Introducción
El café tiene su origen en Etiopía, África; sin embargo, eso no impide que se trate
de uno de los cultivos más valiosos para los campesinos mexicanos, siendo relevante
no solo por sus beneficios económicos sino también por su valor social, ambiental
y cultural (Moguel y Toledo 1996; Escamilla et al. 2005), de acuerdo con el Anuario Estadístico de la Producción Agrícola del Servicio de Información Agroalimentaria
y Pesquera, para el año 2020 se reporta una producción de café cereza de 953,682.90 toneladas
en todo el país, en la que se involucran productores, jornaleros y las familias de
ellos de manera directa e indirectamente del personal encargado de la manufactura
del aromático (Aguirre 1999; Hernández 2016).
En Chiapas, la caficultura se ha constituido como una de las principales actividades
económicas. Las comunidades indígenas y mestizas lograron apropiarse de un cultivo
de origen africano y adaptarlo a las prácticas agrícolas nativas (Moguel y Toledo 1996); con el tiempo se desarrolló una variedad de conocimientos en torno a esta actividad
como resultado de las percepciones, creencias, observaciones, prácticas y experiencias
derivadas de la constante interacción con el cultivo, así como de la influencia de
elementos sociales y culturales locales (Myers 2005; Lugo-Morin et al. 2018).
Como ocurre con gran parte de los sistemas agrícolas, el cafetal es constantemente
impactado por plagas y enfermedades. Por mencionar algunos ejemplos: en 1997, los
cafetales se vieron afectados por la broca del café (Hypothene-mus hampei, Ferrari 1867)1 (SAGARPA 2016) y en el ciclo productivo 2012-2013 se presentó la epidemia de la roya
anaranjada del cafeto (Hemileia vastatrix, Berkeley y Broom 1869)2 que afectó fuertemente a los cafetales mexicanos. La roya es una enfermedad que afecta
directamente a la planta, las manchas naranjas y la defoliación son los principales
síntomas que se manifiestan y cuando no es posible controlar la enfermedad la reducción
de la productividad y la inminente mortalidad del cafeto es la consecuencia.
Sin embargo, a partir de la interacción, observación profunda y experimentación, los
productores son capaces de implementar prácticas para el manejo de las afectaciones
de plagas y enfermedades. Estas prácticas incorporan una serie de conocimientos, que
son resultado de la mezcla de las experiencias y su valoración con el contexto socioambiental
y cultural en donde se desarrollan, así como de la incorporación de elementos externos
como la asistencia técnica, medios de comunicación y capacitaciones (Segura 2005; Díaz 2011; Toledo y Alarcón-Cháires 2012). Diferentes definiciones se han atribuido para referirse a este tipo de conocimiento,
como conocimiento ecológico tradicional (Berkes 1999), conocimiento indígena (Nakasima y Roué 2002), sistema de conocimiento ambiental indígena (Barrera-Bassols 2008), conocimientos tradicionales (Cumbre de Rio 1992) o conocimientos locales (Toledo 2005); para este trabajo se utilizará el término de conocimiento local considerando que
este se genera desde los valores y cosmovisiones de la comunidad, es decir, se produce
desde la cultura local (Alarcón-Cháires 2019).
Los elementos externos a la cultura local enriquecen y atribuyen un nuevo significado
al conocimiento local que poseen y en su momento son transmitidos a familiares y conocidos,
y es justo reconocer que no se transmiten sin alteración alguna (Gutiérrez 2011), puesto que se encuentran en constante cambio y adaptación a nuevas necesidades
que obedecen a procesos históricos, sociales, políticos, económicos y a la misma socialización
y transformación interna del conocimiento.
El conjunto de conocimientos y prácticas de cultivos que desarrollan es visualizado
como un manejo ecológicamente adecuado de la naturaleza y que difiere totalmente de
los métodos utilizados por la industria, desarrollados durante el proceso de transformación
de la Revolución industrial en el siglo XVIII (Toledo 1992 y 2005; Lazos 2011), ante este panorama se hizo urgente reconocer y rescatar aquellos conocimientos
locales que alguna vez fueron menospreciados por el conocimiento científico definiendo
estos como un conocimiento “atrasado”, “arcaico” e “ignorante” (Toledo 2005) pero que con el tiempo se ha buscado generar espacios de diálogo entre lo empírico
y lo científico (Hernández Xolocotzi 1988; Toledo y Alarcón-Cháires 2012), en el que se permita comprender, revalorar y visibilizar los conocimientos locales
como una herramienta para la diversificación de prácticas de manejo, acrecentar la
variedad genética, encaminados al establecimientos de policultivos (Toledo 2005), dichas acciones representan estrategias potenciales del uso sostenible de los recursos
y en un agroecosistema como el cafetal, se traduce en mecanismos de resiliencia frente
a la constante amenaza de plagas y enfermedades.
La pandemia de la roya ocurrida en el ciclo 2012-2013 impactó severamente las parcelas
y, en consecuencia, el sistema económico de las familias y del estado también. Ante
esta situación, las instituciones académicas y gubernamentales implementaron estrategias
con el objetivo de reducir los efectos de dichos problemas de orden biológico. Desde
la ciencia occidental, para la implementación de estrategias de acción, se realizan
ensayos científicos controlados que implican una fuerte inversión de tiempo y recursos;
sin embargo, a nivel local, las familias caficultoras constantemente utilizan las
parcelas como un campo de ensayo que contribuye en el establecimiento de medidas para
mitigar las consecuencias derivadas de plagas y enfermedades. Estos comportamientos
de los productores permiten la construcción de un conocimiento basado en la observación
y experimentación, que regula la implementación de acciones y obedece a la interpretación
y percepción que tienen de su entorno (Durand 2002).
Ha sido documentado que las actividades de siembra, manejo, experimentación y modificación
han permitido que los productores mantengan un estrecho vínculo con los cafetales
(Ruíz et al. 2006), lo cual ha facilitado la implementación de algunas estrategias para el manejo de
plagas y enfermedades, así como la identificación de la dinámica del sistema cafetalero;
es decir, los caficultores distinguen el suelo idóneo para el desarrollo de los cafetos,
el clima que favorece la producción y el rol de la sombra en la producción (Soto-Pinto et al. 2007).
En este sentido, la identificación de los conocimientos representa una herramienta
para establecer acciones frente a las plagas y enfermedades, y este artículo brinda
un panorama general del cúmulo de conocimientos construidos por los caficultores chiapanecos
y sirve como un patrón de comparación respecto al desarrollo de conocimientos en ambientes
y comunidades diferentes.
Metodología y estudio
El estudio fue realizado en el estado de Chiapas con productores de 13 localidades
distribuidos en 7 municipios: Amatenango de la Frontera, Bella Vista, Huixtla, Motozintla,
Ocozocoautla de Espinosa, Pijijiapan y San Fernando (Figura 1), el trabajo en campo se desarrolló durante los meses de junio 2017 a febrero 2018.
Figura 1
Municipio de origen de los caficultores entrevistados.
Fuente: Elaboración propia con base en los datos topográficos del Instituto Nacional
de Estadística y Geografía, 2013.
Se contó con la participación de 30 caficultores pertenecientes a ocho diferentes
cooperativas, cinco de ellos no pertenecen a ninguna organización; la mayoría de las
organizaciones se encuentran asociadas con la Federación de Indígenas Ecológicos de
Chiapas. La administración y manejo de los sistemas cafetaleros regularmente son dirigidas
por los hombres que figuran como jefes de familia, por lo tanto, la participación
de mujeres en este estudio fue mínima; la edad promedio de los caficultores es de
53 años, pertenecientes a grupos mestizos que tienen como lengua materna el español.
Este estudio formó parte de una tesis doctoral desarrollada en la misma zona, sin
embargo, se presentaron inconvenientes en el desarrollo de las actividades de campo
que orillaron a culminar el levantamiento de datos en localidades de la Depresión
Central de Chiapas con productores organizados. Cabe mencionar que ambas zonas se
destacan por la actividad cafetalera además de la historia de producción que los caracteriza.
Las técnicas aplicadas fueron: la entrevista semiestructurada y la observación participante
(Fàbregues et al. 2016) y se analizó la información mediante análisis de contenido, y aplicación de la escala
de Likert (Ospina et al. 2005).
La entrevista estuvo compuesta por 41 preguntas divididas en cuatro categorías: datos
del entrevistado, información del cafetal y producción, problemas en el cafetal y
conocimiento acerca de la roya anaranjada. Las preguntas fueron abiertas y cerradas,
las primeras permitieron que el productor expresara libremente sus pensamientos mientras
que en las preguntas cerradas se establecieron opciones a elegir.
Con el fin de validar el instrumento de investigación se realizó un piloteo durante
un intercambio de experiencias entre caficultores para garantizar la calidad de la
información, corregir errores e incorporar preguntas faltantes (Quispe 2013) que pudieran enriquecer el estudio.
El análisis de la información se realizó utilizando la técnica de análisis de contenido
que permite la interpretación de textos acumulados, es por ello que las entrevistas
fueron grabadas con el consentimiento de los productores y posteriormente transcritas
en una base de datos en Excel 2013, se empleó el software QRS N6 donde se establecieron las categorías de análisis que permitieron agrupar
las respuestas de los entrevistados que compartían similitudes entre sí (Fernández 2002). Las categorías establecidas fueron elaboración propia construidas a partir de la
percepción de los productores, registrada en las entrevistas. Con las categorías establecidas
se realizó un análisis de frecuencia, la importancia de cada una de ellas aumentaba
con la frecuencia de aparición en las respuestas de los caficultores.
La escala Likert permitió analizar el conocimiento que existe entre los caficultores
sobre la roya del cafeto y la actitud que mantienen hacia la actividad, sin pretender
evaluar sus conocimientos. Para identificar los saberes que poseen los caficultores,
se construyeron siete preguntas sobre la roya, la forma en la que actúa y los impactos
que ocasiona en el cafeto, con respuestas establecidas clasificadas en una escala
del 1 al 5. Al momento de la entrevista, el productor elegía una respuesta por pregunta
que automáticamente arrojaba un valor numérico, al final se obtuvo un puntaje total
producto de la suma de las puntuaciones obtenidas a las preguntas de tipo Likert.
Posteriormente, se establecieron intervalos de clase para relacionar el puntaje con
un nivel de descripción: muy poco detallado, poco detallado, regular, detallado, muy
detallado. Se calculó el rango, utilizando el valor máximo posible y mínimo posible,3 y la amplitud de los intervalos de clase utilizando las siguientes fórmulas (Sánchez 2015):
Donde R es el rango; 𝑥𝑘 el valor máximo de la muestra de estudio, 𝑥1 el valor mínimo, C la amplitud de los intervalos de clase y 𝑘 el número de intervalos de clase (se
establecieron 5 intervalos de clase para relacionarlo con el nivel de descripción).
Este mismo procedimiento se realizó para medir la actitud de los productores hacia
la caficultura, esta vez con nueve preguntas con respuestas establecidas en escala
del 1 al 5, los intervalos de clase fueron relacionados con un rango actitudinal:
muy renuente, renuente, regular, anuente y muy anuente.
Para la observación participante se visitaron las parcelas de los productores y con
la interpretación del diario de campo fue posible complementar los datos adquiridos
en las entrevistas, además de la información obtenida de los foros y talleres participativos
a los que acudieron caficultores, académicos y representantes de instituciones gubernamentales;
cabe aclarar que este estudio aunque no comprende un estudio etnográfico en su totalidad
emplea algunas de las técnicas de dicho método.
Resultados y discusión
Problemas en el cafetal
La productividad en los sistemas agrícolas es constantemente limitada por diferentes
situaciones económicas, biológicas y humanas, por lo que el sistema cafetalero no
es la excepción. Hacia el año 2011, las mayores dificultades que enfrentaban los caficultores
eran las pérdidas por condiciones climáticas y altos costos de insumos (Robles 2011). Sin embargo, el estudio reveló que las afectaciones por la roya anaranjada (Hemileia vastatrix) son identificadas por los caficultores como la amenaza principal a su producción.
Todos los entrevistados señalaron las plagas y enfermedades como su mayor dificultad
en el momento de la aplicación del instrumento metodológico, entre los que se destacaron
la roya anaranjada, la broca y el ojo de gallo: “la roya lo acabó el café, empezamos
a plantar de nuevo... estamos empezando de nuevo, había cosechado más de una tonelada,
como 1,200 kilos y ahora apenas 100 kilos, el año pasado coseché 18 kilos nada más,
quedé en cero” (Caficultor, 53 años).
Aunado a esta problemática cerca de la mitad de los productores señalaron a los problemas
de tipo económico como la segunda dificultad más frecuente, entre los que se incluyen:
la caída del precio del café, descenso de la producción, falta de comercialización
y el aumento en los costos de fertilización, estas situaciones han desmotivado a los
caficultores por la baja rentabilidad de la actividad.
En las visitas en campo se observó que algunos productores han cambiado el uso del
suelo ante el reto que representa el cultivo del café, cinco de los entrevistados
mencionaron que han destinado las tierras a la ganadería extensiva, específicamente
los caficultores del municipio de Pijijiapan.
Respecto a las afectaciones biológicas, en promedio cada productor mencionó tres plagas
o enfermedades que inciden en su cafetal; en orden jerárquico, la mitad de los entrevistados
ubicaron a la roya en primer lugar como la principal afectación biológica mientras
que la otra mitad identificó a la broca como la de mayor incidencia, sin embargo,
quienes no mencionaron a la roya como la principal afectación sí la ubicaron como
la segunda de mayor presencia en los cafetales. El ojo de gallo fue la tercera afectación
biológica de mayor mención, una sexta parte la considera como la segunda principal
afectación mientras que la mitad de ellos ordenaron a este hongo como la tercera enfermedad
de mayor incidencia en los cultivos de café (Figura 2).4
Figura 2
Plagas y enfermedades con mayor afectación mencionadas en orden jerárquico.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta “Identificación de los conocimientos
que tienen los caficultores sobre la roya (Hemileia vastatrix)”, 2017.
Como medida de control ante la roya, los caficultores decidieron renovar su plantación
de arábigos con variedades resistentes a la roya, especialmente con híbridos de Timor
(Catimor y Costa Rica 95),5 con esta medida la mayoría de los productores mantiene una actitud positiva en cuanto
al futuro de su cafetal, mientras que un par de productores se sienten inseguros sobre
las ventajas que traerá la renovación de sus cafetos, ya que los resultados no los
observan de manera inmediata.
Conocimiento y percepción de la roya
La conceptualización que tienen los caficultores sobre la roya varía, sin embargo,
la mitad de los entrevistados la conciben como un organismo vivo y asignan términos
como plaga, hongo, enfermedad, virus y bacteria, aunque técnicamente todos ellos son
conceptos diferentes coinciden en que se trata de organismos. Los caficultores logran
describir fácilmente las características del hongo en la planta, los primeros síntomas
y el desarrollo de la enfermedad, puesto que se trata de elementos observables. Algunas
de sus primeras respuestas a la pregunta ¿qué es la roya? son las que se presentan
a continuación: “Es una crisis que viene deteriorando toda la producción que antes
se levantaba” (Caficultor, 47 años). “Cuando tenemos una hoja normal y cuando ya le
empieza a atacar se ve amarillado o de forma naranja abajo y como se va el tiempo
se va formando más y se hace como polvito” (Caficultor, 33 años).
Los caficultores son capaces de identificar fácilmente la fase de esporulación del
hongo; la mayoría de los entrevistados apuntan a que las manchas amarillas/ anaranjadas
en el envés de las hojas son el primer síntoma visible de la roya. Aunque el ciclo
de vida de la enfermedad se conforma de cinco etapas: diseminación, depositación,
germinación, penetración del hongo, colonización y esporulación (Avelino y Rivas 2013), en el proceso de transición de la etapa de colonización a la esporulación se manifiestan
los primeros síntomas visuales percibidos por los caficultores. Tal como apuntan Segura (2005) y Merleau-Ponty (2002), nuestros sentidos conciben las ideas a través de lo que percibimos en el entorno,
por medio de los sentidos, en este caso, la vista y el tacto son los sentidos usados
para describir la roya como un polvo fino anaranjado en el envés de las hojas, que
al frotar los dedos, se adhiere a la mano: “Es como un hongo que transmite a las plantas
que al quitarlo es como un polvo, que se hace con la mano así (movimiento de la mano
sobre la hoja) se quita todo de la hoja” (Caficultor, 40 años).
Los caficultores expresan que la infección del hongo al no ser controlada conlleva
a la deshidratación, esta es la descripción que los caficultores asignan al proceso
de defoliación en donde el cafeto pierde las hojas necrosadas. Ante estas condiciones
la planta sucumbe ante la roya o disminuye la carga fructífera ante la reducción del
potencial fotosintético del follaje (Barrera et al. 2013); sin embargo, la lluvia, la temperatura, la carga fructífera, la época de cosecha,
el inóculo residual y las interacciones con otros organismos que componen la red de
interacciones tróficas en el cafetal (Avelino et al. 1999; Agrios 2001; Barquero 2013; Perfecto et al. 2014; Hajian-Forooshani et al. 2016) son los factores que determinarán el desarrollo de la enfermedad en el cafetal y
en consecuencia el destino de las plantas ante las opciones mencionadas.
Con el paso del tiempo y la profunda afectación provocada por la roya, los productores
han sido capaces de observar el comportamiento de la enfermedad y sus principales
síntomas en la planta. Aunque la percepción de cada uno de ellos es diferente por
la interacción con el medio y las relaciones sociales que mantienen, esta brinda los
primeros fundamentos de la construcción del conocimiento (Alarcón-Cháires 2017) que
organiza las observaciones del productor y la información que es transmitida por técnicos,
compañeros productores o cualquier otro medio de información. Es necesario considerar
que existen diferentes ritmos de producción de conocimiento, mientras que los conocimiento
tradicionales se construyen a través de generaciones (Leff et al. 2003) el conocimiento local se define desde la cultura local que se interpreta como un
factor dinámico que se transforma en el tiempo, además de la influencia de actores
externos que entretejen un conocimiento complejo que brinda nuevos significados a
lo que se conoce.
En lo que respecta a las condiciones climáticas, los productores coinciden en que
son factores que acentúan la presencia de la roya. Poco más de la mitad de los entrevistados
ha observado un mismo patrón de comportamiento de la roya respecto a la temperatura:
las altas temperaturas están asociadas con una mayor presencia de la roya en los cafetales,
mientras que en zonas de mayor altitud donde la temperatura es menor, los cafetales
logran resistir a la enfermedad. En cuanto a la precipitación, una cuarta parte de
los entrevistados señala que el escurrimiento de las gotas de agua permite depurar
las hojas infectadas por el hongo, a pesar de que las esporas son alojadas en el envés
de las hojas, mencionan que funciona como un sistema de arrastre.
La temperatura óptima a la cual la uredóspora germina oscila entre los 22-23 ºC cumpliendo
con esta condición el hongo penetra en el tejido y coloniza la hoja (Virginio y Astorga 2015), aunque los caficultores no señalan cifras exactas observan el comportamiento de
la roya en ambientes más cálidos. La humedad es otro factor determinante para la emergencia
de la roya, las gotas de rocío y las salpicaduras de la lluvia son importantes para
mantener la humedad y la dispersión de las esporas a corta distancia, respectivamente
(Barrera 2013), sin embargo, para los caficultores es considerado una manera de limpiar las hojas
infectadas.
Existen diferentes factores asociados con la presencia de la roya en los cafetales
y la mitad de los caficultores lo relacionan con características del sistema cafetalero
como la variedad y la longevidad de las plantas, en ese momento manejaban las variedades
Typica y Bourbon principalmente, observando que eran enormemente susceptibles a la
enfermedad además de que sus cafetales tenían entre 2025 años y por lo tanto se trataba
de plantaciones viejas que no fueron capaces de soportar el impacto de la roya y únicamente
fueron detonantes en el proceso de infección, “... (la roya) nos encontró con plantas
de café muy avanzadas de edad, ya muy viejitas muy mal cuidadas con una alimentación
muy baja en la plantación y por esa razón la roya vino y la atacó fácilmente” (Caficultor,
55 años).
Además, una cuarta parte de los entrevistados menciona que el poco manejo en el cafetal
contribuye a que la roya tenga una fuerte presencia, especialmente la falta de deshierbes
y actividades de prevención contra la enfermedad, como señalan otros autores (Virginio y Astorga 2015), quienes relacionan la reducción de las actividades de manejo con la caída del precio
del café en el mercado internacional y su contribución indirecta al desarrollo de
la enfermedad. Aunque el trabajo de Avelino y colaboradores (1999) señalan que la infección por la roya es más alta cuando la cantidad de frutos es
elevada puesto que se requiere de mayor energía para producir y mantener los frutos
en las ramas secundarias del cafeto y por tanto la planta reserva menos energía para
impedir el avance de patógenos en el tejido (Huerta et al. 2016) los productores entrevistados no perciben esta relación en el proceso de infección
de la roya.
Aunque existe confusión acerca del medio por el que llegó la roya a los cafetales,
más de la cuarta parte de los productores apunta a que el hongo arribó por medio de
elementos naturales como el aire y el suelo, uno de los entrevistados mencionó que
la roya se desarrolló en el suelo. Al tratarse de un hongo cuya forma de reproducción
son las esporas que se diseminan fácilmente por el viento (Avelino et al. 2004), coincide con la percepción de los caficultores. No hay reportes que indiquen que
el hongo sobreviva en el suelo sobre todo porque que se trata de un parásito obligado,
es decir, que desarrolla su ciclo de vida sobre organismos vivos y una vez que la
hoja infectada cae al suelo después de unos días de que se seca el hongo muere (Virginio y Astorga 2015).
Además de los elementos naturales, poco más de la cuarta parte de los caficultores
señala que el hongo fue transmitido por seres vivos, en los que incluyen a las aves
y personas, ya sea los mismos productores o jornaleros, algunos autores confirman
que las esporas son adheridas a la ropa, sobre todo, durante la época de recolección
cuando el movimiento dentro de la parcela es mayor, y mientras caminan por otras parcelas
con la ropa contaminada diseminan las esporas, y los caminos dentro del cafetal correlacionan
positivamente con la incidencia de la enfermedad (Avelino et al. 1999; Soto-Pinto et al. 2002). En menor frecuencia mencionan a los instrumentos de trabajo, como los costales
y canas tas de recolección, como posibles dispersores de la roya anaranjada.
Existe la creencia, al menos de una cuarta parte de los productores, de que la roya
fue provocada por el mismo gobierno o países líderes en producción de café, estos
últimos con el objetivo de afectar a México, uno de los países que se destaca por
su actividad cafetalera; asociaron el avistamiento de avionetas sobrevolando el cafetal
con el periodo de mayor presencia de la roya.
Cuando los productores se enfrentaron a esta situación, desplegaron algunas medidas
como el control químico mediante la aplicación de fungicidas, manejo con árboles de
sombra y en situaciones más serias, optaron por la renovación del cafetal con variedades
resistentes a la roya. Aunque lograron mantener bajo control la situación, no fue
posible erradicar la enfermedad y muchos de ellos se han resignado a convivir con
el hongo. Las estrategias de control responden en su mayoría, a la asistencia y capacitación
técnica recibida en las organizaciones cafetaleras, además de las experiencias que
comparten entre productores sobre la funcionalidad de las medidas implementadas.
Alarcón-Cháires (2019) plantea la diferencia entre conocimientos y saberes, refiriéndose a los conocimientos
generados desde una visión occidental a través del método científico y los saberes
construidos a través de la práctica; considerando esta clasificación y los factores
identificados que influyen en la construcción del conocimiento de los caficultores
como la observación, experimentación, percepción y práctica, se podrían ubicar como
“saberes”; sin embargo, la fuerte presencia de la asistencia técnica permite definir
que se trata de conocimientos adaptados que, aunque tienen su origen en la práctica,
se apoya de razonamientos científicos que permiten la adaptación del conocimiento
a las condiciones ambientales y culturales que evolucionan de acuerdo con las necesidades
del productor.
Construcción del conocimiento contemporáneo
Un sistema agrícola está rodeado de cosmovisiones, conocimientos y experiencias construidas
a través del tiempo; no obstante, la Revolución industrial marcó un significativo
cambio en los procesos de trabajo de los agroecosistemas (Hernández-Xolocotzi 1988) amenazando la existencia del conocimiento empírico e intrínseco de la comunidad
agrícola considerada como una forma de conservación del ambiente y una herramienta
para la gestión de una agricultura sostenible (Diemont y Martin 2009), por la estrecha relación que mantiene el ser humano con la naturaleza (Cardoso y Cuervo 2014) y que difiere totalmente de las prácticas utilizadas por la industria (Moguel y Toledo 2012).
Cerón (2017) propone una categorización del conocimiento en relación con la ciencia en cuatro
niveles: metacientífico, científico, precientífico y el acientífico, siendo este último,
de acuerdo con su descripción, el asociado a los conocimientos que se originan de
procesos prácticos y reflexivos, en este nivel es posible ubicar los conocimientos
locales identificados en este estudio. Mientras que Leff y colaboradores (2003) ofrecen una clasificación del conjunto de conocimientos y saberes asociados con la
cosmovisión, interpretaciones, prácticas y significados empíricos en un dominio más
amplio llamado “saberes subyugados” o “tradición científica no occidental”, que agrupa
formas precisas de conocimiento como la ciencia indígena, ciencias nativas, conocimiento
popular, conocimiento campesino y conocimiento indígena.
Aunque las clasificaciones del conocimiento son diversas y muy distintas entre sí,
dependen de la aproximación epistemológica y filosófica de la cual se aparta, en este
trabajo se encuentran coincidencias con el planteamiento de Leff y colaboradores (2003) que consideran el conocimiento local como una corriente del conocimiento indígena.
El conocimiento local, que agrupa aquellos aprendizajes, experimentos y percepciones
resultados de procesos colectivos reflexivos e ideológicos (Cardoso y Cuervo 2014; Toledo 2005), tiene un carácter empírico que considera a la experiencia sensorial como fuente
de conocimiento (García 1997). Como se mencionó anteriormente, los caficultores han construido el conocimiento
sobre la roya a partir de, principalmente, la visión y el tacto que obedece a su constante
interacción con los cafetales; en consecuencia, los caficultores tienen un conocimiento
claro de los procesos observables dentro del cafetal y evalúan en función de las diferentes
prácticas implementadas, aunque, es necesario destacar también la existencia de procesos
de reflexión, percepción, experimentación e incluso de factores que escapan a la lógica
occidental empírica y que complementan lo percibido por el sistema sensorial.
No obstante que el café no es una especie nativa, los caficultores lograron apropiarse
de él y adecuarlo a las prácticas agrícolas tradicionales (Moguel y Toledo 1996) desarrollando una interacción entre sus propias observaciones dentro del cafetal
y de las creencias e influencias de elementos tanto externos como técnicos, cursos
de capacitación y medios de comunicación. La mayoría de los entrevistados recibió
información de la roya del cafeto a través de capacitaciones y asistencia técnica
de las organizaciones cafetaleras además de las campañas realizadas en su momento
por las dependencias gubernamentales: “Nos han dado algunas enseñanzas por algunos
técnicos, [sobre la aplicación de agroquímicos para control de la roya] según dicen
que con eso, no importa la variedad de la plantación pero hay que fumigarlo” (Caficultor,
53 años).
Esto demuestra que el conocimiento es un proceso dinámico en constante retroalimentación
que adapta elementos externos a la comunidad que aportan un nuevo significado a su
aprendizaje (Díaz 2011; Gutiérrez Gómez 2011) y por lo tanto no solo es generado de manera endógena (Grenier 1998) sino que interactúa con el exterior, esta característica permite su evolución en
el tiempo y refuerza las bases del sistema cognitivo.
El conocimiento local es considerado acumulativo pero esto no indica que permanezca
únicamente con un grupo de personas, se trata de un conocimiento compartido y trasmitido
oralmente a través de educación no formal (Grenier 1998; Ruíz et al. 2006). Esto se observó con los caficultores entrevistados, quienes mediante conversaciones
habituales con compañeros productores, intercambian prácticas que han llevado a cabo
para el control de la roya, resultados obtenidos e información sobre el desarrollo
de la enfermedad en el cafetal con el objetivo de apoyarse mutuamente en su control
y la mejora gradual de la producción: “…compartimos algunos pedacitos de experiencia,
platicamos en qué momento se desarrolla más rápido [la roya], cuáles son los meses…
entonces ahí compartimos un poquito de experiencia con algunos, tanto de la familia
como algunos productores de la misma organización” (Caficultor, 47 años).
El intercambio de experiencias entre compañeros permite enriquecer y ampliar el conocimiento
de los caficultores adquiriendo así nuevas percepciones; en las respuestas recibidas,
se percibió que durante estos intercambios los caficultores se sienten acompañados
e identificados en el proceso de hacer frente a la roya y permite generar estrategias
construidas colectivamente, este ejercicio podría considerarse como un elemento de
motivación para continuar con la caficultura al sentir el apoyo del grupo de productores.
La familia, igualmente, juega un papel como heredera de las experiencias y prácticas
de sus antecesores, y el intercambio que se genera entre compañeros también se realiza
entre los integrantes de la familia, puesto que dependen económicamente de la actividad
cafetalera. Esto provoca que el conocimiento sea heterogéneo, puesto que las características
puntuales del mismo varían en función de distintos factores como género, edad, condición
socioeconómica, escolaridad, roles dentro del hogar y la comunidad, tiempo disponible,
aptitud, nivel de curiosidad, habilidades de observación y la frecuencia de contacto
con el cafetal (Johnson 1993; Grenier 1998; Muñoz et al. 2003).
La comunicación, discusión y conversaciones que se generan entre los productores y
la familia promueven los primeros pasos hacia el diálogo de saberes, permitiendo nuevas
contribuciones y propuestas para enfrentar las problemáticas (Argueta 2011), en este caso, derivadas de la incidencia de plagas y enfermedades. El reto es dialogar
entre diversas maneras de entender el mundo y de aprehenderlo en igualdad y horizontalidad
con demás disciplinas y actores que aboguen por el reconocimiento de la presencia
y aporte de los caficultores.
El modelo implícito en el discurso del desarrollo sustentable de acuerdo con Leff y colaboradores (2003) ha abierto nuevos caminos para el diálogo de saberes, dentro de los cuales uno de
ellos está asociado con el proceso de hibridación de conocimientos que mantienen y
aplican en sus prácticas de manejo y en el contexto productivo, en este camino es
posible ubicar los conocimientos que se identifican en este trabajo.
Actitud de los productores hacia la caficultura
Esta investigación se aproxima a conocer la percepción de los caficultores hacia la
actividad cafetalera, suponiendo que, si los caficultores demuestran una actitud anuente,
la percepción sobre enfermedades tendrá un comportamiento paralelo; es decir, que
si bien percibirán la roya como una problemática, se mantendrán optimistas ante la
situación aceptando sugerencias de actores externos para manejar la enfermedad en
sus cafetales, lo que les permitirá enriquecer su conocimiento. Por el contrario,
un productor con actitud renuente dará por perdido su cafetal y es posible que opte
por otras actividades económicas.
Ambas actitudes son estrategias distintas que dependen de los recursos con los que
cuenta el productor: tierra, trabajo y capital, es decir, que de acuerdo con sus propios
medios deciden continuar con el sistema cafetalero o apostar por diferentes actividades
agrícolas, el fin es el mismo: sobrevivir ya sea con café, maíz, ganadería u otras
cosas (Merlín-Uribe et al. 2019 y 2018).
Para el análisis de la información, y tal como se menciona en la metodología, se establecieron
cinco rangos actitudinales: 1) el rango actitudinal de muy renuente se refiere a aquellos
productores que presentan nulo interés por la caficultura; 2) una actitud renuente
indica que el productor mantiene poco interés por la actividad cafetalera y que es
probable que no implemente actividades para mejorar las condiciones de su cafetal;
3) quienes muestren una actitud regular es posible que continúen practicando la caficultura
conservando incertidumbres acerca del futuro del cafetal; mientras que los dos últimos
rangos actitudinales: 4) proponen que el seguimiento de la actividad por parte de
los productores seguirá desarrollándose de forma proactiva y, obviamente, en aquellos
que: 5) presenten una actitud muy buena esto será lo mejor, además de que implementarán
diferentes técnicas para obtener mejores resultados en sus parcelas (Rodríguez 2016).
Los puntajes obtenidos por productor se muestran en la siguiente gráfica, se representa,
además, la distribución por región fisiográfica, es decir, de acuerdo con la localidad
de origen de los caficultores; se dividió en tres regiones: Sierra Madre de Chiapas
Zona Costa (SMCZC), Depresión Central (DC) y Sierra Madre de Chiapas Zona Fronteriza
(SMCZF). Cabe aclarar que esta comparación entre regiones no se realizó en los análisis
previos puesto que la muestra es reducida y sería contraproducente formular conclusiones.
En la Tabla 1 se representa la ubicación de los puntajes en un rango actitudinal así como la frecuencia
por región (Figura 3).
Tabla 1
Frecuencias por rango actitudinal y región.
Intervalo de clase
|
Rango actitudinal
|
Frecuencia por región
|
SMCZF
|
DC
|
SMCZC
|
16.3-23.4
|
Renuente
|
0
|
0
|
4
|
23.5-30.6
|
Regular
|
2
|
4
|
6
|
30.7-37.8
|
Anuente
|
5
|
8
|
0
|
37.9-45
|
Muy anuente
|
0
|
1
|
0
|
Figura 3
Puntaje de actitud obtenido por productor en la escala de Likert, divididos en regiones.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta “Identificación de los conocimientos
que tienen los caficultores sobre la roya (Hemileia vastatrix)”, 2017.
Para la Sierra Madre de Chiapas Zona Fronteriza se observa que los puntajes ubican
a la mayoría de los caficultores en un rango anuente. Para la Depresión Central este
patrón se repite, mientras que la región de la Sierra Madre de Chiapas Zona Costa
obtuvo los puntajes más bajos, ubicando a 4 de los 6 caficultores en una actitud renuente;
en este último grupo se encuentran los productores que no están asociados con ninguna
organización. Se podría relacionar esta condición a la actitud que mantienen hacia
la caficultura puesto que no se recibe la misma asistencia y seguimiento, a diferencia
de los caficultores organizados, quienes sí la reciben.
En resumen, la mayoría de los caficultores se concentran en actitudes regulares y
anuentes, lo que significa que se mantienen positivos hacia los beneficios de la actividad
cafetalera, aunque es posible que diversifiquen el sistema con otras actividades agrícolas.
Al observar la gráfica y la tabla, se aprecia que ninguno de los entrevistados mantiene
una actitud muy renuente, sin embargo, esta actitud puede estar asociada con la temporalidad
de aplicación de las entrevistas: en el momento en que se realizó esta investigación,
los problemas derivados de la roya aún eran recordados por los caficultores y estaban
asociados con la baja productividad del cafetal.
La actitud de las personas hacia una actividad o situación está relacionada con el
conocimiento que poseen acerca de ello, un individuo con un nivel de conocimiento
superior mostrará respuestas apropiadas y eficaces para la resolución de un problema
particular (Castro 2012); en este caso, el problema está representado como las pérdidas
que provocó la presencia de la roya en los cafetales. El nivel de descripción de los
caficultores fue clasificado en cinco grados: 1) el primero (muy poco detallado) indica
que el productor expresa que nunca había escuchado acerca de la roya y que por lo
tanto no emite una descripción al respecto; 2) el segundo nivel (poco detallado) agrupa
a aquellos productores que han escuchado de la roya pero no expresan información al
respecto; 3) un nivel de descripción regular hace referencia a los productores que
conocen de la enfermedad porque han sido afectados por ella y comparten que lo que
saben es por la observación del desarrollo de la enfermedad en sus cafetales; 4) el
cuarto intervalo se refiere a los caficultores que tienen información de la roya y
logran complementarlo con lo observado en sus parcelas y, finalmente, 5) los que emiten
una descripción muy detallada de la roya son aquellos caficultores que conocen perfectamente
la biología, síntomas y el tratamiento de la roya anaranjada tanto por la información
brindada por técnicos como lo observado por ellos mismos.
Los puntajes por cada productor entrevistado se muestran en la siguiente gráfica,
siguiendo la misma lógica del análisis de la actitud, la distribución de los puntajes
se presentan por región así como en la tabla donde cada puntaje está asociado con
un nivel de descripción (Figura 4):
Figura 4
Nivel de descripción emitida por caficultor respecto a la roya.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta “Identificación de los conocimientos
que tienen los caficultores sobre la roya (Hemileia vastatrix)”, 2017.
Tabla 2
Frecuencias por nivel de descripción.
Intervalo de clase
|
Nivel de descripción
|
Frecuencia por región
|
SMCZF
|
DC
|
SMCZC
|
12.7-18.2
|
Poco detallado
|
0
|
0
|
3
|
18.3-23.8
|
Regular
|
1
|
3
|
7
|
23.9-29.4
|
Detallado
|
6
|
9
|
0
|
29.5-35
|
Muy detallado
|
0
|
1
|
0
|
El comportamiento de la distribución de frecuencias por región es similar al comportamiento
de la distribución de la actitud. La Sierra Madre de Chiapas Zona Costa presentó los
valores más bajos y responde a que algunos de los caficultores de esta zona no están
organizados y por tanto no reciben la misma capacitación de quienes sí lo están, e
incluso en esta zona han optado por diversificar sus actividades económicas introduciendo
la ganadería, esta decisión se relaciona con la actitud que tienen hacia la caficultura.
En términos generales la mayoría de los entrevistados se concentran en los niveles
de descripción regular y detallado, el objetivo no es calificar el conocimiento del
productor sino conocer la capacidad que tienen para describir la roya, los efectos
y la forma en que afecta al cafeto. Haciendo una comparación entre actitud y conocimiento,
el conocimiento tiene un comportamiento paralelo con la actitud; aquellos que tenían
actitudes anuentes y regulares expresaban descripciones acerca de la enfermedad más
detalladas que aquellos que presentaban actitudes renuentes. Estos resultados contribuyen
a conocer aspectos relacionados con la percepción de los cafeticultores sobre su cafetal
y la roya, por lo cual se aporta información útil para entender la permanencia del
café y para la toma de decisiones de las instituciones involucradas con esta actividad:
mientras más conocimientos asertivos sean transmitidos a las comunidades mejor será
la actitud. Tampoco se remite a la idea de únicamente compartir el conocimiento científicotécnico,
sino que se aboga por establecer un diálogo de saberes, que considere la construcción
conjunta de conocimiento, generando espacios de asistencia técnica local, capacitación
de campesino a campesino, construcción participativa del conocimiento, investigación
participativa y la generación de preguntas, respuestas y acciones conjuntas. Justamente
el objetivo del diálogo de saberes es lograr la articulación entre el conocimiento
local y el científico y reducir esa brecha que por mucho tiempo se ha mantenido, motivando
a construir nuevas contribuciones y propuestas que respondan a los problemas que se
enfrentan, y reconociendo, en este caso, a los caficultores como sujetos con una participación
activa en el proceso de construcción de nuevos conocimientos y reafirmar su presencia
en la generación de nueva información (Ghiso 2000; Argueta 2011).