DOI:http://dx.doi.org/10.22201/fq.18708404e.2020.5.77285

La gran respuesta de nuestra comunidad. Motivos para un optimismo cauteloso

Sigfrido Escalante-Tovar[a]

Resumen

La pandemia por SARS-CoV-2 y el obligado confinamiento con la interrupción de actividades forzaron al mundo entero en los últimos 8 meses a entrar en procesos inéditos. 28 péptidos y una molécula de RNA fueron suficientes para poner al mundo de rodillas. Los efectos verticales y transversales en la comunidad mundial impactaron a las personas, a las comunidades y las instituciones de mil maneras. No obstante, la comunidad de la Facultad de Química progresivamente ha respondido a esta situación de formas muy creativas que reflejan la fortaleza de una colectividad que es capaz de aprender y construir entre carencias, pérdidas y adversidad. Las iniciativas de algunos grupos de nuestra comunidad han ido estimulando la participación de muchos más. Por su número y compromiso, es destacable el papel de las mujeres, maestras y alumnas en estas iniciativas.

Palabras clave:

Infotecnología, aprendizaje, igualdad de género.

The great response from our community. Reasons for cautious optimism

Abstract

The sars-cov2 pandemic and the forced confinement with the interruption of activities forced the whole world in the last 8 months to enter unprecedented processes. 28 peptides and one RNA molecule were enough to bring the world to its knees. Vertical and cross-cutting effects on the global community impacted individuals, communities, and institutions in a thousand ways. However, the community of the Faculty of Chemistry has progressively responded to this situation in very creative ways that reflect the strength of a community that is capable of learning and building between deficiencies, losses and adversity. The initiatives of some groups in our community have been stimulating the participation of many more. Due to their number and commitment, the role of women, teachers and students in these initiatives is remarkable.

Keywords:

Infotechnology, learning, gender equality.




Es imposible evocar estos meses sin dejarse llevar por la emotividad pero los acontecimientos demandan una profunda reflexión. Las emociones nos impulsan a las acciones y una de éstas es la de pensar reflexiva y sensatamente. Creo que para esto pueden servir estas líneas, para reconocernos hoy como producto de esto.

Nunca en mis días había yo visto a todo el mundo pendiente del resto del mundo. Todas las miradas, toda la atención hacia un solo tema, la pandemia por SARS-CoV2. Nunca en mis días tanto pánico, tanto miedo. La consciencia de nuestra fragilidad como especie se fue apropiando de todos nosotros. Luego vino el dolor y la angustia por las vidas humanas que se iban apagando. Bruscamente, el mundo se paró, se detuvo. Todos mirando al mismo lugar, sí, pero paradójicamente, todos desorientados presas de la incertidumbre, de la falta de información, también de la desinformación premeditada.

Por el pánico a un virus, se perdieron o truncaron vidas, trabajos, proyectos, sueños. Se suspendieron, quisiera creer que solo se pospusieron, los abrazos, los besos, los romances, las fiestas. Se perdió la serenidad, se evitaron los contactos. Con ellos las risas, los juegos, las parrandas, los conciertos, las exposiciones y los viajes. Prolongados meses de estrés continuo y ausencia de paz de espíritu. En mi entorno vi cómo se puso freno en seco a la investigación, la docencia y a la difusión de la cultura. Para colmo, en julio, perdí toda la información del disco duro de mi computadora y el disco de respaldo de un Tb se había quedado en mi oficina. Perdí todo el material de clase que usé en el semestre 20-2 y la mayoría de los testimonios de mis estudiantes de esos meses.

Pero junto con las pérdidas vinieron los aprendizajes de todos los colores: en lo personal, en lo existencial, en lo sanitario, en lo social, en lo político, en lo afectivo. Tuve días enteros en los que parecía no pasar el tiempo, no ocurrir nada. No importaba saber si era martes o domingo pues todos los días eran, al fin y al cabo, indistinguibles. Encerrados, sin poder escapar a ninguna parte, muchos no tuvimos otro remedio que fugarnos al interior de nosotros mismos. O refugiarnos en el arte. Pues como alguien dijo una vez, nada te salva de la muerte, pero el arte te salva de la vida.

Poco a poco empezamos a salir de esa especie de hibernación, de ese estupor y empezamos a responder, a actuar.

La tecnología. Desde el cierre de instalaciones en marzo, tuvimos el soporte de diversas instancias que ya existían en la Facultad y de otras dependencias de la UNAM, como la CUAIEED, que nos permitieron rápidamente mantener el contacto con los estudiantes a través de sus correos electrónicos en un principio y de plataformas informáticas como G. Suite, Blackboard, Zoom poco tiempo después. La Facultad de Química ya contaba con experiencia de muchos de sus integrantes en el aprovechamiento de Moodle y el repositorio de documentos AMyD.

Esto permitió rápidamente que la mayoría de nosotros incorporáramos sobre la marcha del semestre 20-2 el uso de estos recursos. Sin embargo aprendimos que, aunque la institución nos diera el soporte, muchos de los docentes carecían de la capacitación necesaria y, por otra parte, muchos de nuestros alumnos carecían de las condiciones físicas, económicas, familiares, sociales y emocionales para llevar clases remotas.

Entre abril y julio se ofrecieron para la Facultad muchos cursos y talleres para quienes requirieran capacitarse en el uso de algunas de las herramientas informáticas.

Pronto reconocimos que había que ofrecer alternativas a nuestros estudiantes quienes estaban experimentando un abanico de problemas también. Surgieron así opciones tales como apoyos económicos y de equipos, atención personalizada, actividades académicas remotas asíncrónicas, el famoso Esquema II para los que no pudieron incorporarse a las clases en línea síncronas. Aprendimos a grabar nuestra voz en las presentaciones de PowerPoint para que nuestros estudiantes las aprovecharan fuera de línea. Cada uno de nosotros, los profesores fuimos adoptando nuestra batería preferida o accesible de herramientas: Zoom, Google Classroom, Blackboard, Moodle, Edmodo, Socrative, Exe-leanrnig, Schoology... O algunos optaron por Facebook, WhatsApp y YouTube. Tuvimos que capacitarnos en el uso de algunas de estas cosas para tan solo intentar recuperar la manera de dar clases remotas. Nueva jerga entre los docentes: síncrona, asíncrona, remota, on-line, presencial, pedagogía, agagogía, etc. Unos intentaron emular lo más posible la forma de impartir las clases que sabían dar. Otros aprovecharon para introducir algunas cosas nuevas.

Para muchos el aislamiento ha servido para detenernos a reflexionar a fondo el qué, el cómo y el para qué enseñamos. Son viejas preguntas de variada y difícil repuesta. Pero esta vez vienen acompañadas de algo que las vuelve más difíciles pero que es mucho más fundamental, la imperiosa necesidad de replantear modelos, objetivos y metodologías educativas frente a esta nueva e incierta perspectiva que viene acompañada de riesgo, incertidumbre y precariedad. La convulsión global generada por la pandemia, aunada a los riesgos del cambio climático, la atención sanitaria y la pobreza, demandan un cambio en cada uno de nosotros en cuanto a nuestro papel como docentes.

Sabíamos o intuíamos que tarde o temprano la tecnología, la infotecnología, impactaría la educación. Era cuestión de tiempo. El Coronavirus vino intempestivamente a poner en primer plano de forma inesperada una serie de opciones tecnológicas de apoyo a la enseñanza que ya estaban ahí pero pocos conocían o a pocos les interesaban. Pero al margen de la tecnología, aún persisten los grandes retos del qué y cómo enseñar a aprender.

Nuestra comunidad

Durante estos meses he visto despertar a nuestra comunidad docente y estudiantil. Hemos aprendido a estar cerca sin estar presentes. A comunicarnos quizá más eficientemente porque las sesiones remotas son limitadas en muchos aspectos. Por ejemplo, a mis estudiantes del grupo 7 de Q. Inorgánica I del semestre 20-2 a los que había “conocido” en las clases presenciales que llevaban un mes de iniciadas, paradójicamente los llegué a conocer mejor en las clases remotas. Ante la crisis, su respuesta fue entusiasta. Respondieron a la convocatoria que les hice. Era como si todos ansiáramos recuperar la idea de pertenencia a un grupo, a una clase. Conocí sus carencias económicas y por lo tanto tecnológicas. Sorprendentemente, se expresaron y manifestaron más que en las clases presenciales. Muchas y muchos se animan más a preguntar y opinar que en las clases presenciales. Tendremos que saber aprovechar esta experiencia, este aprendizaje. La clase a distancia, de facto, estimula el desarrollo de habilidades autodidácticas, favorece la independencia y la iniciativa personales. Sin embargo, dificulta la interacción cooperativa entre los involucrados. Pero esto puede estimularse con propuestas innovadoras de parte de nosotros.

Otro ejemplo, nuestros docentes. En estos meses vi como un grupo, principalmente formado por maestras que llevan años dedicadas a trabajar los problemas asociados con la enseñanza de la Química se organizaron y convocaron a especialistas en educación de nuestra propia comunidad como de otras instituciones a participar en una serie de encuentros denominados “Reflexiones sobre la Enseñanza de la Ciencias en escenarios diversos” que fueron atendidos por un número creciente de colegas. En esos encuentros se compartieron experiencias, dudas, problemáticas comunes en muchos de nosotros acerca de nuestro quehacer en estas situaciones tan especiales.

Fotografía: Rosa María del Ángel Martínez

Conclusión

La Facultad de Química, tiene una estructura que demostró tener la capacidad de respuesta requerida para responder oportuna y eficazmente a situaciones hasta hoy inéditas. Además, muchas de las acciones fueron el resultado de iniciativas de grupos dentro de la comunidad académica que fueron convocando al resto de nuestra comunidad fortaleciéndola. Esto es motivo de optimismo.

Más allá de la pandemia, de las herramientas infotecnológicas lo que sigue pendiente es la reflexión y el análisis de cuál deberá ser la perspectiva educativa para el futuro en este siglo. Es importante decir que esto no parece formar parte de la agenda del gobierno, ni de nuestras autoridades, ni de nuestros claustros. El riesgo de que la infotecnología con su vertiginoso avance, acabe por adelantarse a la reflexión y tengamos que comprar paquetes educativos importados, quizá atractivos, eficientes pero que serán resultado de enfoques particulares y no de una discusión rica y adaptada a nuestro contexto.

Cada día, mediante la ciencia, aprendemos algo más sobre cómo convivir con el SARS-CoV2 y seguir nuestras actividades. La pandemia pasará, las instalaciones se abrirán y se regresará a los salones de clases. Carpe diem, hoy el mundo piensa en lo inmediato, volver a trabajar, volver a comer, volver a salir, volver a amar. Pero quisiera pensar que no se olvidará la gran enseñanza que 2020 dejó en el planeta. Como civilización, somos frágiles, las epidemias se repetirán. Soy un convencido de que la educación es una opción, quizá la única, de garantizar un mejor futuro para todos los seres vivos. Pero me pregunto ¿Seguiremos enseñando, la misma química con el mismo enfoque, con el mismo modelo, con los mismos objetivos, con las mismas metodologías de aprendizaje?

Creo que, por lo dicho anteriormente, cabe tener optimismo, sí, pero un optimismo cauteloso. Si regresar, es regresar a lo de antes, entonces no habremos aprendido nada.




Recepción: 2020-10-19. Aceptación: 2020-11-16


[a] Universidad Nacional Autónoma de México.