Vol.
2 No. 1
Febrero de 1999 |
1953: Esbozo de la Conceptualización
Lacaniana
Sobre la Presencia del Psicoanalista
Víctor Novoa Cota*
RESUMEN
El concepto de "Presencia Real del Analista", es
utilizado por Lacan en distintos momentos de su obra y está íntimamente
relacionado con la dirección de la cura y los elementos que atañen
al lugar y la función del psicoanalista. Tal es el caso de conceptos
como pulsión, repetición, transferencia, identificación
y demanda. En este trabajo se analiza el punto de partida en los comienzos
de la década de los cincuenta cuando Lacan postula la supremacía
de lo simbólico, y formula la importancia que tienen para la teoría
y la práctica psicoanalítica los tres registros; lo simbólico,
lo imaginario y lo real.
ABSTRAC
The concept of "Analistis Real Presence" is used
by Lacan in different moments of his work and itis closely relationed with
the cures direction and the place’s and psychoanalistis funtion’s elements.
Is such the case of concepts as drive, transference, repetition, identification
and request. This work anlizes the start point on the beginings of the
50’s decade when Lacan states the simbolic´s supremacy and formulates
the importance for psychoanalytic, the imagynary and the real.
* Psicoanalista,
Docente del Centro de Estudios e Investigaciones Psicoanalíticas.
Profesor Asignatura Facultad de Pedagogía UNAM.
En los inicios de los años cincuenta
ocurre un cambio importante en la teoría de Lacan; lo imaginario
que hasta entonces había tenido un lugar primordial por los conceptos
desarrollados alrededor del "estadio del espejo" pasa a segundo término
y cede su sitio al poder de la palabra que domina en lo simbólico.
La dimensión dialéctica del
análisis, es decir el reconocimiento necesario del otro en el lenguaje,
pasó a ser en esta época el fundamento gracias al cual se
propicio -por la acción del analista- que la historia, el relato,
y el recuerdo del sujeto, desembocaran en elaboraciones psíquicas
que cobraron forma como fantasías, asociaciones, o ideas a las que
Lacan llamó imaginarizaciones de lo simbólico. Éstas
constituyeron la pieza central de la práctica analítica,
debido a que su contenido era el que se prestaba a establecer una relación
con la escucha del analista. "Toda palabra llama una respuesta" (Lacan,1975
(a) p.69 ). Lacan, afirma y la función del analista es no interferir
su progreso para que la palabra sufra su transformación en demanda,
ya que ésta es una demostración de que el sentido del hablar
se produce a partir de que existe alguien que escucha y que permite que
el emisor reciba su mensaje modificado por la pura presencia del Otro.
Como efecto del encuentro que hay entre
discurso y escucha está un espacio constitutivo en el terreno de
la subjetividad, porque es en el retorno del mensaje como interrogación
que el sujeto emerge en el campo del lenguaje. La característica
del sujeto es que él emerge a través de que le formalicen
una pregunta, y es en el tiempo en que puede asumirla cuando queda anclado
en la dimensión del inconsciente.
Concomitante a la conformación de
la interrogación subjetiva particular queda constituido el lugar
de la escucha, de ese tercero que encarna la paradójica presencia
de un sitio surgido desde el lugar de una ausencia. Porque es atravesando
la pantalla de la imagen propia que el analizaste al escuchar su relato
enfrenta una nueva comprensión de lo vivido.
Las imágenes del recuerdo quedan
subordinadas al peso de las palabras, las huellas de la memoria son rastros
de lenguaje, y la novela individual revela sus determinantes en los tropiezos
y extravíos del deseo.
El eje del análisis se produce a
partir de que la historia que se habla está expuesta a cambios de
acuerdo a los diferentes sentidos que va encontrando en el momento en que
aparece la Otra escucha, no hay otra forma de ubicarse ante la historia
y de asumirla más que por medio de la palabra que se dirige a otro,
(Lacan, op cit p. 78) de esta manera integrar los fragmentos de la historia
elidida (reprimida) a partir de la simbolización que se produce
en el análisis es la meta principal de la cura. No hay otra forma
de ubicarse ante la historia y de asumirla más que por medio de
la palabra que se dirige a otro.
Pero no toda palabra tiene los mismos efectos
en el sujeto, por este motivo Lacan hace la diferencia entre palabra plena
y palabra vacía como polaridad básica y signo de la cercanía
o la distancia que guarda en un psicoanálisis el discurso con respecto
a "la verdad" del inconsciente, en este sentido Lacan se refiere al sesgo
más ingrato del análisis "el de la palabra vacía,
en que el sujeto parece hablar en vano de alguien, que aunque se le pareciese
hasta la confusión nunca se unirá a él en la asunción
de su deseo" (Lacan, op cit p. 75)..
No basta con hablar para lograr el fenómeno
de la intersubjetividad, es preciso que la palabra sea integrada por el
sujeto en términos de deseo atravesando el espacio del otro hasta
llegar a tener una presencia en el deseo como deseo del Otro. Para ello
es necesario el establecimiento de un método que cumpla con las
exigencias que requiere el contexto, de ahí que Lacan establezca
los medios, el dominio y las operaciones para proceder en un psicoanálisis:
"Sus medios son los de la palabra en cuanto a que confiere a las funciones
del individuo un sentido; su dominio es el del discurso concreto en cuanto
campo de la realidad transindividual del sujeto; sus operaciones son las
de la historia en cuanto que constituye la emergencia de la verdad en lo
real".(Lacan, op cit. p. 78)
Este método responde a su vez a
la conceptualización que Lacan tiene del inconsciente en 1953, fecha
en la que éste se encontraba totalmente subordinado a la estructura
y las leyes del lenguaje: "El inconsciente es ese capítulo de mi
historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste:
es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar;
lo más a menudo ya está escrita en otra parte" ( Lacan op
cit p 80).
La parte o partes donde se inscribió
esa escritura son el cuerpo bajo la determinante histérica de marcas
que están hechas de palabras, los recuerdos de infancia, el lenguaje
particular, las leyendas, y las distorsiones que sirven para conservan
los capítulos adulterados de la novela individual. El reto para
el analista es no estorbar a la palabra para que ella misma tome su inercia
que no es otra que la del inconsciente.
Pero también existen diferentes
formas y tiempos en los que un sujeto puede bordear, asumir o postergar
"la verdad" en su historia. Uno de los obstáculos principales a
que el deseo sea integrado en lo histórico vivencial es el yo. Éste
siempre pelea por ser el protagonista, el "autónomo", el autor de
lo sucedido guardia de lo que sucederá.
Es el vigilante paranoico que ignora que
su amenaza de perder unidad y autonomía es constitutiva porque desde
el principio él es y "se constituye a partir de otro". No existe
otra forma de tener acceso a lo simbólico, ni tampoco otra manera
de constituirse como yo, su cuna es el lenguaje.
En este sentido para el psicoanálisis
el lenguaje no es tan sólo un medio de expresión o de comunicación,
tampoco se reduce a la función de transmitir información,
más allá del yo está el espacio de la subjetividad
en el que se destaca el aspecto estructural de la palabra que es desde
su origen una presencia hecha de ausencia, en la que siempre queda un espacio
al cual se puede siempre agregar otro término que transgreda el
sentido previo, se establece de esta forma la supremacía del significante
sobre el significado, que implica un orden temporal consustancial a la
estructura del lenguaje. Es el tiempo subjetivo, tiempo del inconsciente,
que opera con retroactividad, es decir que ninguna palabra puede significarse
más que por su relación con otra, y es hasta que la frase
queda concluida por intención o equívoco que el sentido surge.
Por eso el tiempo del análisis es siempre un tiempo que se efectúa
de forma retroactiva, y antes de esta acción está la incertidumbre
del sujeto enfrentado a lo que podría ser en un siendo que se mantiene
en suspenso.
En 1951 Lacan expone los tiempos del psicoanálisis
de Dora en un texto titulado "Intervención sobre la Transferencia",
en función de los movimientos dialécticos que ocurren en
el mismo, destaca los aciertos y las fallas de Freud, en los primeros está
la precipitación que produce en su paciente con el fin de que ella
pueda asumir una situación en la que estaba profundamente involucrada
sin poder reconocerla. En cuanto a los errores Freud actúa desde
sus prejuicios precipitando la terminación del análisis por
una cuestión transferencia no considerada en el tiempo que le correspondía.
Cuando Lacan toma como eje a la dialéctica
su modelo es la dialéctica de Platón. Por lo que es preciso
considerar que los desarrollos del discurso que se presentan en este análisis
tienen la intención de destacar, no el resultado de un intercambio
jugado entre personas, sino los movimientos que se realizan en función
del elemento que estructura toda la situación del caso, y que es
el saber.
La dialéctica, lo es de un saber
y un no saber. En este contexto, la transferencia deja de ser el afecto
hacia el analista, la repetición de clichés, los problemas
no resueltos y vueltos a vivir de manera actualizada con el analista, y
pasa a centrarse en los movimientos relacionados con el saber y el no saber
inconsciente, y lo que atañe a la posibilidad o imposibilidad de
asumirlo en la actualidad del análisis, se intenta "definir en términos
de pura dialéctica la transferencia" (Lacan, 1979 (b) p 40). Por
su parte el analista no tiene otra estrategia que la escucha, con el silencio
que ella implica y la ausencia de pronunciamiento en un espacio de elaboración
que el analizante debe resolver sólo. El silencio del analista,
su posicionamiento del Otro, da lugar a que la ausencia de respuesta consista
para promover la inversión del discurso del analizante.
Al igual que Sócrates, el analista
no actúa desde su saber, sino desde el saber que se le atribuye,
y es esta suposición que el analizante realiza en donde encontramos
una nueva forma de discursividad; "En un psicoanálisis, en efecto,
el sujeto, hablando en propiedad, se constituye por un descenso donde la
nueva presencia del psicoanalista aporta, antes de toda intervención,
la dimensión del diálogo" (Lacan, op cit (b) p 38).
La presencia del analista, en 1951, es
un detonador para el poder de la palabra, abre un dialogo de inversiones
discursivas que realizan al máximo los cambios en la posición
que un sujeto tiene frente a su propio discurso. No es un diálogo
como los que se producen en la vida cotidiana que circulan principalmente
para no decir nada, con el firme propósito de que no se escuche.
En el análisis que Lacan efectúa, se observa que a cada movimiento
corresponde un desarrollo de la verdad, cuya característica es la
de provocar una transformación en la posición subjetiva.
Primer desarrollo de la verdad:
Es una puesta a prueba de cuál es
el sitio que el sujeto ocupa con respecto a su demanda de análisis,
y cuál es su posición ante lo que le aqueja. La protagonista
de la historia, Dora ha descubierto que su padre y la Sra. K son amantes,
y ella para su pesar nada puede hacer para cambiar esta penosa situación.
Por si fuera poco, el esposo de la Sra. K el Sr. K ha aceptado implícitamente
hacerse el ciego de la infidelidad de su mujer, a cambio de tener libre
acceso para cortejar a Dora. Es decir, que en el juego amoroso de su padre,
ella ha devenido un lindo objeto de intercambio. Dora, por supuesto, no
reconoce su complacencia y participación en el sostenimiento de
esta relación por lo que Freud realiza una primera inversión
dialéctica cuando introduce la siguiente interrogación: "¿Cuál
es tu propia parte en el desorden del que te quejas?". (Lacan, op cit.
(b) p 41)
Dora forma parte de la obra pero ella misma
se convence de que es ajena a los acontecimientos y se posesiona del papel
de víctima, la inocencia e ignorancia con que llega al análisis
se transforma en un saber que la interroga acerca de su deseo.
Una primera inversión dialéctica:
Dora acepta su participación en la tragedia que le aqueja.
Segundo desarrollo de la verdad:
Se hace evidente después de esta primera inversión que sólo con la colaboración de Dora pudo perdurar esa relación. También se pone de manifiesto la fuerte identificación de Dora hacia su padre tan determinante en sus síntomas conversivos, sin embargo lo que aún no queda claro es el origen de sus celos.
Segunda inversión dialéctica:
Es posible establecer que el verdadero motivo de los celos no es el padre sino el interés de Dora por el sujeto rival, la señora K.
Tercer desarrollo de la verdad:
Se hace evidente la atracción fascinada de Dora por la señora K., su lealtad al punto de permitir que se ponga en duda su palabra.
Tercera inversión dialéctica:
Se revela el "valor real del objeto que
es la señora K [...] para Dora. Es decir no un individuo sino un
misterio, el misterio de su propia feminidad" (Lacan,op cit. (b) p 42).
Una vez que dicho misterio ha salido a la luz en el marco de esta tercera
inversión, su desarrollo queda interrumpido por la insistencia contratransferencial
de Freud sobre el enamoramiento de Dora hacia el Sr. K.
La mirada aguda de Lacan pone al descubierto
que la relación de Dora con el señor K, e incluso con el
mismo Freud, no estaba sostenida por enamoramiento sino por identificación.
El señor K se había encargado
de arruinar su flirteo al confesar la poca importancia que tenía
su mujer para él, no sabía que el juego y los intercambios
perdían sentido si sacaban al elemento central; la señora
K. sin ésta el señor K. tampoco tenía ningún
valor para Dora. Sin embargo, el enigma todavía tenía posibilidades
de desarrollo, los sueños de Dora y sobretodo el relato que hizo
de ellos a Freud demostraban que aún la pregunta se mantenía
abierta. Pero es en ese momento cuando Freud lo cierra por completo al
imponer al señor K como objeto de amor.
La feminidad para Dora queda en calidad
de síntoma que en su condición de histeria encuentra su apoyo
en el cuerpo: "Para tener acceso a este reconocimiento de su feminidad,
le sería necesario realizar esa asunción de su propio cuerpo;
a falta de la cual permanece abierta a la fragmentación funcional
( ) que constituye los síntomas de conversión" (Lacan op
cit. (b) p. 43).
La interrupción del desarrollo es
ilustrativo de los aspecto estructurales del caso. Es decir, que también
los momentos de estancamiento se producen de una forma particular que es
acorde con la historia del sujeto. En Dora su fantasma está sostenido
por la mujer deseada por su padre, tal y como su madre no lo fue. En la
señora K encuentra a quien dirigirse para interrogarse sobre su
ser mujer, pregunta que no pudo realizar ante su madre.
La inercia que se produce desde el fantasma
de Dora es lo que permite a Lacan explorar en 1951 el fenómeno de
la repetición que en esta época es indisoluble de la transferencia:
"La transferencia no es nada real en el sujeto, sin la aparición,
en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica,
de los modos permanentes, según los cuales constituye sus objetos"
(Lacan op cit (b) p. 47).
Esos modos remiten necesariamente a la
historia del sujeto y a la forma en que ha constituido sus objetos a partir
de que el origen mítico del objeto es que se perdió en el
principio; mítico porque como tal nunca existió, es el vació
confrontado a la satisfacción alucinatoria originaria, lo que lanza
al sujeto en su búsqueda.
La transferencia, en este sentido, es uno
de los caminos que cumplen plenamente con el engaño de buscar el
objeto perdido siempre en otro lugar como pura posibilidad. Tiene la función
de "indicar los momentos de errancia y también de orientación
del analista, ..."(Lacan op cit. (b) p. 48).
Por su parte, tal y como le sucedió
a Freud con Dora la transferencia es la brújula que indica los aciertos,
la buena dirección, y por supuesto también los errores. Cuando
Freud se dio cuenta la transferencia se le había adelantado y Dora
le anunciaba su retiro. Él perdió la partida porque el análisis
quedó concluido prematuramente a su pesar.
El engaño es parte de la estructura
y el analista se presta porque forma parte de su estrategia que consiste
en soportar el supuesto saber , es el quien en la operación de la
interpretación llena "con un engaño el vació de ese
punto muerto. Pero este engaño es útil, pues, aunque falaz
vuelve a lanzar el proceso" (Lacan op cit. (b) p. 47)
La propuesta de Lacan de privilegiar lo
simbólico a partir de reconocer el origen del inconsciente estructurado
como un lenguaje, repercutió en "cambios de meta y de técnica"
(Lacan op cit (a) p.64). Lo imaginario se había apoderado de la
teoría y de la práctica del análisis, en esos años
se presentaba un serio retroceso ya que algunas escuelas de psicoanálisis
establecían alianzas con la psicología y la neurobiología
modificando radicalmente el estatuto del inconsciente freudiano. Por este
motivo Lacan denuncia tres aspectos de la clínica analítica
que a su criterio deben ser modificados a la luz de las determinaciones
simbólicas:
La función de las fantasías
y su relación con la constitución del objeto en los distintos
estadios del desarrollo ubicándolas en las estructuraciones preverbales
del mundo infantil. A un exceso de explicaciones que no rebasaban el plano
imaginario se imponía introducir la interpretación simbólica.
Las relaciones libidinales de objeto que
se convirtieron en el eje de la conceptualización no sólo
de los síntomas sino de la conducción de los análisis.
La contratransferencia y la formación
de los analistas fue el tercer tema que Lacan consideró en su protesta
debido a que los criterios en que se apoyaba su acción estaban cada
vez más distantes de los fundamentos de la palabra (Lacan op cit.
(a) p.64).
El objetivo de la cura quedó al
margen de cualquier pretensión evolutiva y adaptacionista e identificatoria,
su propósito era que el sujeto integrara "su posición en
lo universal" (Lacan op. cit. (b) p 47)., es decir que más allá
de la unidad narcisista asumiera su deseo desde lo particular, reconociendo
la presencia del deseo en la historia por medio de los elementos simbólicos
que la comandan y los desarrollos dialécticos a los que se encuentra
sujeta.
Lo simbólico sin duda es el fundamento
de la práctica analítica, y es gracias a él que el
sujeto produce y encuentra otro sentido a su historia. El campo es del
lenguaje y la función de la palabra; la palabra "es ya una presencia
hecha de ausencia, y de esta pareja modulada de presencia y ausencia nace
el universo de sentido"(Lacan op. cit.(a) p. 95).
Presencia y ausencia son condiciones inherentes
al lenguaje en su carácter de oposición, interpretar es enfrentar
el universo de las oposiciones significantes en lo particular de cada caso.
El analista, al pronunciarse incide sobre las resonancias semánticas
que surgen en las asociaciones del analizante y que orientan hacia fragmentos
que permanecen sin integrarse al discurso; "Para liberar la palabra del
sujeto, lo introducimos en el lenguaje de su deseo" (Lacan op cit, (a)
p.112).
El analista también forma parte
de lo simbólico, ocupa un sitio en la cadena significante, y su
función consiste en ofrecer un espacio de vacío, de silencio,
en el cual su acción cobre todo su valor en la generación
de un nuevo sentido. La función del analista es resultado de una
combinación estratégica de lugar y tiempo. El lugar es el
de una ausencia que lo hace presente, y el tiempo es un tiempo imposible
de prever pero no por eso sin cálculo.
La escucha es el mejor aliado de la multiplicidad
de sentido, en una frase el sujeto brinda la clave de lo que le aqueja
pero sin que pueda reconocer el sentido de su decir. Es el caso de la madre
que lamentando la relación que tiene con su hijo afirma: "Mi niño
me vio-lenta", y efectivamente los pormenores de esta relación muestran
claramente como su hijo lleva la ventaja al verla y tratarla como tal.
El analista no ofrece el significado al
discurso del analizante, sino introduce un corte u otro significante que
provoca el efecto de sentido como sorpresa, haciendo presente la división
subjetiva que coloca al yo al margen del discurso que emite. El eje de
que cualquier palabra adquiera Otra significación está en
su carácter de oposición, en el espacio existente entre uno
y otro extremo, es la ausencia la que precede a la presencia, sí
sabemos de la noche es por su oposición con el día, afirma
Lacan en el Seminario de Las Psicosis.
La ausencia es el intervalo que permite
que cualquier otro significante afecte al que le precede y modifique el
sentido existente. El significante pertenece al registro de lo simbólico
mientras que el significado a lo imaginario, siempre el primero es el determinante.
El ejemplo clásico de la supremacía
simbólica es el del nieto de Freud, que jugando con un objeto, lo
arroja y lo vuelve a traer, pone en funcionamiento la polaridad de la ausencia
y la presencia en este caso materna, porque el objeto era un sustituto
de la madre. Llama la atención la inversión en sus expresiones
ante la cercanía o lejanía del objeto; cuando el objeto está
cerca el niño expresa lejos y cuando está distante cerca.
La alternancia del objeto refleja la introyección
psíquica (simbolización) de esta polaridad, y provoca que
el significante madre se inscriba psíquicamente en el niño.
Es a partir de la ausencia materna que nace la identificación con
el objeto, y lo que es más, y demuestra todo el alcance de esta
inscripción, surge y se organiza el mundo de los objetos para el
niño.
Se hace posible re-presentarlos cuando
no están, en este sentido, no es lo mismo el sentimiento de la "nada"
que el de la soledad. La nada no es simbolizable y aparece ante el sentimiento
de despersonalización que muchas veces precede a una crisis psicótica,
y se caracteriza por producir en el afectado la certeza de desmoronamiento
de su yo y del mundo que le rodea, la nada aparece desde un más
allá del límite de lo que puede ser representado y nombrado.
La soledad por su parte mantiene siempre un referente simbólico
e imaginario. Ya sea un significante anhelado, o tal vez perdido, la soledad
es un intento de encuentro, de recuperación, es búsqueda
específica.
Pero la ausencia marca también el
límite del sujeto, se trata de la ausencia absoluta, es el tope
a todo lo significable y por lo tanto a sus derivados en el plano imaginario.
En el análisis se manifiesta a través del automatismo de
repetición que tiene una función paradójica en la
cura; por una parte apunta a "la temporalidad historizante de la experiencia
de la transferencia", y por otra "expresa esencialmente el límite
de la función histórica del sujeto"(Lacan op cit. (a) p 135).
Es lo que hace posible una historia y lo que le pone fin.
Lacan en esta época plantea que
uno de los objetivos de la cura es el restablecimiento en la historia del
sujeto de los elementos olvidados debido a la acción de la represión.
Simbolizar es traer significantes al lugar donde se encuentran los huecos
en la historia del sujeto, son huecos que permanecen ligados al deseo y
que el sujeto debe asumir en la experiencia analítica.
El límite que la muerte impone al
sujeto está presente en cada instante de su existencia, y es ella
la que da sentido a su vida, sin la idea de la no-vida que significado
podría tener la primera. El símbolo es la muerte de la cosa,
y gracias a esta operación se introduce una falta constitutiva en
el humano que hace que su deseo se eternice.
La muerte bautizada por Freud como pulsión
ejerce una tensión simbólica en el sujeto, le es exterior
pero no ajena. El vacío que para el sujeto se presenta por medio
de la muerte, es lo que da lugar al lenguaje, es cuando el hombre enfrenta
ese vacío que crea su realidad, sus objetos etc., Sin embargo y
llendo más allá de esta idea Lacan afirma que el sujeto,
en el sentido psicoanalítico del término, es efecto del lenguaje,
y el lugar que él ocupa ante los demás y su conciencia de
sí está definido por el sentido de finitud que impone la
muerte como absoluto y su articulación con la concepción
de un sujeto que no es estático, sino que surge un instante y desaparece,
porque es consustancial al deseo; "sólo se hace reconocer un momento
para perderse en un querer que es querer del otro" (ibid).
La muerte y el Otro tocan el límite
infanqueable en el análisis, y evocan a lo real como frontera de
lo simbolizable. En la cura están ligados al silencio de la pulsión
que es infranqueable e innombrable pero siempre presente. Este silencio
marca la pauta, el ritmo de los encuentros, es decir que establece la temporalidad
en la relación analítica. Forma parte del tercero marginal
que estructura el tiempo de las sesiones, es el eje del tiempo de la transferencia
en el análisis, e introduce cortes y suspensiones en el discurso
que recaen sobre significantes que adquieren mayor importancia con relación
a los otros. El silencio de la pulsión también promueve que
ante la muerte como un imposible de que todo adquiera sentido, se formen
cadenas discursivas cuya característica es la circularidad y la
repetición de ciertos significantes que apuntan en la misma dirección;
el analista. En 1953 la transferencia y la repetición siguen ligadas
actuando sobre la historia del sujeto, que no es memoria estática
e inamovible; "no el pasado físico cuya existencia está abolida,
ni el pasado épico tal como se ha perfeccionado en la obra de la
memoria, ni el pasado histórico en que el hombre encuentra la garantía
de su porvenir, sino el pasado que se manifiesta invertido en la repetición"(ibid).
Es un pasado vivo capaz de ser transgredido,
modificado por el relato. La repetición es esa insistencia que al
producirse instaura una temporalidad al significante cuando en su producción
inscribe las huellas de las identificaciones reveladas por la transferencia.
Sin embargo, y tal como lo afirma Laurent (1994, p. 10), todavía
no es el momento en el que Lacan define hacia donde se orienta la transferencia,
a pesar del rigor que sostiene en esta obra sobre el inconsciente inconcebible
fuera del campo del lenguaje. En este sentido Marini afirma que es en "Función
y Campo de la Palabra" donde Lacan utiliza por primera vez el término
de sujeto inconsciente.
BIBLIOGRAFÍA.
Lacan, J. (1975 a) Función
y Campo de la Palabra y el Lenguaje en Psicoanálisis. En Escritos
1. México. Siglo Veintiuno.
Lacan J. .(1975 b) Intervención
sobre la Transferencia. En Escritos 1. México. Siglo Veintiuno
Laurent, E.(1994) Entre Transferencia
y Repetición. Atuel: Buenos Aires.