poblacionales; 2. Prácticas en torno a la
sexualidad; 3. Fertilidad; 4. Maternidades y paternidades; 5. Embarazo no intencional,
y, 6. Sexualidad.
Resultados y discusión
Características poblacionales
El 65.3% de los 449 estudiantes de escuelas secundarias públicas de Bahía Blanca encuestados
se identifican como mujeres, el 33.4% como varones, 2 adolescentes se identifican
como mujer trans, 1 varón trans y 2 aún no se identifican con ningún género. El promedio
de edad de las y los adolescentes que contestaron la encuesta fue de 16 años, representando
el 93% de los casos quienes tienen entre 15 y 17 años. El 43.9% de los adolescentes
tiene al menos un padre con el secundario completo. El 26.1% posee padres con estudios
universitarios y/o terciarios y el 25.4% tiene padres que pudieron completar la primaria
y/o tienen el secundario incompleto. Si bien no son datos estrictamente comparables,
el último censo de población muestra un menor nivel educativo alcanzado por la población
de 18 años y más.7 Solo el 6.7% de los adolescentes encuestados de Bahía Blanca vive en condiciones
de hacinamiento. Sin embargo, estos datos son más altos que el promedio de hogares
en 2010: 2.1% según el último censo de población (Censo 2010, INDEC) esto nos daría la pauta de que hemos podido llegar a la población más vulnerable.
Acceso a la información y prácticas en torno a la sexualidad
La mayor parte de los encuestados indica que recibieron educación sexual integral
(ESI) de sus profesores (83%). Consideran que fue útil el 69.3%, para el 10.6% no
lo fue y el 20.1% no sabe. El porcentaje de estudiantes que indica haber recibido
educación sexual de sus padres/madres (69.4%) es inferior al que afirma haberla recibido
de sus profesores (83%). El 30.6% de los adolescentes encuestados no recibió educación
sexual de sus padres/madres. De aquellos estudiantes que recibieron educación sexual
de sus padres/madres, el 67.3% dice que le fue útil y el 17.9% que no lo fue.
Asimismo, se observa que del 42.1% de los estudiantes encuestados que tuvieron alguna
vez relaciones sexuales es mayor la proporción de mujeres que de varones (son el 47.1%
frente al 32.7% de varones).
Además, los datos de la encuestan muestran que parecieran incrementarse las probabilidades
de iniciar las relaciones sexuales a medida que el nivel educativo del hogar es menor:
así, el 35.9% de quienes tienen al menos un padre con estudios terciarios/universitarios,
tuvo alguna vez relaciones sexuales, este porcentaje se incrementa al 50.9% de estudiantes
con padres/madres con hasta secundaria incompleta o primaria completa. Al estudiar
el comienzo de las relaciones sexuales según la edad observamos que la edad promedio
en que los estudiantes tuvieron por primera vez relaciones sexuales son casi los 15
años, sin observarse diferencias significativas entre géneros y nivel educativo del
hogar.
Cuadro 1
Promedio de edad en que tuvieron relaciones sexuales por primera vez, por género y
máximo nivel educativo del hogar. Año 2020.
Total
|
14.93
|
Por género
|
|
Mujer
|
14.8
|
Varón
|
15.14
|
Por máximo nivel educativo del hogar
|
|
Al menos un padre/madre o adulto resp. con universitario/terciario o más
|
15.07
|
Al menos un padre/madre o adulto resp. con hasta secundario completo
|
14.77
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
15.00
|
Sin estudios/sin respuesta
|
15.00
|
Del total de estudiantes que iniciaron su vida sexual (42.1%), el 87.8% indica que
utilizó algún método anticonceptivo para evitar el embarazo mientras que un 9.6% indicó
que no lo utilizó. Solo el 8% de los casos (14 mujeres y 1 hombre) indica que participó
en una relación sexual que resultó en un embarazo posterior. Además, 5 mujeres indican
que perdieron un embarazo y 1 que interrumpió el embarazo, 5 jóvenes son madres/padres
(4 mujeres y 1 varón). Un 5.9% (11 casos) no sabe o no contesta la pregunta, de los
cuales solo tres son varones.
Se destaca que los adolescentes identifican los distintos métodos anticonceptivos
(MAC) siendo los anticonceptivos inyectables (62.4%), la pastilla del día después
(76.4%), el uso de preservativos (96.2%) y las pastillas anticonceptivas (97.6%) los
más conocidos. El 69.2% los consiguen en forma gratuita. Sin embargo, la mayor parte
de los estudiantes refieren, como causas del embarazo de adolescentes, el no uso de
métodos anticonceptivos (40.5%), y en segundo lugar (33.3%) la falta de información;
un 18.6% considera que puede deberse a la falla del método.
Aquí podemos observar la contradicción que hay entre prácticas y creencias. Casi el
90% de las y los adolescentes indica que ha utilizado un método anticonceptivo a la
hora de tener relaciones sexuales, es decir, se visualiza una práctica preventiva
muy alta. Pero, dentro de su universo de representaciones respecto a por qué se producen
los embarazos adolescentes, revelan que la principal causa es el no uso de métodos
anticonceptivos. Nos preguntamos entonces si es que ciertas representaciones de circulación
social funcionan como un modo de “controlar” a los y las adolescentes en el uso de
MAC para evitar embarazos; lo cual pareciera efectivo -al menos en los datos-, pero
nos confronta con la pregunta respecto de si este control sobre sus cuerpos, a través
de ideas adulto-centristas (“los/as adolescentes son irresponsables y sus problemas
son a causa de ello”), no está muy lejos de brindar herramientas para el ejercicio
de su autonomía sexual y reproductiva.
Representaciones sociales en torno al cuidado de la fertilidad
Para evaluar las representaciones de las y los adolescentes asociadas con el cuidado
de la fertilidad, se utilizaron afirmaciones formuladas a partir de creencias y mitos
de circulación social y que fueron recogidos en distintas experiencias de intervención
profesional con pacientes con problemas reproductivos y en los talleres sobre ESI
que se desarrollaron en las escuelas públicas de la Provincia de Buenos Aires.
Gráfico 1
“Las personas que menstrúan normalmente no tendrán problemas para tener hijxs”.
Fuente: Elaboración propia con base en 449 EaEdBB.
Aproximadamente una de cada tres personas está de acuerdo y la misma proporción está
en desacuerdo. También son uno de cada tres aquellos que no están de acuerdo ni en
desacuerdo y que no saben o no contestan.
Gráfico 2
“Si una persona ya tuvo un hijo, no tendrá problemas en el futuro para tener más”.
Fuente: Elaboración propia con base en 449 EaEdBB.
Más de la mitad de los adolescentes encuestados están en desacuerdo.
Gráfico 3
“Hoy en día una persona puede quedar embarazada fácilmente después de los 40”.
Fuente: Elaboración propia con base en 449 EaEdBB.
Esta afirmación tiene casi el mismo porcentaje de desacuerdo (33.8%) que de acuerdo
(30.4%). Es importante la proporción de la población que desconoce si esta información
es correcta o incorrecta (el 22.8% no está de acuerdo ni en desacuerdo y el 13.6%
no sabe/no contesta).
Gráfico 4
“La pastilla anticonceptiva trae problemas de fertilidad (para tener hijxs)”.
Fuente: Elaboración propia con base en 449 EaEdBB.
Hay un importante porcentaje de desconocimiento (43.8%) dado que un 18.1% no está
de acuerdo ni en desacuerdo y un 25.7% no sabe/no contesta y está de acuerdo con esta
afirmación el 20.1%
Gráfico 5
“Si un varón tiene erecciones entonces podrá tener hijxs”.
Fuente: Elaboración propia con base en 449 EaEdBB.
El 44.9% de los encuestados está en desacuerdo con la frase “si un varón tiene erecciones entonces podrá tener hijxs”. Sin embargo, el grado de desconocimiento es mayor (55.1%)
Gráfico 6
“Un aborto mal practicado me puede dejar infértil (con problemas para lograr un embarazo)”.
Fuente: Elaboración propia con base en 449 EaEdBB.
Esta afirmación muestra tener un mayor grado de conocimiento por parte de los encuestados
dado que casi siete de cada diez adolescentes dicen estar de acuerdo con la frase.
Presentaremos a continuación el cruce de información entre las afirmaciones planteadas
y sus niveles de respuesta de acuerdo con el género, máximo nivel educativo alcanzado
en el hogar y si recibió educación sexual integral en la escuela o en su hogar. Como
se verá a continuación los datos no plantean diferencias significativas como para
poder realizar afirmaciones con robustez, pero sí nos permiten localizar algunas tendencias.
Cuadro 2
Cuadro 2
“Las personas que menstrúan normalmente no tendrán problemas para tener hijxs”. Según género, máximo nivel de estudio alcanzado y si recibió ESI de los profesores
y/o los padres de adolescentes de Bahía Blanca. Año 2020.
|
Género
|
Máximo nivel educativo del hogar
|
Recibió Educación Sexual (ES) de profes
|
Recibió ES de padres
|
|
Mujer
|
Varón
|
Al menos un padre/madre/ adulto con universitario/ terciario o más
|
Al menos un padre/ madre/adulto con hasta secundario completo
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
No
|
Sí
|
No
|
Sí
|
De acuerdo
|
29.00%
|
42.30%
|
35.00%
|
28.10%
|
44.70%
|
34.21%
|
33.60%
|
34.31%
|
33.44%
|
En desacuerdo
|
37.90%
|
18.10%
|
35.90%
|
30.10%
|
26.30%
|
28.95%
|
31.45%
|
32.85%
|
30.23%
|
Ni de acuerdo ni en desacuerdo
|
18.10%
|
19.50%
|
17.10%
|
19.90%
|
17.50%
|
17.11%
|
18.82%
|
15.33%
|
19.94%
|
No sabe / No contesta
|
15.00%
|
20.10%
|
12.00%
|
21.90%
|
11.40%
|
19.74%
|
16.13%
|
17.52%
|
16.40%
|
Las mujeres adolescentes muestran un mayor porcentaje de desacuerdo que sus pares
varones. Los/as adolescentes que viven en hogares con padres universitarios/terciarios
(35.90%) y aquellos que conviven con al menos un padre universitario o terciario (30.10%)
también presentan un porcentaje más alto de desacuerdo que quienes residen con padres
de hasta secundario completo y menores niveles educativos (26.30%). La mayor parte
de estos adolescentes afirma que recibió ESI de sus profesores (31.45%); en cuanto
a la información de ESI que recibieron de sus casas es mayor el porcentaje de quienes
no tuvieron ESI en casa (32.85%) que quienes sí la tuvieron (30.23%). Los adolescentes
que presentan un grado mayor de desconocimiento (no sabe/no contesta, no está ni de
acuerdo ni en desacuerdo o está de acuerdo) son varones (81.9%), conviven con padres
que tienen primario completo y/o secundario incompleto (73.6%) y afirman que no tuvieron
ESI ni de los profesores (71%) ni de los padres (65.15%). Es decir que quienes presentan
un mayor grado de conocimiento al respecto son las mujeres y quienes habitan en hogares
con mayores niveles educativos.
Cuadro 3
Cuadro 3
“Si una persona ya tuvo un hijx, no tendrá problemas en el futuro para tener más”. Según género, máximo nivel de estudio alcanzado y si recibió ESI de los profesores
y/o los padres de adolescentes de Bahía Blanca. Año 2020.
|
Género
|
Máximo nivel educativo del hogar
|
Recibió Educación Sexual (ES) de profes
|
Recibió ES de padres
|
|
Mujer
|
Varón
|
Al menos un padre/madre/ adulto con universitario/ terciario o más
|
Al menos un padre/ madre/adulto con hasta secundario completo
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
No
|
Sí
|
No
|
Sí
|
De acuerdo
|
18.40%
|
32.90%
|
17.90%
|
23.50%
|
30.70%
|
19.74%
|
24.46%
|
19.74%
|
24.46%
|
En desacuerdo
|
58.40%
|
43.60%
|
63.20%
|
51.00%
|
43.90%
|
64.47%
|
50.81%
|
64.47%
|
50.81%
|
Ni de acuerdo ni en desacuerdo
|
18.40%
|
13.40%
|
12.80%
|
17.90%
|
19.30%
|
10.53%
|
17.74%
|
10.53%
|
17.74%
|
No sabe / No contesta
|
4.80%
|
10.10%
|
6.00%
|
7.70%
|
6.10%
|
5.26%
|
6.99%
|
5.26%
|
6.99%
|
Al igual que sucedía con la afirmación anterior, el desacuerdo con la valoración “si
una persona ya tuvo un hijx, no tendrá problemas en el futuro para tener más” es mayor
en mujeres que en varones y en adolescentes con padres universitarios (63.20%) y/o
al menos un padre universitario y/o terciario (51%) que quienes residen con padres
con niveles educativos más bajos (43.90%). Además, en este grupo es mayor el porcentaje
que afirma no haber recibido ESI de los profesores ni de los padres (64.74%). Quienes
muestran mayor grado de desconocimiento (no sabe/no contesta, no están ni de acuerdo
ni en desacuerdo o están de acuerdo) son varones, la mayor parte tiene padres con
primaria completa o secundario incompleto (56.10%) y afirma haber recibido ESI de
los profesores y de los padres 49.19%. Los datos parecen indicar que el nivel educativo
de los padres y el género influyen en el grado de conocimiento.
Cuadro 4
Cuadro 4
“Hoy en día una persona puede quedar embarazada fácilmente después de los 40”. Según género, máximo nivel de estudio alcanzado y si recibió ESI de los profesores
y/o los padres de adolescentes de Bahía Blanca. Año 2020.
|
Género
|
Máximo nivel educativo del hogar
|
Recibió Educación Sexual (ES) de profes
|
Recibió ES de padres
|
|
Mujer
|
Varón
|
Al menos un padre/madre/ adulto con universitario/ terciario o más
|
Al menos un padre/ madre/adulto con hasta secundario completo
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
No
|
Sí
|
No
|
Sí
|
De acuerdo
|
29.70%
|
31.50%
|
28.20%
|
29.10%
|
35.10%
|
31.58%
|
30.11%
|
35.04%
|
28.30%
|
En desacuerdo
|
35.20%
|
29.50%
|
29.10%
|
33.70%
|
35.10%
|
31.58%
|
33.60%
|
30.66%
|
34.41%
|
Ni de acuerdo ni en desacuerdo
|
23.90%
|
20.80%
|
29.90%
|
19.90%
|
21.10%
|
23.68%
|
22.58%
|
22.63%
|
22.83%
|
No sabe / No contesta
|
11.30%
|
18.10%
|
12.80%
|
17.30%
|
8.80%
|
13.16%
|
13.71%
|
11.68%
|
14.47%
|
Nuevamente es mayor el porcentaje de mujeres (35.2%) que de varones (29.5%) que están
en desacuerdo con “hoy en día una persona puede quedar embarazada fácilmente después de los 40”. Según los datos de la encuesta, si bien la diferencia porcentual no resulta muy
significativa, el nivel de estudios alcanzado por los padres no tiene relación con
el conocimiento sobre la edad reproductiva de las mujeres ya que el 35.1% (con primario
completo) están en desacuerdo mientras que el 33.7 % (secundario completo) y el 29.1%
(universitario y/o terciario completo) están en desacuerdo. En cuanto a los conocimientos
sobre ESI recibido de los padres (34.41%) es mayor que el recibido en la escuela (33.60%).
En consonancia con ello, encontramos que también es mayor el porcentaje de adolescentes
que afirma no haber recibido ESI de sus profesores (31.58%) que los que no recibieron
ESI en su casa (30.66%). Quienes presentan un mayor grado de desconocimiento (no sabe/no
contesta, no están ni de acuerdo ni en desacuerdo o están de acuerdo) son varones
(70.4%) con menores niveles educativos: el 65% tiene padres con estudio primario completo
o secundario incompleto, el 68.42% afirma no haber recibido ESI en la escuela, y el
69.35% no haber recibido educación sexual de sus padres.
Cuadro 5
Cuadro 5
“La pastilla anticonceptiva trae problemas de fertilidad (para tener hijxs)”. Según género, máximo nivel de estudio alcanzado y si recibió ESI de los profesores
y/o los padres de adolescentes de Bahía Blanca. Año 2020.
|
Género
|
Máximo nivel educativo del hogar
|
Recibió Educación Sexual (ES) de profes
|
Recibió ES de padres
|
|
Mujer
|
Varón
|
Al menos un padre/madre/ adulto con universitario/ terciario o más
|
Al menos un padre/ madre/adulto con hasta secundario completo
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
No
|
Sí
|
No
|
Sí
|
De acuerdo
|
19.80%
|
18.80%
|
14.50%
|
20.90%
|
23.70%
|
23.68%
|
19.35%
|
18.98%
|
20.58%
|
En desacuerdo
|
37.90%
|
32.90%
|
39.30%
|
31.10%
|
42.10%
|
36.84%
|
36.02%
|
37.96%
|
35.37%
|
Ni de acuerdo ni en desacuerdo
|
18.80%
|
17.40%
|
15.40%
|
20.90%
|
16.70%
|
14.47%
|
18.82%
|
16.79%
|
18.65%
|
No sabe / No contesta
|
23.50%
|
30.90%
|
30.80%
|
27.00%
|
17.50%
|
25.00%
|
25.81%
|
26.28%
|
25.40%
|
La afirmación “la pastilla anticonceptiva trae problemas de fertilidad (para tener hijxs)” presenta un porcentaje de desconocimiento (no sabe/no contesta, no están ni de acuerdo
ni en desacuerdo o están de acuerdo) alto (63.9%). Estos resultados estarían indicando
que una gran parte de los encuestados, y sobre todo en los varones (67.1%), desconocen
que la pastilla anticonceptiva no afecta el cuidado de la fertilidad a pesar de que
el 63.98% afirma haber recibido ESI de sus profesores y el 64.63% de sus padres.
El mayor grado de desacuerdo con esta afirmación -es decir, su respuesta correcta-
corresponde, nuevamente, a las mujeres (37.90%) y, en contraposición a las tendencias
precedentes, estas mujeres pertenecen a hogares con padres con menores niveles educativos
(42.10%). En este grupo, no se hallaron diferencias entre quienes recibieron ESI y
quienes no la recibieron, ya sea por parte de la escuela o la familia.
Si tenemos en cuenta que la mayor parte de los y las adolescentes conocen los métodos
anticonceptivos y consideran que los embarazos se deben principalmente a la falta
de uso de estos y a la falta de información, podríamos pensar que el abordaje de los
contenidos relacionados con los métodos anticonceptivos solo hace hincapié en la prevención
del embarazo dejando de lado el cuidado de la fertilidad.
Cuadro 6
Cuadro 6
“Si un varón tiene erecciones entonces podrá tener hijxs”. Según género, máximo nivel de estudio alcanzado y si recibió ESI de los profesores
y/o los padres de adolescentes de Bahía Blanca. Año 2020.
|
Género
|
Máximo nivel educativo del hogar
|
Recibió Educación Sexual (ES) de profes
|
Recibió ES de padres
|
|
Mujer
|
Varón
|
Al menos un padre/madre/ adulto con universitario/ terciario o más
|
Al menos un padre/ madre/adulto con hasta secundario completo
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
No
|
Sí
|
No
|
Sí
|
De acuerdo
|
19.10%
|
28.20%
|
17.10%
|
20.90%
|
30.70%
|
18.42%
|
23.12%
|
19.71%
|
23.47%
|
En desacuerdo
|
45.10%
|
44.30%
|
53.80%
|
43.90%
|
34.20%
|
55.26%
|
42.74%
|
48.18%
|
43.41%
|
Ni de acuerdo ni en desacuerdo
|
15.00%
|
20.10%
|
18.80%
|
16.80%
|
17.50%
|
14.47%
|
17.20%
|
17.52%
|
16.40%
|
No sabe / No contesta
|
20.80%
|
7.40%
|
10.30%
|
18.40%
|
17.50%
|
11.84%
|
16.94%
|
14.60%
|
16.72%
|
Ante la presente afirmación, no se hallaron diferencias significativas de acuerdo
con el género. Cerca del 45% de la población encuestada respondió correctamente (45.10%
para las mujeres y 44.30% de los varones), mientras que alrededor del 65% respondió
incorrectamente o no pudo brindar respuesta.
Se observa una tendencia mayor a responder correctamente en hogares con al menos un
padre/madre/adulto universitario o terciario (53%) que en el resto de los hogares
donde prevalece el desconocimiento o responder incorrectamente.
No se encuentran diferencias significativas en las respuestas, de acuerdo con si recibieron
ESI o no, ya sea por parte de sus padres o de la escuela. Esto nos anima a pensar
si los mitos de circulación social, como por ejemplo aquel que vincula la virilidad
a la fertilidad, no tienen un impacto mayor que la educación sexual formal sobre la
población adolescente.
Cuadro 7
Cuadro 7
“Un aborto mal practicado me puede dejar infértil (con problemas para lograr un embarazo)”. Según género, máximo nivel de estudio alcanzado y si recibió ESI de los profesores
y/o los padres de adolescentes de Bahía Blanca. Año 2020.
|
Género
|
Máximo nivel educativo del hogar
|
Recibió Educación Sexual (ES) de profes
|
Recibió ES de padres
|
|
Mujer
|
Varón
|
Al menos un padre/madre/ adulto con universitario/ terciario o más
|
Al menos un padre/ madre/adulto con hasta secundario completo
|
Ambos padres con hasta secundaria incompleta o primaria completa
|
No
|
Sí
|
No
|
Sí
|
De acuerdo
|
75.10%
|
59.10%
|
67.50%
|
68.90%
|
75.40%
|
75.00%
|
68.82%
|
68.61%
|
70.42%
|
En desacuerdo
|
6.50%
|
10.70%
|
6.80%
|
7.10%
|
9.60%
|
11.84%
|
6.99%
|
10.95%
|
6.43%
|
Ni de acuerdo ni en desacuerdo
|
8.50%
|
6.70%
|
6.00%
|
8.70%
|
7.00%
|
|
9.68%
|
6.57%
|
8.68%
|
No sabe / No contesta
|
9.90%
|
23.50%
|
19.70%
|
15.30%
|
7.90%
|
13.16%
|
14.52%
|
13.87%
|
14.47%
|
La afirmación “un aborto mal practicado me puede dejar infértil (con problemas para lograr un embarazo)”, presenta mayor nivel de conocimiento que el resto de las afirmaciones. Además, muestra
una tendencia muy marcada al acuerdo en todos los grupos poblacionales, que en todos
los casos supera el 50%. Sin embargo, siguen siendo los varones aquellos que muestran
porcentajes más altos de desconocimiento (40.90%). A su vez, los/as adolescentes con
padres/madres de niveles educativos de hasta secundaria incompleta (75.40%) tienen
mayor conocimiento que sus pares con al menos un padre/madres universitario/terciario
(68.90%) y con padres universitarios/terciarios (67.50%). Es decir, es más alto el
grado de desconocimiento (no sabe/no contesta, no están ni de acuerdo ni en desacuerdo
o están de acuerdo) en el caso de los adolescentes que conviven con padres universitarios
(32.50%) que quienes conviven con al menos un padre universitario/terciario (31.1%)
y quienes conviven con padres que terminaron la primaria o tienen el secundario incompleto
(25%). Estas respuestas nos invitan a preguntarnos si no hay algo del orden de la
experiencia y de la transmisión familiar, que se pone en juego en este tipo de saberes.
Finalmente, solo en dos de las seis afirmaciones, haber recibido ES resultó significativo
a la hora de responder correctamente. Estas son: “Las personas que menstrúan normalmente no tendrán problemas para tener hijos” y “Hoy en día una mujer puede quedar embarazada fácilmente después de los 40”. Las representaciones de circulación social, el sentido común -la primera- y la insistencia
en los medios de comunicación -la segunda- evidencian cómo el hecho de recibir información
correcta y pertinente es eficaz a la hora de derribar aquellos mitos que desinforman.
En la mitad de las afirmaciones el hecho de pertenecer a un hogar con mayores niveles
educativos está emparentado con mayores niveles de respuestas correctas. En una de
las afirmaciones no se encontraron diferencias significativas y en dos afirmaciones
demostraron mayores niveles de conocimiento los y las adolescentes de hogares con
menores niveles educativos. Este último es el caso de “la pastilla anticonceptiva trae problemas de fertilidad” y “un aborto mal practicado me puede dejar infértil”. Es interesante reflexionar sobre estos saberes que, evidentemente, no provienen
de la educación formal, sino de los universos de significaciones que la experiencia
aporta a las personas. Teniendo en cuenta que en los niveles educativos más bajos,
la fragilización de las mujeres -centrándonos en un análisis histórico y social- es
mayor, y que en las sociedades patriarcales en las que vivimos, la responsabilidad
respecto de la reproducción recae fuertemente en las mujeres (porque son quienes deben
“poner el cuerpo” durante embarazo, parto, lactancia, etc.; porque es sobre quienes
suele recaer la crianza y porque los hogares monoparentales son, en su mayoría, monomarentales),8 no resulta llamativo la necesidad de transmitir a sus hijas los conocimientos adquiridos
a través de la experiencia personal y colectiva. Sin embargo, esto afecta también
a las clases más altas, ya que la desigualdad social en términos de género y las estrategias
biopolíticas de fragilización de las mujeres (Fernández 2014) se manifiestan en todos los niveles sociales, económicos y educativos pero de un
modo diferente. En este sentido, es importante tomar el recaudo de que nada de lo
social resulta homogéneo: a las diferencias establecidas por género, se deberán considerar
las diferencias en los modos de subjetivación de mujeres de distintas clases sociales,
etnias, comunidades religiosas, regiones, etc. De algún modo, esta fragilización que
sufre la vida de las mujeres a partir de las circunstancias reproductivas que se les
presentan (ya sea encarar la maternidad, interrumpir el embarazo o dar en adopción),
nos da la pista de por qué son las que, en todos los casos, demostraron mayor conocimiento
que sus pares varones. (Solo en la afirmación sobre “si un varón tiene erecciones entonces podrá tener hijos” no se encontraron diferencias significativas por género, es decir, que tampoco aquí
los varones demuestran un conocimiento mayor). Al identificar la vida reproductiva
y no reproductiva, como un universo propio de las mujeres, se producen sesgos conceptuales
a la hora de enseñar educación sexual y diagramar políticas públicas: se invisibilizan
otras particularidades y necesidades de las mujeres adolescentes que no están vinculadas
al hecho de quedar o no embarazadas, y se invisibiliza a los varones adolescentes
y su responsabilidad en la vida sexual y reproductiva.
A modo de cierre
Hemos iniciado esta investigación, con el propósito de indagar las representaciones
sociales y las prácticas de las y los adolescentes de 4º año de las escuelas secundarias
públicas de gestión estatal de la ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires
sobre el cuidado de la fertilidad.
Para ello hemos partido de investigaciones mundiales que plantean que es escaso o
modesto el conocimiento que tiene la población mundial que se encuentra en edad reproductiva
sobre el cuidado y la preservación de la fertilidad, que desconocen los aspectos biológicos
de la concepción, que sobrestiman la posibilidad de embarazo, ignoran el tiempo en
el que la mujer es más fértil, ignoran qué sucede con los hombres y con el declive
de la etapa reproductiva después de los 35 años, tienden a no reconocer que las ITS
son un factor de riesgo también para la fertilidad y carecen de la comprensión de
que la infertilidad es un problema que podrían tener; estas categorías también suelen
depender de variables como el género, el sexo, la edad y los factores sociodemográficos
(World Fertility Awareness Month 2006; Bunting y Boivin 2008; Bunting, Tsibulsky, Boivin 2013; Soriano-Ortega, Carballo-Mondragón, Roque-Sánchez, Durán-Monterrosas, Kably-Ambe 2017; Jurkowski, Rossi, Manubens y Olivera Ryberg 2019).
Al salir al campo, entonces, lo hicimos partiendo del supuesto de que las y los adolescentes
que tuvieron y/o tienen ESI en la escuela carecen de información suficiente sobre
el cuidado de la fertilidad, y que las representaciones de género y el nivel educativo
del hogar condicionan las prácticas de cuidado. En sintonía con los resultados de
las investigaciones que preceden a este trabajo, pudimos observar algunas tendencias:
-
Los y las adolescentes de Bahía Blanca carecen de información adecuada sobre el cuidado
de la fertilidad, siendo los varones los que presentan los porcentajes más altos de
desconocimiento en todos los casos.
-
La relación entre el grado de conocimiento sobre el cuidado de la fertilidad y el
nivel educativo del hogar no parece ser directamente proporcional; de hecho, en las
afirmaciones vinculadas a los efectos de la pastilla anticonceptiva y la práctica
de un aborto, los y las adolescentes con hogares con menores niveles educativos han
respondido correctamente en un porcentaje mayor al de adolescentes con padres universitarios.
Esto nos deja ante la pregunta, para indagar en futuras investigaciones, sobre cuáles
son aquellos conocimientos que circulan más fuertemente en la trasmisión familiar,
que en la educación formal.
-
En cuanto al acceso y los contenidos de la educación sexual integral, los mismos parecieran
resultar insuficientes, ya que están focalizados en prevenir el embarazo adolescente
a través de información sobre métodos anticonceptivos. Sin embargo, ni siquiera de
este modo, logran vencer los falsos mitos de circulación social. Cabe aclarar que
en ese sentido el Plan de Educación Sexual Integral es una herramienta actualizada
con especial atención en el ejercicio de los derechos y el cuidado del cuerpo de manera
integral, pero, evidentemente, en la transmisión de la misma se encuentran algunos
obstáculos que ponen el foco más en el control de la fertilidad que en los cuidados
integrales y pleno ejercicio de la sexualidad.
-
No se observaron diferencias significativas en torno a las representaciones sobre
el cuidado de la fertilidad. En este sentido, quienes recibieron ESI tienen representaciones
sobre fertilidad similares a quienes no la tuvieron.
Entendemos como una gran deuda de la ESI la promoción del cuidado de la fertilidad.
Creemos que los contenidos curriculares deberían actualizarse incorporando esta temática,
históricamente postergada para, así, cumplir con el propósito de la Ley 26.150 al
transmitir conocimientos pertinentes, actualizados y confiables para prevenir los
problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual, y reproductiva en
particular.
Finalmente, es necesario elaborar campañas de concientización sobre la fertilidad
que aborden las creencias que dan una falsa sensación de seguridad sobre la fertilidad
y que ayude a advertir miedos y demoras innecesarias en la búsqueda de un hijo y a
prevenir la infertilidad mediante la información y el asesoramiento de enfermedades
de transmisión sexual curables, sobre todo en los países menos desarrollados (Bunting y Boivin 2008).