Editorial
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Resumen
Termina agosto en medio de un renovado episodio de crisis financiera, después de una sucesión de quiebras y rescates que han llevado a la mayor parte del mundo financiero occidental a una depresión. Este episodio es más grave aún que los anteriores debido a la implacable insensatez de continuar por el camino de la austeridad. Los gobiernos de los países más poderosos no asumen compromiso alguno de conducción y neutralización de la crisis, consideran que el mercado reencontrará el camino del crecimiento, y en todo caso, lo que les corresponde es mantener esa estabilidad ficticia, que amenaza hacer más profunda y extensa la crisis en curso.
La sucesión de crisis financieras está mostrando que las mayores economías del mundo están siendo conducidas por las poderosas fuerzas de los conglomerados financieros globales, entre severos choques competitivos, dejando a los gobiernos la tarea de destinar todos sus esfuerzos a mantener la rentabilidad financiera de una selecta porción de activos financieros. Mientras los políticos se comprometen a lavar la cara de las múltiples estafas financieras efectuadas en los márgenes de la legalidad, al tiempo que se ocupan de ganar y mantener los votos de la población mayormente indefensa y lejos de evaluar el deterioro de sus condiciones de vida y calidad y oportunidades de trabajo.
La permanencia de la crisis financiera sigue cobrando un creciente número de víctimas, y está caro que antes de que se alcance cierta recuperación del empleo y los salarios, aparece un nuevo episodio que nuevamente hace retroceder las fuentes de la estabilidad y del crecimiento.
Este nuevo episodio hace retroceder las expectativas de estabilidad y crecimiento, y ante la falta de recuperación del empleo, los salarios y el crecimiento, la permanencia de la crisis cobrará un número creciente de víctimas. Como se puede percibir en la calificación que ha puesto Standard & Poor´s (S&P) a la economía de Estados Unidos, que además de injustificada y ridícula, resulta ser el inicio de una recaída de la economía mundial producto no del endeudamiento público, sino de la creciente ganancia financiera especulativa que está poniendo ante el precipicio de la quiebra a economías enteras. Además, está sido el soporte de la elevada inestabilidad cambiaria, y en el caso de América Latina, de una sostenida revaluación y acumulación de reservas, prueba y garantía de la profundización especulativa. La presente entrega de Ola Financiera tanto E. Palazuelos como G. Vidal hacen una radiografía analítica del proceso económico estadounidense que explica varios de los elementos del grado de descomposición de dicha economía.
Sin duda que la calificadora arriba señalada, que ha impedido como otras que se le califique, supervise y regule como se ha probado con el caso de los “bonos basura”, se ha aprovechado de la situación política que vive Estados Unidos, aliándose definitivamente al pensamiento más conservador. Lo que puede calificarse como una clara posición política encubierta de argumentos económicos. Actitud que ha caracterizado la etapa de la financiarización de la economía. Este autoritarismo económico ejercido por el capitalismo financiarizado ha puesto en grave riesgo la democracia social y política, que hace tiempo se ha venido desdibujando por el deterioro de la democracia económica, que dicho sea de paso, nunca ha sido del todo sólida. Dicho discurso político-económico del llamado “libre mercado” evidencia una vez más su perfil discriminatorio. La ya acelerada concentración de la riqueza y el ingreso de los últimos treinta años se ha recrudecido violentamente, ya que los recursos financieros de las naciones, transferidos recientemente al sistema financiarizado, han puesto de rodillas a los estados nacionales, y con ello a los ciudadanos de ayer, hoy y mañana. Dichos recursos transferidos a la fábrica especulativa, característica del sistema financiero internacional y su engranaje, profundizaran la desigualdad e inequidad.
Por todo lo anterior se vislumbran evidencias de que no se trata de una crisis de los sistemas financieros de Estados Unidos o de la Unión Europea, o incluso de ambos, sino que se está en presencia del declive de una forma de funcionamiento de las finanzas en la economía, y claro, de su organización política. Ya que esta situación está arrastrando a la descomposición, en más de un sentido, del mundo económico, político y social, por lo que es preciso poner límites a la dictadura especulativa de los mercados financieros, como de la codicia que está detrás, imponiendo una institucionalidad sólida. Tarea urgente porque hasta ahora, los gobiernos más fuertes se han rendido y/o han sido incapaces de instrumentar reformas que frenen y controlen la especulación del sistema financiero. Regulación y control tanto a inversionistas institucionales, grandes bancos y calificadoras, verdaderos obstáculos para combatir la crisis en proceso de profundizarse. Si bien la deuda de los gobiernos representa retos, los graves problemas son el desempleo, la falta de inversión en la economía y, por supuesto, la falta de crecimiento económico con equidad y sustentabilidad.
Esta difícil situación de mundo económico no ha tocado con toda su virulencia a las economías latinoamericanas, siempre con un elevado grado de vulnerabilidad, pero es evidente que en cualquier momento la ola especulativa puede arrasar la balbuceante estabilidad exportadora que viven algunos países latinoamericanos. En torno a esta perspectiva parece oportuno recordar, en la sección Clásicos, un texto de uno de los economistas destacados en el pensamiento latinoamericano, Ruy Mauro Marini.
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