No hay duda de que la ciudad actual es caótica, compleja e inhóspita; pero ésta es amada al mismo tiempo que odiada por quienes la habitamos. A pesar de todos sus inconvenientes, los humanos preferimos vivir en un ambiente urbano.

Presentamos aquí una serie de investigaciones que buscan conocer las pasiones que se desatan en una ciudad; que entienden las agrupaciones humanas urbanas como comunidades emocionales con dinámicas de identidad complejas, y de cohesión social, basadas en los afectos y emociones como constructores culturales narrativos sometidos al tiempo y al espacio. 

Desde su planteamiento, la arquitectura y las propuestas urbanas podrían ser sensibles a esas cualidades emocionales que definen la ciudad, como la esperanza, la melancolía, las expectativas, la ira, la memoria y el olvido. La complejidad y la interconexión de los distintos lugares y relaciones que componen la ciudad se soportan por líneas invisibles que producen significados. 

Las ciudades tienen la memoria de las emociones contenidas, que son complejas, contradictorias y en la mayoría de los casos, ambiguas. Podríamos intentar ignorar todas estas emociones, pero inevitablemente ellas definirán la estructura física y cultural de nuestras ciudades más allá del capricho de sus diseñadores o de sus gobernantes. 

DOI: https://doi.org/10.22201/fa.14058901p.2015.30

Publicado: 2016-06-13

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