Esta publicación se desprende de las experiencias del grupo y nuestros aprendizajes
como co-facilitadores, con la intención de abonar a la comprensión de las vivencias
que atravesaron algunas adolescencias en los países hispanohablantes. Si bien se ha
sostenido una amplia diversidad de investigaciones sobre el impacto que la pandemia
generó en las poblaciones jóvenes, son pocas las que se centran en las experiencias
de las adolescencias trans*, lo cual se torna aún más escaso en relación con las experiencias
que tuvieron adolescencias residentes en México y países de Latinoamérica.
Asimismo, trazaremos un recorrido sobre las investigaciones que abordan las experiencias
de vida de las niñeces y adolescencias trans* durante la pandemia COVID-19, para,
posteriormente, hacer una descripción de las vivencias que fueron comunes para las
adolescencias que integraron el grupo entre pares Teen Titans. En esta trayectoria,
describiremos las características del grupo, su funcionamiento y los aprendizajes
que tuvimos como co-facilitadores de Teen Titans. Enmarcamos esta publicación dentro
del campo de los estudios del cuidado, que forman parte de los estudios trans*, en
tanto elaboramos sobre las prácticas de cuidado informal que sostenemos las personas
trans* con la intención de apuntalar la subsistencia colectiva.
Con la intención de situar nuestra escritura, ambos tenemos una formación como psicólogos,
Jason con una aproximación colaborativa y Damián con una práctica psicoanalítica.
Los dos hemos crecido en la Ciudad de México, Jason actualmente trabaja como psicólogo
en Casa Frida y Damián se dedica al oficio de la escucha en su consultorio. Hemos
sido colaboradores de la Red de Familias Trans* desde su origen. Nuestra escritura
tiene como objetivo compartir los desafíos y aprendizajes de la co-facilitación que
sostuvimos con quienes estén interesades en sostener espacios entre pares desde los
que se fomenten prácticas de cuidado mutuo.
Desarrollo
Como señalan algunas investigaciones realizadas en países anglosajones, la pandemia
COVID-19 y las condiciones de vida que derivaron del confinamiento afectaron negativamente
la salud física, emocional, social y educacional de las niñeces y adolescencias a
nivel global (Rider, Ansari, Varrin y Sparrow 2021; Ford, John y Gunnell 2021; Ashwin, Cherukuri y Rammohan 2022). La investigación realizada por Trevor Project en el año 2020 en Estados Unidos,
en la que participaron 1,571 jóvenes LGBT que tenían entre 13 y 24 años de edad, reporta
que las adolescencias y juventudes trans* presentaron mayores índices de cansancio,
soledad, nerviosismo y sentimientos de indefensión en relación con sus pares cisgénero
(The Trevor Project 2020). Estas poblaciones expresaron niveles sustancialmente más elevados de ansiedad y
depresión, conjugado con una dificultad mayor para acceder a servicios de salud mental
(The Trevor Project 2020). Estas afirmaciones coinciden con la investigación liderada por Zeynep Tüzün en
Reino Unido, donde se sostiene que quienes vivieron el confinamiento con familiares
que mostraban rechazo frente a su expresión e identidad de género presentaron un incremento
sustancial en las manifestaciones de ansiedad y depresión (Tüzün, Basar y Akgül 2022). En esta línea van las afirmaciones de Diane Ehrensaft, quien advierte que el confinamiento
dificultó e impidió a una gran parte de adolescentes trans* hallar contención entre
sus pares, docentes o tutores de sus escuelas (Ehrensaft 2021). Ello coincide con los resultados de la investigación liderada por Jones Bethany,
donde se apunta que las niñeces y adolescencias trans* participantes fueron particularmente
vulnerables ante las condiciones del confinamiento, lo cual se confirma con los indicadores
de ansiedad y depresión relacionados con los desafíos sociales que enfrentaron (Bethany, Bowe, McNamara, Guerin y Carter 2021). En esta línea, la investigación realizada por Lucas Platero y Miguel Ángel López-Sáez
en España, donde el aumento de interacciones sociales negativas, el rechazo familiar,
así como la disminución de las interacciones sociales afirmativas y la dificultad
por acceder a servicios de salud emocional (Platero y López-Sáez 2020) se sitúan como factores relacionados con el detrimento de la salud emocional de
las adolescencias y juventudes LGBT. Esto se conjuga con la intensificación del estrés
derivado de la incertidumbre inherente a la precarización que para una gran mayoría
implicó la pandemia, desgastando las relaciones intrafamiliares y acentuando los malestares
de les integrantes más jóvenes (Platero y López-Sáez 2020).
En tensión con estas premisas, la autora Diane Ehrensaft agrega que para aquellas
niñeces y adolescencias trans* que contaron con la aceptación y el apoyo de sus familiares,
el confinamiento les ofreció la oportunidad de explorar su identidad y expresión de
género, protegiéndolos de la ansiedad derivada de las reacciones negativas y la presión
social (Ehrensaft 2023). Esta autora sostiene que, con frecuencia, quienes vivieron el confinamiento con
familiares que les respaldaban mostraron mejoras en su desempeño escolar, pues la
seguridad y la tranquilidad que experimentaron en sus hogares les facilitó el poderse
concentrar en sus labores escolares (Ehrensaft 2023). Ello encuentra cierta resonancia con el informe Infancias encerradas: reporte especial. Niñez y adolescencia no binarias, publicado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de la Ciudad de México (2020), donde se identificó que las niñeces y adolescencias no binarias participantes extrañaban
en menor medida la escuela; lo anterior podría explicarse por el desinterés que reportaron
en compartir con sus amigues o pares (CNDH-CDMX 2020). Su bajo interés podría comprenderse por la dificultad de tejer amistades que muestren
aceptación ante su diversidad. Finalmente, en este informe se indica que las niñeces
y adolescencias no binarias manifestaron niveles más elevados de tristeza y soledad,
así como menores sensaciones de protección y felicidad (CNDH-CDMX 2020).
Como lo advierten varias investigaciones, la conexión social y el apoyo entre pares
resulta vital para las niñeces y adolescencias trans*, pues estos factores inciden
favorablemente en la disminución de los indicadores de depresión y ansiedad severa
en estas poblaciones (Platero y López-Sáez 2020; Paceley et al. 2021; Tüzün, Basar y Akgül 2022). Frente a la dificultad de compartir desde lo presencial con sus redes amicales
y personas significativas, una gran parte de las adolescencias trans* con acceso a
Internet, emprendió la búsqueda de recursos y vínculos a través de las plataformas
en línea (Platero y López-Sáez 2020); consolidándose como una estrategia generalizada para hacer frente al distanciamiento
social impuesto por el confinamiento (Liat, Oren, Klein y Shechner 2021).
En México, durante los meses iniciales de la pandemia, las organizaciones civiles
dedicadas a la lucha por los derechos de las niñeces, adolescencias y juventudes trans*
recibieron una cantidad sustancialmente mayor de personas jóvenes buscando apoyo emocional.
Les psicólogues que colaboramos con dichas organizaciones brindamos atención psicológica
de forma voluntaria, al tiempo que activamos en línea los grupos entre pares que sosteníamos
desde lo presencial. Ello nos permitió comprender la extensa e intensa demanda de
las adolescencias y juventudes trans* por encontrar recursos y espacios afirmativos
desde los cuales fuese posible apuntalar su subsistencia.
La diversidad de plataformas, servidores, juegos en línea y redes sociales facilitaron
que las adolescencias y juventudes trans* encontraran pares afines con quienes compartir
sus vivencias y articular redes de apoyo. En tanto sus experiencias en los espacios
en línea partían del reconocimiento de su identidad y expresión de género, propiciaban
también el establecimiento de conexiones sociales valiosas, al tiempo que diversificaban
sus referentes y cosmovisiones. Con frecuencia, quienes contaban con el apoyo de sus
familiares, compartieron con elles información y recursos que facilitaron los procesos
que atravesaban sus familias. En este sentido, un sinnúmero de adolescencias trans*
gestionaron y solventaron sus necesidades a través de los recursos que tuvieron disponibles
en línea, lo cual, incluso para varies, incluyó acompañamiento emocional frente a
las crisis afectivas que atravesaron.4
La habilidad y creatividad de las adolescencias y juventudes trans* para forjar espacios,
redes y recursos en línea funcionó en gran medida como un salvavidas frente a las
adversidades que atravesaron debido al confinamiento inherente a la pandemia COVID-19.
Ante la falta de entornos amables y seguros para la diversidad, la voluntad colectiva
forjada por personas trans* y personas aliadas creamos y sostuvimos espacios donde
se cobijó la vida. Con este propósito, los grupos entre pares, desde las organizaciones
que luchan en favor de los derechos de las niñeces trans* y sus familias, afianzaron
su labor en línea durante los años de la pandemia. Como facilitadores del grupo Teen
Titans de la Red de Familias Trans* realizaremos una aproximación a la incidencia
de los grupos entre pares -posteriormente, haremos una descripción de las vivencias
que fueron comunes al grupo durante la pandemia COVID-19, al tiempo que compartiremos
algunos aprendizajes sobre nuestro proceso de co-facilitación.
Los grupos entre pares consolidan una estrategia potente para la articulación de redes
de acompañamiento y cuidado mutuo que resultan necesarias para apuntalar la subsistencia
colectiva. En estos espacios se reunen personas afines con la intención de compartir
experiencias, afectividades, saberes e inquietudes que faciliten los procesos vitales
de quienes integran al grupo. Ello promueve la formación de tejidos colectivos que
se apuestan por sostener prácticas de cuidado informal, desde las cuales se preserva
la vida frente a las condiciones estructurales de opresión y precarización que afectan
a las personas trans* y a sus familias. En este sentido, los grupos entre pares fortalecen
las redes afectivas desde donde se circulan recursos y se cultiva la resistencia que
acciona en aras del cambio social. Estos espacios constituyen una estrategia de incidencia
colectiva desde la cual se hace frente a la invisibilización, al silencio y al aislamiento
que deteriora la vida de las personas trans* y de sus familias. Debido a esto, las
organizaciones e instituciones desde donde se sostiene la lucha en favor de los derechos
de las personas trans*, ofrecen una amplia diversidad de grupos entre pares que acontecen
desde lo presencial o a través de plataformas en línea.
Para las adolescencias trans*, los grupos entre pares brindan la posibilidad de conocer
a otras personas trans* de su edad, facilitando su articulación en redes amicales
desde donde se fomenta el apoyo mutuo. Ello propicia la diversificación de sus referentes,
reflexiones e imaginarios afectivos, nutriendo sustancialmente sus experiencias de
vida. La posibilidad de expandir sus redes brinda a les integrantes cierto grado de
independencia y autonomía, asimismo, les fomenta el reconocimiento y la pertenencia
social que necesitan. A partir de estos intercambios, acontecen las prácticas de identificación
y diferenciación social, cuestiones fundamentales para sus procesos de vida. A través
de estos grupos, las adolescencias trans* aperturan horizontes donde sus vivencias
son escuchadas, reconocidas y legitimadas por sus pares, consolidando actos de justicia
testimonial frente a los contextos adversos en los cuales se deslegitiman sus vivencias
(Guerrero Mc Manus y Muñoz 2018). En esta línea, los grupos entre pares para adolescencias trans* fomentan la creación
y circulación de saberes entre personas jóvenes, incidiendo en favor de la justicia
epistémica para este grupo etareo (Cruz 2018).
Los grupos entre pares suelen consolidarse a través de estrategias que posibilitan
un espacio en común, para Teen Titans esto se logró a través del chat y la estructura
de las reuniones mensuales sostenidas en los años previos a la pandemia. La colaboración
que desde el año 2018 sostuvimos con la Red de Familias Trans* dio consistencia a
la confianza que las familias tienen sobre nuestra labor, lo cual constituyó un respaldo
fundamental para facilitar en línea el grupo entre pares de adolescencias y juventudes
trans* de la Red. Las reuniones en línea facilitaron que les integrantes invitaran
a sus amigues o conocides al grupo, sin importar si habían compartido en persona o
si vivían en la misma ciudad. A ello se sumaban les hijes de las familias que se integraban
a la Red, quienes encontraban en el grupo de adolescencias la oportunidad idónea para
que sus hijes conocieran a otras juventudes con quienes amistar. Conforme pasaron
los meses notamos un crecimiento acelerado del grupo, semana a semana integrábamos
a una amplia diversidad de adolescentes y juventudes trans* de distintas regiones
de México y países hispanohablantes. En aquel momento, pensamos que esta modalidad
era una medida temporal relacionada con el confinamiento por la pandemia, sin embargo,
las reuniones en línea cambiaron el alcance y las coordenadas del grupo.
Durante el primer año de la pandemia afianzamos los objetivos de nuestra facilitación
en aras de consolidar a Teen Titans como un espacio seguro entre pares, donde se fomentara
la articulación de redes amicales desde las cuales se promoviera el cuidado mutuo,
al tiempo de ponerse en circulación imaginarios, afectividades y saberes que nutrieran
positivamente las trayectorias de vida de les integrantes. Debido a esto, nuestras
intervenciones acentuaban la circulación de contenidos reivindicantes y diversificadores
de las trayectorias de vida de las personas trans*; ello en sintonía con una interlocución
constante sobre otras manifestaciones de la diversidad como la corporal, relacional
y afectiva. Estas reflexiones se nutrían de las reuniones en las que les integrantes
del grupo platicaban con una amplia diversidad de personas trans*, la generosidad
expresada por este entramado de voluntades son muestra de una comprensión de lo mutuo
que teje una historia en común.5 Los diálogos intergeneracionales apuntaron tanto a la circulación de saberes y afectos,
como a la creación de imaginarios desde donde les adolescentes y juventudes trans*
pudieran desear una trayectoria de vida futura. A su vez, en toda reunión promovimos
la inclusión y pertenencia grupal, así como la socialización de sus preocupaciones
y angustias, consolidando un acompañamiento mutuo desde el cual se procuraban escucha
y seguimiento frente a las dificultades que enfentaban.
Durante el tiempo que facilitamos el grupo en línea, se unieron 144 adolescencias
y juventudes trans*, de las cuales 90 continuaban de forma activa al cierre del grupo.
En relación con las edades de estas 90 personas, el 56% tenía entre 16 y 19 años,
el 24% entre 12 y 15 años, y el 20% tenía de 20 a 23 años de edad.
En este último momento del grupo, la edad promedio era de 17 años. En relación con
su país de origen, el 73% era de distintos estados de la república mexicana y el resto
provenían de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Nicaragua y Perú. De las 90 personas
que llenaron el formulario para sumarse a la tercera generación del grupo, el 88%
respondió que sus familias sabían que eran personas trans*, lo cual no implicaba que
les aceptaran o tuvieran su apoyo. El 8% de les integrantes no habían compartido con
sus familiares que eran personas trans* y el 4% solo se lo había compartido a un familiar
lejano. Finalmente, mencionar que el 48% de estos 90 integrantes no tenían acompañamiento
terapéutico.
Con el paso del tiempo comprendimos que si bien era un número alto de juventudes en
el chat, de forma activa solían participar alrededor de 30 integrantes quienes podían
mantener una presencia constante durante una temporada para, más adelante, tomar cierta
distancia, hasta que necesitaran volver a activarse. Cada integrante iba descubriendo
la modalidad de participación que le resultaba más cómoda según sus condiciones de
vida, había quienes únicamente leían el chat, quienes se sumaban de forma constante
a las reuniones, quienes encendían su cámara o quienes únicamente escuchaban las reuniones
a manera de podcast.
Nuestra labor como facilitadores del grupo se centraba en realizar las entrevistas
de ingreso, desarrollar los formularios y documentos que firmaban quienes deseaban
ingresar al grupo, atender el chat donde acontecían de forma continuada los diálogos
entre les integrantes y generar reuniones a través de una plataforma en línea. Durante
el primer año de pandemia, generamos entre 3 y 4 reuniones semanales, durante el segundo
año dos, y el último semestre sosteníamos 1 reunión semanal. Como parte de estas reuniones
estaban los ciclos que proponían y lideraban les integrantes con la intención de compartir
sus conocimientos, destrezas o intereses, como el Ciclo dibujatrón compuesto por reuniones enfocadas en la expresión a través del dibujo, el Ciclo de cine trans* donde vimos películas latinoamericanas con representación trans*, las reuniones
de Escritura y redacción y las reuniones enfocadas a la escritura autobiográfica. A ello se sumaron las reuniones
periódicas de programas que lideraban otras personas trans* y las reuniones temáticas,
donde especialistas trans* abordaban temas de su interés, ejemplo de ello fueron las
reuniones sobre neurodiversidad, primeros auxilios emocionales, ética relacional,
salud sexual, comunicación asertiva, así como aquellas reuniones donde se explicitaban
los procedimientos para realizar el cambio de nombre y género en su documentación,
así como las enfocadas en los procesos médicos que podían formar parte de su transición.
Facilitar un grupo en línea para adolescencias y juventudes trans* ofrece ventajas
que desconocíamos en lo presencial, entre ellas la diversificación de las juventudes
que podían unirse al grupo, enriqueciendo los diálogos y amplificando los horizontes
de las experiencias y trayectorias de vida trans*. Para una gran mayoría de les integrantes
de Teen Titans, el grupo brindó la oportunidad de conocer, por vez primera, a otras
personas trans* de su edad y personas trans* adultas. Otra ventaja del grupo en línea
era poder participar prescindiendo de su aparición física, lo cual, para algunes,
brindaba la posibilidad de compartir y socializar; así, había quienes únicamente encendían
su cámara si en ese momento contaban con elementos que afianzaran su identidad de
género. Una ventaja más que descubrimos de esta modalidad fue que facilitaba una interlocución
continua en el chat a través de preguntas, diálogos e interacciones desde las cuales
se forjaban saberes y prácticas que articulaban el acompañamiento y el apoyo mutuos.
Estos diálogos continuados fomentaban una ética infrapolítica de los cuidados, en
tanto el apoyo se brindaba a partir de una multivocidad de personas en interdependencia,
que se acompañaban para cultivar resiliencia y reparación (Malatino 2020). Debido a esto, los grupos entre pares son parte fundamental de las prácticas de
cuidado informales, donde la gestión de la interdependencia se descentra de la lógica
familiarista, con la finalidad de diversificar los puntos de apoyo que dan soporte
a las trayectorias vitales de quienes forman parte de estos espacios.
El valor de la amistad constituyó una línea de reflexión constante en el grupo, en
tanto nos permitía descentralizarnos del protagonismo aunado a los vínculos familiares,
para acentuar la trascendencia de las redes amicales. Si bien, como algunes autores
han afirmado, contar con el acompañamiento de al menos un familiar incide de forma
positiva en los indicadores de salud emocional de las adolescencias trans* (Olson et al. 2016; Pullen-Sansfaçon et al. 2019; Frigerio et al. 2021). La gran mayoría de infancias y adolescencias trans* carecen de este respaldo, por
lo cual, apuntalar el valor de las redes amicales y los grupos entre pares consolida
una estrategia idónea para menguar los efectos del rechazo y la violencia que viven
en sus entornos inmediatos. En la amistad florece el gozo por compartir y acompañar
a través de lateralidades fértiles, donde la cooperación y la reciprocidad emergen
a través de una vasta diversidad de complicidades, intimidades y afectos. En esta
línea, el acento es colocado sobre la práctica de la empatía y la generosidad entre
les integrantes del grupo, con la intención de alimentar una consciencia sobre el
valor del bien común. Esto resultaba congruente con nuestra convicción por sostener
Teen Titans como un espacio donde todes nos concebíamos como co-creadores y responsables
del grupo. Así, nuestra facilitación se formuló desde el lugar de aliades que moderábamos
los espacios del grupo, al tiempo de facilitar recursos para que las necesidades encontraran
rutas para solventarse.
El tiempo nos permitió descubrir que en los grupos entre pares se forman generaciones
atravesadas por cierta sintonía en los procesos de reconocimiento, crecimiento y apoyo
mutuo. Esto propició que quienes llevaban más tiempo acompañaran las vivencias de
quienes apenas se sumaban a Teen Titans. Por ello, los grupos entre pares pueden funcionar
como un semillero de liderazgos desde los cuales se promueve el acompañamiento mutuo,
consolidando espacios afirmativos de incidencia positiva en la seguridad y autoestima
de sus integrantes, fomentando su bienestar y salud emocional, al tiempo de cultivar
su agencia. Retomando las palabras de Noemí Parra :
Articular espacios seguros de socialización y cuidados, donde sea posible crecer colectivamente,
reconocerse, expresar las dificultades y compartir estrategias de resiliencia, establecer
vínculos de amistad, es una acción contra el aislamiento y la vulnerabilidad que facilita
el proceso de construcción de la propia identidad a través del reconocimiento mutuo
y la capacidad para decidir y actuar. (Parra 2020)
A través de alianzas, amistades y una diversidad de vínculos, les adolescentes y juventudes
trans* participaron de la circulación de otros imaginarios afectivos donde había espacio
para admirarse, quererse, valorarse, desearse y reivindicar sus posicionamientos de
vida. Como se ha afirmado, formular espacios afirmativos entre personas trans* crea
pedagogías afectivas que parten de otras representaciones, corporalidades, identidades
y expresiones desde las cuales sea posible imaginar horizontes sociales y sexuales
más justos para el mundo (Pardo 2020; García 2022). Los vínculos y afectividades materializaron al grupo como un espacio de resistencia
viva, que daba contrapeso a los discursos trans- odiantes que se han tornado más explícitos.
En este sentido, nos sumamos a quienes han afirmado la posibilidad de revertir los
efectos de la interiorización de los discursos transodiantes, a través de los vínculos
y afectos con quienes reivindican la diversidad como un valor social (Platero 2014a y b; Parra 2021). Esto en congruencia con la apuesta por trazar estrategias que den soporte a la
vida a través de la creación de sistemas de generosidad y cuidado capaces de paliar
el daño y fomentar el bienestar (Spade 2020).
Con la intención de cultivar los liderazgos que florecían en Teen Titans, forjamos
cuatro comités para fomentar que fuesen les integrantes quienes atendieran las necesidades
del grupo: el Comité de Bienvenida (donde les integrantes que llevaban más tiempo
realizaban los procesos de ingreso de quienes deseaban sumarse a Teen Titans), el
Comité de Ética y Mediación (órgano destinado a trazar las prácticas de cuidado grupal,
así como a realizar la resolución de conflictos con base en los valores y la filosofía
del grupo, fundamental para situar la centralidad de su agencia en relación con las
acciones grupales, permitiéndonos labrar, en aras de la autogestión que se buscaba,
afianzar en el grupo), el Comité de Inclusión (desde el que se promovía la integración
y cohesión grupal), y el Comité de Contenidos (que procuró trazar las direcciones
de las reuniones temáticas, con invitades que abordaran los intereses del grupo).
Entre los desafíos enfrentados por el Comité de Ética y Mediación estaban los correspondientes
a la regulación del ingreso, la regulación de los contenidos que se compartían, los
acuerdos de cuidado, las medidas de seguridad y las formas de afrontar las diferencias,
tensiones o rupturas entre integrantes. Los posicionamientos y resoluciones trazados
fueron fruto de extensas interlocuciones sobre la ética, valores y compromisos del
grupo, permitiendo matizar las comprensiones de las problemáticas que enfrentamos,
con la finalidad de trazar la dirección de las acciones que realizarían les integrantes.
Estas interlocuciones nos permitieron vislumbrar las estructuras que dificultan o
impiden que elles accedieran a los recursos que necesitaban para comprenderse, narrarse
y cuidarse. Esto constituye una expresión de la violencia hermenéutica y heurística
que precariza a las poblaciones más jóvenes, pues sus entornos familiares y educativos
no les proveen de los recursos requeridos para afrontar los desafíos propios de su
edad (Cruz 2018). En esta línea, su interés por acceder a una educación sexual que les fuese útil,
es decir, una educación sexual desde la lógica de los afectos, cuidados y placeres.
En la misma dirección sus intereses por hablar del uso de sustancias fuera de los
confines de la criminalización y la patologización, con la intención de tener estrategias
que apuntaran a la reducción de riesgos. En sintonía, su necesidad por reflexionar
y socializar sus inquietudes sobre sus vivencias trans*, así como su interés por posicionarse
frente a las políticas intrínsecas al orden de género imperante. Finalmente, su necesidad
por hablar sobre las conductas de riesgo, autolesiones y demás expresiones de los
procesos afectivos que las condiciones adversas exacerbaban; ello con la intención
de comprender y socializar sus vivencias, al tiempo de cultivar sus recursos para
acompañar de forma asertiva las crisis afectivas atravesadas por sus amigues o conocides.
Estos diálogos solían colocarnos al margen de lo que resultaba seguro socializar en
los espacios del grupo y aquello que necesitaban para reducir los riesgos que vivían
y enfrentar las situaciones de su cotidiano.
Si bien los acuerdos de cuidado del grupo hacían explícito que Teen Titans era un
grupo entre pares y no un espacio terapéutico, con cierta frecuencia les integrantes
hacían uso del grupo para desahogarse. Estos procesos tensionaban dos polos ante los
cuales nos fue difícil posicionarnos. Por un lado, los espacios del grupo les ofrecían
la oportunidad de expresarse y alcanzar cierta escucha que resultaba valiosa para
sus integrantes; por otro lado, las características de Teen Titans impedían que en
el grupo se brindara contención y acompañamiento de situaciones delicadas, como conductas
de riesgo, autolesiones o intentos de suicidio, manifestaciones que solían detonar
a otres integrantes. Este pasaje nos permite elaborar sobre una de las características
del trabajo directo con poblaciones, donde es común que los encuadres pretendidos,
desde ciertos posicionamientos teóricos o académicos, sean excedidos por la intensidad
y diversidad de las necesidades de les integrantes. Las reflexiones sostenidas como
co-facilitadores del grupo, nos permitieron mantener ciertos límites y diversificar
los recursos con los cuales brindamos contención y seguimiento a les integrantes que
lo requerían. Sin embargo, reconocemos que esta situación acentuó nuestro agotamiento
y potenció las preocupaciones que vivíamos en relación con nuestra capacidad por facilitar
un grupo con estas características.
Al plantear un acercamiento a las vivencias atravesadas por les adolescentes del grupo
durante la pandemia COVID-19, deseamos partir por reconocer la singularidad de sus
experiencias debido a la heterogeneidad de contextos, características y recursos familiares
e individuales con los cuales contaban. Dicho esto, podemos reconocer que para una
mayoría sustancial de integrantes de Teen Titans la pandemia implicó la intensificación
del control que percibían en sus hogares. La angustia que vivieron sus familiares
ante la posibilidad de contagio se tradujo en un recrudecimiento de las medidas de
vigilancia y coerción sobre les más jóvenes. Con frecuencia, describían llevar semanas
o meses sin salir de sus hogares, reduciendo con esto sus espacios de privacidad a
sus cuartos o a sus dispositivos electrónicos. En este sentido, el confinamiento no
únicamente anuló la posibilidad de encontrarse con sus vínculos significativos en
lo presencial, sino al verse restringido su acceso a espacios de esparcimiento al
aire libre, se acotaron sus posibilidades de recreación y movimiento. Esto fue particularmente
intenso durante el primer año de la pandemia, donde la incertidumbre agudizó los temores
de las familias. Varies de les integrantes del grupo describieron el deterioro emocional
y físico que vivían, así como la angustia experimentada en relación con el riesgo
de contagio y los alcances de la enfermedad para elles y sus familiares. Otra situación,
mencionada con cierta frecuencia en las reuniones del grupo, fue la soledad soportada
por quienes pasaban todo el día solos encerrados en casa, pues todos sus familiares
trabajaban jornadas extensas fuera de sus hogares.
Igualmente, notamos que les integrantes del grupo carentes de aceptación y apoyo por
parte de sus familiares vivían en entornos especialmente hostiles en los cuales se
invalidaban sus experiencias, afirmaciones y necesidades. Para algunes integrantes
resultaba común que sus familiares revisaran sus espacios privados y celulares, lo
cual, en ocasiones, decantaba en que les impidieran conectarse a Internet o les retiraran
sus dispositivos electrónicos. Estas acciones realizadas por sus familiares agravaron
el aislamiento vivido por algunas adolescencias durante la pandemia. En sintonía con
estas acciones, algunes integrantes mencionaron ser despojados reiteradamente de los
elementos con los cuales confirmaban su identidad de género, como prendas y accesorios
considerados por elles necesarios para socializar y disminuir sus malestares. Estas
intromisiones exacerbaron la frustración, enojo e impotencia de varies integrantes
del grupo, afectos acompañados de tristeza, desesperación y desolación. En este sentido,
el chat y las reuniones posibilitaban un vaciamiento afectivo a través de la palabra
escrita o hablada, escuchada y contenida por quienes estábamos actives en ese momento.
Frente a estas condiciones, algunes de les integrantes decidieron reducir su interacción
y comunicación con sus familiares, otres optaron por ocultar lo relacionado con su
diversidad o, incluso, fingir para evitar el incremento de la vigilancia y control
familiar. En oposición a esto, hubo quienes decidieron comunicar a sus familiares
sobre su diversidad, con la intención de mejorar sus condiciones de vida. Para ello
reunían información afirmativa y lograban articular la posibilidad de que sus familiares
pudieran hablar con otras familias o sumarse a grupos donde pudieran acceder a recursos
que cultivaran la aceptación. Estas intenciones eran respaldadas por quienes contaban
con el apoyo de sus familiares o de quienes incluso formaban parte de organizaciones
que luchan por los derechos de las niñeces y adolescencias trans*. Les familiares
que formaban parte de estos espacios se asomaban con frecuencia a las reuniones, saludaban
y daban mensajes de aliento para les integrantes que enfrentaban contextos adversos.
A estas condiciones se sumaron los desafíos desprendidos de las clases en línea, donde
con frecuencia les docentes se rehusaban a hablarles por su nombre elegido o utilizando
los pronombres correctos. Para varies de les adolescentes que formaban parte del grupo
era especialmente difícil encender sus cámaras en clase, pues les exponía a burlas
y hostigamiento por parte de sus pares. Encender sus cámaras durante la jornada escolar
también les implicó exponerse al escrutinio constante de la mirada propia, lo cual,
para algunes, exacerbó los malestares afectivos relacionados con su imagen corporal
y expresión de género. A esto se sumó la frustración y el enojo descrito por quienes
concluyeron su último año de preparatoria en línea e iniciaron el primer y segundo
año de universidad en esta modalidad, privándoles de experiencias que deseaban compartir
desde lo presencial con sus pares y en sus entornos educativos. Estas circunstancias,
aunadas al tedio y monotonía de su cotidiano a puerta cerrada, afectaron drásticamente
la salud y el desempeño escolar de varies adolescentes de Teen Titans.
Frente a estas condiciones fue común que, para la gran mayoría de integrantes del
grupo sus experiencias en línea alcanzaran mayor protagonismo. Sus interacciones con
pares del grupo y otras plataformas cultivaron reflexiones continuas sobre sí mismes
y su mundo, lo cual matizaba y sofisticaba sus códigos y cosmovisiones. En ocasiones
esto aumentó la brecha entre los códigos, narrativas y comprensiones que elles forjaban
para sí y los que sostenían sus familiares. A ello se sumaban los riesgos inherentes
a los espacios en línea, donde sus carencias afectivas y relacionales podían exponerles
a situaciones de hostigamiento, acoso y manipulación. Con frecuencia estas experiencias
fueron atravesadas en silencio, pues anticipaban que hablarlo con sus familiares truncaría
su privacidad y su conexión a Internet, teniendo como efecto anular la comunicación
con sus pares. Entre los riesgos explícitos de las plataformas digitales está la exposición
a discursos transodiantes que impactaron su salud emocional. Varies integrantes del
grupo organizaron un frente contra la violencia transodiante, llevándoles a implicarse
colectivamente en confrontaciones donde expresaban su frustración y enojo, al tiempo
que construían discursos para apuntalar sus argumentos sobre sus posicionamientos
éticos.
En contraste con la exposición a la hostilidad de ciertos grupos y vertientes del
Internet, en Teen Titans se nutrió su sensación de pertenencia y respaldo al consolidar
un espacio de alianzas y amistades donde podían expresarse, encontrar reconocimiento
y contención entre sus pares. Las redes amicales y de solidaridad entre personas trans*
con edades y experiencias distintas favorecen la circulación de recursos que apuntalan
la subsistencia, al tiempo que motivan imaginarios donde las vidas trans* son dignas
de ser queridas, deseadas y cuidadas.
Entre las bondades que acontecían en la dinámica grupal estaba la posibilidad de resignificar
su comprensión de lo trans*, lo cual ocurría a través de la diversificación de experiencias,
categorías, narrativas y elaboraciones compartidas por la pluralidad de integrantes.
Como ejemplo de ello tenemos las reuniones en las que se reflexionaba sobre la disforia
de género, donde al socializar sus vivencias amplificaban las formas en las que se
comprendían estos malestares, lo cual abrió horizontes y direcciones de incidencia
para disminuirlos desde los recursos que tenían disponibles en su cotidiano. Ello
permitió dar lugar a la gestión colectiva de los malestares producidos e intensificados
a través de los ideales y normatividades que se promueven socialmente. Las reflexiones
forjadas desde lo colectivo les brindaron recursos para sostener posicionamientos
críticos que les permitieron incidir en aquello que les afectaba. En esta línea, fue
que sostuvimos de forma constante el compromiso por fomentar el pensamiento crítico
para hacer frente a los malestares que derivan de los ideales y normatividades sociales.
A través del confinamiento que en México superó los 18 meses, Teen Titans se articuló
como una red de resistencia afectiva y colectiva, desde la cual se repararon los tejidos
comunitarios necesarios para navegar las condiciones que derivaron de la pandemia.
Durante el último año del grupo, tuvimos por objetivo lograr su autogestión, conjugado
con la intención por fortalecer los recursos de expresión de les integrantes. Ello
con la finalidad de que su incidencia les llevara a otros espacios donde pudieran
compartir sus aprendizajes, liderando un grupo entre pares, formando parte de comités,
y compartiendo las reflexiones sobre las prácticas de cuidado que sostienen las juventudes.
Sin embargo, todes presentábamos un desgaste mayor debido al regreso a las actividades
presenciales, lo cual redujo los tiempos que podíamos invertir en el grupo. Para una
gran mayoría de les adolescentes, la vuelta a lo presencial implicó exponerse a la
hostilidad de los entornos educativos, exacerbando sus temores y ansiedad social ante
la posibilidad de encontrarse con pares que expresaban rechazo hacia su diversidad.
Para quienes durante la pandemia emprendieron su transición, el regreso a las actividades
presenciales les confrontó con diversos desafíos como socializar partiendo de códigos
distintos, enfrentarse a la distribución cisnormativa de los espacios educativos y
los prejuicios traducidos en miradas, discursos, o dificultades para ser reconocides
o legitimades desde su identidad y expresión de género. A la complejidad de estos
pasajes se sumaron las deficiencias de los aprendizajes logrados durante los años
de pandemia, la dificultad por mantener los niveles de regulación que exigen los entornos
educativos, y el laborioso reto de concentrarse en espacios con tantas personas y
estímulos. Debido a esto, nos sumamos a quienes sostienen que apenas estamos reconociendo
los efectos a corto, mediano y largo plazo generados por las condiciones impuestas
por el confinamiento y la pandemia COVID-19, para las personas más jóvenes.
Conforme lo presencial fue materializándose, contamos con menos tiempo y energía para
la co-facilitación que sosteníamos, acentuando las preocupaciones sobre nuestra capacidad
por continuar con el grupo. Estas circunstancias generaron afecciones en nuestra confianza
y amistad, conexión fundamental para la co-facilitación. Siguiendo las afirmaciones
que sostiene Dean Spade, “el agotamiento se produce o empeora cuando nos sentimos
desconectados con los demás, maltratados, incomprendidos, avergonzados o sobrecargados”
(Spade 2020). Con frecuencia, nos descubríamos sintiendo enojo, culpa y tristeza por
no tener la disponibilidad de tiempo para atender las necesidades del grupo; lo cual
también impactaba en el tiempo y energía que podíamos invertir para solventar las
fisuras de nuestra amistad. A través de estos procesos de deterioro, comprendimos
que la confianza lograda entre nosotres consolidaba el núcleo de nuestra convicción
de ser capaces de facilitar un espacio como Teen Titans. En ese sentido, nuestra cercanía,
comunicación y confianza resultaban motor de cuanto gestionábamos para el grupo, pues
la alianza que compartíamos nos brindaba respaldo frente a los desafíos inherentes
a la co-facilitación.
Nuestra experiencia como co-facilitadores nos permitió comprender que en las amistades
anidan complicidades desde las cuales se pueden enraizar las convicciones detonantes
de acciones para apuntar al cambio social. La confianza, lealtad, admiración y cariño
cultivados en la amistad pueden sublimarse en aras de la creación de estrategias que
apunten al bien común. Para algunes de nosotres, sostener la convicción de la posibilidad
de construir y mantener espacios seguros para la articulación de redes desde las cuales
se practique el cuidado mutuo, solo es posible en la medida en la que enlazamos dichas
creencias con personas con las cuales compartimos confianza y afectos. Si bien con
frecuencia nos invadía la sensación de que la co-facilitación que sosteníamos era
un fruto de un atrevimiento, la confianza mutua y el apoyo brindados entre nosotres
durante más de dos años fueron fundamentales para el emprendimiento de esta labor
de la mejor manera que nos fue posible. En este sentido, la conexión y el acompañamiento
que nos proporcionábamos como facilitadores, consolidaban las condiciones de posibilidad
para el acompañamiento promovido al interior del grupo. En esta dirección las afirmaciones
de Dean Spade en su libro Apoyo mutuo:
El agotamiento se reduce o previene cuando nos sentimos conectados con los demás,
cuando hay transparencia en como trabajamos juntos, cuando podemos descansar cuando
lo necesitamos, cuando nos sentimos apreciados por el grupo, y cuando tenemos la posibilidad
de dar y recibir retroalimentacion. (Spade 2022)
Como varios autores han afirmado, las labores de cuidado conllevan un exceso de trabajo
constante que se relaciona directamente con la cantidad de dificultades y necesidades
que impactan la vida de las personas trans* (Portero 2020; Malatino 2020; Spade 2022). Uno de los aprendizajes desprendidos de esta experiencia fue la relevancia
de regular y delimitar las labores de nuestra facilitación, con la intención de prevenir
el agotamiento que padecimos. En esta línea se encaminaron nuestros aprendizajes posteriores
sobre la imperiosa necesidad de gestionar el agotamiento y las gamas afectivas que
sentíamos como la vergüenza, la culpa o la angustia generadas por la insuficiencia
de nuestro hacer frente a las necesidades del trabajo directo con poblaciones. Otro
aprendizaje desvelado conforme fuimos acompañando el devenir del grupo fue que dar
escucha y acompañamiento a las adversidades atravesadas por les integrantes, detonaba
las huellas de nuestra historia. Lo anterior nos llevó a comprender que recibir la historia de les otres, acompañarles desde el lugar de facilitadores, aliades o amigues, no acontece sin
una diversidad de efectos, lo cual constituye una expresión de lo que implica el acompañamiento
afectado (Parra 2021). Con el tiempo, descubrimos que estos pasajes podían anudar nuestra convicción por
facilitar, acompañar, accionar para generar entornos amables para las adolescencias
trans*. Accionar, trazar redes, generar incidencia materializa la posibilidad de dar
cauce a la rabia, el dolor y la angustia que sentimos ante las situaciones atravesadas
por les adolescentes del grupo durante las condiciones de vida que la pandemia impuso
para elles.