“… déjame que te explique,
ella era mi tía,
pero no la conocí.
Un gobierno de facto
me prohibió hacerlo.
Mi idea no era entristecerte,
solo que entiendas,
que ciertas cosas no las manejamos.
Y nos sacan seres queridos,
de nuestras vidas,
de un día al otro (…)
En el viento se desplaza
esa emoción de esperanza,
más que claro que es ella,
quien nos dice desde otro mundo,
no se rindan y sigan luchando,
en pos de sus ideales y la verdad
de sus corazones (…)
No va a volver, pero tenemos que entender
que necesitamos serle fiel
a sus convicciones y motivaciones.
Te amamos desde acá, querida tía.
Pablo Cecchi1
Introducción
¿Desde cuáles contextos escribimos?
El trabajo que presento incluye reflexiones de orden personal, tanto desde mi profesión
de antropóloga, como desde mi propia experiencia de vida; es decir, un pensamiento
“situado”. En términos de Donna Haraway (1984),2 “situado” implica que las investigaciones, escritos u otra producción intelectual
o artística ponen en evidencia el contexto y la subjetividad de quien lo emite.
En relación con la propuesta de escribir sobre la experiencia argentina y las desapariciones
(forzadas), debo decir que los contextos, en particular el subjetivo, se articulan
desde un andamiaje vulnerable y lesionado. Haber vivido (o sobrevivido) al último
Estado terrorista dictatorial argentino, caracterizado por una represión feroz que
implicó censura, persecuciones, secuestros, desapariciones y muertes, nos ‘sitúa’
de un modo particular en la historia. “Lo personal se vuelve significativo porque
nuestro obligado punto de partida es el propio e intransferible dolor… Fuimos dañados…
El terror constituye un camino inamovible, aísla y reproduce con venenosa fuerza la
impotente rabia del miedo…” (Horowicz 2011).3
Aquel entorno, el de la dictadura (cívico militar en Argentina 1976-1983),4 al cual me referiré en este artículo, dista de manera sustantiva de la realidad actual.
Seguramente prevalezca una estructura equivalente, la insistencia del neoliberalismo
por apropiarse de las economías, sociedades y recursos del planeta. De todos modos,
hoy ya no es exclusivo de los regímenes dictatoriales para el asentamiento de la maquinaria
neoliberal; solo basta observar las desigualdades, la violencia, el accionar mafioso,
las guerras por los recursos del planeta, la depredación del medio ambiente, entre
otros muchos ejemplos, que involucran a casi toda la humanidad, incluida también nuestra
América Latina y que, claro está, concierne a los contextos desde donde escribo este
artículo.
Síntesis de temas a tratar
En principio, se transcribirán algunos conceptos generales sobre desapariciones y
desapariciones forzadas y en particular las emitidas por el Comité de la Convención
sobre Desapariciones Forzadas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, con el fin de comentar tanto las definiciones como las controversias
que persisten hasta la actualidad.
Incluiré reflexiones en mi calidad de persona que escribe desde su propia experiencia,
en este caso, como hermana de una persona secuestrada-desaparecida (asesinada a pocos
meses de cautiverio en el CCdDTyE - de la ESMA)5 en la dictadura, en el año 1978, durante el mundial de futbol en Argentina. Resaltaré,
en ese sentido, aspectos sensible-afectivos acerca del miedo, la imposibilidad del
duelo, su devenir en acción, resistencia y construcción de memoria -pienso, significativas
para la comunicación y pregnancia empática con el tema de las desapariciones.
En cuanto a la dictadura, describiré el clima represivo, el plan sistemático de persecución,
secuestro y desaparición, incluyendo su relación con otras dictaduras de América del
Sur, como fue el Operativo Cóndor. Si bien detallo el ambiente asfixiante de terror
de aquellos tiempos, remarcaré, especialmente, la resistencia autónoma de la sociedad
civil: organismos de familiares de desaparecidos y otros colectivos sociales en búsqueda
de los desaparecidos; incluyendo la lucha explícita contra la propia dictadura de
la clase trabajadora en comisiones internas fabriles y empresariales.
Ya con el advenimiento democrático, explicaré la importancia de la creación de la
Conadep,6 como de los avances y retrocesos para el juzgamiento a los perpetradores dictatoriales,
hasta arribar a los juicios por crímenes de lesa humanidad, acentuando la trascendencia
que comporta la base testimonial en el ámbito jurídico. Por otro lado, me referiré
a instituciones ya consolidadas en Argentina, principalmente al Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF), con sus herramientas técnicas para el reconocimiento
y búsqueda de desaparecidos (en dictadura, en contextos contemporáneos y a nivel internacional).
Y, por último, haré algunas notas breves sobre las funciones del Centro de Asistencia
a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa”, que integra la
actual Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
En síntesis, escribiré sobre la experiencia argentina: el contexto vivido en dictadura
(subjetivo-social); las experiencias de resistencia y lucha; los ‘Juicios Lesa’;7 la formación de instituciones formales de búsqueda y de asistencia a las víctimas
y la relevancia de la construcción de la memoria histórica social y subjetiva como
el tejido real que sostiene esta experiencia.
Desapariciones forzadas y desapariciones - Definiciones y relevancia del problema
- Convención internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones
forzadas
La desaparición forzada es un instrumento usado de manera frecuente como estrategia
para infundir el terror en los ciudadanos. Esta práctica no se limita solo a las familias
del desaparecido sino que afecta a su comunidad y al conjunto de la sociedad (Hazan 2014).8
Parece haber consenso acerca de que el origen de las desapariciones forza das se encuentra
en el denominado decreto “Noche y Niebla” (Nacht und Nebel) dictado por el régimen nazi el 7 de diciembre de 1941. El mariscal Wilhelm Keitel9 lo tituló “Directivas para la persecución de las infracciones cometidas contra el
Reich o contra las fuerzas de ocupación en los territorios ocupados”. Este decreto
preveía el traslado de prisioneros de guerra de manera oculta a campos de concentración
y alojados como NN.10 Fue un anticipo de la “solución final” para asesinar a los judíos y miembros de otras
colectividades perseguidas; las víctimas de este decreto no eran ejecutadas inmediatamente,
desaparecían sin dejar rastro alguno para lograr un efecto intimidatorio, se prohibía
entregar toda información sobre su paradero o la suerte corrida por ellas (Hazan 2014).
No obstante, el término “desaparición forzada” fue utilizado por primera vez por las
organizaciones de familiares y de derechos humanos de América Latina (décadas 1970-1980),
como forma de describir una práctica delictiva desde el Estado que implicaba numerosos
delitos, involucrando el sufrimiento en las familias y allegados de las víctimas por
la carencia de información y la falta de protección y recursos legales. Frente a la
imposibilidad de encontrar dichos recursos, los familiares de los desaparecidos comenzaron
a acudir a organismos internacionales en busca de ayuda. La Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos (ACNUDH) fueron los primeros organismos internacionales que reaccionaron,
en principio desde el golpe militar en Chile en el año 1973. La propia expresión ‘desaparecido’, fue apropiada por Jorge Videla, comandante en jefe del régimen cívico militar en
Argentina (1976-1983), quien, en declaraciones públicas, el 14 de diciembre de 1979,
frente a las presiones internacionales por la aparición de las víctimas, describió:
En tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si no reapareciera, bueno,
tendrá un tratamiento X. Y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento
tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento
especial; es una incógnita, es un desaparecido. No tiene entidad. No está vivo ni
muerto. Está desaparecido. (Hazan 2014)
La Asamblea General de las Naciones Unidas dictó en 1978, aunque sin mencionar a Argentina,
la primera resolución que llamaba a los Estados a detener la práctica de las desapariciones
forzadas. En febrero de 1980, la Comisión de Derechos Humanos creó el Grupo de Trabajo
sobre las Desapariciones Forzadas. En el ámbito americano, luego de la presión de
la Comisión Interamericana, durante 1979, la Asamblea General de la Organización de
Estados Americanos (OEA) adoptó una resolución sobre Chile que condenaba las desapariciones
forzadas en las Américas. La misma CIDH llevó adelante la eminente visita in loco a Argentina en 1979, donde documentó numerosos casos de desapariciones forzadas.
En este contexto de naciente activismo para la protección internacional de derechos
humanos, el Instituto de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de París (1981)
organizó un coloquio de alto nivel donde se comenzó a promover la elaboración de una
convención internacional con el objetivo de lograr el reconocimiento al derecho humano
de no ser sometido a desaparición forzada y a la protección contra las múltiples violaciones
a derechos humanos que este crimen implicaba.
Fue recién en el año 2001, que la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas
encargó a Nowak (Manfred),11 la elaboración de un informe para que examinara el marco internacional en materia
penal y de derechos humanos en la protección contra las desapariciones forzadas. El
experto expresó la necesidad de contar con un “instrumento normativo jurídicamente
vinculante para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas”;
sostuvo que podría tomar la forma de un tratado especial de derechos humanos, un protocolo
facultativo al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos o un Protocolo
Facultativo de la Convención contra la Tortura. Estas tratativas son parte del origen
de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las
Desapariciones Forzadas; la misma fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas el 20 de diciembre de 2006, luego de tres años de negociaciones formales, de
una larga batalla de organizaciones de derechos humanos, de familiares de desaparecidos,
de académicos y diplomáticos; entrando en vigor recién el 23 de diciembre de 2010.
Su órgano de control, el Comité contra la Desaparición Forzada, celebró su primera
sesión once meses más tarde.
Actualmente, cuenta con 43 Estados parte y 93 signatarios.
Uno de los aspectos conceptuales que más dudas ha generado desde el proceso de elaboración
de la Convención, es la posibilidad de que las desapariciones forzadas fueran cometidas
por “actores no estatales”, sin embargo, estas conductas delictivas requerirían de
una nomenclatura distinta, porque la carencia total de participación estatal hace
que no se trate de desapariciones forzadas y sus autores serían en todos los casos
actores no estatales; podría llamárselas “desapariciones”. La excepción podría ser
la competencia del Comité contra la Desaparición Forzada en relación con las acciones
urgentes, ya que ese innovador mecanismo protector eminentemente humanitario hablaría
de “persona desaparecida” y no de desaparición forzada.
Pilar Calveiro sostiene actualmente,
[...] hay que pensar la desaparición de personas como un fenómeno vinculado a la desaparición
forzada. En primer lugar, porque toda “desaparición” involuntaria es literalmente
forzada y, en segundo, porque en gran cantidad de casos donde no se identifica la
responsabilidad del Estado, subyace, sin embargo, de manera subterránea […].12 (Calveiro 2021)
Continuando con la Convención, uno de los mayores desafíos será determinar la presencia
de otros elementos presentes en cualquier forma de privación de la libertad. El Comité
deberá responder varias preguntas, en particular sobre las formas de probar si estos
elementos pueden ser ejecutados por particulares sin ninguna forma de participación
estatal. El tema que aun suscita controversias dentro de la Convención requiere igualmente
entender que las desapariciones forzadas (con acción estatal) o desapariciones se
han convertido hoy en día en un problema mundial que no afecta únicamente a una región
concreta del mundo; las que en otro tiempo fueron principalmente el producto de las
dictaduras cívico-militares pueden perpetrarse hoy día en situaciones democráticas
(Hazan 2014).
En el Curso Internacional de Derechos Humanos de UNESCO - CIPDH,13 Mohammed Ayat14 señalaba con preocupación la escasa participación de los Estados (43 Estados parte
y 93 signatarios) en la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas
contra las Desapariciones Forzadas, “lo que reviste en una marcada escasez de medios
y recursos para brindar mayor protección a las víctimas. La desaparición forzada causa
estragos en las familias y en la sociedad”. Insistía Ayat, no solamente en la necesidad
de una redefinición ampliada de la víctima y de un mayor debate dentro de los foros
internacionales, también en la importancia del derecho a la reparación, a la verdad
y a la protección. Resaltó que lo logrado hasta el momento es gracias a la lucha incansable
de los familiares, poniendo como ejemplo a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (Argentina).
Implicancias subjetivas - Duelo - Sensibilidad - Comunicación
Referirme al tema que nos convoca en este artículo donde se incluye en lo ya señalado
como conocimiento situado,15 es decir, evidenciar tanto los contextos como la subjetividad de quien lo expresa.
En esta línea y en mi caso, me considero afectiva e intensamente involucrada con las
desapariciones forzadas (hermana desaparecida y asesinada en dictadura); parto entonces
de una situación penosa. “… Pero, enfrentarse a la historia significa enfrentarse también a lo trágico” (Berger 2012). La desaparición de un ser amado conformó que varios años de mi vida estuvieran
teñidos por el miedo y la confusión. No existe un lugar dentro de cada uno para albergar
la idea de que un ser íntimo y querido haya sido secuestrado y vejado en las mazmorras
de la tortura para luego ser arrojado vivo al río o al mar.16 Por ello insisto en las implicancias del sujeto, pensando en que las connotaciones
amoroso-emocionales deberían estar más presentes en los círculos académicos, científicos,
institucionales y, por supuesto, en los políticos. Un tema tan escabroso como el sufrimiento
que entrañan las desapariciones forzadas es fundamental para dar a conocer estas situaciones,
su inclusión en la comunicación y difusión resultarían de una pregnancia empática
significativa para que dichos sucesos alcancen a mayores sectores de la sociedad,
quizás indiferentes o negadores de los mismos. El secuestro, la desaparición del cuerpo,
el riesgo de peligro de quienes detentan su búsqueda, como la inhumana imposibilidad
del duelo (Freier 2018) encierran sentimientos profundos para la memoria familiar-social-histórica de una
carga emotiva elocuente. La inclusión de estas connotaciones, reitero, potenciarían
de un dispositivo poderoso en lo comunicacional. Un instrumento quizás eficaz como
contraposición al paradigma de la razón neoliberal, calificado acertadamente como
la nueva razón del mundo, la cual ataca los principios, las prácticas, las culturas,
las subjetividades y las instituciones, pretendiendo extender los principios del mercado
a todos los órdenes de la vida humana (Brown 2015), cuestión que afecta tanto nuestras relaciones como seres humanos como nuestro comportamiento
con el planeta en su conjunto.
La dictadura argentina fue un proyecto de exterminio, justamente con miras a imponer
ese sistema neoliberal, por medio de metodologías aberrantes y sistemáticas de disciplinamiento
social. Si bien consistió en un plan ‘sistemático’, curiosamente existieron situaciones
de orden peculiar, un ejemplo fue elegir a un solo miembro de la familia dejando al
resto paralizado por el terror; donde el secuestrado, además de una víctima, podía
llegar a ser alguien condenado al olvido, un recuerdo cuasi prohibido para sus familiares
y donde la sospecha caía de manera despiadada por solo manifestar amarlo. Situación
muy cercana a la mía, como señalé, significando una fisura en mi subjetividad y con
graves secuelas en la salud familiar. “El terrorismo fragilizó de manera inadmisible
nuestra capacidad para la verdad y multiplicó de manera dramática la presencia del
miedo en soledad (…) El proceso nos procesó,17 capturando nuestra subjetividad, rehaciendo nuestro deseo, pulverizando nuestra capacidad
de reconstrucción moral... (Horowicz 2011). En ese sentido, mi recorrido personal estuvo, en principio, atravesado por el miedo
y el silencio. La proximidad con el dolor creaba un imaginario distante: “sufrimiento
seco”.
Cualquier violencia produce miedo, es un mecanismo de defensa y es considerado propio
de la supervivencia e inherente a la experiencia humana, no hay posibilidad de transitar
la vida sin haber experimentado alguna forma de temor, pero el miedo es también un
sentimiento político (Claveiro 2021). Con el tiempo, el psicoanálisis, la participación en “Lo del Sur”, Italia,18 la escritura y el activismo, fui avanzando sobre los miedos y la inmovilización,
lo cual me permitió construir, y no sin dificultades, mi propia querella en los juicios
contra crímenes de lesa humanidad y testimoniar (año 2013) en la instancia penal.19 En otras palabras, hurgar en los agujeros del propio dolor consistió en uno o varios
momentos donde como un relámpago se iluminaba la voluntad de poder. Sin desviar la
mirada, ni ‘dar vuelta la página’, al revés del orden común y cotidiano o de lo banal,
el pensamiento corriente dentro de la sociedad capitalista tiende a disfrazar el conflicto,
manteniéndonos a salvo como si las tragedias les sucedieran a otros (Agamben 2007). “Mirar la historia a contra pelo”, sugería Walter Benjamin,20 quien condenaba a quienes negaban volver los ojos al pasado.21 “… las luchas emancipatorias se nutren de los dolores de ese pasado, tal como relumbra
en un instante de peligro” (Löwy y Benjamin 2012). Concretamente fue una batalla contra el olvido para inscribir a mi hermana en el
cielo de la historia. “Todos estamos siluetados en el Cielo” (Berger 2012).
Para ir ‘cerrando’ (literalmente dudo ‘cerrarlo’ alguna vez), quisiera se entienda
que escribir desde mi experiencia, como sujeto tan implicado en el tema, reviste una
densidad delicada que me expone a cierta vulnerabilidad. Esta misma densidad es seguramente
lo que dificulta expresarme con la fluidez que desearía; “escribimos en los huecos
de muros donde alguna vez hubo ventanas, pensar que la gente que tiene ventanas, aún
no lo entiende…”.22
Del mismo modo, reitero que incluir las experiencias subjetivas le añadirían a la
transmisión un mayor vigor y quizás podrían transformarse en un dispositivo comunicacional
potente para perforar de algún modo las tantas barreras en parte del compacto social,
que aún niega (negacionismo) o es indiferente a temas tan tremendos como las desapariciones,
la violencia y las guerras. “El dolor es solidario, es moral y forma parte de la cruzada
ética de la memoria para que el horror no vuelva Nunca Más”.23 Reflexiones de este orden serán retomadas a lo largo del escrito.
Finalizo este apartado con algunas frases del controvertido filósofo francorumano
Émile Cioran:
[…] Si realmente sufro, sufro más que un individuo, sobrepaso la esfera de mi yo
y me acerco a la esencia de los otros; la única manera de alcanzar al otro en profundidad
es ir hacia lo que hay de más profundo en nosotros mismos y lo más profundo que constituye
la subjetividad es el dolor de los otros que nos atraviesa, el dolor del resto de
los vivientes, porque, no soy yo el que sufre en el mundo, sino el mundo el que sufre
en mí.24
La experiencia argentina - Desapariciones forzadas
Características de la dictadura argentina - Vuelos de la muerte - Operativo Cóndor
y las dictaduras latinoamericanas - Clima social
La última dictadura argentina (1976-1983) significó millares de personas perseguidas,
secuestradas, desaparecidas, asesinadas, familias diezmadas, incluyendo la apropiación
de cientos de recién nacidos y miles de exilios. La práctica de las desapariciones
forzadas se realizó para obtener información en interrogatorios bajo tortura y así
continuar con la captura y persecución ilegal de personas. La represión clandestina
y negada por los perpetradores dictatoriales tuvo también “el objetivo de evitar la
condena internacional con la que ya lidiaba desde 1973 el régimen chileno de Augusto
Pinochet” (Hazan 2014). Más de 30,00025 seres humanos fueron secuestrados y en su mayor parte arrojados vivos al río o al
mar en los “vuelos de la muerte”.
¿Qué fueron ‘los vuelos’ exactamente? En pocas palabras, gran parte de los detenidos-desaparecidos
eran arrojados vivos, en principio, al río (Río de la Plata) y luego al mar desde
aviones militares para terminar con su identidad.26 “… el mar hace de superficie plana, entonces los cuerpos al caer se desnucan y las
orcas hacen su trabajo…” se jactaba Alfredo Astiz,27 represor de la ESMA, con la prepotencia que siempre lo caracterizó.
Los “vuelos” son mencionados en los testimonios de los sobrevivientes de los ex centros
clandestinos (CCdDTyE) de la dictadura. Sus referencias a los “traslados” están casi
en su totalidad directamente relacionados con “los vuelos de la muerte”; declaraciones
de algunos integrantes de las fuerzas armadas como militares, prefectos o conscriptos
atestiguaron también la existencia de los ‘vuelos’. Uno de los primeros en hacerlo
público fue el ex capitán Adolfo Scilingo, quien, en el año 1995, ante la justicia
española, se refirió a los “vuelos de la muerte”. Scilingo fue entrevistado ampliamente
por el periodista Horacio Verbitsky,28 publicado en su libro El vuelo,29 donde detalla los procedimientos de los ‘vuelos’: aplicación de inyecciones anestésicas
(Pentotal, irónicamente ‘pentonaval’); la participación de médicos en las operaciones, el tipo de aviones, la participación
de oficiales y la utilización del aeropuerto militar emplazado en el Aeroparque de
la Ciudad de Buenos Aires. Especifica, además, el aval de la Iglesia católica para
este operativo criminal, empero en todas las investigaciones, la cuestión “vuelos”
tuvo enormes obstáculos para poder ser comprobada y penalizada en los juicios argentinos
contra crímenes de lesa humanidad.
Otra de las cuestiones que surgió de las investigaciones penales sobre los crímenes
de la dictadura demostró que los militares del área de inteligencia habían recibido
instrucción de las fuerzas armadas francesas con los métodos utilizados en la guerra
de Argelia. Pero, como fue demostrado también, la fuente principal de esa práctica
en el continente fue la ‘Escuela de las Américas’ establecida en Panamá por Estados
Unidos y fueron los mismos militares argentinos, quienes posteriormente adiestraron
con igual sistema a regímenes dictatoriales de América Central: Guatemala, Honduras
y El Salvador (Hazan 2014).
En esta línea (intervención de Estados Unidos), valen algunos comentarios acerca del
Plan u Operación Cóndor; en este operativo participaron varios países de América del
Sur, y es uno de los casos llevado a las cortes penales internacionales. Fue puesto
en vigencia oficial y formalmente en noviembre de 1975 por las cúpulas de los regímenes
dictatoriales de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia (y, en forma
eventual, por Perú, Colombia, Ecuador, Colombia y Venezuela). Esta campaña de represión
política y terrorismo de Estado tuvo el amplio respaldo de Estados Unidos de Norteamérica,
y consistió en consumar todo tipo de operaciones de inteligencia como persecuciones,
secuestros y asesinatos de opositores. Fue parte de la estrategia de Estados Unidos
durante la Guerra Fría, guiada por la ‘Doctrina de la Seguridad Nacional’ que impulsó
la instauración de dictaduras cívico-militares en América del Sur. El objetivo de
Cóndor apuntó a suprimir actores político-sociales opositores a los Estados totalitarios
de la región para instalar un nuevo modelo económico que, como se señalé, garantizara
beneficios a los sectores más conservadores y de mayores recursos económicos. Estados
Unidos (con frecuencia a través de la CIA) proporcionó planificación, coordinación,
formación en la tortura, apoyo técnico y militar a las fuerzas armadas; todo lo anterior
plasmado en vigilancia, interrogatorios, traslados ilegales entre países, violación,
desaparición y asesinato de personas consideradas ‘subversivas’. Una acción coordinada
para perseguir, secuestrar, desaparecer y asesinar a integrantes de movimientos de
la izquierda, del peronismo, de la organización sindical de base, de agrupaciones
estudiantiles, de docentes, periodistas, artistas, activistas de derechos humanos
y de la teología de la liberación.
[…] Cóndor es un caso donde los Estados se conectan también, pero de manera ilegítima
y para cometer crímenes […] ¿qué pasaba antes de Cóndor? Existieron acciones que denominamos
‘Pre-Cóndor’; lo que se llamó ‘Acuerdo de Caballeros’ que desembocaría luego en Cóndor
propiamente dicho […] La represión fue clandestina para la población en general, pero
no lo fue para las Fuerzas Armadas ni para las Fuerzas de Seguridad. Se denominó Cóndor
en el acta fundacional como propuesta del representante de Uruguay, en homenaje a
Chile, el país anfitrión […].30
Retomando el orden de lo más subjetivo, la comprensión del clima social de aquellos
años resulta significativo.31 “El silencio es salud”, frase acuñada por José López Rega,32 fue la regla de oro para ese tiempo oscuro. El silencio jurídico fue la versión explícita
de la dictadura: no tolerar oposición de ninguna clase. Dado que la destrucción física
y el ocultamiento de los cuerpos no era suficiente, fue necesario demoler todo fundamento
ideológico. “El cambio de mentalidad que predicamos se fue produciendo inexorablemente”,
decretaba sarcásticamente José A. Martínez de Hoz, aquel inhumano ministro de economía
y artífice del proyecto económico mencionado. La política del ‘Terror Mudo’ iba dirigida
a desmoralizar a todos quienes intentaban un punto de re-agrupación, lucha o resistencia
(Horowicz 2011). El silencio del poder potenciaba el aislamiento social, delimitando un modelo para
las relaciones personales; toda pregunta inoportuna era un cuestionamiento del orden
existente (Horowicz 2011).
Sin embargo, todos los jueves a las 15:30 horas, unos pasos cuasi-silenciosos rodeaban
la pirámide de la ‘Plaza’ (Plaza de Mayo) frente a la Casa de Gobierno de la Nación
en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires. Fueron las Madres (de Plaza de Mayo),
como desarrollaremos en el punto siguiente, quienes, con un leve gesto dialógico,
interrumpían el monólogo oficial cuya potencia radicaba en el silencio y cuya única
respuesta fue: ‘eran locas’. “Por lo que hablar se reducía a repetir el discurso oficial;
si no era la locura. Discurso oficial, silencio público y locura privada”.33
Resistencias - Organización y lucha de la sociedad civil - Madres y abuelas de Plaza
de Mayo - Movimiento de derechos humanos - Acciones en dictadura
[…] El uso del miedo como instrumento de control social y político se halla presente
en la historia de la humanidad desde la Antigüedad […] Por eso se dice que el miedo
es un sentimiento político, en tanto herramienta de ejercicio del poder y, sobre todo,
de dominación […] Pero el miedo es un sentimiento incierto tanto por su origen como
por el efecto que produce y las posibles respuestas que despierta. (Calveiro 2021)
Las reflexiones de Calveiro permiten vislumbrar las diferentes prácticas que fueron
surgiendo en el seno de la sociedad civil, por supuesto en los márgenes del Estado
dictatorial. En otras palabras, dentro de aquel ambiente de ‘terror mudo’, el miedo
también fue despertando respuestas, dando lugar a verdaderas resistencias y luchas,
quizás lo más notable de la experiencia argentina. Es decir, como el doble accionar
del miedo que nos devastó y enfermó, al mismo tiempo explotó en energía: la resistencia
al poder dictatorial. Resistencia que tuvo como arquetipo moral a las Madres de Plaza
de Mayo. Fue gracias a la valentía de esas mujeres y a sus “Rondas de los jueves en
La Plaza”34 reclamando por el paradero desconocido de sus hijos, que se fue resquebrajando el
aislamiento dictatorial. No estaban solas “Si realmente sufro, sufro más que un individuo,
sobrepaso la esfera de mi yo y me acerco a la esencia de los otros” (Cioran 1973) cada vez se sumaban más madres. Como ya lo señalé el dolor también es solidario
y de allí esa red de unión y confianza que caracterizó a las Madres, luego a las Abuelas
y demás organizaciones de familiares y colectivos sociales. El miedo disminuye con
la compañía y en lo colectivo y el valor también puede ser contagioso. De Madres,
surgió la conocida agrupación “Abuelas de Plaza de Mayo” de renombre internacional
en la búsqueda de niños arrebatados a prisioneras o en operativos, que luego fueron
entregados, con el fin de esconder su identidad, a otras familias denominadas actualmente
como “apropiadoras”. El movimiento Abuelas, dirigido actualmente por Estela de Carlotto,
amerita además de cientos de páginas, un artículo en sí mismo sobre su lucha incesante
por recuperar a los nietos ‘apropiados’.35 De los más de 400 nietos registrados como tales, hasta el momento Abuelas localizó
a 130, quienes recuperaron su verdadera identidad. Hasta el día de hoy, estas mujeres,
que promedian más de 90 años, persisten en la batalla por dar con el paradero del
resto de aquellos que fueron sustraídos al nacer o siendo muy pequeños.36
Otras organizaciones tuvieron un rol significativo contra la dictadura argentina,
la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH),37 a la cual le corresponde un lugar preponderante en la resistencia a la dictadura,
por la denuncia pública en el país y en los foros internacionales. La APDH se conformó
en un momento donde la actividad política estaba congelada en Argentina. La organización
“Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas” fue también de vital
importancia y especialmente en las gestiones relativas a la visita al país de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), particularmente en la preparación de las
condiciones para la efectividad de dicha visita (entre el 6 y el 20 de septiembre
de 1979 ).38 Cabe recordar que previo a la llegada de la CIDH, los operadores dictatoriales realizaron
allanamientos a varios organismos, llevándose gran parte de la documentación y archivos
sobre los desaparecidos, incluso reformaron ediliciamente sitios ya detectados como
CCdDTyE (como, por ejemplo, el ESMA). La CIDH recorrió cárceles y otros lugares de
detención del país, se reunió con representantes de organizaciones sociales, políticas,
de derechos humanos, sindicales, comerciales, religiosas, empresariales y con las
cabezas de la dictadura.39
Por último, pero de gran relevancia, se debe destacar la lucha de la clase trabajadora
dentro las comisiones internas en los establecimientos fabriles argentinos. Victoria
Basualdo40 explica con precisión los fundamentos de la organización y activismo de los trabajadores
argentinos a mediados de los años setenta: “… esto mismo constituyó uno de los ambientes
centrales donde la dictadura focalizó y desplegó una brutal represión para ejecutar
su estrategia económicopolítica”. Aborda también la historia de los delegados y las
comisiones internas en grandes y medianas fábricas industriales y entra al estudio
de la dictadura desde la perspectiva de la clase trabajadora organizada, es decir,
lo que significó para los trabajadores el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
“… No solo se prohíbe la huelga (…) A medida que se va generando cualquier tipo de
actividad sindical y medidas de lucha, estas también son prohibidas. Por ejemplo,
el trabajo a desgano, el trabajo a tristeza, formas encubiertas de huelga y que sucedieron
en muchísimos lugares. Luz y Fuerza mantuvo una huelga larguísima en febrero de 1977”.41 No podemos extendernos más sobre este tema nuclear tanto de la represión dictatorial,
como de la lucha resistente por parte de la clase trabajadora, que gravitó en cientos
de detenciones, secuestros y desapariciones dentro del sector. Esta temática se encuentra
en las causas judiciales integradas bajo el nombre “Responsabilidad Empresarial en
la Dictadura”.42
Este primer apartado sobre la organización autónoma y lucha de la sociedad civil constituye
uno de los nudos centrales del artículo, al igual que el apartado siguiente. Apunta
a resaltar cómo la experiencia de organización de la sociedad argentina fue capaz
de detener el abuso del terror dictatorial y no es menor subrayar que fueron estas
mismas presiones tanto del movimiento de derechos humanos, de estudiantes, como de
los trabajadores, las que doblegaron a la dictadura a convocar elecciones libres y
democráticas en el año 1983. El ejemplo más categórico y valioso es que desde esa
fecha, aunque con varios intentos fallidos, ningún poder económico con ‘mano de obra’
militar se apoderó de la democracia argentina.
La experiencia argentina. Parte II - Contexto democrático
En la misma línea que la sección anterior, esta segunda parte es también central,
destaca las distintas formas con las que la sociedad fue presionando a los gobiernos
democráticos a dar respuestas sobre la represión dictatorial. Un camino tan arduo
como plagado de obstáculos, pero que fue logrando la localización y señalamiento de
más de 700 centros clandestinos de detención (CCdDTyE) insistiendo en el juzgamiento
de los perpetradores de la barbarie dictatorial, y, también, en la construcción de
registros ordenados de los asesinatos, desapariciones y detenciones durante la dictadura.
Un ejemplo fue la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(CONADEP), en diciembre de 1983, con el objetivo de aclarar e investigar la desaparición
de cada una de las personas, y que, hasta el momento, tiene la condición más que apreciable
de ser un archivo único que se actualiza sistemática y permanentemente. La investigación
contenida en la CONADEP pasó a formar parte de lo que fue la Dirección de Derechos
Humanos, luego Secretaría (SDH). Cuando en el año 2003 se funda el Archivo Nacional
de la Memoria (ANM), el registro CONADEP pasa a quedar resguardado en dicha institución.
Con la recuperación de la ESMA, en 2007, el ANM instala sus oficinas, hasta allí en
la actualidad. En el año 2011, se añadió el edificio contiguo con la función exclusiva
de ‘espacio de guarda’ de toda la documentación CONADEP. La misma constituye prueba
en los juicios por delitos de lesa humanidad, es sostén de las políticas de reparación
a las víctimas, y se encuentra a disposición de toda la comunidad.
Todas estas experiencias no son solamente un símbolo, también son emblemáticas, y
lo son justamente por la voluntad persistente de las luchas de la sociedad civil.
Una batalla incansable y resiliente, pero también dolorosa. Como se señaló en la sección
“Implicancias subjetivas - Duelo - Sensibilidad - Comunicación”, todas parten de hechos
terribles y, por cierto, traumáticos.
Juicios contra crímenes de lesa humanidad
La auto amnistía que declaran los militares en 1983, previamente a haber destruido
enormidad de documentos que daban cuenta de las desapariciones, formó parte de esa
estrategia para mantener su impunidad; fue idéntica a la utilizada para ocultar información
ante los miles de requerimientos de Habeas Corpus durante la dictadura. Aún veo el rostro dolorido de mi padre abriendo sobres con
las respuestas negativas del Ministerio del Interior.
El primer gobierno democrático post dictadura, de Raúl Alfonsín, prometía grandes
compromisos con los reclamos del movimiento de derechos humanos. El “Juicio a las
Juntas Militares de 1985”43 fue la promesa cumplida. Sin embargo, los oscuros intereses dictatoriales permanecían
aún al acecho luego del histórico “Juicio a las Juntas en 1985”, y, al poco tiempo
de la sentencia final, se suscitaron distintos levantamientos de sectores militares
con el objeto de lograr la absolución de los responsables de la última dictadura y
con intenciones claras de interrumpir el proceso democrático argentino. El entonces
presidente Alfonsín se vio obligado a impulsar la Ley de Punto Final (diciembre de
1986) que paralizaba todos los procesos judiciales contra los imputados responsables
de haber cometido delitos de desaparición forzada durante la dictadura.44 Esta situación desencadenó la condena de grandes sectores de la sociedad argentina,
la cual se cristalizó en la famosa “Marcha contra las Leyes de Impunidad” (19 de diciembre
de 1986), la manifestación más multitudinaria desarrollada en la Ciudad de BsAs desde
la recuperación de la democracia en 1983. Luego, el segundo presidente democrático,
Carlos Menem, consolidó la protección dictatorial y promovió las leyes de Punto Final
y Obediencia Debida (1989-1990) junto a los indultos a todas la Fuerzas Armadas y
de Seguridad conocidas como las Leyes de Impunidad. Pero la lucha del movimiento de
derechos humanos, de sobrevivientes, de familiares de víctimas, etc., continuó sin
cesar, con denuncias de todos los órdenes, iniciando juicios en Cortes penales extranjeras,
con los Juicios por la Verdad y, por supuesto, con la búsqueda persistente de Abuelas
en recuperar a sus nietos.
En el año 1998, si bien el Congreso Nacional derogó las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida, recién el 12 de agosto de 2003, las anuló definitivamente,45 habilitando el juzgamiento de todos los responsables de la dictadura. El 14 de junio
del mismo año, la Corte Suprema de Justicia lo convalidaba declarándolas inconstitucionales.
La reapertura de los juicios en el año 2005 significó un proceso histórico ejemplar
a nivel universal de juzgamiento a los responsables de crímenes cometidos por el Estado.
Los mismos fueron definidos como “Juicios contra Crímenes de Lesa Humanidad”. La condena
de estos crímenes representa una reparación moral a las víctimas, a sus familiares
y a toda la sociedad argentina; no podemos aquí explicar cada juicio ni las causas
que los contienen. Asimismo, el pasado 24 de marzo, día de la Memoria por la Verdad
y la Justicia, el Ministerio Público Fiscal de la Nación difundió un informe que sintetiza
el estado de todas las causas.46
Un poco más allá de lo formalmente penal, me interesa subrayar lo que verdaderamente
sustenta a los juicios, es su base testimonial. “La importancia de los testigos es
fundamental en la construcción de la verdad y como mecanismo contra la impunidad.
La víctima no quiere compasión, pues es el gran sujeto que viene a negar la banalización
de lo que sucedió reivindicándose con la memoria, la verdad y la justicia”.47 Esta realidad no hubiera sido posible sin los miles de informes y denuncias de quienes
sobrevivieron a los campos de exterminio argentinos (CCdDTyE). “El que testimonia
habla por aquellos que no pudieron tener la oportunidad de hacerlo. El derecho y el
deber de contar lo que sucedió nos convierte en cronistas de un tiempo excepcional
(…) Callar y silenciar la barbarie sería otorgar la victoria a los perpetradores de
esa misma barbarie, a los señores de la muerte” (Agamben 2007). Me permito otra observación como testimoniante en estos juicios. Los imputados
saben algo que no dicen, hay un ‘Pacto de Silencio’. Quienes escuchamos a los acusados
tenemos claro que ellos saben cómo sucedieron los hechos y qué pasó con los cuerpos
de las víctimas, pero no lo dicen, lo cual obedece a una razón de poder aunque sea
de orden residual. Ya no tienen poder político, pero detentan un poder específico
que aun quieren conservar sobre las víctimas y sus familiares: retener información
para infligir sufrimiento (Freier 2017). En este orden, la legitimación profunda de los juicios está dada por las víctimas,
los sobrevivientes y los familiares, quienes cuando declaran, le reconocen al Poder
Judicial su deseo de justicia, razón por lo cual dicho ámbito es el lugar especial
donde las víctimas y los familiares pueden expresar lo que vivieron,
[…] Testimoniar en un juicio contra crímenes de lesa humanidad fue un hito paradigmático
en mi vida, realizado incluso con desavenencias familiares en cuanto al esclarecimiento
de la desaparición de nuestra hermana en la ESMA. También de ruptura con una parte
de mi historia marcada por el silencio y la paralización. Querellar y testimoniar
se configuró para mí en una acción de orden emancipatoria donde el sentimiento más
intenso fue ‘dejar de cargar el estigma de la inconsecuencia’ […].48
Para cerrar el tema sobre los juicios lesa humanidad, una mención especial a este
pasado 24 de marzo, Marcha por el Día de la Memoria, Verdad y Justicia, a 46 años
del Golpe de Estado Genocida, luego de dos años de suspensión por la pandemia Covid-19.
Las marchas, en particular en la Ciudad de Buenos Aires, reúnen a millares de habitantes
de nuestro país, dando cuenta del valor social que tienen los derechos humanos en
la reafirmación de la democracia; donde los ‘Juicios’ se incluyen como parte de ese
ejercicio valioso que es la memoria de la sociedad argentina.
Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF): historia del equipo. Objetivos- Procedimientos
en campo y especificaciones técnicas
En cuanto a los logros de la sociedad civil en materia institucional, describiremos,
en primer lugar y sintéticamente, la historia y accionar del Equipo Argentino de Antropología
Forense, pues por la magnitud del trabajo realizado y que continúan llevando a cabo
se requeriría de un artículo especial.49 La aplicación y desarrollo de la antropología forense en la investigación de violaciones
a los derechos humanos surgió de la firme voluntad de investigar los crímenes de la
dictadura. Fue a comienzos de 1984, que la CONADEP y Abuelas de Plaza de Mayo solicitaron
la asistencia de Eric Stover, entonces director del Programa de Ciencia y Derechos
Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), con sede en
Washington D. C., Estados Unidos. Entre los miembros de la delegación de AAAS estaba
el Dr. Clyde Snow, uno de los más destacados antropólogos forenses del mundo. Snow
recurrió entonces a arqueólogos, antropólogos y médicos de nuestro país para comenzar
las exhumaciones y el análisis de los restos óseos con una metodología científica.
Así nació el Equipo Argentino de Antropología Forense. Snow regresó a Argentina en
repetidas oportunidades para capacitar a los primeros miembros del EAAF,50 y colaboró en la conformación de la organización participando en numerosas exhumaciones
e identifica ciones. El testimonio de Snow en el Juicio a las Juntas Militares (1985)
resultó vital para demostrar científicamente el asesinato de desaparecidos, a partir
del análisis de las lesiones de cuerpos recuperados de fosas clandestinas. Hasta su
fallecimiento en 2014, Snow compartió más de 30 años de labores con el EAAF, trabajando
en proyectos tanto en el país como en el exterior. El EAAF se convirtió así en una
organización científica pionera en el mundo por trabajar de manera multidisciplinaria,
alineada con los intereses de las víctimas y abarcando todos los pasos de la investigación,
desde el contacto inicial con las familias hasta la restitución de los restos, pasando
por el trabajo de búsqueda, recuperación y análisis de laboratorio.
A lo largo de su historia, el EAAF participó en misiones en más de 50 países de todos
los continentes, por solicitud de diversas entidades, entre ellas el Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia de Naciones Unidas (desde 1996 a 2000); Comisión
Forense para la Verdad Mexicana (2013 hasta el presente) formada por la Procuraduría
General de la República (PGR) y nueve ONG’s de México y Centroamérica; Proyecto Frontera:
un Mecanismo Regional para Migrantes Desaparecidos en el corredor Centroamérica-México-EEUU;
bancos de datos forenses en El Salvador, Honduras, el estado de Chiapas y el estado
de Oaxaca; Comisión Presidencial para la búsqueda de los restos del “Che” Guevara
(1995 a 1997); Padres de Ayotzinapa, México, entre otros muchos.51 El equipo se ocupa también de ‘Desapariciones en contextos contemporáneos’ (también
a nivel internacional). La línea especializada en femicidios “Muerte violenta de mujeres
por razones de género, ya sea dentro de la familia, unidad doméstica, o en cualquier
otra relación interpersonal, en la comunidad, por parte de cualquier persona o tolerada
por el Estado, por acción u omisión” (Definición del Mecanismo de Seguimiento de la
Convención de Belém do Pará, OEA 2008).52
Todo el trabajo del EAAF se sustenta en los principios de los derechos humanos, del
derecho internacional humanitario y fundamentalmente en el respeto por el derecho
individual y colectivo a la identidad, la verdad y la justicia. Está integrado por
más de 60 miembros. La sede central se encuentra en Buenos Aires (ExESMA) y el laboratorio
de genética forense está ubicado en la ciudad de Cór doba (Argentina). Cuenta, además,
con una oficina en Nueva York (Estados Unidos) y una representación en la Ciudad de
México.
Secretaría de Derechos Humanos - Ministerio de Justicia de la Nación Argentina
Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa”
Continuando con el tema institucional, nos referiremos brevemente al Centro Dr. Fernando
Ulloa, fundado en el año 2011, como parte de la Secretaría de Derechos Humanos (Ministerio
de Justicia).53 El centro dirige acciones de asistencia integral a víctimas de violaciones de Derechos
Humanos durante el terrorismo de Estado y también en democracia a través del diseño,
la implementación y el fortalecimiento de la Red Nacional de Acompañamiento y Asistencia,
en articulación con las autoridades de derechos humanos de las diferentes jurisdicciones,
el sistema público de salud y organizaciones de la sociedad civil. Recibe las consultas
directas de las víctimas y de sus familias a las cuales se provee información, orientación
y contención emocional. Se acompaña a víctimas, testigos y querellantes en los diferentes
momentos del proceso judicial para promover el protagonismo de la palabra de las personas
afectadas por violaciones de derechos humanos en ese ámbito. Sus acciones se articulan
con otros actores estatales para que se restituyan derechos a los consultantes desde
una perspectiva integral. Corresponde también al “Ulloa” la función de proponer y
desarrollar políticas públicas de asistencia integral y reparatorias, dirigidas tanto
a las víctimas de violaciones de derechos humanos durante la dictadura, como a las
víctimas de violencia institucional. Es la instancia encargada de supervisar la realización
de las Juntas Médicas por las Leyes Nº 24.043, Nº 25.914 y 26.564 para la evaluación
de daño.54
Reflexiones finales
Antes de comenzar este artículo, me había propuesto comparar el tema de las desapariciones
forzadas entre la situación mexicana y la argentina. Sin embargo, cuando comencé a
reflexionar acerca de qué tipo de consonancias encontraría, comprendí que esa perspectiva
estaba destinada a realizarse desde mi parte, al carecer tanto de la autoridad profesional,
como de un conocimiento profundo sobre México. En el mismo orden, la experiencia argentina,
la cual ‘relato’ desde una mirada subjetivo-social, no es transferible en términos
estrictos a país alguno. No obstante, y como se señaló, la “neocolonizacion” de la
maquinaria liberal ya no requiere hoy de regímenes totalitarios ‘estatales’ con el
formato de otras décadas (1960-1980). Repetidas veces mencioné que los objetivos subterráneos
(y no tan subterráneos) de aquellas dictaduras fueron imponer ese sistema económico.
El cual se sustentó por medio de una persecución y represión feroz en casi todos los
países del Cono Sur americano, alentado y coordinado por Estados Unidos. (Véase Plan
Cóndor).55 Aún en pleno siglo XXI, el paradigma de la razón neoliberal continúa desplegándose
por el mundo contra los principios básicos de las culturas, la historia, los sujetos,
las relaciones humanas, las instituciones, etc. (Brown 2015). No cabe aquí describir las variadas prácticas neoliberales depredadoras y negacionistas
que con sus violencias y miedos se generalizan afectando prácticamente a toda la población
del globo (Calveiro 2021), pero tampoco es ajeno a este trabajo. La expansión neoliberal habilita un contexto
propicio donde las desapariciones forzadas constituyen una de las aristas más visibles
y que afectan a muchas regiones del mundo.56 Situación que atañe tanto a México, como a Argentina, y quizás allí resida uno de
los temas plausibles de intersección para establecer analogías y correlaciones sobre
la desaparición de personas en ambos países. Pero, obviamente, ameritaría otro tipo
de publicación, desde ya más que apreciable. Solo me atrevo a enfatizar, ya sea para
México o para otros países, acerca de la importancia que tuvo la acción organizada
y autónoma de la sociedad civil argentina tanto contra la propia dictadura, como en
las presiones ejercidas a los gobiernos democráticos. Acciones simbólicamente paradigmáticas,
tal como fue relatado en las correspondientes dos últimas secciones, y que sí podrían
considerarse como una enseñanza ilustrativa y transferible para abordar la complejidad
que entraña la desaparición de personas.
Dentro de mis reflexiones finales, quisiera que este escrito fuera considerado como
una narración y ‘situada’. Como se dijo, lo situado implica los contextos y la historia
personal de quien lo emite. Escribir desde mi experiencia como sujeto comprometido
altamente con el tema, reviste por cierto una densidad específica que a lo largo del
escrito dificultó que me expresara con mayor fluidez en poder armar un relato más
acabado y conciso. “…Volver al pasado implica una suerte de rescate, pero a partir
de sus “escombros”, fragmentos abandonados, y recuperados, que se ensamblan de acuerdo
con las urgencias del presente. No se construye un relato completo, coherente, fijo
y repetitivo…” (Calveiro 2021).
Como ya resalté, la lucha y organización autónoma de nuestra sociedad civil y la de
cada uno como sujetos afectados fue una batalla resiliente, también muy penosa, resultado
de hechos tremendamente dolorosos. Así lo describía,57 como una experiencia que conlleva un alto contenido emotivo-sensible, el cual debería
estar esencialmente presente en pos de que la transmisión resultara más empática,
por las enseñanzas que deja. Prácticas surgidas de una base lacerada por el miedo,
pero, como se dijo, el miedo es un sentimiento especial tanto por los efectos que
produce como por las respuestas posibles que despierta. (Calveiro 2021), “El miedo no es zonzo” versa un conocido refrán popular, en ese sentido, se describieron las múltiples
acciones de cómo el miedo devino en resistencia, en lucha y en construcción de memoria.
En cuanto a la memoria, esta es uno de los recursos más privilegiados de Argentina,
por el mismo tejido social que la contiene, y enlaza lo histórico, lo social, las
tradiciones y las experiencias individuales particulares. Gracias al andamiaje que
otorga la memoria, el olvido es imposible.
Podríamos decir que la memoria es viral, se multiplica y se contagia [...] Trae parte
de lo roto, de un resto recuperable, de las marcas que ha dejado ese pasado para desde
allí “convocar” las memorias del miedo, de la resistencia, y traerlas al servicio
de las luchas del presente. Aunque las marcas sobre el cuerpo individual o social
son intransferibles en sentido estricto […]. (Calveiro 2021)
Vuelvo a que el dolor es solidario… recordemos la historia de las Madres, Abuelas,
organismos de familiares, u otros, en la búsqueda de hijos, nietos, hermanos, padres
y compañeros. “… el dolor del otro es comunicable y permite, así, el “pasaje” de lo vivido a los demás” (Calveiro 2021). La desaparición del cuerpo, el riesgo de peligro de quienes detentaban o continúan
su búsqueda, en particular la inhumana imposibilidad del duelo y sus rituales encierran
sentimientos difíciles de procesar y de una sutil carga emocional. Esto mismo podría
considerarse como un mensaje para las organizaciones de búsqueda que trabajan sin
descanso por los desaparecidos en México. Incluir lo afectivo que encierra la experiencia
de cada sujeto potenciaría, quizás, una esperanza y no solamente para las acciones
de búsqueda en desapariciones forzadas. Probablemente sea un anhelo personal de posibilidades
de cambio tanto en nuestras relaciones como seres humanos, como en nuestro comportamiento
con el planeta en su conjunto. Construir un dispositivo poderoso que se contraponga
al paradigma de la razón neoliberal que tiñe nuestro mundo y que habilita ciertamente
la desaparición de personas.
Nos recuerda Benjamin, que el pasado encierra una promesa de redención para lo que
debemos prepararnos y apropiarnos de él; el pasado ilumina nuestro presente. Nuestra
experiencia se empobrece sin la consistencia de la memoria, ella no solo redime a
personajes y situaciones borrados de la historia, también evita la pérdida del propio
arte de contar historias (Benjamin 1989b).
En este orden es que defino mi escrito, como un relato, un camino personal de saltos
que van de lo singular a lo social, de los datos concretos a las apreciaciones, de
la investigación a la práctica, de la poesía, de las experiencias vividas a los dispositivos
teóricos (Hopenhayn 2005). Una historia atravesada por dolores, miedos, pero también transformada en cambios
vitales. Este es el sentido por el cual me he tomado el atrevimiento de enhebrar frases,
comentarios, fragmentos de tantos autores diversos, palabras que expresan las que
quizás aún me falten, pero que se engarzan como ‘perlas en el collar del pensamiento’,58 ese pensamiento situado que incluye contextos vividos y sensibilidades particulares…
Así somos también los antropólogos, observadores y participantes al mismo tiempo.
Por último, deseo manifestar mi agradecimiento especial al Dr. Eligio Cruz, quien
me convocó a escribir para la revista INTER DISCIPLINA del CEIICH-UNAM, publicación que coordina en esta oportunidad para abordar el problema
de “Personas desaparecidas”. En el mismo sentido quiero mencionar a Pilar Calveiro
a quien consulté en forma personal, y cuyos textos me brindaron reflexiones más que
interesantes y sabias para articular con el trabajo que presento.