Introducción
Durante el auge de la disidencia estudiantil en México y en algunas partes del mundo,
a finales de la década de los sesenta, el imaginario literario de Revueltas, como
el de muchos intelectuales de la época, tomó un interés especial por desarrollar un
marco conceptual en torno al pensamiento y práctica de las formas de sublevación que
emergían. Sobre todo, y lo que más importa en este trabajo, trabajó a profundidad
en torno al papel que detentaría el concepto Universidad y las dinámicas internas
de la educación a este nivel, en el seno de la pugna ideológica.
Pensar la Universidad, desde la perspectiva de una ontología del Movimiento del 68,
condujo a Revueltas hacia el desarrollo de una filosofía que integra conceptos como
educación, democracia cognoscitiva y conciencia organizada, así como crítica y libertad,
ante la necesidad de revisar nuestra concepción del modo en que se estructura la sociedad,
y las formas en que se constituye su devenir: la preocupación por cuestionar la manera
en que los sujetos intervienen en la producción de lo social y cómo lo social, a la
vez, afecta a los sujetos que la producen.
A partir de ello, después de plantear algunos aspectos necesarios, nocionales, en
el pensamiento filosófico y político de Revueltas, es posible centrar la reflexión
en el concepto que unifica su teoría -según nuestra propuesta, filosófica y sociológica-:
la autogestión.
El presente ensayo es una comparación entre algunas de las principales nociones en
la filosofía de José Revueltas y algunos de los conceptos más importantes que dan
lugar a la visión de la sociedad como sistema en el pensamiento de Luhmann, en específico
su crítica a la definición moderna de sociedad, que configura una cierta organización
de la realidad social que impide su comprensión, así como las estructuras dinámicas,
internas, de los sistemas, la idea de “diferenciación” o “diferencia”, frente a la
idea de “definición”, para poder comenzar a delimitar a la sociedad como sistema,
así como la relación del sistema y su entorno y la comunicación como único hecho realmente
social.
De este modo se muestra cómo y en qué puntos específicos de ambos pensamientos se
encuentra la posibilidad de encaminarse hacia una sociología especial, que pregunta
por la actividad del fenómeno social en su devenir. En ese sentido, se han tomado
por fundamento nociones que estructuran el pensamiento de Revueltas, como movimiento, autogestión, revolución y conciencia.
La autogestión aparece como un añadido importante a la comprensión de la sociedad,
así como de la importancia por mantener activa su dinámica interna, a través de una
acción permanente de los sujetos, solamente posible a partir de la conciencia, crítica
y solidaria de los sujetos.
La sociedad como conciencia organizada: la autogestión en Revueltas y los fundamentos
de una posible sociología especial, sistémica
A raíz de las movilizaciones obreras y estudiantiles que se levantaron entre finales
de los cincuenta y principios de los setenta, Revueltas desarrolló una serie de nociones,
tomando como evento ejemplar el zenit de la protesta universitaria: el año de 1968
(a partir de aquí, M68) entendido como un momento de efervescencia de pensamiento,
organización y lucha que culminó, al menos en términos de su crecimiento más notable,
la noche del 2 de octubre en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco, en el entonces
Distrito Federal.
Derivó de ello una teorización que mira sus propósitos y fines desde el crisol del
ambiente de la Universidad, en donde se observan los malestares de la sociedad como
conjunto global -en el sentido de que considera la relación de sus partes y elementos,
respecto a su concepción como totalidad-, posicionándose de manera relativa a lo correspondiente
al τέλος Universitario, para cuestionar, desde este punto de vista especial, qué es
el acto revolucionario; un desenvolvimiento teórico que revisaría conceptos como educación
y conciencia, en relación y acción mutua, inter-acción.
¿Hasta qué grado la educación modifica la conciencia?, y, ¿en qué sentido la conciencia
afecta los procesos de la educación?, son el tipo de estructuras de pensamiento que
Revueltas plantea en los numerosos ensayos que escribió al respecto, compilados por
la editorial Era en Mexico 68: Identidad y Revolución, en una primera edición de 1978, y que retomamos para este ensayo en su redición
del 2018, conmemorativa del 50 aniversario del Movimiento.
Revueltas logra un campo semántico en el que es posible volver a crear las estructuras
que mostraban para entonces una importante decadencia e identifica la forma ejemplar
de estas estructuras en las bases que fundan la “Universidad” como concepto, y cuyo
devenir estallaba en una sublevación mayor, como desbordando sus propias posibilidades
conceptuales y valores.
A esto, es decir, a su campo conceptual filosófico, se deben añadir las múltiples
ocasiones en que Revueltas estuvo en la cárcel, su punto de vista, quizás, moral,
ante la marcha del devenir histórico, así como lo marcadamente densa que es su reflexión
en torno al mundo desde la perspectiva del preso político. Esta condición, que se
muestra, por ejemplo, en sus cartas desde Lecumberri, y aún más en el texto Carta abierta a los estudiantes presos, fechada el 7 de noviembre de 1968: “A causa de estas situaciones-límite es por lo
que resulta imposible que nuestra generación del año 68 traicione su destino. Ante
nosotros se plantea, en el mundo y en México, un único dilema insoslayable y rotundo:
victoria o muerte” (Revueltas 2018, 113), constituye gran parte de su imaginario literario y su reflexión filosófica y es
parte esencial para la sociología especial que vislumbramos en el presente trabajo;
una que, además, fue puesta en práctica y sin traición, sin concesiones, como lo ejemplifica su biografía.
La no traición, y no concesión de ninguna índole dan al conjunto de su pensamiento
una dimensión superior a lo especulativo. Demuestra, con su imaginación literaria
y su convicción política la posibilidad, e incluso urgencia, de plantear -o digamos,
poner sobre la mesa- una realidad de seres perseguidos de manera sistemática y obligados
a reordenarse constantemente; una ontología de lo fragmentario y de la entereza frente
a los cambios y el devenir, de las tensiones, contradicción y, por supuesto, del honorable
sufrimiento. La intuición de un concepto central de organización, en acción, entre
los sujetos, la sociedad y la historia, encuentra unidad a través del desarrollo teórico
de la autogestión. Aunque en una primera instancia de su trabajo pertenece estrictamente al orden de
lo “Universitario”, Revueltas da a entender que es posible extrapolar sus posibilidades
nocionales a la dimensión del conjunto social. En ese sentido, es posible ver una
amplia coincidencia con algunas investigaciones ulteriores a su época.
A Revueltas le interesa pensar la realidad social como un hecho en movimiento. El
M68 es concebido como la evidencia de una forma distinta de entender la relación que
existe entre las personas y las circunstancias políticas y sociales, vista como una
relación de íntima responsabilidad crítica, a saber, un posicionamiento ante la forma en que se mueven y reordenan las partes
que hacen a la sociedad y la producen, junto a las consecuencias producidas por esta
misma acción en el todo, o conjunto total de la sociedad, así como a la inversa, la
acción del todo en cada una de sus partes: La realidad como un conjunto de totalidades (Revueltas 2018, 156). Un acto que se reduplica entre el paisaje de las estructuras sociales y los sujetos
que la conforman, es decir, se vuelca sobre sí mismo; un sujeto que se mira y conoce
a través de sus propias acciones, a saber, que reconoce su libertad en la posibilidad
de actuar de manera consciente. Es ahí donde Revueltas pone el acento: en la forma
peculiar en que se presenta el efecto del pensamiento sobre el hecho social.
Esta concepción se ve reducida -en sentido técnico, por así decirlo- por el concepto
de autogestión académica. Alrededor del cual gira el ímpetu de una posible consideración revolucionaria de
la realidad. Funge como el nombre que da Revueltas a la descripción de una maquinaria
que permite estabilizar la historia en dirección a la libertad entre los individuos,
sin mediación de abstracciones impuestas que impidan la posibilidad de un devenir
objetivo; una acción emancipatoria permanente dada a razón de que cada sujeto se comprenda a sí mismo como productor
de la sociedad, al mismo tiempo que asuma el hecho de que la sociedad lo produce.
La metodología de la autogestión supone, pues, una movilización del contexto, ya que el propio acto de concebir las
totalidades de la realidad (o la realidad como un conjunto de totalidades) constituye en sí mismo, desde un principio, la negación de su absoluto, es decir, un acto crítico, un acto de emancipación. El contexto deja de ser eterno
y quieto, aparece como necesidad de desacralización, cualesquiera que sean las sociedades
de que se trate […] Es aquí donde la autogestión académica aparece como un proyecto de autogestión social, extensible a la sociedad entera, como la forma más elevada de la democracia, que
supera las anteriores concepciones dogmatizadas cuya realidad ha estallado en la segunda
mitad del siglo XX: “dictadura del proletariado”, “democracias populares”, gobiernos
“revolucionarios del tercer mundo”, etc. (Revueltas 2018)
Es esta la analogía de una lucha inacabable, que vuelve a unir a las personas en un
compromiso continuo con los movimientos de la historia. De ahí que Revueltas declare
manifiestamente su distancia ante las consecuencias que habían dejado los proyectos
de emancipación más fuertes de la época, como el marxismo-leninismo en sus diversas
fuentes, así como el socialismo y el comunismo como experimentos nacionales. El fracaso
de dichos experimentos parece conducir a Revueltas hacia la necesidad de un paso más
a fondo en la exploración metodológica de la organización del fenómeno social, y,
por ende, al señalamiento de sus obstáculos en cierta dimensión epistemológica, a
saber, en su constitución como metodología objetiva del movimiento organizado de lo social.
La idea de autogestión tiene, en ello, un reflejo en la llamada democracia cognoscitiva desarrollada en paralelo a lo largo de su obra. En el marco de la autogestión, implica
que la Universidad se sitúa a sí misma en la historia y funge como un “caldo de cultivo”
para diversas formas de conciencia ante el devenir, de modo que en el espacio universitario
se “nutra y desarrolle” la integración de una conciencia organizada (Revueltas 2018, 47). Conlleva, además, la posibilidad de convertir, según Revueltas, a la Universidad
en “el elemento crítico más activo de la sociedad”: “Aprender es controvertir: en
esto reside una verdadera democracia del conocimiento que la Universidad debe encabezar
y extender a todos los centros de enseñanza superior” (Revueltas 2018, 44). En ello tiene lugar otro vuelco, parecido a la relación entre el sujeto y la sociedad,
entre la educación -en este caso, superior, siguiendo el paradigma mexicano- y la
conciencia social organizada que, ya veremos más adelante, es un paralelo claro con la idea de sistema
social.
Conforma la intuición de una vía distinta para concebir la sociedad y su organización,
en donde esta última sea aprendida y asumida por cada uno de los sujetos, como una
de tipo abierto, en movimiento, contradicción, cambio, susceptible de ser controvertida.
De modo que las circunstancias concretas que nos interesen de ella se expliquen a
partir de las acciones e interacciones, modificaciones mutuas entre sus partes, las
consecuencias derivadas de ciertos procesos de contradicción. Aquí, es posible hallar
un paralelo con el concepto y gradación de la complejidad: la relación con el tiempo
que opera en la sociedad como sistema organizado y no restringida a la unívoca voluntad
de los individuos.
Por ello encuentran coincidencias con algunos conceptos centrales de la teoría sistémica
y las ciencias de la complejidad, aun cuando no le fue posible atestiguar el crecimiento
de las investigaciones en este ámbito. Revueltas muere en 1976, varios años antes
de la conformación de una sociedad globalizada; no ve caer el muro de Berlín, no fue
testigo del fin de la contradicción ideológica que existía hasta antes de la década
de los noventa. Tampoco conoció los hallazgos de las teorías que de manera transdisciplinar
intentan construir esa nueva forma de comprender el mundo.
Sin embargo, Revueltas ya sugiere el hecho de que el campo de lo social debe diferenciarse,
antes que definirse. Revueltas prevé la necesidad de repensar nuestro concepto de
sociedad y hacer crítica a los resultados obtenidos por la socio-logía, que se había
construido hasta su época bajo puntos de vista, o crisoles, intensamente ideológicos.
En esto coincide con la crítica a las concepciones modernas del concepto de sociedad.
La base materialista histórica en el pensamiento de Revueltas, así como el desarrollo
de su propio pensamiento a partir de los hechos que circundan el M68, le permite intuir
la dimensión contextual de la sociedad como algo que no se explica en su totalidad
por uno o dos hechos cuantificables.
El espíritu libertario de Revueltas (sin ser anarquista) se basaba en su vasto conocimiento
del marxismo como humanismo y crítica de la fetichización ideológica de las clases
dominantes. Pero también expresaba su oposición al marxismo grosero de organizaciones,
grupos y personas que lo repetían y reproducían como una vil mercancía fetichizada,
es decir, como conciencia falsa del pensamiento revolucionario […] (Rodríguez Araujo 2014, 22)
Vislumbra la imposibilidad de que las instituciones, por ejemplo, basadas en datos
de tipo estadístico, comprendan las diversas realidades que de facto existen y conviven en la construcción de lo social. Inclusive, acusa este problema
como consecuencia de los esfuerzos del gobierno, podemos decir sociológicos, por encubrir y legitimar actos de barbarie como la masacre del 2 de octubre, los
fundamentos de la universidad liberal, la estructuración política de sindicatos charros
y otros fenómenos que parecen sociológicamente legitimados, pero cuyas realidades quedan completamente veladas.
La sociedad como sistema: un comparativo entre el pensamiento de Luhmann y Revueltas
El obstáculo epistemológico que da lugar al replanteamiento del concepto sociedad,
lo explica Niklas Luhmann contraponiéndose a tres momentos de la idea moderna de sociedad:
“que tal fenómeno debe constituirse por individuos concretos y sus relaciones; que
se conforma de unidades regionales, territorialmente delimitadas y que, por tanto,
puede ser observado “desde el exterior”, ya sea como conjunto de individuos o como
territorios” (Luhmann y Eberhard 1993, 31-32).
Luhmann comienza su planteamiento deteniéndose en esta definición general, moderna,
de lo social y prefiere regresar a la consideración de lo que, desde la teoría, no
parece tener un reflejo evidente en el hecho social; pero ello representa ya una paradoja:
en tanto que el sujeto, incluyéndose, produce a la sociedad, podemos decir que toda
sociología es un intento de la sociedad por explicarse a sí misma. ¿Es esto posible?
Según Luhmann, esto podría lograrse de manera efectiva a través de la observación
y comprensión de sus límites, y en ello su relación con el concepto de sistema.1
La idea de sistema en la obra de Luhmann retoma conceptos que a la vez pertenecen
a campos conceptuales de disciplinas como la biología o la informática, un pensamiento
amplio y transdisciplinar que intentaremos plantear de manera general, para ver algunas
coincidencias con lo que planteó José Revueltas en sus ensayos.
Luhmann concibe el sistema como un todo, conjunto global, cuyos elementos operan en
relación con un mismo fin, un τέλος que unifica su interacción. Esta unidad es aquello que sostiene al sistema en su
equilibrio, o en relativa estabilidad, como un organismo vivo cuyo cuerpo es, al menos
en general, saludable.
Asimismo, para delimitar un sistema, se debe considerar la relación entre el propio
sistema y su entorno. El entorno constituye causas externas al sistema que tienen
efectos en su constitución, pero no modifican operacionalmente su interior. Aquello
que, por ejemplo, lacera un objeto, pero no lo transforma en otra cosa.
A ello hay que añadir que el sistema responde a estas perturbaciones externas como
una herida que cicatriza. Este ruido, que pone al tanto al sistema de cualquier modificación, es la relación causal de
su entorno. La mayoría de las acciones del entorno sobre el sistema, además, lo constituyen.
Piénsese tan solo en el proceso de la respiración: el cuerpo debe procesar los efectos de su entorno, para entonces mantener el funcionamiento necesario para
la relativa estabilidad en conjunto de su sistema. “Los sistemas están estructuralmente
orientados al entorno y sin él, no podrían existir” (Arriaga Álvarez 2003, 282).
En la diferenciación de los sistemas es posible identificar relaciones estructuradas:
múltiples sistemas dentro de otros sistemas. La diferenciación constituye una unidad
y es capaz de asir, en la medida en que se identifique la continuidad de sus interacciones,
un aumento en la densidad interna de relaciones y, por tanto, su grado de complejidad.
En la unidad de los sistemas y elementos diferenciados hay una unidad mucho más completa,
en donde no se prescinde de hechos ni de realidades existentes, en beneficio selectivo
o arbitrario de otras.
Este último efecto de la comprensión de la realidad, la selección y la arbitrariedad,
es lo que, dentro del pensamiento de la complejidad, suele llamarse “pensamiento reductivo”,
o simplemente reducción.2 La noción unívoca, o cerrada, de la realidad social, impide la comprensión de sus
movimientos internos y de su relación con los movimientos de su entorno.
En lo político, por ejemplo, entendido como un subsistema de la sociedad, hay en Revueltas
la inquietud por salvar las diversidades, el cambio y las contradicciones, que ha
dado lugar a la imposición dogmática, el paralelo con dicho pensamiento reductivo, representado, por ejemplo, en lo que
opina respecto a la determinación unilateral de los partidos, figuras y líderes políticos.
Para Revueltas, el conocimiento de estas relaciones puede darse a partir de un posicionamiento
claro del sujeto ante el devenir: en ello se conoce a sí y reconoce los efectos de
su acción en el conjunto, o sistema, que es la sociedad.
Podemos hablar de algo como una responsabilidad interior: la conciencia, en la acción
individual, que se comprende como un hecho que incide objetivamente en el devenir
del conjunto al que pertenece, como producto y productor; un acto que se posiciona
más allá de los límites de la mera voluntad.
Por supuesto, esto resulta difícil, si no imposible, de comprender para cualquier
perspectiva reductiva. Es decir, en donde la diferenciación sea más bien una demarcación
coherente entre un objeto y otro, sin que medien relaciones en acción. ¿De qué otro
modo el entorno puede estar conectado a los sistemas, si no por una mediación del
tiempo, en tanto que cambio, modificación, producción y reproducción continua e inseparable?
Esto explica, en cierto modo, la importancia de añadir una ontología del ser perseguido; la no concesión, como acto político, conlleva en este punto la afirmación del devenir
objetivo de la sociedad, su movimiento permanente, como sistema abierto, libre, y
nuestra propia posibilidad de comprenderla, y convertir esta comprensión en conocimiento.
He aquí lo que acusaban los movimientos sociales del M68 y a lo que Revueltas apunta
cuando habla de la comprensión de los hechos que mantuvieron unida la protesta: resistir
la imposición de una jerarquía en el modo de pensar y de organizar el devenir social.
Cada elemento de un sistema produce el sistema y es producido por él; la jerarquía
en la producción de la sociedad tendrá, quizá, una función pedagógica, para facilitar
la descripción de lo social a nivel teórico, pero no se observa de manera concreta
una jerarquía si se mira a los sistemas en acción.
La jerarquía causal es una ilusión óptica. Creer que de hecho puede haberla en el
aparato organizativo de los sistemas vivos, como el social, es, para el M68 tanto
como para Revueltas, una forma de aceptar la imposición arbitraria y el fracaso.
Ahora bien, en el ámbito concreto de la producción de la sociedad, que atañe a la
interacción de los sujetos y las variables del entorno, según Luhmann, es posible
cuantificar, o incluso reconocer el modo en que algunas causas, pero no todas, dan lugar a efectos determinados (Arriaga Álvarez 2003, 285). El acento debe ponerse en la condición modal de la proposición: algunas, no todas.
He aquí la intuición de una complejidad que excede el hecho concreto, muchas veces
desconocida o velada para quienes buscan generar ciertos cambios, esperando ciertos
efectos. Significa que la modificación a las estructuras institucionales, por ejemplo,
incide también en el diario acontecer de los individuos; que la cultura, el arte y
la literatura están también en nuestra forma de construir el mundo, no solo de observarlo:
incluso, observar es ya un acto que incide en el acontecer. Los actos, hasta los más
involuntarios, fungen como causas activas, cuyos efectos solo se determinan con el
paso del tiempo. Incluso las causas más evidentes, como la agenda política de los
presidentes, tienen efectos que no se pueden cuantificar. Todos los elementos, en
su acción y su operación frente al sistema, están relacionados.
Es esta unidad la que interesa a Revueltas. Una en cuyo potencial se inscriba el actuar
de manera consciente, concentrado, nocionalmente, en su teoría de la autogestión. Entender por separado al sistema de su entorno, así como al elemento de sus relaciones,
produce una visión someramente cuantitativa de la realidad. Es posible enumerar y
calcular la cantidad de sistemas o elementos de un sistema, así como el número de
relaciones, pero se escaparán sus cualidades, si no se le considera racionalmente,
en relación unos con otros, en movimiento, como tal, es decir, en tanto que acción,
y en Movimiento visto como acontecimiento unificador, por ejemplo, en el caso del
M68.
Esto era poner en marcha la democracia como forma operativa de la libertad; sustituir
la democracia aritmética, cuantitativa, por la democracia cualitativa: la democracia como la confrontación incesante del conocimiento consigo mismo, es
decir de las tendencias que lo integran entre sí […] La gran aportación del Movimiento
de la generación 68 es la de haber puesto en marcha esta conciencia crítica que constituye la superación de la vieja democracia aritmética carente de conciencia
alguna. Lo que importa ahora es comprender la palabra crítica no en su sentido común y corriente, sino en su real acepción creadora, transformadora
y revolucionaria. (Revueltas 2018, 137-138)
La crítica no es en Revueltas un acto de abolición, como sí sucede en la dogmática,
que suprime unas realidades en favor de otras. La crítica en este sentido, además
sistémico, representa un ejercicio colectivo a partir de la conciencia, puesta en
identificar fines más comprensivos e integradores. El hecho revolucionario en Revueltas
es por ello una especie de eventualidad que prevalece, permanente, un acto que subsiste
aun cuando parezca haber alcanzado la totalidad de sus objetivos, pues es la posibilidad
de que la conciencia permanezca activa en su conjunto, es decir, en tanto que colectividad,
respecto a cuanto deba modificarse en respuesta de sus movimientos internos y del
exterior.
Relaciones entre los conceptos de autogestión, autopoiésis y autorganización
Es importante poner el énfasis en la concepción del αὐτὸς, el prefijo auto, en la palabra autogestión. Se encuentra aquí la resonancia con las nociones de sistemas autopoiéticos y la
autorganización de los sistemas complejos, que supone, respecto a lo social, sobre
todo, una diversidad de sistemas conscientes, capaces de asir su relación teleológica
con la sociedad. Estos sistemas conscientes -una noción que sirve para trascender
nuestra noción de sujeto- representan un factor negativo, crítico, en el movimiento organizacional de lo social
como sistema.
El flujo de energía entre el sistema social y su entorno mantiene constante su cohesión,
de manera estable, aunque siempre en procesos de transformación. Este es el efecto
de la entropía negativa -de la que abreva el pensamiento sistémico y complejo- que
se genera a partir del ciclo y repetición de las interacciones internas al sistema.
Así como sucede, en general, a los fenómenos físicos, en los que hay un constante
intercambio de materia, información y energía, la sociedad también intercambia acontecimientos,
desplazamientos estructurales, información, creación de nuevas formas del pensamiento,
sensibilidades estéticas, etc. “Los sistemas sociales son abiertos e intercambian
materia, energía, dinero e información con su entorno, por consiguiente, operan todo
el tiempo lejos del equilibrio termodinámico, es decir, en una zona crítica” (Gutiérrez Sánchez 2000, 47). Podemos afirmar que el sistema social pensado en Revueltas, desde el enfoque sistémico,
es decir, en tanto que organización y organismo vivo,3 es considerado de manera parecida a la imagen de las estructuras disipativas y no
bajo el análisis de estructuras que buscan su conservación. El fenómeno conservativo
es contrario al movimiento, en tanto que una sola modificación en sus estructuras
implica la ruptura de la cohesión que mantiene su carácter sistémico. No admite coyunturas,
ni accidentes; es precisamente un ideal incapaz de considerar la contingencia, inflexible.
El cambio representa el punto crítico más alto en este tipo de sistemas: la disolución.4 Es esta una de las analogías más claras con respecto al concepto dogmática o conservadurismo, que podríamos tender entre el pensamiento de Revueltas y el enfoque
sistémico.
Por otra parte, la posibilidad de disipación evoca también la idea de un organismo
capaz de mantener su relativa estabilidad, a pesar del flujo de entropía o el crecimiento
del desorden en el sistema: la posibilidad de intercambiar flujos con el entorno conlleva la diferenciación
en el seno de la dinámica social, pero también evoca la posibilidad de adaptación,
de reproducirse a sí -autopoiésis- en el tiempo, manteniendo una cierta estabilidad aun cuando el sistema
se encuentre lejos del equilibrio, en sentido analógico, pues, termodinámico.
En ellos nada está quieto pero los cambios no son azarosos porque su tendencia al
desorden está acotada; hay una multitud de elementos individuales que influyen de
manera no lineal en el estado general del sistema. Merced solamente a la dinámica
interna, se produce un comportamiento coherente, llamado autoorganización. (Gutiérrez Sánchez 2000)
Adaptabilidad y capacidad de respuesta son nociones que desde la complejidad podemos
asociar con el concepto de autonomía. La autonomía, con respecto al pensamiento, a la manera en que el propio Revueltas
la abordó como parte del programa de una “nueva Universidad” durante el M68, funge
aquí como la conciencia crítica de los movimientos de lo social: solidaridad que solo
puede explicarse a partir de una teleología que considere las contradicciones que
hacen el devenir histórico de lo social, antes que aquella que busca el equilibrio
a través de la conservación, es decir, prescindiendo del hecho de que la realidad
es afectada por el tiempo, en el sentido de que sufre alteraciones y se encuentra
en una dinámica moviente de relaciones causales entre sistemas, las cuales producen
modificaciones, cambios y desplazamientos; intentar conservar un paradigma es justamente
lo que, en esencia, significa la dogmática, al modo en que la refiere Revueltas: ignorar
ciertas realidades -inclusive perseguirlas, sustituirlas, eliminarlas o, por otro
lado, simular el contexto del sistema o beneficiar unas realidades por encima de otras-
para proteger un cierto ideal estático del sistema.
Es ahí donde la conciencia, la crítica y la autogestión se ligan con el concepto de
autopoiésis y autorganización, desarrollados por las teorías de la dinámica no lineal
de la realidad, como las tesis en torno a la complejidad y el pensamiento sistémico.
La diferenciación, en contraste al esfuerzo de definición cuantitativa, revela la
posibilidad de comprender las circunstancias contextuales en la sociedad, en toda
su diversidad y complejidad.
Sin embargo, es fundamental, dentro de la obra de Luhmann, esclarecer exactamente
cuál es el entorno de lo social como sistema, porque, en efecto, podemos observar
el comportamiento autorganizado y las relaciones de flujo de entropía negativa que
mantienen la cohesión del sistema social, pero este flujo no parece tener un ambiente
exterior, si lo miramos en sentido operacional: cuando intentamos describir la sociedad,
en todos sus aspectos y abordajes, lo hacemos ceñidos estrictamente a los límites
mismos de lo social. Ponemos en marcha las mismas concepciones y experiencias producidas
por nuestro habitar en sociedad. La observación se efectúa en y desde el interior;
cualquier manera en que se pretenda nombrar el carácter teórico de lo social, será
ya una operación misma de su objeto (Luhmann y Eberhard 1993, 27).
Para Luhmann, la operación interna, autopoiética, del sistema social, a través de
la cual se delimita respecto a su entorno, se da a lugar mediante la comunicación.
La comunicación, dice, es la única operación genuinamente social. Queremos aquí apuntar
otro sentido analógico con la teoría de la autogestión. Volvamos un poco en la extrapolación que sugiere Revueltas entre lo Universitario
y lo social, es decir, la autogestión como una posibilidad del sistema Universitario,
que permitiría luego identificar en ello una nueva concepción de sociedad. Para Luhmann,
la operación social presupone, al igual que en Revueltas, el concurso de un gran número
de sistemas de conciencia. Justamente por su concurso, o, relación en acto, no puede imputársele la unidad del sistema social a una sola conciencia (Luhmann y Eberhard 1993, 45). Las causas lineales y unilaterales (unívocas, cerradas, jerárquicas, conservativas,
dogmáticas) de la estabilidad social se rompen con la interacción continua de los
elementos que conforman la sociedad, es decir, a través de los flujos que producen
las diversas relaciones que establecen estas conciencias entre sí.
Es social porque de ningún modo puede ser producida una conciencia común colectiva,
es decir, no se puede llegar al consenso en el sentido de un acuerdo completo; y sin
embargo, la comunicación funciona. Es autopoiética y es otra versión del mismo argumento, en la medida en que puede ser producida solo
en un contexto recursivo con otras comunicaciones y, por tanto, solo en una trama
a cuya reproducción concurre cada una de las comunicaciones. (Luhmann y Eberhard 1993, 45)
Del mismo modo Revueltas propone una Universidad en sentido horizontal, donde la crítica
no sea imputada por jerarquías y donde la solidaridad de las conciencias mantenga
al tanto a lo social de sus propios cambios y transformaciones. La Universidad, o
lo Universitario como fenómeno o subsistema, se entiende en Revueltas como el lugar
de la producción del pensamiento. Podemos afirmar, con base en ambas propuestas, que
la Universidad es, o debería ser, un espacio para el ejercicio del carácter autopoiético
del sistema social, a partir de la actividad crítica y consciente, la autobservación
permanente de la sociedad por la sociedad, cumpliendo el tercer postulado en torno
a una nueva sociología según Luhmann: la teoría del sistema de la sociedad como caso
particular de la teoría de sistemas sociales (Luhmann y Eberhard 1993, 43), la sociedad de la sociedad.
La comunicación, en el sentido de este último vuelco sobre sí de la sociedad, es uno
de los puntos centrales de la filosofía dialéctica de la conciencia en Revueltas.
Hemos dicho que esta conciencia se plantea como una expresión del ánimo por controvertir
las estabilidades aparentes, y que pone, en consecuencia, al sujeto y a la sociedad
en su devenir histórico. Pero estas conciencias, en relación, no son perfectamente
equivalentes.
El modo en que la sociedad como conjunto afecta, de modos desiguales, los “niveles
de conciencia”, como explica Revueltas, “no necesita ejemplificación, puesto que se
nos da por sí mismo de modo evidente en las relaciones inmediatas de la vida social”
(Revueltas 2020, 566). Sin embargo, su movimiento interno, debe añadirse como una consideración más al complejo entramado de esta nueva concepción
del fenómeno social: “No ocurre lo mismo con el movimiento interno de la conciencia,
cada una de cuyas expresiones reclama para sí -y además, con iguales derechos- la
posesión única de la verdad” (Revueltas 2020). Esta íntima verdad es también un paralelo, o hecho simultáneo, quizá, a los movimientos
de la organización social, y de los sujetos entre sí: conforma un movimiento interior,
específico y diferenciado, cuyo atributo más evidente es su dependencia al ejercicio
de la razón y el pensamiento. Esta solo puede comprobarse a través de su exteriorización
(Revueltas 2020) o, en el sentido que refiere Luhmann, a través de la comunicación.
Es decir, la conciencia, de este modo, como exteriorización de la razón, como conciencia
externa del mundo, no es idéntica a la racionalidad, pero la contiene como su opuesto,
en la lucha de razón y sinrazón por advenir al concepto, o sea, a la verdad concreta que se trata de obtener. (Revueltas 2020)
Es este tipo de esfuerzo por concretar la interioridad de los sujetos, lo que constituye
la noción conceptual del “tejido conjuntivo” -refiere Revueltas-, que “enlaza y une
todas las relaciones dispersas y contradictorias, dentro de una unidad” (Revueltas 2020). La sociedad depende, por tanto, en la búsqueda de su devenir objetivo, de relaciones
cognoscitivas en solidaridad y acción, interacción, reales, que consideren los movimientos internos de la conciencia, así como su condición
como parte del conjunto del sistema social y productos de la misma.
Es esta -o debería ser, insisto- la función más importante de las Universidades y
en general de la educación: mantener en curso el ejercicio del pensamiento, hacia
la consideración controvertida, crítica, de la realidad, sin omisión de sus aspectos
y posibilidades, para mantener a las conciencias en comunicación, con una activa exteriorización,
abierta y libre de lo producido por el saber y la razón, y capaz de mediar, sin imposiciones,
ni censura, ni persecución, la democrática diversidad de contradicciones en diálogo
que esto supone.
Conclusión
En sus ensayos, José Revueltas no desarrolla de manera explícita una propuesta de
conceptualización de la sociedad, sin embargo, es posible extraerla de los fundamentos
de su filosofía. Sobre todo, la que gira en torno a la convicción política derivada
de la lucha del Movimiento de 1968, la protesta y posterior masacre estudiantil en
México, en la que participó de manera activa a través de un importante liderazgo intelectual.
Revueltas, en efecto, se muestra interesado, en primera instancia, en resolver los
desafíos de las circunstancias de la lucha social, pero el campo de conceptos que
propone sugiere la necesidad de repensar el concepto de “sociedad”, su conformación
y devenir. Este mismo interés se observa en algunas teorías que surgieron algunos
años después y que el propio Revueltas no tuvo la oportunidad de conocer, como la
propuesta sociológica de Niklas Luhmann y en general los hallazgos de las teorías
sistémicas y complejas de la sociedad.
En una primera intención, la filosofía desarrollada en los ensayos políticos de Revueltas
durante esta época se enfoca en resolver la relación que existe entre la Universidad
y la historia -entendida como el devenir de los acontecimientos, la realidad en movimiento-
y compara la sublevación universitaria con la natural y consecuente eclosión de un
pensamiento, concretado en la acción política de controvertir el paradigma establecido,
acusando sus males, y poniendo en crisis sus estructuras.
Uno de los aspectos centrales de esta, digamos, afrenta a lo establecido, es derivar
en la revaluación de conceptos como la dogmática, con la que comienza un posicionamiento
filosófico a la dimensión de las formas del pensamiento, es decir, epistemológica,
más allá de la propia dimensión política que le es característica como figura histórica.
En la obra de Niklas Luhmann, como en gran parte del pensamiento sistémico y complejo,
la dogmática, propuesta por Revueltas como la deliberada obstaculización del movimiento de la
realidad, encuentra un paralelo con el llamado pensamiento reduccionista, el ideal
que espera que las realidades se comporten de manera puramente estable y que ignora
deliberadamente el cambio, los desplazamientos y transformaciones que surgen en el
curso de la interacción de los sistemas y realidades entre sí. A la dogmática, dentro
del corpus de la teoría de sistemas, podemos poner, como concepto equivalente, también, a los
sistemas conservativos; su fragilidad e inflexibilidad, puesto que el mínimo cambio
en estos sistemas implica su disolución, representa de manera analógica el tipo de
ideal que persigue, censura y busca eliminar la disidencia.
La “sociedad” misma, como sistema, se comporta naturalmente como un sistema abierto;
en ella existe un flujo constante de energía, materia e información -una analogía
con los sistemas físicos, desarrollada por Luhmann-. Este carácter entrópico, la dependencia
de un grado de desorden permanente, impide concebirla como una realidad en equilibrio
puro. A partir de esta conceptualización, Luhmann niega las definiciones de “sociedad”
propuestas por la sociología moderna, y explica que no es posible delimitarla a partir
de la sola cuantificación de sus aspectos. Es necesario diferenciarla, es decir, encontrar
los límites propios que la constituyen como sistema.
La crítica a la cuantificación de la realidad social, que se relaciona directamente
con el pensamiento reductivo y conservador, aparece también en la filosofía de Revueltas.
Es claro que los problemas que fundamentan su posición política tienen que ver, aunque
no de manera tácita, con un obstáculo y, por ende, la necesidad de una ruptura, de
tipo epistemológico.
En ese sentido, el concepto de autogestión funciona como un centro unificador del campo conceptual de su filosofía: le brinda
cohesión a una idea de “sociedad” que integra sus movimientos externos e internos:
sus relaciones y diferenciaciones, sus fines y contradicciones. Si bien, en un principio
funciona como una manera horizontal de organización dentro del ámbito académico, el
propio Revueltas sugiere que esta forma de organizarse de los sujetos del “tejido
conjuntivo” (Revueltas 2020) tiene su reflejo también más allá del ámbito universitario, a saber, como tejido
de los sujetos en cualquier ámbito social, y más, en la sociedad concebida como totalidad.
Importa, además, pensar las maneras en que la “sociedad” se produce a sí misma, en
tanto que organización consciente o viva. Los sujetos producen la “sociedad” y esta
los produce al mismo tiempo: igual que un organismo o sistema, siguiendo las tesis
del pensamiento sistémico y complejo, autorganizado y autopoiético. La relación no
jerárquica entre los sujetos, que depende de la conciencia, crítica y abierta, solidaria,
organizada, que encierra conceptualmente la autogestión, supone también la necesidad de concebir sujetos autónomos, capaces de asir su propia realidad o “íntima verdad” (Revueltas 2020), en relación con el conjunto en el que participa, y esto solo es posible si de manera
activa estas conciencias expresan los productos de su razón, en una especie de diálogo
abierto de las contradicciones, de las verdades íntimas en contraposición; a esto
lo llama Revueltas una democracia cognoscitiva, algo que las teorías sistémicas y complejas defienden con la misma significación:
la unión de las contradicciones o la contradicción en diálogo.
La relación entre los sujetos y la “sociedad”, así como la educación y la conciencia
organizada, también dependen de la relación entre los movimientos internos y externos
del sujeto -la íntima verdad y la verdad concreta-, y de la diferenciación de la “sociedad”
como sistema, y su entorno. Por eso es importante mirar las formulaciones especulativas
en Revueltas a la luz de la posibilidad de una teoría sistémica, pues, en el fondo,
la interacción de estas estructuras, que fueron, además, puestas en práctica a través
de la lucha social, representan la interacción activa de sistemas y subsistemas que
dependen de cierta teleología, o fines comunes, para hallar una condición integrada
y autogestiva, horizontal, abierta, y libre, a fin de cuentas.
Esto se encuentra, al menos de manera sugerida, en la posibilidad de una teoría sistémica
de la sociedad en la obra de Revueltas.