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Teen Titans: reflexiones sobre la co-facilitación en línea de un grupo entre pares de adolescencias trans* durante la pandemia COVID-19


Resumen

En el contexto de la pandemia por COVID-19 en México, las poblaciones trans* enfrentamos adversidades que afectaron nuestras condiciones de vida. En relación con las adolescencias trans*, el confinamiento redujo sus interacciones sociales positivas con respecto a su identidad, lo cual incrementó su búsqueda de espacios en línea donde ampliar sus redes de apoyo. Como co-facilitadores del grupo entre pares para adolescencias y juventudes trans* llamado Teen Titans, hicimos uso de plataformas en línea para continuar nuestra labor a través de la virtualidad. En este artículo, describimos las vivencias que fueron comunes para les integrantes del grupo durante la pandemia, así como los aprendizajes y adversidades que enfrentamos como co-facilitadores, al tiempo que situamos algunas elaboraciones sobre las prácticas de cuidado que sostenemos las personas trans* a través de redes de solidaridad y de apoyo mutuo.

Abstract

During the COVID-19 pandemic in Mexico, we trans* people have faced severe diffi- culties that affect our everyday lives. Confinement has been especially hard on trans* youth for whom the reduced positive social interaction meant decreased recognition of their identity. In this context, social media and online spaces became crucial tools to widen and strengthen support networks. As co-facilitators of Teen Titans, a peer group for trans youth, we made use of online platforms as a way to continue our work in the virtual realm. In this article, we describe the experiences that were common for the members of the group during the first two years of the pandemic, the lessons we learned and the challenges we faced as facilitators of Teen Titans, and we reflect on the practices that have been helpful for us in sustaining care through solidarity and mutual aid.


Introducción

Durante la última década, la voluntad colectiva,1 forjada en su gran mayoría por personas trans*2 y sus familias, ha apostado por generar espacios afirmativos desde los cuales se articulen redes de apoyo para facilitar las trayectorias vitales de niñes3 y adolescentes trans*. En julio del año 2018, Nathan Ambriz, quien entonces era el coordinador de Jauría Trans*, convocó al picnic Transitando Juntxs, evento fundador de lo que en enero del año 2019 nombramos Red de Familias Trans*. En ese primer picnic destinado para niñes y adolescentes trans* así como para sus familias, surgió el grupo de adolescencias y juventudes trans* llamado Teen Titans. Quienes colaboramos en la creación de estos espacios, sumamos esfuerzos para sostener un evento mensual en la Ciudad de México, hasta que en marzo del año 2020 la pandemia COVID-19 nos privó de la posibilidad de reunirnos desde lo presencial, llevándonos a activar el grupo entre pares a través de reuniones en línea.

Esta publicación se desprende de las experiencias del grupo y nuestros aprendizajes como co-facilitadores, con la intención de abonar a la comprensión de las vivencias que atravesaron algunas adolescencias en los países hispanohablantes. Si bien se ha sostenido una amplia diversidad de investigaciones sobre el impacto que la pandemia generó en las poblaciones jóvenes, son pocas las que se centran en las experiencias de las adolescencias trans*, lo cual se torna aún más escaso en relación con las experiencias que tuvieron adolescencias residentes en México y países de Latinoamérica.

Asimismo, trazaremos un recorrido sobre las investigaciones que abordan las experiencias de vida de las niñeces y adolescencias trans* durante la pandemia COVID-19, para, posteriormente, hacer una descripción de las vivencias que fueron comunes para las adolescencias que integraron el grupo entre pares Teen Titans. En esta trayectoria, describiremos las características del grupo, su funcionamiento y los aprendizajes que tuvimos como co-facilitadores de Teen Titans. Enmarcamos esta publicación dentro del campo de los estudios del cuidado, que forman parte de los estudios trans*, en tanto elaboramos sobre las prácticas de cuidado informal que sostenemos las personas trans* con la intención de apuntalar la subsistencia colectiva.

Con la intención de situar nuestra escritura, ambos tenemos una formación como psicólogos, Jason con una aproximación colaborativa y Damián con una práctica psicoanalítica. Los dos hemos crecido en la Ciudad de México, Jason actualmente trabaja como psicólogo en Casa Frida y Damián se dedica al oficio de la escucha en su consultorio. Hemos sido colaboradores de la Red de Familias Trans* desde su origen. Nuestra escritura tiene como objetivo compartir los desafíos y aprendizajes de la co-facilitación que sostuvimos con quienes estén interesades en sostener espacios entre pares desde los que se fomenten prácticas de cuidado mutuo.

Desarrollo

Como señalan algunas investigaciones realizadas en países anglosajones, la pandemia COVID-19 y las condiciones de vida que derivaron del confinamiento afectaron negativamente la salud física, emocional, social y educacional de las niñeces y adolescencias a nivel global (Rider, Ansari, Varrin y Sparrow 2021; Ford, John y Gunnell 2021; Ashwin, Cherukuri y Rammohan 2022). La investigación realizada por Trevor Project en el año 2020 en Estados Unidos, en la que participaron 1,571 jóvenes LGBT que tenían entre 13 y 24 años de edad, reporta que las adolescencias y juventudes trans* presentaron mayores índices de cansancio, soledad, nerviosismo y sentimientos de indefensión en relación con sus pares cisgénero (The Trevor Project 2020). Estas poblaciones expresaron niveles sustancialmente más elevados de ansiedad y depresión, conjugado con una dificultad mayor para acceder a servicios de salud mental (The Trevor Project 2020). Estas afirmaciones coinciden con la investigación liderada por Zeynep Tüzün en Reino Unido, donde se sostiene que quienes vivieron el confinamiento con familiares que mostraban rechazo frente a su expresión e identidad de género presentaron un incremento sustancial en las manifestaciones de ansiedad y depresión (Tüzün, Basar y Akgül 2022). En esta línea van las afirmaciones de Diane Ehrensaft, quien advierte que el confinamiento dificultó e impidió a una gran parte de adolescentes trans* hallar contención entre sus pares, docentes o tutores de sus escuelas (Ehrensaft 2021). Ello coincide con los resultados de la investigación liderada por Jones Bethany, donde se apunta que las niñeces y adolescencias trans* participantes fueron particularmente vulnerables ante las condiciones del confinamiento, lo cual se confirma con los indicadores de ansiedad y depresión relacionados con los desafíos sociales que enfrentaron (Bethany, Bowe, McNamara, Guerin y Carter 2021). En esta línea, la investigación realizada por Lucas Platero y Miguel Ángel López-Sáez en España, donde el aumento de interacciones sociales negativas, el rechazo familiar, así como la disminución de las interacciones sociales afirmativas y la dificultad por acceder a servicios de salud emocional (Platero y López-Sáez 2020) se sitúan como factores relacionados con el detrimento de la salud emocional de las adolescencias y juventudes LGBT. Esto se conjuga con la intensificación del estrés derivado de la incertidumbre inherente a la precarización que para una gran mayoría implicó la pandemia, desgastando las relaciones intrafamiliares y acentuando los malestares de les integrantes más jóvenes (Platero y López-Sáez 2020).

En tensión con estas premisas, la autora Diane Ehrensaft agrega que para aquellas niñeces y adolescencias trans* que contaron con la aceptación y el apoyo de sus familiares, el confinamiento les ofreció la oportunidad de explorar su identidad y expresión de género, protegiéndolos de la ansiedad derivada de las reacciones negativas y la presión social (Ehrensaft 2023). Esta autora sostiene que, con frecuencia, quienes vivieron el confinamiento con familiares que les respaldaban mostraron mejoras en su desempeño escolar, pues la seguridad y la tranquilidad que experimentaron en sus hogares les facilitó el poderse concentrar en sus labores escolares (Ehrensaft 2023). Ello encuentra cierta resonancia con el informe Infancias encerradas: reporte especial. Niñez y adolescencia no binarias, publicado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de la Ciudad de México (2020), donde se identificó que las niñeces y adolescencias no binarias participantes extrañaban en menor medida la escuela; lo anterior podría explicarse por el desinterés que reportaron en compartir con sus amigues o pares (CNDH-CDMX 2020). Su bajo interés podría comprenderse por la dificultad de tejer amistades que muestren aceptación ante su diversidad. Finalmente, en este informe se indica que las niñeces y adolescencias no binarias manifestaron niveles más elevados de tristeza y soledad, así como menores sensaciones de protección y felicidad (CNDH-CDMX 2020).

Como lo advierten varias investigaciones, la conexión social y el apoyo entre pares resulta vital para las niñeces y adolescencias trans*, pues estos factores inciden favorablemente en la disminución de los indicadores de depresión y ansiedad severa en estas poblaciones (Platero y López-Sáez 2020; Paceley et al. 2021; Tüzün, Basar y Akgül 2022). Frente a la dificultad de compartir desde lo presencial con sus redes amicales y personas significativas, una gran parte de las adolescencias trans* con acceso a Internet, emprendió la búsqueda de recursos y vínculos a través de las plataformas en línea (Platero y López-Sáez 2020); consolidándose como una estrategia generalizada para hacer frente al distanciamiento social impuesto por el confinamiento (Liat, Oren, Klein y Shechner 2021).

En México, durante los meses iniciales de la pandemia, las organizaciones civiles dedicadas a la lucha por los derechos de las niñeces, adolescencias y juventudes trans* recibieron una cantidad sustancialmente mayor de personas jóvenes buscando apoyo emocional. Les psicólogues que colaboramos con dichas organizaciones brindamos atención psicológica de forma voluntaria, al tiempo que activamos en línea los grupos entre pares que sosteníamos desde lo presencial. Ello nos permitió comprender la extensa e intensa demanda de las adolescencias y juventudes trans* por encontrar recursos y espacios afirmativos desde los cuales fuese posible apuntalar su subsistencia.

La diversidad de plataformas, servidores, juegos en línea y redes sociales facilitaron que las adolescencias y juventudes trans* encontraran pares afines con quienes compartir sus vivencias y articular redes de apoyo. En tanto sus experiencias en los espacios en línea partían del reconocimiento de su identidad y expresión de género, propiciaban también el establecimiento de conexiones sociales valiosas, al tiempo que diversificaban sus referentes y cosmovisiones. Con frecuencia, quienes contaban con el apoyo de sus familiares, compartieron con elles información y recursos que facilitaron los procesos que atravesaban sus familias. En este sentido, un sinnúmero de adolescencias trans* gestionaron y solventaron sus necesidades a través de los recursos que tuvieron disponibles en línea, lo cual, incluso para varies, incluyó acompañamiento emocional frente a las crisis afectivas que atravesaron.4

La habilidad y creatividad de las adolescencias y juventudes trans* para forjar espacios, redes y recursos en línea funcionó en gran medida como un salvavidas frente a las adversidades que atravesaron debido al confinamiento inherente a la pandemia COVID-19. Ante la falta de entornos amables y seguros para la diversidad, la voluntad colectiva forjada por personas trans* y personas aliadas creamos y sostuvimos espacios donde se cobijó la vida. Con este propósito, los grupos entre pares, desde las organizaciones que luchan en favor de los derechos de las niñeces trans* y sus familias, afianzaron su labor en línea durante los años de la pandemia. Como facilitadores del grupo Teen Titans de la Red de Familias Trans* realizaremos una aproximación a la incidencia de los grupos entre pares -posteriormente, haremos una descripción de las vivencias que fueron comunes al grupo durante la pandemia COVID-19, al tiempo que compartiremos algunos aprendizajes sobre nuestro proceso de co-facilitación.

Los grupos entre pares consolidan una estrategia potente para la articulación de redes de acompañamiento y cuidado mutuo que resultan necesarias para apuntalar la subsistencia colectiva. En estos espacios se reunen personas afines con la intención de compartir experiencias, afectividades, saberes e inquietudes que faciliten los procesos vitales de quienes integran al grupo. Ello promueve la formación de tejidos colectivos que se apuestan por sostener prácticas de cuidado informal, desde las cuales se preserva la vida frente a las condiciones estructurales de opresión y precarización que afectan a las personas trans* y a sus familias. En este sentido, los grupos entre pares fortalecen las redes afectivas desde donde se circulan recursos y se cultiva la resistencia que acciona en aras del cambio social. Estos espacios constituyen una estrategia de incidencia colectiva desde la cual se hace frente a la invisibilización, al silencio y al aislamiento que deteriora la vida de las personas trans* y de sus familias. Debido a esto, las organizaciones e instituciones desde donde se sostiene la lucha en favor de los derechos de las personas trans*, ofrecen una amplia diversidad de grupos entre pares que acontecen desde lo presencial o a través de plataformas en línea.

Para las adolescencias trans*, los grupos entre pares brindan la posibilidad de conocer a otras personas trans* de su edad, facilitando su articulación en redes amicales desde donde se fomenta el apoyo mutuo. Ello propicia la diversificación de sus referentes, reflexiones e imaginarios afectivos, nutriendo sustancialmente sus experiencias de vida. La posibilidad de expandir sus redes brinda a les integrantes cierto grado de independencia y autonomía, asimismo, les fomenta el reconocimiento y la pertenencia social que necesitan. A partir de estos intercambios, acontecen las prácticas de identificación y diferenciación social, cuestiones fundamentales para sus procesos de vida. A través de estos grupos, las adolescencias trans* aperturan horizontes donde sus vivencias son escuchadas, reconocidas y legitimadas por sus pares, consolidando actos de justicia testimonial frente a los contextos adversos en los cuales se deslegitiman sus vivencias (Guerrero Mc Manus y Muñoz 2018). En esta línea, los grupos entre pares para adolescencias trans* fomentan la creación y circulación de saberes entre personas jóvenes, incidiendo en favor de la justicia epistémica para este grupo etareo (Cruz 2018).

Los grupos entre pares suelen consolidarse a través de estrategias que posibilitan un espacio en común, para Teen Titans esto se logró a través del chat y la estructura de las reuniones mensuales sostenidas en los años previos a la pandemia. La colaboración que desde el año 2018 sostuvimos con la Red de Familias Trans* dio consistencia a la confianza que las familias tienen sobre nuestra labor, lo cual constituyó un respaldo fundamental para facilitar en línea el grupo entre pares de adolescencias y juventudes trans* de la Red. Las reuniones en línea facilitaron que les integrantes invitaran a sus amigues o conocides al grupo, sin importar si habían compartido en persona o si vivían en la misma ciudad. A ello se sumaban les hijes de las familias que se integraban a la Red, quienes encontraban en el grupo de adolescencias la oportunidad idónea para que sus hijes conocieran a otras juventudes con quienes amistar. Conforme pasaron los meses notamos un crecimiento acelerado del grupo, semana a semana integrábamos a una amplia diversidad de adolescentes y juventudes trans* de distintas regiones de México y países hispanohablantes. En aquel momento, pensamos que esta modalidad era una medida temporal relacionada con el confinamiento por la pandemia, sin embargo, las reuniones en línea cambiaron el alcance y las coordenadas del grupo.

Durante el primer año de la pandemia afianzamos los objetivos de nuestra facilitación en aras de consolidar a Teen Titans como un espacio seguro entre pares, donde se fomentara la articulación de redes amicales desde las cuales se promoviera el cuidado mutuo, al tiempo de ponerse en circulación imaginarios, afectividades y saberes que nutrieran positivamente las trayectorias de vida de les integrantes. Debido a esto, nuestras intervenciones acentuaban la circulación de contenidos reivindicantes y diversificadores de las trayectorias de vida de las personas trans*; ello en sintonía con una interlocución constante sobre otras manifestaciones de la diversidad como la corporal, relacional y afectiva. Estas reflexiones se nutrían de las reuniones en las que les integrantes del grupo platicaban con una amplia diversidad de personas trans*, la generosidad expresada por este entramado de voluntades son muestra de una comprensión de lo mutuo que teje una historia en común.5 Los diálogos intergeneracionales apuntaron tanto a la circulación de saberes y afectos, como a la creación de imaginarios desde donde les adolescentes y juventudes trans* pudieran desear una trayectoria de vida futura. A su vez, en toda reunión promovimos la inclusión y pertenencia grupal, así como la socialización de sus preocupaciones y angustias, consolidando un acompañamiento mutuo desde el cual se procuraban escucha y seguimiento frente a las dificultades que enfentaban.

Durante el tiempo que facilitamos el grupo en línea, se unieron 144 adolescencias y juventudes trans*, de las cuales 90 continuaban de forma activa al cierre del grupo. En relación con las edades de estas 90 personas, el 56% tenía entre 16 y 19 años, el 24% entre 12 y 15 años, y el 20% tenía de 20 a 23 años de edad.

En este último momento del grupo, la edad promedio era de 17 años. En relación con su país de origen, el 73% era de distintos estados de la república mexicana y el resto provenían de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Nicaragua y Perú. De las 90 personas que llenaron el formulario para sumarse a la tercera generación del grupo, el 88% respondió que sus familias sabían que eran personas trans*, lo cual no implicaba que les aceptaran o tuvieran su apoyo. El 8% de les integrantes no habían compartido con sus familiares que eran personas trans* y el 4% solo se lo había compartido a un familiar lejano. Finalmente, mencionar que el 48% de estos 90 integrantes no tenían acompañamiento terapéutico.

Con el paso del tiempo comprendimos que si bien era un número alto de juventudes en el chat, de forma activa solían participar alrededor de 30 integrantes quienes podían mantener una presencia constante durante una temporada para, más adelante, tomar cierta distancia, hasta que necesitaran volver a activarse. Cada integrante iba descubriendo la modalidad de participación que le resultaba más cómoda según sus condiciones de vida, había quienes únicamente leían el chat, quienes se sumaban de forma constante a las reuniones, quienes encendían su cámara o quienes únicamente escuchaban las reuniones a manera de podcast.

Nuestra labor como facilitadores del grupo se centraba en realizar las entrevistas de ingreso, desarrollar los formularios y documentos que firmaban quienes deseaban ingresar al grupo, atender el chat donde acontecían de forma continuada los diálogos entre les integrantes y generar reuniones a través de una plataforma en línea. Durante el primer año de pandemia, generamos entre 3 y 4 reuniones semanales, durante el segundo año dos, y el último semestre sosteníamos 1 reunión semanal. Como parte de estas reuniones estaban los ciclos que proponían y lideraban les integrantes con la intención de compartir sus conocimientos, destrezas o intereses, como el Ciclo dibujatrón compuesto por reuniones enfocadas en la expresión a través del dibujo, el Ciclo de cine trans* donde vimos películas latinoamericanas con representación trans*, las reuniones de Escritura y redacción y las reuniones enfocadas a la escritura autobiográfica. A ello se sumaron las reuniones periódicas de programas que lideraban otras personas trans* y las reuniones temáticas, donde especialistas trans* abordaban temas de su interés, ejemplo de ello fueron las reuniones sobre neurodiversidad, primeros auxilios emocionales, ética relacional, salud sexual, comunicación asertiva, así como aquellas reuniones donde se explicitaban los procedimientos para realizar el cambio de nombre y género en su documentación, así como las enfocadas en los procesos médicos que podían formar parte de su transición.

Facilitar un grupo en línea para adolescencias y juventudes trans* ofrece ventajas que desconocíamos en lo presencial, entre ellas la diversificación de las juventudes que podían unirse al grupo, enriqueciendo los diálogos y amplificando los horizontes de las experiencias y trayectorias de vida trans*. Para una gran mayoría de les integrantes de Teen Titans, el grupo brindó la oportunidad de conocer, por vez primera, a otras personas trans* de su edad y personas trans* adultas. Otra ventaja del grupo en línea era poder participar prescindiendo de su aparición física, lo cual, para algunes, brindaba la posibilidad de compartir y socializar; así, había quienes únicamente encendían su cámara si en ese momento contaban con elementos que afianzaran su identidad de género. Una ventaja más que descubrimos de esta modalidad fue que facilitaba una interlocución continua en el chat a través de preguntas, diálogos e interacciones desde las cuales se forjaban saberes y prácticas que articulaban el acompañamiento y el apoyo mutuos. Estos diálogos continuados fomentaban una ética infrapolítica de los cuidados, en tanto el apoyo se brindaba a partir de una multivocidad de personas en interdependencia, que se acompañaban para cultivar resiliencia y reparación (Malatino 2020). Debido a esto, los grupos entre pares son parte fundamental de las prácticas de cuidado informales, donde la gestión de la interdependencia se descentra de la lógica familiarista, con la finalidad de diversificar los puntos de apoyo que dan soporte a las trayectorias vitales de quienes forman parte de estos espacios.

El valor de la amistad constituyó una línea de reflexión constante en el grupo, en tanto nos permitía descentralizarnos del protagonismo aunado a los vínculos familiares, para acentuar la trascendencia de las redes amicales. Si bien, como algunes autores han afirmado, contar con el acompañamiento de al menos un familiar incide de forma positiva en los indicadores de salud emocional de las adolescencias trans* (Olson et al. 2016; Pullen-Sansfaçon et al. 2019; Frigerio et al. 2021). La gran mayoría de infancias y adolescencias trans* carecen de este respaldo, por lo cual, apuntalar el valor de las redes amicales y los grupos entre pares consolida una estrategia idónea para menguar los efectos del rechazo y la violencia que viven en sus entornos inmediatos. En la amistad florece el gozo por compartir y acompañar a través de lateralidades fértiles, donde la cooperación y la reciprocidad emergen a través de una vasta diversidad de complicidades, intimidades y afectos. En esta línea, el acento es colocado sobre la práctica de la empatía y la generosidad entre les integrantes del grupo, con la intención de alimentar una consciencia sobre el valor del bien común. Esto resultaba congruente con nuestra convicción por sostener Teen Titans como un espacio donde todes nos concebíamos como co-creadores y responsables del grupo. Así, nuestra facilitación se formuló desde el lugar de aliades que moderábamos los espacios del grupo, al tiempo de facilitar recursos para que las necesidades encontraran rutas para solventarse.

El tiempo nos permitió descubrir que en los grupos entre pares se forman generaciones atravesadas por cierta sintonía en los procesos de reconocimiento, crecimiento y apoyo mutuo. Esto propició que quienes llevaban más tiempo acompañaran las vivencias de quienes apenas se sumaban a Teen Titans. Por ello, los grupos entre pares pueden funcionar como un semillero de liderazgos desde los cuales se promueve el acompañamiento mutuo, consolidando espacios afirmativos de incidencia positiva en la seguridad y autoestima de sus integrantes, fomentando su bienestar y salud emocional, al tiempo de cultivar su agencia. Retomando las palabras de Noemí Parra :

Articular espacios seguros de socialización y cuidados, donde sea posible crecer colectivamente, reconocerse, expresar las dificultades y compartir estrategias de resiliencia, establecer vínculos de amistad, es una acción contra el aislamiento y la vulnerabilidad que facilita el proceso de construcción de la propia identidad a través del reconocimiento mutuo y la capacidad para decidir y actuar. (Parra 2020)

A través de alianzas, amistades y una diversidad de vínculos, les adolescentes y juventudes trans* participaron de la circulación de otros imaginarios afectivos donde había espacio para admirarse, quererse, valorarse, desearse y reivindicar sus posicionamientos de vida. Como se ha afirmado, formular espacios afirmativos entre personas trans* crea pedagogías afectivas que parten de otras representaciones, corporalidades, identidades y expresiones desde las cuales sea posible imaginar horizontes sociales y sexuales más justos para el mundo (Pardo 2020; García 2022). Los vínculos y afectividades materializaron al grupo como un espacio de resistencia viva, que daba contrapeso a los discursos trans- odiantes que se han tornado más explícitos. En este sentido, nos sumamos a quienes han afirmado la posibilidad de revertir los efectos de la interiorización de los discursos transodiantes, a través de los vínculos y afectos con quienes reivindican la diversidad como un valor social (Platero 2014a y b; Parra 2021). Esto en congruencia con la apuesta por trazar estrategias que den soporte a la vida a través de la creación de sistemas de generosidad y cuidado capaces de paliar el daño y fomentar el bienestar (Spade 2020).

Con la intención de cultivar los liderazgos que florecían en Teen Titans, forjamos cuatro comités para fomentar que fuesen les integrantes quienes atendieran las necesidades del grupo: el Comité de Bienvenida (donde les integrantes que llevaban más tiempo realizaban los procesos de ingreso de quienes deseaban sumarse a Teen Titans), el Comité de Ética y Mediación (órgano destinado a trazar las prácticas de cuidado grupal, así como a realizar la resolución de conflictos con base en los valores y la filosofía del grupo, fundamental para situar la centralidad de su agencia en relación con las acciones grupales, permitiéndonos labrar, en aras de la autogestión que se buscaba, afianzar en el grupo), el Comité de Inclusión (desde el que se promovía la integración y cohesión grupal), y el Comité de Contenidos (que procuró trazar las direcciones de las reuniones temáticas, con invitades que abordaran los intereses del grupo).

Entre los desafíos enfrentados por el Comité de Ética y Mediación estaban los correspondientes a la regulación del ingreso, la regulación de los contenidos que se compartían, los acuerdos de cuidado, las medidas de seguridad y las formas de afrontar las diferencias, tensiones o rupturas entre integrantes. Los posicionamientos y resoluciones trazados fueron fruto de extensas interlocuciones sobre la ética, valores y compromisos del grupo, permitiendo matizar las comprensiones de las problemáticas que enfrentamos, con la finalidad de trazar la dirección de las acciones que realizarían les integrantes.

Estas interlocuciones nos permitieron vislumbrar las estructuras que dificultan o impiden que elles accedieran a los recursos que necesitaban para comprenderse, narrarse y cuidarse. Esto constituye una expresión de la violencia hermenéutica y heurística que precariza a las poblaciones más jóvenes, pues sus entornos familiares y educativos no les proveen de los recursos requeridos para afrontar los desafíos propios de su edad (Cruz 2018). En esta línea, su interés por acceder a una educación sexual que les fuese útil, es decir, una educación sexual desde la lógica de los afectos, cuidados y placeres. En la misma dirección sus intereses por hablar del uso de sustancias fuera de los confines de la criminalización y la patologización, con la intención de tener estrategias que apuntaran a la reducción de riesgos. En sintonía, su necesidad por reflexionar y socializar sus inquietudes sobre sus vivencias trans*, así como su interés por posicionarse frente a las políticas intrínsecas al orden de género imperante. Finalmente, su necesidad por hablar sobre las conductas de riesgo, autolesiones y demás expresiones de los procesos afectivos que las condiciones adversas exacerbaban; ello con la intención de comprender y socializar sus vivencias, al tiempo de cultivar sus recursos para acompañar de forma asertiva las crisis afectivas atravesadas por sus amigues o conocides. Estos diálogos solían colocarnos al margen de lo que resultaba seguro socializar en los espacios del grupo y aquello que necesitaban para reducir los riesgos que vivían y enfrentar las situaciones de su cotidiano.

Si bien los acuerdos de cuidado del grupo hacían explícito que Teen Titans era un grupo entre pares y no un espacio terapéutico, con cierta frecuencia les integrantes hacían uso del grupo para desahogarse. Estos procesos tensionaban dos polos ante los cuales nos fue difícil posicionarnos. Por un lado, los espacios del grupo les ofrecían la oportunidad de expresarse y alcanzar cierta escucha que resultaba valiosa para sus integrantes; por otro lado, las características de Teen Titans impedían que en el grupo se brindara contención y acompañamiento de situaciones delicadas, como conductas de riesgo, autolesiones o intentos de suicidio, manifestaciones que solían detonar a otres integrantes. Este pasaje nos permite elaborar sobre una de las características del trabajo directo con poblaciones, donde es común que los encuadres pretendidos, desde ciertos posicionamientos teóricos o académicos, sean excedidos por la intensidad y diversidad de las necesidades de les integrantes. Las reflexiones sostenidas como co-facilitadores del grupo, nos permitieron mantener ciertos límites y diversificar los recursos con los cuales brindamos contención y seguimiento a les integrantes que lo requerían. Sin embargo, reconocemos que esta situación acentuó nuestro agotamiento y potenció las preocupaciones que vivíamos en relación con nuestra capacidad por facilitar un grupo con estas características.

Al plantear un acercamiento a las vivencias atravesadas por les adolescentes del grupo durante la pandemia COVID-19, deseamos partir por reconocer la singularidad de sus experiencias debido a la heterogeneidad de contextos, características y recursos familiares e individuales con los cuales contaban. Dicho esto, podemos reconocer que para una mayoría sustancial de integrantes de Teen Titans la pandemia implicó la intensificación del control que percibían en sus hogares. La angustia que vivieron sus familiares ante la posibilidad de contagio se tradujo en un recrudecimiento de las medidas de vigilancia y coerción sobre les más jóvenes. Con frecuencia, describían llevar semanas o meses sin salir de sus hogares, reduciendo con esto sus espacios de privacidad a sus cuartos o a sus dispositivos electrónicos. En este sentido, el confinamiento no únicamente anuló la posibilidad de encontrarse con sus vínculos significativos en lo presencial, sino al verse restringido su acceso a espacios de esparcimiento al aire libre, se acotaron sus posibilidades de recreación y movimiento. Esto fue particularmente intenso durante el primer año de la pandemia, donde la incertidumbre agudizó los temores de las familias. Varies de les integrantes del grupo describieron el deterioro emocional y físico que vivían, así como la angustia experimentada en relación con el riesgo de contagio y los alcances de la enfermedad para elles y sus familiares. Otra situación, mencionada con cierta frecuencia en las reuniones del grupo, fue la soledad soportada por quienes pasaban todo el día solos encerrados en casa, pues todos sus familiares trabajaban jornadas extensas fuera de sus hogares.

Igualmente, notamos que les integrantes del grupo carentes de aceptación y apoyo por parte de sus familiares vivían en entornos especialmente hostiles en los cuales se invalidaban sus experiencias, afirmaciones y necesidades. Para algunes integrantes resultaba común que sus familiares revisaran sus espacios privados y celulares, lo cual, en ocasiones, decantaba en que les impidieran conectarse a Internet o les retiraran sus dispositivos electrónicos. Estas acciones realizadas por sus familiares agravaron el aislamiento vivido por algunas adolescencias durante la pandemia. En sintonía con estas acciones, algunes integrantes mencionaron ser despojados reiteradamente de los elementos con los cuales confirmaban su identidad de género, como prendas y accesorios considerados por elles necesarios para socializar y disminuir sus malestares. Estas intromisiones exacerbaron la frustración, enojo e impotencia de varies integrantes del grupo, afectos acompañados de tristeza, desesperación y desolación. En este sentido, el chat y las reuniones posibilitaban un vaciamiento afectivo a través de la palabra escrita o hablada, escuchada y contenida por quienes estábamos actives en ese momento.

Frente a estas condiciones, algunes de les integrantes decidieron reducir su interacción y comunicación con sus familiares, otres optaron por ocultar lo relacionado con su diversidad o, incluso, fingir para evitar el incremento de la vigilancia y control familiar. En oposición a esto, hubo quienes decidieron comunicar a sus familiares sobre su diversidad, con la intención de mejorar sus condiciones de vida. Para ello reunían información afirmativa y lograban articular la posibilidad de que sus familiares pudieran hablar con otras familias o sumarse a grupos donde pudieran acceder a recursos que cultivaran la aceptación. Estas intenciones eran respaldadas por quienes contaban con el apoyo de sus familiares o de quienes incluso formaban parte de organizaciones que luchan por los derechos de las niñeces y adolescencias trans*. Les familiares que formaban parte de estos espacios se asomaban con frecuencia a las reuniones, saludaban y daban mensajes de aliento para les integrantes que enfrentaban contextos adversos.

A estas condiciones se sumaron los desafíos desprendidos de las clases en línea, donde con frecuencia les docentes se rehusaban a hablarles por su nombre elegido o utilizando los pronombres correctos. Para varies de les adolescentes que formaban parte del grupo era especialmente difícil encender sus cámaras en clase, pues les exponía a burlas y hostigamiento por parte de sus pares. Encender sus cámaras durante la jornada escolar también les implicó exponerse al escrutinio constante de la mirada propia, lo cual, para algunes, exacerbó los malestares afectivos relacionados con su imagen corporal y expresión de género. A esto se sumó la frustración y el enojo descrito por quienes concluyeron su último año de preparatoria en línea e iniciaron el primer y segundo año de universidad en esta modalidad, privándoles de experiencias que deseaban compartir desde lo presencial con sus pares y en sus entornos educativos. Estas circunstancias, aunadas al tedio y monotonía de su cotidiano a puerta cerrada, afectaron drásticamente la salud y el desempeño escolar de varies adolescentes de Teen Titans.

Frente a estas condiciones fue común que, para la gran mayoría de integrantes del grupo sus experiencias en línea alcanzaran mayor protagonismo. Sus interacciones con pares del grupo y otras plataformas cultivaron reflexiones continuas sobre sí mismes y su mundo, lo cual matizaba y sofisticaba sus códigos y cosmovisiones. En ocasiones esto aumentó la brecha entre los códigos, narrativas y comprensiones que elles forjaban para sí y los que sostenían sus familiares. A ello se sumaban los riesgos inherentes a los espacios en línea, donde sus carencias afectivas y relacionales podían exponerles a situaciones de hostigamiento, acoso y manipulación. Con frecuencia estas experiencias fueron atravesadas en silencio, pues anticipaban que hablarlo con sus familiares truncaría su privacidad y su conexión a Internet, teniendo como efecto anular la comunicación con sus pares. Entre los riesgos explícitos de las plataformas digitales está la exposición a discursos transodiantes que impactaron su salud emocional. Varies integrantes del grupo organizaron un frente contra la violencia transodiante, llevándoles a implicarse colectivamente en confrontaciones donde expresaban su frustración y enojo, al tiempo que construían discursos para apuntalar sus argumentos sobre sus posicionamientos éticos.

En contraste con la exposición a la hostilidad de ciertos grupos y vertientes del Internet, en Teen Titans se nutrió su sensación de pertenencia y respaldo al consolidar un espacio de alianzas y amistades donde podían expresarse, encontrar reconocimiento y contención entre sus pares. Las redes amicales y de solidaridad entre personas trans* con edades y experiencias distintas favorecen la circulación de recursos que apuntalan la subsistencia, al tiempo que motivan imaginarios donde las vidas trans* son dignas de ser queridas, deseadas y cuidadas.

Entre las bondades que acontecían en la dinámica grupal estaba la posibilidad de resignificar su comprensión de lo trans*, lo cual ocurría a través de la diversificación de experiencias, categorías, narrativas y elaboraciones compartidas por la pluralidad de integrantes. Como ejemplo de ello tenemos las reuniones en las que se reflexionaba sobre la disforia de género, donde al socializar sus vivencias amplificaban las formas en las que se comprendían estos malestares, lo cual abrió horizontes y direcciones de incidencia para disminuirlos desde los recursos que tenían disponibles en su cotidiano. Ello permitió dar lugar a la gestión colectiva de los malestares producidos e intensificados a través de los ideales y normatividades que se promueven socialmente. Las reflexiones forjadas desde lo colectivo les brindaron recursos para sostener posicionamientos críticos que les permitieron incidir en aquello que les afectaba. En esta línea, fue que sostuvimos de forma constante el compromiso por fomentar el pensamiento crítico para hacer frente a los malestares que derivan de los ideales y normatividades sociales.

A través del confinamiento que en México superó los 18 meses, Teen Titans se articuló como una red de resistencia afectiva y colectiva, desde la cual se repararon los tejidos comunitarios necesarios para navegar las condiciones que derivaron de la pandemia. Durante el último año del grupo, tuvimos por objetivo lograr su autogestión, conjugado con la intención por fortalecer los recursos de expresión de les integrantes. Ello con la finalidad de que su incidencia les llevara a otros espacios donde pudieran compartir sus aprendizajes, liderando un grupo entre pares, formando parte de comités, y compartiendo las reflexiones sobre las prácticas de cuidado que sostienen las juventudes. Sin embargo, todes presentábamos un desgaste mayor debido al regreso a las actividades presenciales, lo cual redujo los tiempos que podíamos invertir en el grupo. Para una gran mayoría de les adolescentes, la vuelta a lo presencial implicó exponerse a la hostilidad de los entornos educativos, exacerbando sus temores y ansiedad social ante la posibilidad de encontrarse con pares que expresaban rechazo hacia su diversidad.

Para quienes durante la pandemia emprendieron su transición, el regreso a las actividades presenciales les confrontó con diversos desafíos como socializar partiendo de códigos distintos, enfrentarse a la distribución cisnormativa de los espacios educativos y los prejuicios traducidos en miradas, discursos, o dificultades para ser reconocides o legitimades desde su identidad y expresión de género. A la complejidad de estos pasajes se sumaron las deficiencias de los aprendizajes logrados durante los años de pandemia, la dificultad por mantener los niveles de regulación que exigen los entornos educativos, y el laborioso reto de concentrarse en espacios con tantas personas y estímulos. Debido a esto, nos sumamos a quienes sostienen que apenas estamos reconociendo los efectos a corto, mediano y largo plazo generados por las condiciones impuestas por el confinamiento y la pandemia COVID-19, para las personas más jóvenes.

Conforme lo presencial fue materializándose, contamos con menos tiempo y energía para la co-facilitación que sosteníamos, acentuando las preocupaciones sobre nuestra capacidad por continuar con el grupo. Estas circunstancias generaron afecciones en nuestra confianza y amistad, conexión fundamental para la co-facilitación. Siguiendo las afirmaciones que sostiene Dean Spade, “el agotamiento se produce o empeora cuando nos sentimos desconectados con los demás, maltratados, incomprendidos, avergonzados o sobrecargados” (Spade 2020). Con frecuencia, nos descubríamos sintiendo enojo, culpa y tristeza por no tener la disponibilidad de tiempo para atender las necesidades del grupo; lo cual también impactaba en el tiempo y energía que podíamos invertir para solventar las fisuras de nuestra amistad. A través de estos procesos de deterioro, comprendimos que la confianza lograda entre nosotres consolidaba el núcleo de nuestra convicción de ser capaces de facilitar un espacio como Teen Titans. En ese sentido, nuestra cercanía, comunicación y confianza resultaban motor de cuanto gestionábamos para el grupo, pues la alianza que compartíamos nos brindaba respaldo frente a los desafíos inherentes a la co-facilitación.

Nuestra experiencia como co-facilitadores nos permitió comprender que en las amistades anidan complicidades desde las cuales se pueden enraizar las convicciones detonantes de acciones para apuntar al cambio social. La confianza, lealtad, admiración y cariño cultivados en la amistad pueden sublimarse en aras de la creación de estrategias que apunten al bien común. Para algunes de nosotres, sostener la convicción de la posibilidad de construir y mantener espacios seguros para la articulación de redes desde las cuales se practique el cuidado mutuo, solo es posible en la medida en la que enlazamos dichas creencias con personas con las cuales compartimos confianza y afectos. Si bien con frecuencia nos invadía la sensación de que la co-facilitación que sosteníamos era un fruto de un atrevimiento, la confianza mutua y el apoyo brindados entre nosotres durante más de dos años fueron fundamentales para el emprendimiento de esta labor de la mejor manera que nos fue posible. En este sentido, la conexión y el acompañamiento que nos proporcionábamos como facilitadores, consolidaban las condiciones de posibilidad para el acompañamiento promovido al interior del grupo. En esta dirección las afirmaciones de Dean Spade en su libro Apoyo mutuo:

El agotamiento se reduce o previene cuando nos sentimos conectados con los demás, cuando hay transparencia en como trabajamos juntos, cuando podemos descansar cuando lo necesitamos, cuando nos sentimos apreciados por el grupo, y cuando tenemos la posibilidad de dar y recibir retroalimentacion. (Spade 2022)

Como varios autores han afirmado, las labores de cuidado conllevan un exceso de trabajo constante que se relaciona directamente con la cantidad de dificultades y necesidades que impactan la vida de las personas trans* (Portero 2020; Malatino 2020; Spade 2022). Uno de los aprendizajes desprendidos de esta experiencia fue la relevancia de regular y delimitar las labores de nuestra facilitación, con la intención de prevenir el agotamiento que padecimos. En esta línea se encaminaron nuestros aprendizajes posteriores sobre la imperiosa necesidad de gestionar el agotamiento y las gamas afectivas que sentíamos como la vergüenza, la culpa o la angustia generadas por la insuficiencia de nuestro hacer frente a las necesidades del trabajo directo con poblaciones. Otro aprendizaje desvelado conforme fuimos acompañando el devenir del grupo fue que dar escucha y acompañamiento a las adversidades atravesadas por les integrantes, detonaba las huellas de nuestra historia. Lo anterior nos llevó a comprender que recibir la historia de les otres, acompañarles desde el lugar de facilitadores, aliades o amigues, no acontece sin una diversidad de efectos, lo cual constituye una expresión de lo que implica el acompañamiento afectado (Parra 2021). Con el tiempo, descubrimos que estos pasajes podían anudar nuestra convicción por facilitar, acompañar, accionar para generar entornos amables para las adolescencias trans*. Accionar, trazar redes, generar incidencia materializa la posibilidad de dar cauce a la rabia, el dolor y la angustia que sentimos ante las situaciones atravesadas por les adolescentes del grupo durante las condiciones de vida que la pandemia impuso para elles.

Reflexiones finales

Con la intención de situar las reflexiones que emergen de las vivencias detentadas por la mayoría de les integrantes del grupo durante la pandemia Covid-19, encontramos necesario ubicar los distintos vectores de vulnerabilidad que impactaron sus condiciones de vida. Consideramos imprescindible situar la diferencia en relación con el confinamiento de las personas adultas y el confinamiento experimentado por las personas más jóvenes, pues estas últimas carecían de la posibilidad de decidir salir de sus hogares, lo cual, para muchas niñeces y adolescencias, implicó pasar semanas o meses al interior de espacios cerrados. Esta distinción es efecto del adultocentrismo, desde el cual se formularon las estrategias para la reducción de riesgos frente al contagio, respondiendo también a la forma en la que se organizan los espacios y la vida social.

La resolución de la educación en línea se tomó siguiendo esa orientación, donde la escuela se redujo a la impartición de los contenidos, sin problematizar cómo fomentar la conexión y convivencia social de les niñes y adolescentes a través de las plataformas en línea. A ello se sumó la dificultad que enfrentaron quienes vivieron contextos hostiles en sus hogares, donde se invalidaban sus testimonios de vida y se deslegitimaban sus saberes; lo cual, en ocasiones, vino acompañado de un rechazo sistemático a sus identidades o expresiones de género. Con frecuencia, estas condiciones dieron consistencia a premisas que desde lo latente impactan en les integrantes más jóvenes, al transmitirles que los afectos, cuidado, seguridad y respeto se encuentran condicionados al cumplimiento de las expectativas familiares y normatividades sociales. A través de lo que les integrantes del grupo describieron sobre sus experiencias de vida durante el confinamiento, abonamos a las investigaciones que señalan el deterioro físico, emocional, social y escolar que la pandemia significó para una gran mayoría de adolescentes trans*, traducido en un incremento de los malestares asociados con la ansiedad y la depresión.

En las reuniones del grupo fue común escuchar a les integrantes expresar su deseo por haber tenido acceso a recursos que les hubieran ayudado a comprenderse, nombrarse y narrarse desde su niñez. A ello se sumó su interés por tener acceso a educación sexual integral que les fuera útil, así como a estrategias de reducción de daños frente al uso de sustancias y conductas de riesgo. Esto nos invita a reflexionar sobre la multiplicidad de carencias que acentúan la vulnerabilidad que atraviesan las niñeces y adolescencias ante los desafíos enfrentados en su cotidiano. Lo anterior se agudiza al identificar lo común que resulta para estas poblaciones no sentir cercanía ni confianza con sus familiares, pues al encontrarse en situaciones de riesgo o dificultad afectiva, lejos de comunicarlo para pedir ayuda optan por ocultarlo a sus familiares. La conjunción de estas circunstancias potencia la precarización y vulnerabilidad de les niñes y adolescentes, al incrementar las consecuencias negativas derivadas de una crisis global como la desatada por la pandemia COVID-19.

Es en este contexto donde resulta necesario preguntarnos por los compromisos y valores que orientan las acciones y el funcionamiento tanto familiar como escolar. Es imprescindible remarcar que el compromiso de les familiares debe orientarse en relación con el ejercicio de la responsabilidad parental, lo cual exige brindar una dirección y orientación adecuada para que les niñes ejerzan sus derechos conforme al desarrollo de sus facultades. Debido a esto, no hablamos de derecho parental sino de responsabilidad parental, lo cual incluye la idea del derecho pero limitado al ejercicio de una responsabilidad que ha de partir del respeto a la integridad y diversidad de las personas jóvenes (Couso 2006; Espejo y Lathrop 2015). En esta línea, el compromiso de los entornos educativos ha de evitar reducirse al aprendizaje de contenidos vetustos, para re-orientarse en relación con las necesidades reales y actuales de estas poblaciones.

Frente a estas condiciones, las adolescencias se implicaron en la gestión de sus necesidades a través de los recursos de los cuales disponían; así, una gran mayoría comenzó a habitar con mayor protagonismo los espacios en línea, permitiéndoles tejer redes afectivas con personas afines desde las cuales circularon recursos al tiempo que se brindaron acompañamiento. Una gran cantidad de niñeces y adolescencias procuraron su subsistencia a través de las estrategias que desde lo colectivo forjaron en línea, lo cual exige que se reconozca su capacidad para organizarse, gestionarse y proveerse de lo que necesitan frente a contextos adversos.

Con la intención de apuntalar estos cauces vitales, las organizaciones forjadas por personas trans* y personas aliadas nos implicamos en aperturar y sostener espacios y servicios en los cuales se apostara por la subsistencia colectiva desde el apoyo mutuo. Esto como una respuesta a la falta de espacios institucionales, educativos o familiares que respalden y cobijen las necesidades de las poblaciones de la diversidad, para quienes se agravó sustancialmente el impacto de la crisis sanitaria, económica y social que desató la pandemia COVID-19. Nos unimos a quienes afirman que apenas comenzamos a reconocer los impactos de las condiciones de vida impuestas por el confinamiento derivado de la pandemia COVID-19; consecuencias con una distribución desigual en relación con las poblaciones precarizadas de forma estructural y sistemática.

En este sentido, es imprescindible situar el deterioro y agotamiento que impacta a las personas, redes y organizaciones desde las cuales se sostienen las prácticas de cuidado informal, lo que en ocasiones provoca problemas graves de salud, desquebrajamiento de los vínculos o incluso rupturas del tejido comunitario. Estas situaciones nos permiten comprender otra vertiente de precarización que desgasta a las poblaciones trans*. Si bien esto es un señalamiento sobre la falta de espacios, recursos y personal que desde las instituciones sostengan servicios para estas poblaciones, también es una invitación para reflexionar sobre las estrategias que se pueden implementar desde las organizaciones que luchan por los derechos de las personas trans*, con la intención de accionar para prevenir el deterioro y agotamiento de quienes ofrecen recursos para las poblaciones. Siguiendo las palabras de Dean Spade: “El exceso de trabajo es omnipresente en los grupos de apoyo mutuo, si conseguimos dejar de avergonzarnos y culparnos podremos reconocer este problema y encontrar estrategias para el cambio” (Spade 2022). En esta línea la importancia de cultivar liderazgos que puedan irse sumando a las acciones dirigidas a sostener las prácticas de cuidado y las redes desde las cuales se apuntala la subsistencia colectiva. En sintonía con esto, la necesidad de nutrir saberes sobre los aprendizajes y experiencias que se tiene al sostener espacios y gestionar recursos, con la intención de cultivar posicionamientos que permitan aminorar el deterioro y agotamiento de quienes se implican en la labor de accionar por el bien común. Finalmente, consideramos imprescindible reconocer la importancia de cultivar tejidos colectivos y comunitarios desde los cuales se brinde respaldo a quienes accionan en la creación y circulación de recursos que beneficien las condiciones de vida de las personas trans* y sus familias.

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Notes

[1] Lía García y Nathan Ambriz acuñan esta noción para nombrar la suma de esfuerzos colectivos implicados en acciones dirigidas al cambio social. En este sentido, la Red de Familias Trans* nació de la voluntad colectiva de muchas personas trans* y sus familias, el 29 de julio del año 2018. Se considera a Nathan Ambriz como fundador de la Red debido a que él fue quien desde Jauría Trans* convocó al primer picnic del que derivó la Red.

[2] Colocamos un asterisco al término de la palabra trans* para acentuar que es una categoría abierta a la diversidad de identidades, expresiones y prácticas de género que exceden o desafían los estereotipos y normatividades del orden de género imperante.

[3] En congruencia con los valores que atraviesan nuestras prácticas y posicionamientos de vida, hacemos uso del lenguaje neutro para, en la medida posible, dislocarnos del binario de género y del masculino universal.

[4] Esta labor fue desarrollada por el comprometido equipo de Puerta Abierta, organización forjada por 17 psicólogues de distintos estados de la república mexicana, Argentina y Ecuador, quienes, de forma voluntaria, desarrollaron un modelo de atención psicológica en línea para contener y solventar las crisis emocionales que atravesaron adolescencias y juventudes trans* de contextos hispanohablantes.

[5] En este sentido agradecemos a Aizar Kao, Ana Claudia Neria, Andras Hernández, Canu Roldán, Dafne Ruiz, Daniela Muñoz, Dani Núñez, Emma Buñuel, Kany Lapuerta, Kenya Cuevas, Lía García, Natalia Lane, Nathan Ambriz y Siobhan Guerrero.