Ser mujer: significado psicológico de hombres y mujeres estudiantes universitarios mexicanos

(To be a Woman: psychological meaning

in mexican university students)

María de la Luz Sánchez-Soto1, Laura Guadalupe Sánchez-Soto1, Angélica María Lechuga-Quiñones 1 ,

Martina Patricia Flores Saucedo2 y Diana Barraza Barraza3

1 Instituto de investigación Científica de la Universidad Juárez del Estado de Durango
2 Facultad de Medicina y Nutrición de la Universidad Juárez del Estado de Durango 3 Facultad de Ciencias
Exactas de la Universidad Juárez del Estado de Durango, México.

Recibido: 17 de diciembre 2018 ; aceptado: 29 de septiembre 2020

Resumen

Los estudios de género han cuestionado lo que representa ser mujer, ya que implica la posición en la vida, las posibilidades de crecimiento, y lo que la sociedad espera de las mujeres en un momento socio-histórico y geográfico. En este estudio se analizaron las diferencias por sexo del significado psicológico de ser mujer. Se conformó una muestra de 471 estudiantes (239 mujeres y 232 hombres) con una media de edad de 21.76 años (DE=3.24), inscritos en 13 Instituciones de Educación Superior de la ciudad de Durango, México. A partir de un cuestionario basado en la Técnica de Redes Semánticas Naturales Modificadas, se obtuvo que para ambos sexos la mujer quedó definida mediante la palabra Amor y ambos sexos compartieron las palabras Felicidad y Alegría. Para los varones fueron importantes los términos relacionados con la belleza física; mientras que las mujeres destacaron palabras relacionadas con el raciocinio y el liderazgo. Estas características coexisten con las funciones tradicionales del cuidado de otros, emergiendo la problemática social doble rol.

Palabras clave: Significado Psicológico, Mujer, Estudiantes Universitarios, Redes Semánticas.

Abstract

Gender studies have questioned, what means to be a woman? inasmuch as it implies women life’s posittion, development posibilities and society expectactions at a social-historical and geographical moment. The aim of the study was to analize the differences in the psychological meaning of “woman”, among 471 students (239 women and 232 men) with an average age of 21.76 years (SD=3.24), enrolled in 13 universities en Durango City, Mexico. A questionnaire based on Modified Natural Semantic Networks Technique was applied to this sample, resulting that Love, Hapiness and Joyfulness were words used by women and men to define a woman. Men assigned more importance to words related with physical beauty, whereas women highlighted words about reasoning and leadership. Those characteristics coexist with traditional care functions, appearing female social double-shift problematic.

Keywords: Pshychological meaning, Woman, Semantic Networks, University Students.

Journal of Behavior, Health & Social Issues
Vol. 13, Num. 2 (2021) pp. 20 -28
DOI: http://dx.doi.org/10.22201/fesi.20070780e.2021.13.2.68089

Introducción

El lenguaje es un aspecto fundamental en la vida de los seres humanos que se encuentra implícito en la experiencia diaria; sin embargo, pocas veces se realiza sobre él un proceso reflexivo sobre sus códigos preestablecidos y compartidos por los miembros del grupo social al que se pertenece, las connotaciones resultantes de las interacciones y jerarquizaciones dadas entre los hablantes, y sobre cómo la lengua es un modo de manifestar el contenido de las diferentes representaciones culturales de una sociedad (Arbe y Echeberría, 1982). Para Beltrán (1990) la importancia del lenguaje radica en que a través de éste las personas entienden lo que pasa a su alrededor, construyendo su visión del mundo. No sólo es un instrumento de comunicación sino de poder, ya que las personas además de buscar ser comprendidas a través de éste, persiguen ser creídas, respetadas y obedecidas (Bourdieu, 1985).

Dado que el lenguaje proporciona categorías para percibir y ordenar el mundo, es un medio para construir significados (Reidl, 2005) entendidos estos últimos como unidades fundamentales de la organización cognoscitiva compuestas de elementos afectivos y de conocimiento (Arcila, Mendoza, Jaramillo y Cañon, 2009). Los significados, almacenados en la memoria semántica a manera de signos y símbolos, son el punto de partida de los comportamientos (Valdez, 2002) que pueden ser explorados a partir de las palabras y sus relaciones.

El lenguaje es uno de los mecanismos de control a través de los cuales en las sociedades se establecen relaciones dicotómicas, opuestas y de subordinación. Por ejemplo, privilegia lo masculino y se devalúa lo femenino moldeando la identidad de hombres y mujeres, fungiendo como medio de difusión del orden patriarcal (Fernández, 1992). Tradicionalmente, mediante el lenguaje, se ha representado a las mujeres como entes pasivos sujetos a un destino inamovible frente al trabajo, la maternidad, la participación social, la ciencia, e inclusive la violencia. La tendencia ha sido construir y replicar una imagen de mujer designada exclusivamente y de forma obligatoria al espacio privado, cuya proeza mayormente reconocida y valorada es la inmersión en la maternidad y el cuidado de otros. Por el contrario, su participación en el campo de la creación, ha sido invisibilizada y sancionada; tal como lo ejemplifica Blázquez (2008) al referir las mujeres que perdieron la vida acusadas de brujería, quienes ejercían diferentes oficios y salieron al espacio público para jugar un rol diferente al de otras congéneres de su época.

El significado psicológico de mujer que tienen los diferentes sectores de una población, y que expresan a través del lenguaje, es verdaderamente importante dado que de él derivan las oportunidades que se ofrecen a las mujeres y que las mujeres se ofrecen a sí mismas, sus condiciones de vida, los derechos que se les garantizan, así como las expectativas y demandas que se les atribuyen. Por tales motivos el significado de ser mujer se constituye como pilar

pilar fundamental de la calidad de vida de niñas, adolescentes y en general de las mujeres en sus diferentes etapas de vida.

Dada la importancia del significado de ser mujer, manifestado y construido a la vez por medio de diferentes formas de expresión del lenguaje; este objeto de estudio se ha explorado desde distintas metodologías. Por ejemplo mediante el análisis documental se ha examinado la categoría mujer circunscrita en el corpus de la psicología e historia; encontrando que aunque la mujer es un signo asociado a la maternidad, existen diferentes figuras de la madre en función de las características que cada una posee: redentora, naturaleza o pecadora (Collazo, 2005). El análisis de las representaciones pictóricas que acompañan la literatura, también han sido un medio en el cual se ha estudiado el significado de ser mujer. Álvaro y Fernández (2006) encontraron que el imaginario colectivo de las obras revisadas, se encuentra poblado por diferentes símbolos sobre la mujer: el primero hace referencia a la fecundidad-reproducción, el segundo a los vicios-defectos y el tercero a la desviación-marginalidad.

Otra forma de examinar directamente el significado que tiene un sector de la sociedad sobre las mujeres, la brinda la técnica denominada redes semánticas naturales; a través de la cual algunos autores (Petra, Talayero, Fouilloux y Díaz-Martínez, 2000 ; Varela, 2012) han encontrado entre sus hallazgos que las mujeres suelen verse a sí mismas vinculadas al amor y la belleza; y que al atribuirle a la mujer el calificativo “moderna” se le vincula a la capacidad productiva (no sólo reproductiva) y de manera paradójica se le asocia a calificativos despectivos como desmadrosa, mala y grosera.

Hombres y mujeres estudiantes de nivel universitario, son un sector poblacional sobre el cual es importante conocer el significado que tienen sobre las mujeres; dado que implican un importante potencial de cambio y/o mantenimiento del orden tradicional patriarcal; ya que por su nivel educativo no sólo fungirán como formadores de nuevas generaciones en sus roles de cuidado y crianza, sino además tendrán a su cargo la formación y re-educación de otras personas en las aulas, las empresas y en general las instituciones que conforman la sociedad.

El presente estudio cobra relevancia al no haberse identificado en la ciudad de Durango México, trabajos reportados que exploren el significado de mujer que tiene la población universitaria. Esta investigación tuvo como objetivo analizar el significado psicológico de ser mujer en estudiantes de instituciones de nivel superior de la ciudad de Durango.

Método

Se realizó un estudio no experimental, descriptivo y transversal, cuya técnica de recogida y análisis de datos fue la de Redes Semánticas Naturales Modificadas (Reyes

-Lagunes, 1993). Las Redes Semánticas son una herramienta de la psicología social (Hinojosa, 2008) que trabaja con un conjunto de palabras elegidas por la memoria a través de un proceso reconstructivo no sólo dado por vínculos asociativos, sino afectivos y de conocimientos, que crean un código subjetivo de reacción, reflejando el universo de la cultura interiorizado por la persona (Salas-Menotti, 2008; Vera, Pimentel y Batista, 2005).

Instrumento

Se construyó un cuestionario en hojas tamaño esquela, en cuya primera parte contenía la carta de consentimiento informado, una sección de datos sociodemográficos y la frase estímulo “mujer es”, para la técnica de redes semánticas; seguida de 10 líneas en las cuales la persona puede generar por asociación libre hasta 10 palabras sueltas (sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios) que relacionen con la frase otorgada, sin utilizar ni artículos ni preposiciones. Una vez terminado este listado se le solicita a la persona jerarquizar cada una de las palabras que ha escrito, designando el número uno a la palabra que considera más importante, el dos a la segunda más importante y así en orden descendente.

Participantes

El tamaño de muestra fue calculado con base en la fórmula para estudios descriptivos Aguilar-Barojas (2005). El muestreo fue probabilístico, estratificado (por sexo y nivel escolar) y por conglomerados. Participaron 471 estudiantes inscritos(as) en 13 instituciones de nivel superior públicas y privadas de la ciudad de Durango, México; matriculados en el semestre A Enero-Junio 2014. Su media de edad fue de 21.76 años (DE= 3.24). Se incluyó a participantes que accedieran voluntariamente a contestar el cuestionario.

Procedimiento

Para el acercamiento con cada una de las instituciones, se estableció contacto con los directivos para informarles sobre los objetivos de la investigación y solicitar su autorización para poder llevarla a cabo con sus estudiantes. Los y las participantes del estudio colaboraron de manera voluntaria y para ello firmaron un consentimiento informado en el que se les aseguró el anonimato y la confidencialidad de los datos. La aplicación del instrumento fue de manera colectiva en sesiones de aproximadamente 45 minutos en las instalaciones de las universidades.

La captura de datos se realizó en el programa estadístico SPSS versión 15. Para las variables sociodemográficas cuantitativas fue posible obtener medidas de tendencia central y dispersión, para los datos sociodemográficos categóricos se realizó un análisis de frecuencias. Respecto a las respuestas de la red semántica, se formó un listado

por separado para hombres y mujeres, contabilizando en cada uno el total de palabras (denominado tamaño de red [TR]) que generaron respecto a la frase estímulo “mujer es”; además para cada palabra se obtuvo: la frecuencia con que fue mencionada y la sumatoria de las jerarquías que le habían asignado de manera individual, datos necesarios para calcular el denominado Peso Semántico (PS); y con base en lo anterior se calculó la distancia semántica cuantitativa (DSC), es decir, el porcentaje de cercanía que tiene cada palabra respecto al palabra que obtuvo mayor peso semántico de cada listado, calculado con base en una regla de tres simple. El punto de corte para cada listado de palabras fue realizado como se describe en Sánchez-Soto, Lechuga-Quiñones, Aguilar-Durán, Estrada-Martínez y Félix-Corral (2018) para conformar los Núcleos de Red (NR). Por último, se identificó el Índice de Consenso Grupal (ICG) a través de la comparación del número total de palabras mencionadas tanto por mujeres como por hombres.

Para el análisis de contenido de las palabras generadas, se compararon los listados de hombres y mujeres, formando grupos de acuerdo a la DSC de cada palabra: a) aquéllas que tenían la misma jerarquía o similar (con un margen de ± 3%) entre hombres y mujeres denominadas “compartidas”; b) aquéllas que fueron mencionadas tanto por hombres como mujeres, pero que la diferencia en su jerarquía superaba el 3% denominadas “con mayor jerarquía” para hombre o mujeres; y c) aquéllas que sólo fueron mencionadas por hombres o mujeres, de acuerdo a los listados de palabras contenidos en su Núcleos de Red, denominándolas “exclusivas”.

Resultados

De los 471 estudiantes encuestados, 239 eran mujeres y 232 hombres; el 82% habían nacido en la ciudad de Durango y el 88% radicaban en dicha urbe desde hacía más de cuatro años. En la muestra se contó con representación de estudiantes de todos los semestres, 29% cursaba de primer a tercer semestre, 35% de cuatro a sexto y 36% de séptimo en adelante.

Entre todos y todas las estudiantes generaron un total de 607 palabras, de las cuáles hombres y mujeres coincidieron en mencionar el 45%. El grupo de hombres produjo un mayor número de palabras TR=467 en comparación con el de mujeres TR=406 (X²=15.71; p< .001); lo cual sugiere que el concepto se encuentra más disperso en los varones (Salas-Menotti, 2008).

Ambos sexos otorgaron la mayor jerarquía a la palabra Amor para definir al estímulo “mujer es”; sin embargo, las mujeres posicionaron las palabras Inteligente y Fuerte con la segunda y tercera posición, en comparación con los hombres quienes lo hicieron con las palabras Bella y Hermosa. La Figura 1 muestra las primeras 10 palabras de los NR de cada sexo.

Figura 1
Primeras 10 palabras de los Núcleos de Red de hombres y mujeres

Nota.Los porcentajes representan la Distancia Semántica Cuantitativa.

Sólo existieron tres palabras compartidas que para hombres y mujeres tuvieron la misma jerarquía (DSC) para representar a la mujer: Sentimental (37%), Amable (9%) y Cuidadosa (9%). También existieron palabras que fueron nombradas tanto por mujeres y hombres, pero uno de los sexos les otorgó mayor jerarquía que el otro; en el caso de las mujeres las definidoras con mayor jerarquía fueron Trabajadora (45%), Responsable (38%), Valiente (24%), Capaz (22%) y Alegre (18%). Los varones por su parte, le otorgaron mayor jerarquía a las palabras Mamá (51%), Vida (36%), Cariñosa (36%), Respetuosa (29%), Bonita (27%), Amiga (24%), Gentil (17%), Buena (21%), Delicada (18%), Linda (23%), Ternura (14%), Maravillosa (17%) y Felicidad (14%).

Tabla 1

Palabras Exclusivas de los Núcleos de Red de hombres y mujeres

Mujeres

DSC (%)

Hombres

DSC (%)

Hijos

Independiente

13

11

Persona

Humano

21
21

Honesta

11

Ternura

14

Protectora

10

Agradable

14

Sabia

10

Guapa

14

Emprendedora

10

Compañera

14

Femenina

9

Única

13

Poderosa

9

Sincera

10

Valiente

9

Apoyo

10

Autosuficiente

9

Esposa

10

Exitosa

9

Importante

9

Perfecta

8

Sexy

9

Segura

8

Todo

8

Creativa

7

Se encontró un conjunto conformado por 14 palabras generadas sólo por el grupo de mujeres en su NR, entre las cuales destacan Hijos, Independiente y Honesta; así como otro conformado por 13 palabras en el que para los hombres destacan de manera exclusiva las palabras Persona, Humano y Ternura (ver Tabla 1).

Discusión

Resulta revelador que Amor haya sido la principal palabra con la que hombres y mujeres definieron a la mujer en el presente estudio. En el trabajo de Petra et al. (2000) este término también ocupó uno de los primeros lugares. Lo anterior coincide con lo reflexionado con Lipovetsky (2006) respecto a que históricamente en la cultura occidental hombres y mujeres han asignado un lugar distinto al amor, otorgado distinta importancia y significación dentro de sus vidas. Para ellas es un mandato que colma toda su existencia, mismo que se les inculca desde una edad muy temprana bajo la premisa de “amar a una sola persona por sobre todas las cosas”. Este precepto en una sociedad patriarcal puede conducir a la renuncia de sí misma en nombre del amor, para pasar a ser de y para los otros, suponiendo que a través de esta renuncia la mujer recibirá a cambio lo que necesita, depositando en terceras personas su bienestar emocional (Lagarde, 2005). Burín (1996) ha enfatizado que esta centración de las mujeres en el poder de los afectos les ha implicado la adopción de modos específicos y restrictivos de enfermar e inclusive de expresar su malestar.

Desde esta perspectiva, cobra sentido que las únicas tres palabras en que coincidieron en jerarquía los hombres y mujeres encuestados para significar ser mujer fueran: Sentimental, Amable y Cuidadosa; que lejos de abordar características sobre el autocuidado, denotan comportamientos que se espera que éstas tengan en el trato amoroso hacia los demás. Dichos aspectos, socialmente vistos como positivos, pueden parcializar el modo en el que algunas mujeres perciben y reaccionan ante ciertos fenómenos como el de la violencia. Al respecto, Vargas-Núñez et al. (2011) mencionan que la sumisión es una de las formas en las que las mujeres pueden expresar el poder en una relación de pareja en la que hay violencia. En su estudio las participantes reportaron que, para obtener cariño, afectos y respeto por parte de la pareja optaban por perdonarlo como una manera de ser sumisas; el estudio las describe como mujeres calladas y que no enfrentan el problema.

Por otra parte, con mayor jerarquía que en el caso de los varones, destacan las palabras Inteligente y Capaz en el grupo de estudiantes duranguenses; manifestando otra posibilidad de ser, más allá de la expresividad emocional (sin ser necesariamente excluyentes) y que refleja una parte importante que los movimientos feministas se han esforzado por visibilizar respecto a las mujeres. Posiblemente la importancia otorgada por las estudiantes universitarias a estos calificativos sobre la capacidad y el raciocinio de las mujeres se vea motivada por su pertenencia a los espacios universitarios, dentro de los cuales se ha documentado (Guzmán, 2016; Pacheco, 2018) que a diferencia de los varones, las mujeres estudiantes y académicas enfrentan obstáculos y desafíos para probar sus aptitudes y su derecho a ocupar dichos espacios, que inclusive les llevan a adoptar dobles roles. Además algunos de sus mayores desafíos consiste en hacer presente el tema “mujeres” en los contenidos de las materias universitarias, no sólo como un objeto de estudio, sino como una categoría de análisis (Evans, 1997).

Esta contienda por concebir a la mujer como un ser con inteligencia ha sido ardua, dado que a lo largo de la historia estas características han sido negadas a lo femenino. Por ejemplo, pensadores como Platón afirmaban que la mujer era un ser alejado del logos bajo el supuesto de su falta de control emocional (Alborch, 2002; Mayorbe, 2006). En las sociedades tradicionales la inteligencia ha sido considerada como una característica que masculiniza la imagen femenina, e inclusive se ha llegado a considerar que hace menos atractivas sexualmente a las mujeres que conjugan aspectos intelectualmente competentes (Bastías, Núñez, Avedaño y Estrada, 2013).

También fueron las mujeres del presente estudio quienes de manera exclusiva dentro de su NR generaron palabras tales como Exitosa, Poderosa, Independiente, Emprendedora y Autosuficiente; mismas que hacen referencia a la capacidad de tomar decisiones y además de encabezarlas. En contraste, desde el marco de la masculinidad y feminidad tradicionales, se encontró que los hombres

participantes en el presente estudio nombraron de manera exclusiva las palabras definidoras Compañera, Esposa y Apoyo para describir ser mujer, y no aquellas palabras de denotan liderazgo; haciendo referencia a los vínculos interpersonales entre hombres y mujeres que en una sociedad patriarcal, distan mucho de encontrarse en igualdad de condiciones.

Aunque la participación de las mujeres en los movimientos político-sociales, emprendiéndoles y encabezándoles, no es un fenómeno exclusivo del siglo XXI, sino que se tiene cuenta del cuestionamiento que históricamente éstas han realizado sobre las estructuras culturales-patriarcales, demandando y luchando en función de las necesidades de clase, raza o etnia de sus grupos de pertenencia (Gamba, 2008); precisamente la representación de una mujer líder, lo cual conlleva poder, es una de las tareas que requiere mayores esfuerzos para su visibilización y probablemente también para la incorporación consciente de estas características en la esfera personal de las mujeres.

Se ha descrito que las mujeres debieron organizarse colectivamente, ya que las revoluciones civiles terminaron por excluirlas y continuaron negándoles sus derechos. Sin embargo, la lucha de las mujeres por el poder y la independencia, debe conceptualizarse en plural, ya que la diversidad de posturas y matices en los movimientos feministas obedecen a la riqueza de condiciones que atraviesan la existencia de las mujeres. Por tanto, para comprenderle, es necesario que exista un diálogo reflexivo, no sólo externo, sino entre mujeres; que respete las variadas condiciones y convicciones de vida, guiado por la autocrítica, construyendo un piso de entendimiento sustentando en la ratificación de la existencia de la otra, minimizando el desorden terminológico (Lamas, 2006). En este sentido, vivirse como mujer exitosa, poderosa e independiente, se constituye en un proceso complejo que demanda a estudiantes, investigadoras, académicas y activistas, constantes reflexiones al respecto.

Otro de los obstáculos que se debe sortear al conceptualizar a las mujeres como exitosas, es que esta condición en el imaginario colectivo es recurrentemente vinculada con aspectos que no necesariamente son valorados como positivos en una mujer, al calificarles de andróginas, egoístas, desastrosas, malas, groseras, prostitutas y locas; pudiendo llegar a minimizar el impacto de sus aportes e inclusive desdibujando su existencia (Riquelme, Rivera, Ortega y Hernández, 2013; Varela, 2012).

Probablemente como un esfuerzo por visibilizarse como mujeres en proceso de transición, sucede que fueron las estudiantes duranguenses quienes otorgaron mayor jerarquía a los adjetivos Fuerte, Trabajadora, Valiente y Responsable para describir qué es ser mujer. Coincidentemente en el grupo de varones duranguenses apareció de manera exclusiva la palabra Todo para definir a la mujer y en el de las mujeres la palabra Perfecta.

Estos términos no sólo personifican a las mujeres como seres valiosos, sino además plantean retos importantes a resolver sobre la salud física y mental, ya que implican un alto nivel de exigencia que se deposita y que las propias mujeres depositan sobre sí mismas, esperando que dichas características sean cubiertas no sólo en el espacio público sino en el espacio privado. El acceso de las mujeres al trabajo remunerado, puso en la mesa de discusión un conflicto desconocido hasta entonces, entre la ideología de la domesticidad que las situaba como responsables naturales del cuidado y las actividades productivas, denominándole como “doble jornada” (Pacheco, 2018). Dada la naturalización de los trabajos de cuidados para la mujeres, no fue extraño que en el siglo XIX el discurso médico de las malas madres trabajadoras como responsables de la “debilidad material y espiritual de los pueblos”, siguiera muy arraigado (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).

Los términos Todo, Responsable y Perfecta pueden ser leídos no sólo como evidencia de los costos que conlleva la deconstrucción de los roles de género, sino también como tareas pendientes en la transición de los mismos, ya que el sobre esfuerzo de la doble jornada tiene estragos en la salud física y mental de las mujeres, entre cuyas principales consecuencias destacan el cansancio físico y mental, sentimientos de soledad, tristeza y depresión, indiferencia sexual y los problemas afectivos en la pareja (Vidal, 1990).

Respecto al espacio de las relaciones con otros y su cuidado, en el grupo de mujeres duranguenses se generaron dos palabras exclusivas: Hijos y Protectora; definidoras que reflejan el papel activo que la mujer ha tomado en la crianza. Asimismo, Mamá y Vida fueron dos palabras cuya jerarquía fue mayor en el grupo de varones. Si bien la madre es una de las personas que tienen mayor importancia e influencia en la vida de las personas ya que a través de las situaciones experimentadas con ésta se forjan el resto de los patrones de convivencia que se mantendrán con las personas del entorno social; la madre es más que una persona, ya que se vuelve una institución histórica que ha sido una pieza clave en la cultura (Lagarde, 2005). La maternidad sigue siendo fundamental para definir a las mujeres en el imaginario colectivo, aunque en la realidad no todas las mujeres sean o deseen ser madres. Respecto al concepto de madre explorado por Sánchez (2012), se logró identificar cómo se intersecta con el concepto de mujer revisado en el presente estudio; al haber sido definido con las palabras bonita, cariñosa, trabajadora, feliz, alegre, amiga, apoyo y protección.

Es importante no perder de vista que la idea de que un sexo es más apto que el otro para el cuidado de los hijos ha provocado que existan rezagos en la familia a través de la repetición del patrón del padre ausente y madre presente. De acuerdo a la Encuesta Nacional de los Hogares de 2016 (INEGI, 2016) 38.3% de los hogares en México tienen al frente exclusivamente a una mujer que se hace cargo de cuidar a los niños y niñas y 10.9% de los ancianos.

Al respecto Torres, Garrido, Reyes y Ortega (2008) encontraron en 33 familias nucleares mexicanas que el 58% de las madres de familia asumieron que educar, criar, vestir y alimentar eran sus labores, frente a un 36.36% de los padres que afirmaron que esas también eran sus obligaciones. Sin embargo, es importante acotar que ser madre-esposa no se limita a la crianza de hijos e hijas, sino implica ser “para” y “de” los otros, tener actitudes de servidumbre voluntaria además de maternalizar todas las relaciones del contexto social, así que existen mujeres que adoptan ciertas conductas de maternaje con sus esposos, hermanos y amigos, en relación a las funciones que se les demanda cumplir (Lagarde, 2005).

Precisamente como herencia de la imagen maternal idealizada que supuestamente representa a las mujeres, en la presente investigación se encontró un grupo de palabras a las cuales los varones les otorgaron mayores jerarquías, tales como Maravillosa, Cariñosa, Respetuosa, Gentil, Buena, Delicada y Ternura. Si bien estos términos tienen un valor culturalmente positivo, también denotan el riesgo en una sociedad tradicional de asumir una posición de pasividad y subordinación ante los Otros. La reproducción de estas ideas es muy cotidiana y es posible encontrarlas en el lenguaje popular como en diferentes dichos y refranes, en los cuales se ha encontrado que una de las características tomadas como virtudes en una mujer son el silencio y la no participación (Buxó, 1988). Inclusive se espera que la manera en que las mujeres se comunican denote dulzura, cortesía, que sea moderada, que suavice la falta de acuerdo, que evite temas conflictivos y que hable en diminutivo para evitar posibles conflictos o desacuerdos (Fernández, 2012).

En este sentido llama la atención que las únicas palabras referentes a las emociones en relación con ser mujer que nombraron tanto hombres como mujeres duranguenses, hayan sido Felicidad y Alegría; ambas consideradas como emociones positivas y no poderosas, que usualmente son asociadas a la imagen femenina (Valor-segura, Expósito y Moya, 2010). El reconocimiento y la expresión de las emociones también se encuentran permeados por las normas de comportamiento de género, ya que existen diferencias significativas entre hombres y mujeres (Paladino y Gorostiaga, 2004). Las mujeres presentan mayores habilidades emocionales relacionadas con la felicidad, pero presentan dificultades ante las relaciones denominadas negativas como el enojo y la ira (Ortega, Durán, Arrieta, García, 2013).

Por otra parte, la belleza física es una de las características que se espera del ser mujer, desde una edad muy temprana; naturalizando la cosificación del cuerpo femenino (García 2014). Al respecto, los varones participantes del presente estudio otorgaron mayor jerarquía a las palabras Bella, Hermosa, Bonita y Linda, y de manera exclusiva nombraron los términos Guapa y Sexy. Aunque la belleza es una construcción socio-histórica que se modifica al paso del tiempo, los medios masivos de comuniación

presentan y difunden modelos estereotipados de belleza enfatizando los cuerpos femeninos voluptuosos, pero sin grasa (Guzmán y Bolio, 2010). Constantemente diferentes publicaciones populares muestran la imagen de una mujer inalcanzable en donde se invita a ser sexy y seductora para poder complacer a las miradas masculinas (Hernández, 2006). De esta manera el cuerpo se vuelve público, la belleza es tomada como un elemento para complacer a los otros y la atracción sexual es un factor que ha quedado encarnado dentro de los cánones de belleza femenina; la presión social que se ejerce sobre las mujeres para pertenecer a estos estándares conlleva diferentes consecuencias como el riesgo a padecer diferentes trastornos de la conducta alimentaria, los riesgos invisibilizados de la industria cosmética y la contribución, junto a otros factores, para que se geste una baja autoestima.

La cosificación de las mujeres mostrada en la publicidad y compartida en la interacción diaria, a través de los estrictos cánones de belleza, requieren importantes esfuerzos de reflexión, ya que forman parte de un continuo de violencia de género que se estructura in crescendo, a manera de espiral, cuyas transiciones al siguiente nivel siempre son difíciles de distinguir. Justamente respecto a la objetivación del cuerpo de las mujeres y su no pertenencia a las mismas, Rita Segato (2006) ha compartido un profundo análisis sobre las mujeres asesinadas en ciudad Juárez México. La autora, ha enfatizado cómo estos cuerpos femeninos son des-envestidos de toda posibilidad de ser sujetos, y se conceptualizan como objetos disponibles para “los más hombres”, los más violentos dentro de la articulación de la violencia estructural. Los cuerpos femeninos en este contexto, y en otros tantos espacios, son desechables, prescindibles y borrables, son un medio en el cual se inscribe el mensaje de la misoginia llevado al más alto nivel.

Por lo tanto, es importante que se incluyan en los planes y programas de las instituciones de nivel superior, contenidos que favorezcan la reflexión acerca de la reducción de la existencia de las mujeres a su corporalidad y sobre los estándares bajo los cuales se asume deben regirse. Sí, por la prevención de consecuencias personales en la salud física y mental de las estudiantes trabajadoras y académicas, pero además para abonar a la capacidad institucional de detección, sanción y atención de fenómenos de violencia que inician con el acoso sexual y pueden terminar en violencia sexual y/o mortal contra las mujeres en los espacios universitarios.

Finalmente, Femenina fue una palabra nombrada de forma exclusiva por las mujeres duranguenses; misma que remonta a la idea del “eterno femenino” transmitido, reproducido y perpetuado de generación en generación a través de los arquetipos (Collazo, 2005), los cuales son parte del inconsciente colectivo y rigen gran parte del comportamiento de los miembros de un grupo o colectivo. El principal arquetipo femenino es La Gran Madre quien es dadora de vida, pero también tiene la capacidad de destruir y es

simbolizada a través de diferentes divinidades cercanas a los seres humanos (Saiz, Fernández y Álvaro, 2007). Sin embargo, la ambigüedad que conlleva el término femenina, también resume la complejidad que debe tenerse en cuenta cuando se aborden los temas de "mujeres", contemplando desde un enfoque interseccional (Golubov, 2016): la edad, raza, etnia, estrato económico, condición erótica-afectiva, condición de capacidades, entre otros aspectos que diversifican la experiencia de ser mujer y de las necesidades que presentan los distintos grupos de mujeres.

Discusión

El significado de ser mujer se encuentra en constante cambio, por lo tanto, los comportamientos, acciones, expectativas, actitudes y deberes que se asume debe cubrir, también lo están. Muchos espacios universitarios tienen una matrícula mayor de estudiantes mujeres, gracias a la transmisión de nuevos roles; sin embargo, en el imaginario colectivo siguen existiendo discursos relacionados con los roles de género tradicionales que reflejan una construcción de la feminidad devaluada y menospreciada, lo que puede ocasionar una encrucijada en las y los estudiantes de nivel superior sobre el papel de la mujer en la universidad.

El significado de ser mujer que tuvieron los y las jóvenes duranguenses radicó en la coexistencia de dos grandes esferas: por un lado la visión tradicional del amor y el cuidado de otros; así como la inclusión de los nuevos roles concebidos a través de los cambios tecnológicos, políticos, científicos y sociales. En las estudiantes cobraron especial importancia las palabras que atestiguan la reivindicación de las mujeres en el espacio público y roles que tradicionalmente les eran otorgados a los varones como la toma de decisiones, la ciencia y el conocimiento.

La dificultad de los varones estudiantes para ver a las mujeres como líderes, cobra un sentido especial dado que son varones escolarizados, ya que este obstáculo se ve materializado en el fenómeno denominado Techo de Cristal, en el cual las mujeres enfrentan una serie de inconvenientes personales y estructurales que impiden su ascenso y permanencia en los puestos de toma de decisiones de las instituciones y empresas. Asimismo algunas palabras que permiten visualizar el Doble Rol exigen un posterior y más amplio análisis de los costos sociales, familiares, personales y de salud por los que atraviesan las mujeres para compaginar las exigencias de su vida pública y privada.

En los varones conviven las representaciones de las mujeres dicotimizadas, aquéllas definidas por su aspecto físico y la sexualidad genital; y por el otro lado el símbolo de la maternidad desexualizada. Ambas esferas representan parte lo que Marcela Lagarde denominó como los “cautiverios de las mujeres”. Uno de los hallazgos que quedan pendientes de revisar en las investigaciones posteriores, es la relación existente entre mujeres, debido a que palabras denotarán compañerismo o hermandad no fueron

enlistadas por las estudiantes. Esto puede obedecer a lo que teóricamente se le denomina conflicto intra-género (Alborch, 2012) el cual se gesta desde la relación primaria de la niña con su madre en la que se genera un sentimiento de ambivalencia que es trasladado a las mujeres alrededor como hermanas, compañeras, amigas, etc.

Esta investigación aportó al contexto duranguense datos que son el reflejo de la realidad simbólica que los y las estudiantes construyen y validan todos los días a través del lenguaje. La mujer es construida y reconstruida a través de la representación que se hereda y enseña desde las madres, padres, hermanos, hermanas, compañeros, compañeras y todas las personas que conforman la sociedad, contribuyendo a la edificación y reproducción del significado psicológico de mujer; y aunque las mujeres compartan denominaciones atribuidas a su sexo, las condiciones particulares de cada una varían en función de otras dimensiones como la clase social, la etnia, la religión, etc; por lo cual se considera pertinente para futuros trabajos incluir una perspectiva de interseccionalidad.

Es importante extender el estudio del impacto del significado psicológico de mujer hacia sus implicaciones en la autoestima, los determinantes tanto de la salud física como de la salud mental; en los cuales “lo que es y lo que no es una mujer” puede llegar a colocarla en una posición en la que se consolida el ser mujer como un factor de riesgo.

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