DOI:http://dx.doi.org/10.22201/fq.18708404e.2021.1.77556
Jorge Manuel Vázquez Ramos[a]
Recuerdo muy bien aquel día de 1995 en que nos enteramos de que un egresado de la Facultad de Química de la UNAM había sido merecedor del Premio Nobel. A decir verdad, la contaminación ambiental no era un campo de investigación del que estuviera muy consciente y, por lo tanto, no estaba seguro de conocer al ganador, pero inmediatamente me puse a indagar al respecto. Yo era miembro del Consejo Técnico en ese momento, así que en la siguiente sesión que hubo, y ya bien enterado de quien era Mario Molina, propuse que un auditorio de la Facultad recibiera su nombre; sin embargo, después de una larga discusión el director, Andoni Garritz, convenció al Consejo Técnico de la problemática que se crearía dado que la Facultad tenía muchas grandes figuras y solo unos cuantos auditorios.
No creo haber conocido personalmente a Mario sino hasta muchos años después. En 2005, el director de la Facultad de Química, Eduardo Bárzana me nombró Secretario de Apoyo a la Investigación y Posgrado y uno de los objetivos que me propuse fue invitar a la Facultad a investigadores internacionales renombrados, Premios Nobel incluidos, para incrementar la vida académica de profesores y estudiantes. El primer invitado fue Richard Schrock, químico galardonado con el Nobel en 2005, quien nos visitó en 2006 durante las celebraciones de los 90 años de la Facultad. Al término de su conferencia, la cual fue celebrada en las instalaciones de la Academia Mexicana de Ciencias, hubo una reunión con la prensa en donde estuvo el Dr. Schrock y a la que también acudió como invitado el Dr. Molina. Esa fue la primera vez que lo vi presencialmente. La atención de los periodistas se centró en Mario Molina y hubo acaso algún par de preguntas para Schrock, ¡un gran error! Mario no pudo ir a comer con nosotros y Schrock estuvo de mal humor el resto del día. Nos llevamos una gran lección.
También en el 2006, el 3 de octubre, Mario ofreció una conferencia para la Facultad. La sede fue el auditorio Fournier de Medicina, el cual estaba totalmente lleno. Me tocó a mí la organización y todo había resultado excelente, la charla, las preguntas, todo bien. Pero a la salida, un grupo de activistas políticos increpó a Mario argumentando que era un científico de derecha y criticando su ciencia como neoliberal. Justo acababan de pasar las elecciones presidenciales. El camino desde Medicina hasta el edificio B de la Facultad, donde visitaríamos la USAI, fue penoso, con los protestantes detrás de nosotros todo el tiempo. Mario, sin embargo, mostró bastante ecuanimidad. Después de la visita a la USAI, la protesta había terminado y el resto del día fue agradable, con un Dr. Molina muy conversador.
En el 2011 tomé posesión como director de la Facultad, tras la renuncia del Dr. Bárzana, quien dejaba el cargo para ocupar la Secretaría General de la UNAM. Era el Año Internacional de la Química y el 95º Aniversario de la Facultad. El director honorario de los festejos nacionales fue el Dr. Molina, pero al director de la Facultad le tocó su organización. Todo el año hubo múltiples celebraciones, tanto académicas como culturales y sociales. Las festividades fueron clausuradas con una magna ceremonia el día primero de diciembre, Día del Químico, en las instalaciones de la Academia Mexicana de Ciencias, con el coloquio Fronteras de la Química, en donde participaron los miembros del Colegio de México Francisco Bolívar, Eusebio Juaristi y Mario Molina. Nuevamente, Mario acaparó la atención de un atiborrado auditorio, pero en esta ocasión la conferencia de prensa no causó mayores celos. Fue un día excelente.
El 2014 fue un año muy significativo para la Facultad por dos motivos: por un lado, Mario se incorporó como profesor extraordinario de la Facultad; por el otro, comenzó la campaña “Cien por los 100”, que culminaría con la inauguración del Edificio Mario Molina.
En el año 2013 visitó la Facultad la Premio Nobel de Química 2009 Ada Yonath, una gran mujer y una gran científica. La impresión que dejó entre académicos y estudiantes fue enorme. Poco después, en un evento académico al que asistió el Rector Narro y en el que la conferencista principal era Ada, ellos se conocieron y entablaron una buena relación. El Rector me contactó para decirme que la había conocido, que sabía que dio una conferencia en la Facultad y que sería buena idea pensar en mantener contacto. En la conversación salió el tópico de por qué no incorporar Premios Nobel como profesores de la Facultad y quedé con la encomienda de sondear a Ada y a Mario. Ambos, para nuestra fortuna aceptaron. Pero mientras que Ada respondió a mi carta con gran gusto y entusiasmo, Mario, dada su proverbial timidez, no entendía por qué tenía que ser profesor si él con placer visitaba la UNAM cuando se le solicitara. No obstante, durante una comida en un restaurante a unas cuadras del Centro Mario Molina, finalmente lo convencí del beneficio que le representaría a la Facultad y a la UNAM tener en su plantilla dos profesores Premio Nobel. Ambos fueron nombrados Profesores Extraordinarios de la UNAM en la sesión del Consejo Universitario de abril de 2014, los primeros en la historia de nuestra universidad. Desde entonces ambos dieron charlas periódicas a estudiantes no solo de Química, sino de otras facultades también.
La consecución de recursos económicos para realizar las múltiples actividades académicas que se desarrollan en la Facultad, y para poder mantenerla como líder en su campo, ha sido históricamente un objetivo ineludible y motivo de grandes esfuerzos. La creación del Patronato de la Facultad fue el resultado de uno de esos esfuerzos, al conjuntar un grupo importante de egresados que realizan una ardua labor altruista en pro de su alma mater. Una de las empresas más difíciles de un director de la Facultad es conseguir recursos frescos y por eso su relación con el Patronato es fundamental: son sus miembros quienes nos presentan ante el sector productivo y nos abren la puerta para demostrar las capacidades de la investigación y desarrollo tecnológico de que somos capaces. Pues bien, era finales de 2013 y la relación con la industria no caminaba del todo. Se acercaba ya la fecha del primer centenario de la Facultad y era imprescindible emprender algo novedoso para poder festejar los primeros cien años con algo muy llamativo.
Y de repente surgió la idea, ¿por qué no hacer una campaña para juntar cien millones de pesos por los cien años de la Facultad? ¿Pero para que querríamos ese dinero?, ¿Qué uso se le daría, que le interesara al sector productivo? Surgieron muchas ideas, pero una de ellas se convirtió en la insignia. Desde hacía tiempo, el lugar donde se encontraba la Unidad de Servicios Analíticos para la Investigación, USAI, dejaba mucho que desear y se había convertido en un lugar de alto riesgo. Para mi administración era importante resolver el problema. Construir un edificio ad hoc que albergara todo el equipamiento analítico altamente sensible, con el cual se daba servicio no solo a los investigadores, sino a la industria, química y de otros rubros también, era una solución. Pero si el edificio podía también albergar las áreas de extensión académica, del Patronato de la Facultad, de la Unidad de Vinculación de la Química, que es nuestra empresa, de la asociación de egresados y, en general, del contacto con el sector productivo, esto ya podría convertirse en un motivador para que la industria viera con buenos ojos financiar a la Facultad. Y como cereza del pastel, ¿si el edificio tuviera un nombre paradigmático?
Nuevamente, una invitación a comer a Mario, en el mismo restaurante cercano a su Centro. Le expuse la idea y aunque de principio y dado su carácter, se sintió abrumado, finalmente aceptó que el edificio llevara su nombre, con la condición de no participar en las visitas a los magnates industriales. Finalmente teníamos una causa y teníamos el mejor nombre para la causa. De esta forma se cristalizó el proyecto “Cien por los 100”, que incluía la construcción del edificio Mario Molina y otros cuatro objetivos también importantes, y comenzó la campaña financiera para colectar los fondos en febrero de 2014. En la ceremonia inaugural nos acompañó por supuesto Mario, El Rector Narro, el Dr. Cabrero, director de Conacyt y numerosos directores de empresas relacionadas con el área de la química. El discurso de Mario en la ceremonia debió haber sido muy conmovedor porque ahí mismo, uno de los invitados nos dio el primer apoyo, un cheque por 50 mil pesos.
A partir de ese momento, las puertas de muchas de las empresas que habían mostrado reticencia para apoyar nuestra campaña se abrieron, y aunque fue un período de grandes retos y muchísimo esfuerzo y sacrificio, la cantidad comprometida virtualmente se alcanzó. Debo decir aquí que también se abrieron las puertas de Rectoría que canalizó una cantidad equivalente a la recolectada en la campaña, y las de la propia Facultad de Química, que, a partir de sus ingresos extraordinarios, aportó otra tercera parte.
El edificio Mario Molina fue inaugurado el 15 de octubre de 2015, con la presencia del propio Mario, del Rector José Narro, de directores de empresas y de distinguidos académicos nacionales. La Gaceta UNAM resumió el evento así: “Crear una idea que resuelve un problema, generar conocimiento para saber cómo funciona la naturaleza y mejorar nuestra relación crítica con el entorno son metas posibles con un nexo horizontal entre ciencia, industria y sociedad, tres ejes de la vinculación que se atienden en el nuevo edificio Mario Molina de la Facultad de Química. Cimentado en una planta baja y tres pisos sobre un terreno de mil 900 metros cuadrados, en una superficie total de construcción cercana a los cuatro mil metros cuadrados, el espacio honra al Premio Nobel de Química 1995, ingeniero químico y experto en química atmosférica formado en las aulas de la Facultad en la generación 1960. Para el inmueble (ubicado entre la tienda UNAM y la estación Universidad del Metro) se utilizó concreto estructural premezclado, acero, cempanel (material ligero, resistente y no inflamable), tubería de cobre y luminarias de tipo led que ahorran energía. Se trata de un lugar de gestión y transferencia tecnológica, así como un área de vinculación con la industria y la sociedad, que alojará diversas áreas. El edificio fue posible gracias a la campaña financiera “Cien por los 100” realizada por el Patronato de la FQ, y marca el inicio del festejo de la entidad por su centenario”. En su alocución, el Dr. Molina dijo: “ésta fue mi primera casa de estudios universitarios”, y agregó “mi compromiso y responsabilidad con la humanidad es alertar sobre los problemas relacionados con el medio ambiente, sobre todo aquellos que tienen que ver con la atmósfera y su composición química. Por ello, desde hace diez años se creó un centro de estudios estratégicos sobre energía y medio ambiente, el cual tiene por objetivo lograr un impacto en el funcionamiento de la sociedad que mejore su calidad de vida, para lo cual se trabaja directamente con tomadores de decisiones en el gobierno. En esa labor decidimos, desde un principio, no hacer investigación científica, sino establecer colaboraciones y la más importante es la que vemos hoy, una colaboración científica, tecnológica y académica con mi propia casa de estudios, en la Universidad Nacional. Este espacio permitirá apoyar con estudios académicos, las recomendaciones que hacemos”. Más tarde, en conferencia de prensa, señaló que la Unidad Sur del Centro Mario Molina trabajará, en colaboración con investigadores de la UNAM, en temas como políticas públicas, calidad del aire, energía y cambio climático. “Estamos desarrollando colaboraciones de investigación de Química de la atmósfera con la FQ; es lo que vamos a fomentar”.
Finalmente quedaron albergados la ahora Unidad de Servicios Analíticos para la Investigación y la Industria, la USAII, la Secretaría de Extensión Académica, la Unidad de Vinculación de la Química, la Oficina de Enlace con el Patronato de la Facultad, la Maestría en Administración Industrial y se adaptó un espacio para que fungiera como la sede sur del Centro Mario Molina, con una oficina, una sala de juntas y espacio secretarial. Ahí tuvo lugar la primera conferencia de prensa que ofreció Mario en el edificio que lleva su nombre.
Al mismo tiempo, la Facultad abrió una convocatoria a concurso, para contratar a un académico que se encargase de dirigir el laboratorio de Química Ambiental en la Facultad, el cual sería codirigido por Mario. Unos meses después fue contratada una profesora a quien se le designó un espacio en el edificio B2, en el antiguo Instituto de Investigaciones Biomédicas.
Otra ceremonia importante ocurrió el 24 de mayo de 2016, en la que el Rector Enrique Graue Wiechers presidió la presentación del libro “Historia de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su primer siglo: 1916-2016”, acompañado por Mario Molina y Francisco Bolívar Zapata.
En dicha ocasión el Rector resaltó que la Facultad es resultado de una larga historia de esfuerzos realizados por sus fundadores y de la pasión de sus alumnos y académicos por impulsar esta ciencia; sin ello sería imposible concebir el progreso del país.
Por su parte, Mario Molina destacó la importante labor que ha desempeñado la Facultad de Química a lo largo del tiempo y, en específico, la estrecha conexión que tiene la Institución con la industria y su desempeño en la investigación e innovación científica. Así lo describió la Gaceta UNAM: “El desarrollo económico de los países, en buena medida, es afectado por la inversión y la efectividad con la que se hace investigación científica. Esto es particularmente importante en la Química, porque como ciencia ha tenido un impacto considerable en el progreso de la civilización”. Subrayó además la importante labor que desempeñan los profesores de la FQ al involucrar a los estudiantes en el desarrollo de investigaciones, con lo que permiten el avance del conocimiento. Mario refirió como una experiencia extraordinaria el haber estudiado en la FQ y poder contribuir con ésta al reunirse con estudiantes, pues es necesario continuar con los esfuerzos para “explicarle a la sociedad lo importante que es la Química para su progreso”. Finalmente, invitó a los universitarios a seguir trabajando en la investigación, a seguir siendo creativos para ayudar al progreso económico del país, a través de esta disciplina.
Mario visitaba la Facultad dos a tres veces por año para dar conferencias magistrales a los estudiantes de las diversas carreras. Desde 2016 y hasta 2019 incorporamos también una nueva estrategia, participar en la reunión del capítulo estudiantil del Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos (IMIQ). En esta se reunían estudiantes de Ingeniería Química de diferentes universidades del país, no solo de la UNAM, ampliando enormemente el beneficio que estas charlas ofrecían al estudiantado nacional. La sede era el auditorio Antonio Caso, que siempre resultaba abarrotado, y el formato de la charla era mucho más libre y relajado. Una conferencia de 30 minutos seguida de cuantas preguntas se les ocurrían a los estudiantes, que Mario contestaba con una infinita paciencia. Eran dos horas de un intercambio muy productivo. Es casi una certeza asegurar el gran impacto intelectual y formativo que estas reuniones causaron en los asistentes, siempre ávidos de creer en un líder, en una conciencia ética y en una moral universal
Para estos tiempos Mario ya tenía algunos problemas de salud, no se le veía con la fuerza de antaño y se disculpaba con los estudiantes que lo rodeaban al término de sus conferencias por no poder firmar todos los autógrafos o tomarse fotos con todo mundo, se sentía cansado. No obstante, su personalidad no varió en lo más mínimo; siempre atento, amable, sensato, hombre de una gran modestia y sencillez, directo en sus respuestas, sin evadir tópicos difíciles y buscando en todo momento hacer ver que la ciencia nos puede proporcionar un hábitat mejor, más disfrutable, si somos responsables con ella y con nuestro mundo.
México le queda a deber a Mario, porque pareciera que, en los sectores de responsabilidad gubernamental, particularmente en los tiempos recientes no se le entendió, no se comprendió que sus estudios, sus criterios, sus comentarios, sus críticas y sus recomendaciones no eran parte de ningún tipo de capricho, no eran recetas dictadas por ningún tipo de poder político, sino que eran resultado de evidencia dura, concluyente, demostrada científicamente, como ha quedado debidamente comprobado. México perdió muchísimo, pero ojalá y nuestro país, y el mundo entero, recapacite, recapacitemos.
[a] Coordinación de Vinculación y Transferencia Tecnológica, Universidad Nacional Autónoma de México.