Introducción
México atraviesa una crisis humanitaria causada por la desaparición forzada de decenas
de miles de sus habitantes. En la historia del país hay precedentes de este fenómeno
desde la década de los años 60 (CNB 2022; Marcelo 2020; Vicente 2021), sin embargo,
las desapariciones aumentaron drásticamente en el 2006, dentro del contexto de la
llamada “guerra contra el narcotráfico”. El conflicto inició cuando, por mandato del
expresidente Felipe Calderón, se organizaron operaciones militares para enfrentar
grupos armados asociados con la producción y distribución de drogas. Sumado a este
ambiente de violencia, se desataron luchas entre cárteles por el control territorial,
provocando un estado de vulnerabilidad y extrema inseguridad para toda la población
civil.
Los altísimos niveles de violencia han dado como resultado dolorosas pérdidas humanas
en todas las escalas sociales, así como numerosas denuncias de personas cuyo paradero
se desconoce. De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas
(RNPDNO), desde el 2006 a la fecha, se han realizado 196,291 denuncias de personas
desaparecidas, de las cuales aún no se localizan a 78,754 (CNB 2022). El impacto de
este fenómeno ha afectado los 32 estados del país (Figura 1), causando, sin duda, una dolorosa deuda histórica con las víctimas directas e indirectas
de este conflicto.
Figura 1
Personas desaparecidas y no localizadas por entidad federativa. Periodo del 01/01/2006,
00:00 hrs. al 07/02/2022, 00:00 hrs.
Nota: Las entidades federativas con color de mayor intensidad indican un mayor número
de registros de personas desaparecidas y no localizadas incorporados al RNPDNO.
Fuente: CNB (2022).
Ante dicha emergencia nacional, las instituciones estatales y federales han quedado
rebasadas. Encontrar el paradero de las personas ausentes, en un ambiente en el que
todos los días se cometen delitos y se incrementa el número de desapariciones y muertes,
es un reto sumamente complejo. Solo de 2018 a 2021, se localizaron 1,749 fosas clandestinas
con los restos de 3,025 personas (Secretaría de Gobernación 2021). Asimismo, desde
el inicio de la crisis hasta el 2019, se encontraron 38,891 cuerpos que aún no han
sido identificados (Tzuc 2020). Es posible suponer que las víctimas reportadas en el RNPDNO, que aún no han sido
localizadas, puedan encontrarse entre las personas fallecidas no identificadas o en
fosas clandestinas que aún no han sido ubicadas.
Las estrategias metodológicas para enfrentar esta problemática han tenido que ajustarse
de manera simultánea a las necesidades circunstanciales del país, por lo cual hay
un espectro amplio de oportunidades para hacerlas más eficientes y precisas. En este
sentido, la arqueología forense ha sido una herramienta teórica y metodológica fundamental
para la afinación en los procesos de búsqueda en campo, de excavación y registro,
así como con los análisis en laboratorios para la identificación, integración e interpretación
de los datos recabados (Hernández y Escorcia 2015; Groen 2018; Schultz y Dupras 2008).
Sin embargo, aún existen áreas poco exploradas. La gran mayoría de las contribuciones
tienen sus objetivos centrados en las investigaciones en tierra, dejando de lado las
búsquedas en medios acuáticos.
México es un país con grandes extensiones de agua. Sus litorales colindan con el océano
Pacífico, Golfo de California, Golfo de México y el mar Caribe. Además, las cuencas
de sus ríos principales fluyen por el 65% de la superficie territorial continental
(Semarnat 2022). Eso sin contar las lagunas, presas, cenotes, manglares e incluso
pozos y canales que desafortunadamente son medios propicios para ocultar los restos
de víctimas de la violencia actual.
Hasta ahora, solo 18 estados de la república tienen información sobre hallazgos de
cuerpos en contextos acuáticos, sumando 4,963 personas en 16 años (Magaña et al. 2023). A esta cifra, deben agregarse los registros ausentes de las otras demarcaciones
estatales, considerando también la alta posibilidad de que existan más restos depositados
sin que hayan sido encontrados. La localización de la gran mayoría ha sido principalmente
por las declaraciones de los victimarios, o por condiciones fortuitas, como las corrientes
que arrastran los restos hasta las costas o la flotación provocada por la naturaleza
física de los cuerpos humanos. Los esfuerzos de búsqueda realizados principalmente
por los familiares afectados, voluntarios u organizaciones civiles, han dado pocos
resultados debido a las complicaciones particulares de estos ambientes (Álamo 2021;
Villalobos 2022; Flores s.f.; Soto 2020).
Se sabe que un cuerpo humano enterrado en un lugar terrestre es afectado por los factores
tafonómicos de su entorno, sin embargo, en un contexto sumergido las posibilidades
de conservación disminuyen mucho más debido al comportamiento dinámico del medio que
lo rodea (Ruffel et al. 2017). Además, las condiciones del tipo de agua (salada o dulce), las corrientes,
la temperatura, la profundidad y la fauna son algunas de las variables que definen
la preservación o descomposición de los cuerpos (Ribèreau-Gayon, Rando y Morgan 2018; Heaton et al. 2022; Van Daalen 2017; Palazzo et al. 2021). Asimismo, en un ambiente acuático, los restos sumergidos pueden sufrir modificaciones
causadas por actividades antrópicas como la navegación constante, la explotación de
recursos en el lecho marino, la construcción de infraestructura subacuática, los dragados,
el uso de los cuerpos de agua para la eliminación inadecuada de basura y de otros
desechos tóxicos que modifican las condiciones del ambiente, etcétera.
Las problemáticas que rodean la desaparición de personas en México, así como la búsqueda
y recuperación de sus restos físicos, se multiplican al considerar la exploración
de cuerpos de agua donde potencialmente se pueden encontrar evidencias de estas tragedias
humanas. Si bien existen reportes de presas, ríos, lagos, lagunas y sectores marítimos
que han sido empleados para deshacerse de los cuerpos de víctimas de desaparición,
al tratarse de un medio ambiente de alta complejidad de acceso, se dificulta que estas
zonas hayan sido atendidas con la misma intensidad y eficacia por grupos de búsqueda
que cuando estos esfuerzos se realizan en contextos de tierra adentro. Sin embargo,
esta dificultad no es sinónimo de imposibilidad.
Desde hace varias décadas la arqueología marítima ha venido adaptando y desarrollando
una batería de métodos y técnicas para la búsqueda sistemática de una gran variedad
de sitios arqueológicos que descansan en este tipo de contextos. Su aplicación razonada
y adaptada al tipo, tamaño, procesos de transformación y condiciones tafonómicas de
los restos en cuestión permite abrir un horizonte muy diferente a aquel en el que
se procede sin una metodología científica y sin instrumentación adecuada y congruente
con los avances técnicos contemporáneos. Mantenemos que por muy bien intencionados
que estén los esfuerzos, sin los recursos teóricos, metodológicos y tecnológicos necesarios,
sus resultados serán discretos, fortuitos, limitados y no reproducibles.
La detección, registro, recuperación y análisis de los restos humanos en medios acuáticos
son desafíos que requieren instrumentos teóricos, metodológicos y técnicos muy específicos,
así como de un equipo de especialistas altamente calificados. Cada una de estas etapas
de investigación puede complejizarse, además, por los efectos que provocan las características
físicas, químicas y biológicas de los entornos donde se depositaron los cuerpos. En
este artículo, se plantea una propuesta metodológica, desde la arqueología marítima
centrada en la localización, registro y recuperación de los restos de las posibles
víctimas de desaparición en México depositadas en medios acuáticos.
En los últimos años, el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM ha
venido desarrollando trabajos de investigación especializados en arqueología marítima,
para lo cual se emplean equipos y metodologías dedicados al trabajo en contextos sumergidos.
Estos métodos y equipos incluyen sistemas de detección remota operados mediante señales
acústicas y magnéticas, sistemas de posicionamiento de alta precisión para poder regresar
con toda certeza a cualquier punto geográfico con un margen de error menor a un metro,
así como sistemas de registro videográfico, fotográfico y fotogramétrico en condiciones
de visibilidad limitada, a través de los cuales se generan modelos digitales 3D con
una resolución milimétrica, pudiéndose analizar tanto en campo o en laboratorio. Igualmente,
el grupo de trabajo de esta área incluye académicos y colaboradores especialistas
en buceo científico, técnico y de seguridad y rescate.
Si bien esta plataforma establecida en la UNAM es ya una poderosa herramienta para
la investigación en arqueología marítima, de igual manera tiene un enorme potencial
para la exploración forense en cuerpos de agua, aunque para este objetivo es necesario
sumar algunos otros equipos específicos con los que aún no cuenta la universidad.
Sin embargo, se ha avanzado en el desarrollo de una metodología enfocada en la localización
de personas, que permita establecer la mejor combinación de equipos a emplear en cada
caso, aumentando las oportunidades de hallazgo con la mayor precisión y con las mejores
condiciones de seguridad para la recuperación de los restos. La propuesta considera
tres aspectos primordiales: 1) la naturaleza de los ambientes acuáticos; 2) las particulari
dades de los objetivos forenses tales como sus dimensiones (el tamaño de una persona
es mucho menor al de los restos arqueológicos que comúnmente se estudian en la disciplina),
y, 3) las posibles respuestas tafonómicas a los diferentes medios acuosos. Del mismo
modo, se contemplan las necesidades para obtener un registro detallado y de muy alta
definición de tal forma que sea útil para la identificación y análisis forense de
las víctimas.
Aspectos teóricos sobre la arqueología que hacen pertinente su uso en la investigación
forense
La arqueología marítima no solamente estudia la interacción humana con el mar, sino
también con otros cuerpos de agua como ríos, lagos o lagunas. La relación humana con
estos ambientes posee similitudes tales que enlazan las culturas a sus orillas y que
los cruzan y habitan como parte de su cotidianidad.
Si bien en sus inicios formales la arqueología marítima se concentró esencialmente
en el estudio de restos de barcos hundidos, la disciplina se ha diversificado ampliamente
al menos en los últimos 30 años, cubriendo ahora, con mayor frecuencia también, restos
de estructuras portuarias, campos de batalla náuticos, paisajes culturales sumergidos
y maritorios, entre otros tipos de contexto.
Mucha de esta evidencia arqueológica no está necesariamente bajo el agua, como astilleros
y talleres de construcción y reparación naval, estructuras que sirvieran como ayudas
visuales a la navegación como faros, mojones, crómlechs y otra gran variedad de sitios
tales como zonas de desembarco, estaciones balleneras, por mencionar algunas.
En el caso de una arqueología marítima forense, esta hace uso de métodos de análisis
de las dinámicas del paisaje, para auxiliar en la delimitación de áreas de búsqueda
de restos humanos depositados o arrojados a diversos tipos de cuerpos de agua, así
como de su comportamiento después de su deposición. Igualmente, emplea métodos, técnicas
y teorías de la observación procedentes de la geofísica marina y la robótica, que
han tenido probado éxito en la localización y registro de restos arqueológicos sumergidos,
pero adaptados a las particularidades de la huella acústica generada por la evidencia
que se busca encontrar. Por último, a partir de protocolos de buceo técnico y científico,
establece la recuperación sistemática de los restos, implementando un etiquetado,
embalaje e izado de acuerdo con las condiciones de lo hallado.
Es evidente que este dramático fenómeno en términos explicativos de sus causas y efectos
se podría abordar desde diferentes posturas teóricas, tanto desde la antropología
como desde la arqueología. Sin embargo, esos alcances específicos no se persiguen
en este texto, sino que se limitan a los aspectos técnicos cuya efectividad de búsqueda,
hallazgo y recuperación pueden ser mayores y más eficientes. Por lo tanto, nuestra
postura de trabajo para este problema técnico específico se asocia con la arqueología
procesual, cuyos alcances y claridad metodológica creemos puedieran orientar tanto
el diseño de las búsquedas de personas desaparecidas como la selección de los métodos
más adecuados, así como el despliegue técnico de la mejor práctica posible.
Resulta sorpresivo que una discusión teórica tan propia de la arqueología sea fundamental
actualmente, para justificar la aplicación eficaz de sus conocimientos en dos de los
fenómenos más dramáticos de México hoy en día, a saber, la desaparición por acción
directa del crimen organizado y la desaparición forzada.
En este sentido, consideramos, de acuerdo con la definición de Edward Ashby, que el
registro arqueológico procesual desarrollado en el ámbito forense ofrece un conjunto
de métodos y teorías de alto nivel en la recuperación de restos humanos, en ámbitos
naturales de superficie y sumergidos en distintos cuerpos de agua y su evidencia cultural
asociada dentro del proceso de identificación de una víctima (Ashby 2013).
Lejos aún de hacerse planteamientos sobre la posibilidad de apoyar las disciplinas
forenses, entre las décadas de los años 70 y 90 del siglo XX, la arqueología mexicana
centraba su debate teórico entre dos programas de investigación, de los cuales prevaleció
aquel que defendía una arqueología oficial, con rutinas de investigación y trabajo,
que cumplían su deber en términos de la recuperación de grandes cantidades de vestigios
materiales, en una lógica de excavar para recuperar el patrimonio arqueológico mexicano,
para su protección y puesta en valor.1
El segundo programa lo conformó un pequeño grupo de investigadores, quienes adoptaron
los principios de la llamada arqueología procesual estadounidense, aparecida a principios
de los años 60 en aquel país. Esta corriente teórica propuso problemas de investigación
en torno a los fenómenos socioculturales del pasado, que daban origen a los procesos
causantes de la singular formación de los depósitos arqueológicos y los problemas
de conocimiento que para el arqueólogo ofrecían su peculiar condición dinámica (Binford 1964).
El gran aporte de esta escuela de pensamiento consistió en generar explica ciones
pertinentes sobre el porqué y cómo ocurrían los procesos de formación de los depósitos
arqueológicos; qué aspectos determinaban su transformación tras su deposición, y,
qué problemas de conocimiento enfrentarían los arqueólogos al acercarse a un “contexto
arqueológico” (Schiffer 1990). El contexto arqueológico es comprendido como un fenómeno que tiene una propiedad
dinámica y que, además, es el resultado de un conjunto de acciones específicas, condicionadas
por una conducta concreta que se produce en un contexto cultural singular (Schiffer 1976, 12). Un ejemplo que ayuda a aclarar esta idea es el siguiente: un individuo que camina
en el bosque, rumbo a su cabaña, ha cazado un conejo durante el trayecto. Hambriento,
elabora una pequeña fogata a base de piedras y madera que le permiten cocinar el conejo,
destazado previamente con una piedra afilada por él. Tras haber cocido la carne del
animal en la fogata, el hombre lo come y, posteriormente, se retira de aquel lugar,
siguiendo su camino. Tras de sí, deja un conjunto de materiales, artefactos y restos
orgánicos abandonados, los cuales, paulatinamente serán afectados por el medio ambiente
cambiando su orden físico y sus condiciones químicas.
A este conjunto de acciones, secuenciadas y complejas, el arqueólogo Michael Schiffer
lo denomina contexto sistémico (Schiffer 1990, 81). Resulta entonces que cada actividad humana implica un conjunto de acciones sistematizadas,
trayendo como consecuencia procesos de desecho y deposición, en donde los materiales
sufrirán el deterioro y transformación de sus cualidades originales a lo largo de
un periodo indeterminado convirtiéndose en contexto arqueológico. Este conjunto sistematizado
de actividades humanas, que constituyen el contexto sistémico, es representado por
un diagrama de flujo (Figura 2) que explica con claridad cómo tales actividades resultan o derivan en la formación
de contextos arqueológicos que, a su vez, son recuperados en algún momento para su
reinserción a un nuevo contexto sistémico. A esta secuencia de sucesos, Schiffer le
llama procesos S-S (acciones dentro de un contexto cultural o sistémico), S-A (acciones dentro de un contexto cultural o sistémico de las cuales se derivan contextos
arqueológicos), A-A (procesos de deterioro y transformación constante que sufren los contextos arqueológicos
durante su tiempo de deposición mientras están enterrados), A-S (acciones por medio de las cuales un contexto arqueológico reingresa a un contexto
cultural o sistémico) (Schiffer 1976, 11-13, 99, 107, 111, 125).
Figura 2
Diagrama general de contextos culturales o sistémicos que generan contextos arqueológicos
y/o contextos de deposición de cadáveres.
Fuente: Elaboración propia, con base en la propuesta de Schiffer sobre formación de
contextos arqueológicos (Schiffer 1976).
Luego de esta breve exposición sobre los aspectos teóricos que constituyen el programa
de investigación de la arqueología procesual, se podrá dar cuenta de su capacidad
predictiva y explicativa en torno a los hechos del pasado antiguo. Sin embargo, de
manera simultánea, puede surgir la pregunta: ¿y para qué le sirve a la investigación
forense la arqueología?, y, aún con más especificidad: ¿de qué manera puede la arqueología
ayudar a la búsqueda de cuerpos en contextos de desaparición, los cuales, regularmente,
son trabajados por científicos forenses?
La respuesta, en primera instancia, resulta muy interesante, pues las diferencias
más importantes entre la recuperación de contextos arqueológicos y la recuperación
de cuerpos por acciones de desaparición son fundamentalmente dos:
La primera diferencia tiene que ver con el tiempo que transcurre tras la acción de
deposición final. Para el caso de los vestigios arqueológicos se asume, de manera
general, que el tiempo transcurrido está dentro del rango de los centenares o miles
de años, mientras que para el caso de los cuerpos depositados por causa de las desapariciones,
se encuentra dentro del rango de algunos días y hasta algunas décadas.
La segunda diferencia es el marco jurídico que suscribe a ambos. El primero es un
marco jurídico de orden federal, teniendo como función garantizar la recuperación,
conservación y puesta en valor de los vestigios arqueológicos existentes dentro de
México, por su importancia, en términos de su calidad como patrimonio histórico y
cultural de la nación. Este marco figura en la “Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicos, Artísticos e Históricos” (1972), vigente hasta el día de hoy. El segundo
marco jurídico, también de carácter federal, pero mucho más completo que el primero,
está expresado en la “Ley General en materia de Desaparición Forzada de Personas,
Desaparición cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas”
(2017), y es la base regulatoria de los protocolos de búsqueda para personas desaparecidas,
determinados, a su vez, por las leyes locales y reglamentarias que sean derivadas
de la ley general.
Un primer aspecto que la arqueología y la ciencia forense comparten, y que resulta
básico para el desarrollo de su quehacer científico, es su objetivo cognitivo (Gándara 1993, 8). Ambas disciplinas se esfuerzan por ofrecer una explicación satisfactoria de las
razones por las cuales el contexto que han hallado y registrado, fue encontrado de
esa forma específica y qué acciones le pudieron haber dado origen.
Para lograr la aclaración de la serie de incógnitas que yacen detrás de cualquier
depósito arqueológico o de cualquier cadáver depositado, ambas disciplinas pretenden
explicar este hecho de manera causal. Es decir, por medio del uso de las preguntas
de investigación del tipo ¿por qué? y ¿cómo?
Otro aspecto de gran importancia a compartir entre ambas disciplinas lo constituye
su ámbito teórico-metodológico, constituido por aquellos procesos lógicos por medio
de los cuales buscan obtener las respuestas más adecuadas para satisfacer las preguntas
causales, guías de la investigación.
La guía proporcionada a la arqueología y a la ciencia forense por su marco teórico
metodológico brinda la posibilidad de echar mano de las técnicas y tecnologías mejor
consideradas para lograr la recuperación de la evidencia material y que ofrezcan,
a su vez, la información significativa para lograr la explicación más acertada sobre
el conjunto de actividades y procesos que dieron origen al yacimiento registrado.
Es en función de la predicción que se puede tomar de los factores cuantitativos y
cualitativos que afectan los depósitos arqueológicos o de cuerpos, la decisión de
manera metodológica, del proceso de registro y el uso de las técnicas y tecnologías
más pertinentes para asegurar una adecuada recuperación y conservación de dichos restos
y de la información que puedan ofrecer a nivel arqueológico o forense.
Cabe mencionar que, así como estas disciplinas comparten varios de los componentes
que las constituyen como científicas, también comparten problemas teóricos y metodológicos
(como sucede en todo ámbito científico) que no deben dejarse de lado, pues su planteamiento
y discusión constituyen el mejor vehículo para su perfeccionamiento. De forma particular,
nos referimos al problema existente entre los razonamientos inductivos resultantes
de las prácticas empiristas; las representadas tanto en la arqueología tradicional
de corte histórico cultural, como en las formas más estandarizadas del ejercicio de
la ciencia forense institucional y la forma de razonamiento hipotético deductivo,
practicada por la arqueología procesual y la disciplina forense desarrolladas bajo
supuestos teóricos similares.2
Y es que, al momento de partir de una posición empirista, el uso de las técnicas de
obtención de información queda sometido a un criterio estándar y generalizado, pudiéndose
entender bajo la frase coloquial “vamos a realizar una búsqueda esperando encontrar
algo importante”, o también, “vamos a excavar, a ver qué encontramos”.
Por otro lado, una posición deductiva como criterio base para el establecimiento de
una estrategia de búsqueda ofrece una mayor solidez en la predicción de los posibles
sitios de búsqueda y en las probables condiciones de los vestigios ahí depositados,
pues se parte de un conjunto de hipótesis de rango medio que se establecen en torno
a conductas que pueden originar los tipos de depósitos a buscar; y que a su vez determinan
los procesos de deterioro y transformación que al final ofrecerán un nivel de información
deseable por parte del investigador.
En función de estas predicciones, se puede echar mano de las mejores técnicas de búsqueda
y recolección de información, asumiendo que este conjunto de decisiones, de tipo metodológico,
ofrecerán un alto nivel de aceptabilidad al momento de contrastar las hipótesis que
guiaron el trabajo de campo, sobre la posibilidad de existencia de tales depósitos
y no solamente quedar a expensas de la buena fortuna cuando simplemente “se busca
o se excava con la mera esperanza de encontrar algo”. Es importante mencionar que
la arqueología procesual ofrece la posibilidad de pensar de una forma realista sobre
la alta o baja probabilidad de realizar un hallazgo de restos corporales y, con ello,
coadyuvar a una estrategia de búsqueda y registro más eficiente; pues aunque sea desalentador,
una perspectiva analítica de este tipo evita agotar esfuerzos en los sitios en donde
los trabajos muy probablemente no rendirían frutos, independientemente de las esperanzas
y buenas voluntades que yacen detrás de una acción de búsqueda.
Lo que el modelo de la arqueología procesual muestra es que todo aquello que tras
su desecho es depositado, y en varios casos enterrado, tiene como principales enemigos
las condiciones naturales y la línea del tiempo. El esquema de los procesos S-S, S-A
y A-A, nos permite comprender claramente el hecho de que todos los restos materiales,
aún los restos de cadáveres de víctimas, pueden, en algunos casos, estar en las condiciones
ambientales idóneas para su conservación, como lo es un espacio anaeróbico, con poca
luz y una temperatura baja. Sin embargo, también existe una alta posibilidad de sufrir
los efectos una degradación a niveles que solamente nos permitirán encontrar restos
óseos, restos artefactuales asociados directamente con la deposición y, en casos extremos,
quizás solamente trazas químicas de su anterior existencia. También el esquema de
los procesos A-S, nos permite afirmar que no necesariamente los restos pueden ser
recuperados por forenses o arqueólogos o cualquier persona que haya decidido iniciar
la búsqueda.
Este proceso indica, solamente, que los restos depositados pueden incluso ser también
recuperados o removidos por los mismos delincuentes o por cualquier otra persona o
actividad (la remoción de un terreno para la tan común hoy, construcción de conjuntos
inmobiliarios) que dé como resultado la perturbación de los restos de una primera
matriz deposicional, y al realizarse los procesos de búsqueda, por más científicos
o sistematizados que puedan ser los trabajos, simplemente no ofrecerán el resultado
esperado.
Sobre este conjunto de criterios, estamos ahora en posibilidades de presentar un segundo
diagrama, explicando los mismos procesos, pero relacionados con las acciones del tratamiento
de los cuerpos de personas que son abandonados, tras su muerte, como consecuencia
de un acto de desaparición o desaparición forzada (Figura 3).
Figura 3
Diagrama general de contextos culturales que dan origen a contextos de deposición
de cadáveres y su posterior proceso de deterioro.
Fuente: Elaboración propia, con base en la propuesta de Schiffer sobre formación de
contextos arqueológicos (Schiffer 1976).
Procesos tafonómicos y deterioro del cuerpo humano postmortem
Para el caso de México, ya en 1997 se iniciaron algunos trabajos de análisis sobre
las formas de manipulación del cuerpo humano postmortem, bajo los principios de la arqueología procesual. La antropóloga alemana Vera Tiesler
presentó, en el libro El cuerpo humano y su tratamiento mortuorio, publicado por el INAH, en 1997, una propuesta para construir modelos inferenciales
sobre el tema, planteando también hipótesis fuertes sobre los procesos premortem y perimortem, utilizando los esquemas S-S, S-A, A-A y A-S de Schiffer (Tiesler 1997, 77-90).
Sin embargo, aunque el uso que Tiesler hizo del esquema schifferiano ayudó a comprender
de manera procesual la forma general de los procesos de afectación del cuerpo humano,
su propuesta tiene dos limitantes. La primera consiste en que este modelo fue presentado
para su aplicación en contextos arqueológicos (mucho más antiguos que fosas clandestinas,
por ejemplo), por lo cual su uso para contextos contemporáneos tendría que realizarse
con las precauciones necesarias y seguramente adecuarse a los problemas forenses.
La otra limitante de su propuesta es el alto nivel de generalidad de su modelo para
todo el conjunto de procesos tafonómicos que pueden afectar un cuerpo en un contexto
de deposición, dejando así una gran puerta abierta para la obtención de conocimiento
sobre este conjunto de procesos y sus diferentes maneras de interacción con el cuerpo
humano.
Sin embargo, para nuestra fortuna, el arqueólogo francés Henri Duday presentó, en
el mismo libro donde Tiesler publicara su modelo, un interesante artículo titulado
“Antropología biológica ‘de campo’, tafonomía y arqueología de la muerte”, donde habla
de forma detallada sobre la necesidad de hacer uso de la tafonomía con la finalidad
metodológica de poder distinguir las afectaciones naturales sufridas por un cadáver
tras su deposición, de aquellas que fueron causadas por una acción humana intencionada,
tanto la causante de la muerte, como la de depositar al cuerpo en su yacimiento final
(Duday 1997, 91-126).
Lo que hace interesantes a estos dos artículos es su complementariedad, dando como
resultado un modelo competente de inferencia y análisis de los yacimientos en donde
se hallan restos humanos, permitiendo así una mejor identificación de estos y un registro
más específico y preciso de todo el conjunto de afectaciones identificadas, proporcionando,
de esta forma, una correcta interpretación del contexto mortuorio, aunque en este
caso se trate principalmente de hallazgos arqueológicos.
Las implicaciones que este tipo de esfuerzos científicos tiene para el terreno de
la investigación forense son muy positivas y prometedoras, pues al utilizar un modelo
dinámico de interpretación sobre los procesos de tratamiento del cuerpo que una víctima
ha sufrido durante su muerte y posterior depósito, dan una gran oportunidad para la
puesta en práctica de labores interdisciplinarias, al ofrecer alternativas de orientación
cada vez más y mejores hacia la identificación eficaz de restos de personas que desafortunadamente
fueron muertas y desaparecidas por causa de actos delictivos.
Ya desde su definición, la tafonomía ofrece una perspectiva dinámica en la observación
de los fenómenos que sufren los cuerpos tras su muerte y deposición, pues tal disciplina
enfoca su trabajo en “la comprensión de múltiples factores que juegan un papel en
la desintegración y dispersión de un cuerpo y sus artefactos asociados, hasta que
hayan sido ambientalmente reciclados e incorporados a la tierra, sus aguas, su aire,
e incluso en sus habitantes” (Davis 1997, 14).
Siendo la disciplina que se encarga del estudio de las leyes de lo que está enterrado,
la tafonomía comparte en su definición el punto de vista que la arqueología procesual
tiene sobre el dinamismo de los contextos arqueológicos (o cuerpos humanos). Por lo
cual, su uso como una teoría que nos habla sobre los procesos de transformación de
un cuerpo enterrado (o incluso expuesto a la intemperie, o sumergido y sometido a
procesos dinámicos, tanto naturales como culturales de sedimentación, es decir: deposición,
transporte, sedimentación y redeposición) permite realizar acciones de observación
y registro finos, en donde una simple búsqueda, basada en el sentido común y en la
recopilación aleatoria de restos, solo obtiene información desordenada y poco útil
para cumplir con el cometido de la acción forense.
La importancia de la tafonomía estriba en el hecho de tomar todo el conocimiento existente
sobre los diferentes conjuntos de factores que afectan un cuerpo inerte en cualquier
medio ambiente en el cual este yazca, de tal forma y permitiendo la posibilidad de
diferenciar las afectaciones padecidas por agentes ambientales de aquellas sufridas
por acciones culturales.
En esta misma línea de observación, la tafonomía brinda al investigador (científico
forense, arqueólogo, etc.) los elementos para poder diferenciar, de manera cualitativa,
los distintos factores ambientales que están afectando el cuerpo hallado y en qué
medida lo están haciendo.
Es en función de la recopilación y organización sistemática que la tafonomía hace
de este conocimiento a lo largo de su historia de actividad, que permite actualmente
a la arqueología forense realizar modelos de predicción sobre las posibles condiciones
de conservación que se esperan en la búsqueda de cuerpos y, como resultado de ello,
establecer las estrategias y técnicas más adecuadas para asegurar una correcta recuperación
de los restos, para, con ello, asegurar la adquisición de información potencial que
ayude en la identificación de la víctima.
Ya sea que se trate de zonas desérticas, zonas de tierras altas, zonas con abundancia
de suelos ricos en materia orgánica, zonas selváticas, cuevas, regiones de deposición
aluvial, o bien lechos marinos, fluviales o lacustres; la tafonomía ofrece, definitivamente,
un enorme conocimiento sobre cómo opera el medio ambiente en la afectación de cuerpos
y, sin duda alguna, permitirá desarrollar estrategias de búsqueda bien organizadas
en la vastedad de esos territorios.
Tras esta exposición, centraremos nuestro interés específicamente en los procesos
de deterioro y transformación que sufren aquellos cuerpos que se encuentran depositados
en ambientes que transcurren bajo el agua, pues tales lugares son igualmente ricos
en factores tafonómicos que, dependiendo de su naturaleza, actuarán de formas específicas
en los restos ahí yacentes. Esto nos permite entender que no serán iguales sus dinámicas
si se trata de lagunas, presas, arroyos, ríos caudalosos, pantanos, desembocaduras,
costas templadas o el océano profundo.
Factores como la temperatura, la masa de microrganismos, el tipo de fauna habitante,
la vegetación y microvegetación existente, el tipo de sedimentos, la fuerza de las
corrientes presentes, la salinidad del agua, su nivel de acidez e incluso el tipo
y frecuencia de navegación que ocurre sobre y debajo de esos cuerpos de agua, nos
ofrecen datos importantes permitiéndonos darnos cuenta de las posibilidades reales
detentadas para poder recuperar un cuerpo, qué nivel de conservación se espera al
momento de su recuperación, y qué tipo de alteraciones se esperan observar para diferenciarlas
de aquellas que están relacionadas de manera causal con la muerte o con la preparación
postmortem del cuerpo previo a ser descartado.
Un buen ejemplo de este nivel de sistematización en el conocimiento de los factores
que influyen en la alteración y deterioro del cuerpo humano cuando yace inerte bajo
el agua, lo ofrece la tabla de “factores endógenos y exógenos que generan impacto
en los patrones y tasas de descomposición en restos humanos en ambientes marinos”
(Figura 4), que Ribéreau-Gayon, Rando y Morgan presentan en su artículo “Human remains in marine
enviornments: challenges and future developments”, publicado en 2018.
Figura 4
Tabla de factores endógenos y exógenos causantes de impacto en los patrones y tasas
de descomposición en restos humanos en ambientes marinos, según Ribéreau-Gayon et al.
Fuente: Elaboración propia con base en Ribéreau-Gayon et al. (2018).
En este texto, los autores consideran la existencia de dos grupos de factores fundamentales
en el proceso de descomposición de los cuerpos humanos sumergidos, siendo los primeros
externos al cadáver y los segundos de orden intrínseco (Ribéreau-Gayon et al. 2018, 133-134).
Según estos investigadores, al momento de realizar los estudios y análisis de los
cuerpos recuperados de contextos acuáticos, es indispensable considerar todos estos
factores de deterioro postmortem, para poder llegar a conclusiones forenses correctas en torno a las posibles causas
de muerte.
Sin embargo, es necesario tomar en cuenta que parte de las conclusiones del análisis
forense deberían permitir la identificación de todos los procesos de tratamiento sufridos
por el cuerpo antes de ser depositado en cualquier contexto bajo agua, así como discernir
el hecho de que, tanto las lesiones causantes de la muerte como aquellas sucedidas
posteriormente pueden ser consideradas como factores intrínsecos y determinantes de
la descomposición específica del cadáver tras su abandono.
Finalmente, podemos considerar que la exposición de este modelo sistémico, basado
en los principios de la arqueología procesual y la tafonomía, podrá ser de gran ayuda
para predecir las posibilidades y condiciones para el hallazgo de cuerpos de víctimas
de desaparición que yazcan sumergidos en distintos cuerpos acuáticos. La calidad explicativa
del modelo expuesto aquí permitirá considerar, fundamentalmente, y con pertinencia,
estos grandes criterios de investigación:
-
Que se trata de un sitio cuyas condiciones medioambientales permitirán la posibilidad
de realizar hallazgos de restos y, por tal motivo, se podrá establecer una estrategia
de búsqueda, registro y recuperación con el uso del tipo de técnicas y tecnologías
adecuadas, para poder identificar con precisión y recuperar, con el menor riesgo de
alteración, los posibles restos de los cuerpos de las víctimas que se están buscando.
-
Que es poco o nada probable que, en el sitio a estudiar, aún puedan existir restos
que pudieran recuperarse. Por lo tanto, se debe pensar en cuáles serán entonces los
lugares más adecuados para realizar las respectivas búsquedas y, entonces, replantear
la estrategia para ubicar lugares con más potencial de hallazgo.
-
Si bien, como cualquier otro modelo de estudio científico, nuestra propuesta tiene
limitaciones en el ámbito de la arqueología forense aplicada en cuerpos de agua, se
considera que los aspectos del marco general son lo suficientemente robustos, como
para ofrecer posibilidades de enriquecimiento teórico, y si en algún punto existe
algún tipo de restricción o limitante de las posibilidades explicativas del modelo
expuesto, esta se encuentre en la falta de información empírica en torno a las dinámicas
de los procesos de deterioro y transformación postmortem que los cuerpos de desaparecidos presentan en los contextos sumergidos, ya sean de
tipo léntico o lótico, así como en la diversidad de posibles situaciones de reinserción
a los contextos de tipo A-S-A o inclusos A-A, donde los cuerpos han sido dispuestos
para crear contextos sumergidos que, por su propia naturaleza ambiental, determinan
complejas dinámicas de alteración, pudiendo iniciarse desde los mismo sitios de despojo,
que cambiarán respecto de los sitios de deposición temporal, o incluso final, para,
finalmente, en caso de tener éxito en su hallazgo, continuar con los procesos de alteración
con acciones como su recuperación, almacenamiento, análisis forense y posible inhumación.
-
El modelo schifferiano de flujo, sobre los procesos de formación y transformación
de depósitos arqueológicos aplicado a la problemática forense sobre la recuperación
de cuerpos depositados en sitios sumergidos por causa de un fenómeno de desaparición
y desaparición forzada, ofrece un importante potencial explicativo de comprensión
sobre los periodos de continuidad, equilibrio estable, discontinuidad e inestabilidad
de los restos físicos orgánicos y culturales, cuya dinámica de transformación está
condicionada por factores antrópicos como detonantes y factores naturales de alteración,
que fundamentalmente cuentan entre los procesos tafonómicos, cuya diversidad, multiplicidad,
aparente aleatoriedad y complejidad los vuelve relativamente difíciles de medir para
establecer parámetros.
Geofísica y arqueología marítima en contextos forenses
La primera dificultad para explorar un área sumergida donde se sospeche la presencia
de restos de personas desaparecidas está determinada por la existencia misma de un
cuerpo de agua observado desde la superficie. Sería tentador pensar que esta barrera
se puede abatir plenamente mediante el mero empleo de equipos de buceo y de buzos
calificados recorriendo visualmente distintos sectores del área de interés. Esta puede
ser una opción si se carece de otros recursos (metodológicos, tecnológicos, teóricos
o cognitivos) pero está muy lejos de ser una solución óptima, por bien intencionado
que sea el grupo de buzos en cuestión, al realizar su reconocimiento sectorial.
Dicha alternativa implica el empleo de métodos de búsqueda desarrollados en la arqueología
náutica hace más de 50 o 60 años (Bass 1966; St. John Wilkes 1971 y 1975), consistentes en establecer patrones de búsqueda lineales, circulares, cuadrangulares
o angulares. Estos patrones se trazan en el lecho del cuerpo de agua, mediante la
colocación de cabos y boyas, permitendo a los buzos seguir una serie de líneas guía
mientras inspeccionan el fondo hasta donde su vista alcance. Aunque este método sigue
siendo efectivo al ejecutarse correctamente, es un método limitado, incluso en condiciones
ideales de poca profundidad y buena visibilidad.
Hay razones que se oponen a que esta sea una solución óptima. Por un lado, se depende
de la visibilidad (condicionada por las características de turbidez del agua), del
tiempo que pueda permanecer en el fondo (determinado por distintas variables del buceo
como profundidad y temperatura). Implica, además, problemas de precisión si las condiciones
de corriente y visibilidad en el fondo dificultan el trazado y el recorrido mismo
y, también, supone una gran inversión de tiempo por cada metro cuadrado cubierto y
la imposibilidad de asegurar un cubrimiento absoluto de dicha pequeña zona del fondo.
Por otro lado, estando a seis décadas de distancia de la generación de esas estrategias,
es necesario hacer uso de métodos y técnicas contemporáneas correspondientes con los
conocimientos científicos desarrollados en ese lapso, y que ofrezcan soluciones acordes
con la realidad actual de la ciencia y la técnica.
El principal componente de la batería de métodos y técnicas a emplearse dentro de
una arqueología forense en contextos sumergidos, tiene que ver sin lugar a duda, con
la posibilidad de ofrecer un trabajo sistemático, contrastable, objetivo, repetible,
y que garantice una cobertura completa y realista de la superficie de prospección.
Asimismo, dicha batería de métodos y técnicas debe permitir pronosticar, con un alto
grado de precisión, el tiempo que será necesario para cubrir eficientemente, y por
completo, una superficie sumergida de acuerdo con las condiciones de geomorfología
del lecho, visibilidad, profundidad, corrientes, temperatura, turbidez y grado de
contaminación.
Igualmente, un sistema confiable debe poder establecer cuál es el porcentaje de empalme
en áreas de prospección contiguas, para garantizar que no queden zonas sin cubrir.
Además, este sistema debe permitir manejar un grado de precisión espacial que asegure
no solo la cobertura completa de las áreas de interés, sino la posibilidad de regresar
a cualquier punto del lecho estudiado con una pre cisión submétrica; de modo que siempre
sea posible inspeccionar un elemento en el fondo, ya sea de manera inmediata a la
prospección o en cualquier momento en el futuro, independientemente de las dificultades
impuestas por el medio (siendo, las principales, la profundidad, las corrientes, la
visibilidad y el frío).
En las últimas décadas, la geofísica ha sido una disciplina de enorme utilidad para
las investigaciones arqueológicas. Sus técnicas de prospección basadas en magnetismo,
electromagnetismo y sismología han permitido evaluar el potencial de áreas de interés
arqueológico, proyectando modelos digitales del subsuelo y determinando, de manera
no invasiva, la existencia o ausencia de vestigios (Pecci et al. 2021). Lo anterior permite ser más eficiente en la planificación de las excavaciones,
tanto en términos científicos como administrativos y económicos. Sin embargo, aunque
es cada vez más común el uso de estos métodos para la localización y recuperación
de los restos materiales del pasado, aún existen áreas de aplicación poco exploradas
en México, dada su complejidad y el difícil acceso a los equipos necesarios, como
es el caso de los contextos arqueológicos sumergidos en cuerpos de agua.
La arqueología marítima se apoya en métodos de geofísica marina que miden el relieve
y las estructuras de la corteza oceánica de la Tierra, además de algunas condiciones
físicas del medio subacuático. Las aplicaciones de geofísica en arqueología marítima
son múltiples tanto en temática como en técnica (Firth 2011; Herrera 2000 y 2001b; Plets et al. 2015; Quinn et al. 2002 y 2005), lo cual permite localizar y mapear restos de actividades humanas del pasado, así
como sus materiales asociados, como pueden ser naufragios (Herrera et al. 2020), aeronaves (Scott y Gane 2015), o bien paleopaisajes (Faught y Fleming 2008), superficies que antes estuvieron sobre el nivel del mar y hoy están sumergidas,
incluyendo restos de puertos y villas de la antigüedad, entre otros.
Una de las herramientas principales de la geofísica marina es el estudio del comportamiento
de impulsos acústicos, resultando en la posibilidad de ubicar objetos o elaborar mapas
del relieve del fondo. Por décadas, el equipo más común para prospecciones marinas
ha sido el SONAR (sound navigation and ranging), del cual hay actualmente múltiples
variantes (de barrido lateral, multihaz, sectorial, etc.). Los sonares emplean técnicas
de acústica marina que utilizan las ondas de vibraciones mecánicas para transmitir
y recibir información en el ambiente marino (Marage y Mori 2010, 14).
También se emplean métodos que miden las cualidades de alguna característica de los
materiales que se encuentren en el fondo, como sus propiedades magnéticas. Por supuesto,
todos los métodos aquí mencionados son aplicables en cuerpos de agua continentales,
como ríos, lagos, lagunas, presas, entre otros. Estas técnicas son comúnmente utilizadas
en levantamientos hidrográficos, auxiliares en la seguridad de la navegación, en la
creación de cartas náuticas y en la detección de riesgos geológicos. También se emplean
en beneficio de diferentes objetivos tanto civiles (como la colocación y mantenimiento
de cables o tuberías submarinas o de infraestructura; exploración sísmica, pesca,
operaciones de dragado; actividades de exploración y perforación petrolera) o militares
(localización de minas, obstrucciones y riesgos de navegación, etc.) (Hodges 2010).
En una prospección arqueológica en contextos sumergidos es necesario hacer uso de
una combinación de equipos que brinde la escala y la resolución necesaria, para obtener
una caracterización detallada del fondo marino y de rasgos relevantes de los restos
que se encuentren en él, de manera que esta suma de instrumentos sea útil para la
búsqueda y localización de contextos arqueológicos sumergidos, pudiendo ser estos
naufragios, aeroplanos, estructuras inundadas tales como puertos, muelles, o restos
de villas o pueblos, paleopaisajes, sitios prehistóricos (Faught y Flemming 2008) o, en el caso que nos ocupa, contextos forenses.
A partir de 2019, al interior del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA)
de la UNAM, hemos venido diseñando, armando y poniendo a punto, con distintos apoyos
del Conacyt, de la Academia Británica y de la misma universidad, un sistema de prospección
arqueológica basado en métodos y técnicas avanzadas de hidrografía, geofísica marina,
geodesia y robótica. Este sistema ha sido planeado para tener aplicación en proyectos
de arqueología marítima y con la versatilidad suficiente para ser empleado también
en prospecciones y trabajos de registros forenses de muy alta definición en contextos
sumergidos. Este sistema, llamado ESPADAS-UNAM, tiene sus antecedentes en uno anterior,
diseñado y puesto en operación por el Dr. Jorge Herrera, con apoyo de arqueólogos
del Submerged Resources Center del National Park Service de Estados Unidos, preparado
y puesto en ejecución para la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, durante
la segunda mitad de los años 90 (Herrera 2000, 2001a y b).
Dicha plataforma fue bautizada por el Dr. Herrera como Equipos y Sistemas de la Plataforma
de Adquisición de Datos Arqueológicos Sumergidos (ESPADAS). Es natural, entonces,
que este segundo sistema, diseñado con influencia de los aprendizajes obtenidos durante
la preparación del primer ESPADAS, e incluyendo por supuesto los avances científicos
a nivel tanto teórico como técnico en arqueología marítima, hidrografía, geofísica,
geodesia y robótica que han enriquecido estas disciplinas en los 25 años transcurridos
desde el primer prototipo, sea ahora bautizado como ESPADAS-UNAM.
ESPADAS-UNAM no solo ha sido diseñado para dar servicio a proyectos relacionados con
los aspectos marítimos de las culturas del pasado, sino, también, ha sido concebido
como una herramienta completa para operaciones de búsqueda, documentación y rescate
de restos de personas desaparecidas en contextos sumergidos. Naturalmente, esto ha
implicado el trabajo necesario para pasar de las escalas de búsqueda, visualización
y análisis entre un objeto de dimensiones de varios o decenas de metros, como un naufragio,
hasta el rasgo mucho más discreto de un cuerpo humano o, incluso, de solamente restos
de él.
El sistema integra tanto los pasos necesarios a dar previamente a la operación de
búsqueda (análisis espaciales y estratégicos) como los operativos, los de ejecución
práctica de navegación y relevamiento geofísico, así como los posteriores, incluyendo
postproceso de datos y determinación de sitios potenciales de hallazgo, ejecución
de maniobras de buceo (en diversas categorías) o de robótica en los puntos de interés
detectados y un registro arqueológico forense de alta definición. Además, ESPADAS-UNAM
tiene la posibilidad de ser un puente de transferencia tecnológica en apoyo de instituciones
gubernamentales o de la sociedad civil que puedan entrenarse y generar su propia infraestructura
para cubrir las necesidades del país en materia de búsqueda de desaparecidos en estos
contextos.
En su descripción más sencilla, ESPADAS-UNAM es una plataforma tanto analítica como
práctica que implica el desarrollo de prospecciones de segmentos de lechos de mar,
ríos, lagunas, etc., mediante equipos de posicionamiento y geofísica marina, con el
fin de recopilar los datos necesarios del lecho, y analizarlos críticamente para establecer
puntos donde potencialmente se encuentre evidencia relevante, arqueológica o forense,
la cual es después registrada in situ directamente por los arqueólogos mediante operaciones de buceo especializado o mediante
el despliegue de equipos sumergibles de robótica, dependiendo de las condiciones de
seguridad, visibilidad y profundidad.
El ciclo completo implica el uso de una embarcación en la que se instala una batería
de equipos que incluyen GPS diferencial (con precisión de 1-2 cm en tierra, la cual
se degrada ligeramente sobre el agua debido a los movimientos de vaivén vertical,
abatimiento, guiñada, cabeceo y escoramiento que sufre una embarcación), además de
equipos de exploración acústica del lecho marino (ecosonda monohaz, sonar de barrido
lateral y sonar multihaz).
Es importante señalar que otro componente de ESPADAS-UNAM es un sistema de navegación
y captura de datos que se controla con la combinación del equipo de posicionamiento,
de una estrategia de visión anticipada del relieve sobre el que se navega (para evitar
una posible colisión de los equipos que se lleven al arrastre contra algún obstáculo
que sobresalga del lecho de manera abrupta), y de una interfaz de navegación que permite
seguir en el agua las líneas de rastreo con rumbos precisos. Una forma sencilla de
explicar esta parte compleja del sistema es imaginar que la embarcación tiene que
arar el fondo marino tal como lo haría un agricultor diligente con su tractor en su
parcela. La gran diferencia es que la parcela es firme, no está en movimiento constante
como la superficie del agua a la que se le suman corrientes, oleajes y vientos. Esto
implica el empleo de señales satelitales independientes del sistema regular de los
GPS’s, con lo cual se consigue mantener una posición geográfica en el mar de muy alta
precisión. Implica también una capacitación particular del patrón de la embarcación.
Con los equipos y sistemas puestos en marcha, se peina el lecho y se recolecta una
gran cantidad de datos que, con el apoyo de técnicas de generación y análisis de imágenes
acústicas, se procesan y estudian a todo detalle a modo de crear gráficas tanto del
relieve del fondo como de los elementos que se encuentran en él.
Lo anterior permite a los especialistas tener una colección de datos, para que dentro
de los mismos, sea posible determinar cuáles rasgos pueden corresponder a la evidencia
buscada. La creación de imágenes acústicas es un área disciplinar científica que estudia
la generación y procesamiento de imágenes generadas por señales “en crudo” recibidas
por un sistema acústico (Macovski 1979) y cuya aplicación no solo en geofísica, sino también en arqueología marítima, ha
tenido un proceso de crecimiento en potencia y variabilidad de aplicaciones en las
últimas décadas, además de haberse refinado de manera señalada en cuanto a su precisión
y sus altos niveles de definición.
El elemento central del sistema de búsqueda es el estudio del sonido a través del
agua mediante la aplicación de métodos acústicos en medios acuáticos, esencialmente
a través de una combinación de diferentes tipos de sonares. El fenómeno físico principal
que unifica esta tecnología es la transformación de un estrés mecánico (una onda acústica)
en electricidad y viceversa (Marage y Mori 2010, 6). Una de las principales ventajas al emplear una variedad de equipos acústicos es
que algunos nos permiten generar imágenes 2D del fondo (sonar de barrido lateral,
por ejemplo), con niveles de definición y alcance suficientes para tener una primera
idea de las características físicas del fondo, y de los objetos que yacen en él, mientras
que con otros podemos crear mapas 3D a mayor detalle (equipos multihaz y sonares sectoriales),
en áreas que hayan sido catalogadas como prioritarias luego de un primer barrido en
2D. La generación de modelos 3D del lecho marino y de los restos arqueológicos en
él mediante métodos acústicos es un procedimiento cada vez más común en la arqueología
marítima contemporánea internacional (Firth et al. 2019; Herrera et al. 2020).
La versatilidad en el uso del sonido a través del agua radica en el hecho de que una
emisión acústica viaja por el medio, choca con un objeto (el fondo o un material que
se encuentra en él) y regresa como eco al instrumento emisor, que lo registra de vuelta.
La suma de numerosas emisiones acústicas (que nos dan miles de puntos en el espacio
e interrelacionados entre ellos, reflejando la realidad de los materiales contra los
que chocó el sonido) nos permite generar los mapas y modelos ya mencionados. La propagación
de las ondas acústicas se ve influida por factores como la presión, temperatura y
salinidad del agua, por lo cual, para algunos de los equipos generadores de los modelos
de mayor detalle y definición (como el sonar multihaz) es necesario añadir un perfilador
de la velocidad del sonido, el cual permite corregir esas variaciones.
A diferencia de una inspección visual, que depende de la turbidez del agua, de la
cantidad de luz presente, e incluso de la salud de la visión de la persona que la
realice, una inspección acústica no se somete a estas limitaciones. Los sistemas de
generación de imágenes acústicas trabajan con total eficiencia mucho más allá de los
límites de visibilidad óptica. El rango de visibilidad de sistemas acústicos varía
de acuerdo con las características del sensor empleado y de las frecuencias de las
señales que use, lo cual puede ir desde altas (en el rango de cientos de kilohertzios),
hasta muy bajas (unos pocos megahertzios), brindando la posibilidad de estudiar superficies
que van desde los cientos de metros hasta unos cuantos centímetros (Trucco et al. 2002, 247).
ESPADAS-UNAM se compone de una serie de transductores (emisores de sonido que también
pueden escuchar) e hidrófonos (receptores acústicos) que van montados directamente
al casco de la embarcación, o bien se encuentran dentro del cuerpo de un torpedo que
es remolcado a media agua por detrás del casco de la nave. Además, se incluyen equipos
de procesamiento de las señales, manejadores de datos, equipos de posicionamiento
de muy alta precisión, y un sistema de comunicación y control entre el personal que
lo opera y las diferentes piezas de instrumentación. Además, el sistema incluye un
vehículo de operación remota (ROV), esencialmente un robot sumergible, cuyo uso y
características se discuten más adelante. El componente más importante de todo el
sistema es el grupo de arqueólogos especializados no solo en arqueología marítima
sino en hidrografía, geofísica, geodesia, buceo arqueológico y buceo técnico avanzado,
quienes realizan tanto el trabajo de prospección como el de registro forense in situ. Al momento de entregar este artículo para dictamen, el sistema se encuentra en su
última fase de integración y puesta a punto, en la cual se están realizando pruebas
de calibración de algunos de sus componentes, así como experimentos para determinar
su comportamiento en diferentes condiciones contextuales.
Registro arqueológico-forense directo
Una vez que mediante los equipos de geofísica se han determinado puntos en el lecho
sumergido con potencial de representar restos humanos, debe iniciar la fase de verificación,
registro e izado. Esta etapa implica también una cantidad de retos complejos que requieren
tanto de un buen sistema de instrumentación como personal altamente especializado.
Se mencionaron antes las dificultades implícitas en mantener una gran precisión geográfica
al realizar la navegación, pero esta misma precisión debe mantenerse con respecto
al fondo del lecho in vestigado, que puede estar a una profundidad considerable y
tener varias corrientes en distintas direcciones a lo largo de la columna de agua.
El registro arqueológico-forense se realiza con la combinación de inspección directa
sumada a la generación de modelos fotogramétricos 3D mediante el uso de fotografía
digital y computadoras de alto desempeño. Por supuesto, el realizar una fotogrametría
en un contexto sumergido implica enfrentar problemas ópticos que no se tienen en superficie,
como efectos de refracción, turbidez, por mencionar algunos. Sin embargo, el sistema
se beneficia de una metodología multicámara y multiangular que minimiza esos conflictos
mediante la captura simultánea de numerosas imágenes a un mismo tiempo hacia un mismo
objetivo, técnica desarrollada en Reino Unido por Pacheco-Ruiz y colaboradores (Pacheco-Ruiz
et al. 2019). El resultado es un modelo digital 3D, escalado, pudiéndose analizar después
a todo detalle en superficie así como alcanzar detalles de los restos a nivel submilimétrico.
De confirmarse el hallazgo, y una vez realizada la fotogrametría, se ha de proceder
a las nada sencillas etapas de embalaje y etiquetado, así como del izado, el cual
implica la combinación de métodos de buceo técnico de rescate y recuperación, en conjunto
con metodologías de excavación e izado procedentes de la arqueología marítima. Estos
pasos revisten un entramado crucial para evitar situaciones no deseadas, tales como
contaminación de muestras. Ello supone un trabajo delicado de extracción de restos
con posible poca solidez y estado avanzado de degradación, así que se aplican los
mismos métodos de la arqueología marítima cuando se deben extraer materiales orgánicos
en contextos saturados de agua, con la combinación de estructuras rígidas que protegerán
los materiales en su camino a la superficie y en la posterior transición de la frontera
de medio al romper el espejo del agua. Existe la posibilidad de que se dé la combinación
no solo de buceo arqueológico y de rescate, sino también de profundidad y en condiciones
de visibilidad limitada o nula, por lo cual la capacitación del equipo humano de trabajo
ha requerido de distintas certificaciones de buceo avanzado y de mezclas de gases.
Todo ESPADAS-UNAM está vinculado con un sistema de información geográfico (SIG), dentro
del cual se diseñan las estrategias de despliegue del equipo geofísico, pero también
se le ha preparado para vaciar en él todos y cada uno de los registros arqueológicos
realizados bajo el agua, conservando el mismo estándar de precisión a lo largo de
todas las operaciones.
Extensión de las capacidades de ESPADAS-UNAM a través de un ROV
Cuando durante la fase de aproximación e inspección a los puntos de interés detectados
durante la prospección marina se estime que hayan condiciones de ries go o de dificultad
extrema para operaciones regulares de buceo, el ESPADAS está preparado para realizar
exploraciones con un vehículo de operación remota (ROV, por sus siglas en inglés).
Este equipo permite verificar visualmente los objetivos forenses y hacer una primera
documentación fotográfica y de video, además de que en condiciones adversas ayuda
a comprobar la seguridad del área antes del ingreso de un buzo para planificar de
forma más eficiente las inmersiones de búsqueda, registro y recuperación.
Esta metodología ha sido aplicada exitosamente en distintos proyectos de arqueología
marítima desde décadas atrás (Delgado et al. 2020; Gately 2013; Manders et al. 2021; Singh et al. 2000). Recientemente, también fue empleada en operaciones forenses de localización, registro
y rescate como las de los accidentes aéreos de Yemenia y Air France, donde, con apoyo
de un ROV, pudieron detectar y recuperar algunos restos de personas para su análisis
e identificación (Commission d’Enquête 2013; Ribéreau-Gayon et al. 2018; SHOM 2009).
El IIA ha adquirido el modelo de ROV Revolution, fabricado por Deep Trekker. Su versatilidad
permite que le sean agregadas cámaras fotográficas y de video de alta resolución,
luces led, escala láser, herramientas de manipulación y toma de muestras, sonares
y sensores de posicionamiento, entre otros, convirtiéndolo en una potente herramienta
para explorar y colectar evidencia de manera rápida y precisa en cualquier contexto
sumergido; incluso en aquellos con condiciones que presentan riesgos para los trabajos
de buceo como grandes profundidades, corrientes, mareas, visibilidad nula, acceso
limitado, etcétera.
El ROV se navega con ayuda de una línea de base ultra corta (USBL, por sus siglas
en inglés) que funciona de manera similar a un GPS. El USBL es un método de posicionamiento
acústico submarino que opera con un transceptor en la superficie recibiendo las señales
de un transductor montado en el ROV. De esta forma, se obtiene su ubicación con un
rango de error de 20 cm. Sin embargo, con el transceptor conectado a nuestro sistema
DGPS y un software especializado, se puede hacer una corrección alcanzando una precisión de hasta 2
cm y visualizar la posición del ROV en tiempo real a través de una pantalla de interfaz.
Esto brinda mayor certeza para los trayectos de un punto a otro y una alta fiabilidad
en el registro.
En los medios acuáticos donde los sedimentos suspendidos provocan visibilidad nula,
las imágenes que proyecta la cámara del ROV no son suficientes para desplazarse y
localizar el objetivo. Se conoce la posición por medio del USBL, pero no se advierten
las condiciones del entorno que lo rodea, lo cual pondría en riesgo de colisión al
equipo si hubiera obstáculos, además de que los registros de video y fotografía serían
poco o nada útiles. Para solventarlo, es necesario complementar la navegación con
un sonar portátil de modo que se obtengan imágenes acústicas que no se verán afectadas
por las partículas de los sedimentos. Además, montar un sensor de este tipo en el
ROV posibilita generar imágenes acústicas a corta distancia del objetivo, pudiendo
desplazar y operar el ROV en cualquier sitio de interés en una operación de recuperación
donde no sea recomendable que se realice una inmersión de buceo.
La combinación de los equipos fotográficos, acústicos y de posicionamiento montados
en un solo dispositivo es sumamente útil para la producción de modelos 3D, que permitan
reconstruir los restos de evidencias antes de cualquier alteración. Por otro lado,
el uso de este equipo es igualmente una ventaja ante las limitantes temporales de
las inmersiones, cuyo número de minutos, depende de las particularidades del contexto
(profundidad y temperatura, principalmente), y de los protocolos de seguridad que
se establezcan. El vehículo puede mantenerse sumergido hasta por seis horas continuas,
lo cual posibilita abarcar áreas más extensas en menor tiempo y costo. Además, su
uso disminuye la realización de buceos repetitivos (con el ahorro del tiempo que demanda
la realización de los intervalos de superficie obligatorios entre buceo y buceo, lo
cual se agudiza en buceos profundos). De este modo, los trabajos de buceo serán de
mayor provecho para tareas específicas de registro y recuperación.
Limitaciones actuales y potenciales del sistema
ESPADAS-UNAM es, en este momento, un sistema de punta de lanza en Iberoamérica para
investigaciones de arqueología marítima, con adaptabilidad y versatilidad para ser
empleado en operaciones de búsqueda y recuperación en una aplicación de arqueología
forense en contextos sumergidos, pues fue diseñado con este doble objetivo. Sin embargo,
aún tiene limitantes, las cuales caen en dos áreas.
Por un lado, al considerar los procesos schifferianos A-A, discutidos con anterioridad
(procesos de deterioro y transformación constante que sufren los contextos arqueológicos
durante su tiempo de deposición), así como las circunstancias actuales del país en
las que desafortunadamente los hallazgos no son de manera inmediata o cercana al tiempo
de desaparición, sabemos que existe la posibilidad de que no se encuentren restos
en un área (donde se esperaría que los hubiese), debido a su degradación bajo el efecto
de las condiciones de tafonomía, de las corrientes que pueden arrastrar los materiales,
o de las tasas de sedimentación del lugar, que pueden ocultar los restos bajo fangos,
lodos o arenas. Es decir, los factores que influyen en la degradación y posible movimiento
de restos humanos en un cuerpo de agua pueden hacer que los materiales deriven desde
su sitio de deposición inicial hasta terminar en un sitio más adelante del caudal
y/o en un área de mayor profundidad debido a las pendientes e irregularidades del
lecho.
Por otro lado, existe también la posibilidad de detectar zonas de potenciales hallazgos
en contextos que sean riesgosos para una revisión directa por buzos y para las cuales
el ROV del ESPADAS-UNAM no sea suficiente. Esto último puede ser efecto de la profundidad,
de corrientes intensas, de baja temperatura, de visibilidad óptica nula, por la presencia
de tóxicos en el agua que pongan en riesgo a los buzos, por mencionar algunas variables.
No obstante, para el caso de los efectos de arrastre y de sedimentación, es posible
añadir otras herramientas al sistema que nos permitan paliar esos problemas. Por un
lado, se pueden sumar metodologías de generación de modelos matemáticos con apoyo
de extensiones SIG que analicen batimetrías, flujos de torrente y las características
sedimentarias de un contexto sumergido, como por ejemplo, el lecho de un río. Lo anterior
puede, además, sumarse a la generación de modelos de simulación multiagente, cuyos
resultados en diversos casos en arqueología no son solo una novedad metodológica con
apoyo de ciencias de la computación, sino que son exitosos (Romanowska et al. 2021; Wurzer et al. 2015). Estos modelos (cuyo origen teórico se ancla en las ciencias y teoría de la complejidad),
se generarían para realizar cálculos de potencia y variabilidad de corrientes y arrastre
y dispersión de restos (lo cual implica inversión tanto en equipo como en personal
y capacitación), para permitir generar modelos predictivos de movilidad de los restos
de acuerdo con las condiciones y complejidad del cuerpo de agua y el relieve de su
fondo. También se puede sumar nuevo instrumental, tal como perfiladores del lecho
marino de muy baja frecuencia que permitan estudiar las diferentes capas de subsuelos
marinos, lacustres o ribereños, ampliando la posibilidad de reforzar no solo los modelos
predictivos sino el análisis de sustratos alterados por agencia humana.
Para el caso de una posible inaccesibilidad al sitio de interés, hay que considerar
que ESPADAS-UNAM se ha diseñado e integrado como una herramienta modular escalable,
a la que se le pueden sumar otros tipos de sensores que actuarían en conjunción con
la base ya existente. En tal caso, estaríamos hablando de la suma de sonares sectoriales,
de sonares multihaz portátiles (adaptables al equipo de un buzo o a la estructura
de un ROV), de sensores paramétricos (para realizar análisis de química del agua y
determinar la cercanía de restos orgánicos en descomposición), entre otras posibilidades,
que ampliarían las expectativas de éxito en cada operación, tanto en la prospección
geofísica como en la operación de registro y recuperación de los restos. También sería
posible considerar la implementación de otro modelo de ROV con capacidades de maniobra,
de profundidad o de manipulación de artefactos o de tomas de muestras, distintas a
las que ya son parte del sistema, de modo que, al igual que con las técnicas geofísicas,
se complementen de acuerdo con las complejidades de la maniobra a encarar.